¿Qué ha pasado con Sharp?
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Las dos causas de un fracaso
La firma japonesa Sharp, que con sus pantallas de cristal líquido y sus células fotoeléctricas para paneles solares (células solares) fue líder mundial durante un periodo y estuvo en la vanguardia de su aplicación a los televisores, se encuentra hoy en situación crítica, al borde de la quiebra. Tras haber acumulado pérdidas netas por un total de 921.400 millones de yenes durante los dos ejercicios anuales previos al cierre de libros de marzo de 2013, Sharp ha luchado por reconstruir sus finanzas, pero sus esfuerzos han resultado vanos, pues durante el ejercicio concluido en marzo de 2015 volvió a incurrir en pérdidas netas, esta vez por 222.300 millones de yenes.
¿Cuál es la causa de este sorprendente fracaso de Sharp? ¿Alcanzará su objetivo de reflotar las finanzas de la firma el plan de gestión a medio plazo (tres años, hasta el fin del ejercicio 2017) presentado el 14 de mayo?
En cuanto a las causas de su fracaso, pueden citarse dos principales. La primera es su excesiva confianza en la tecnología propia. Sharp ha demostrado una cierta ingenuidad al jactarse de no tener rival en ese aspecto y pensar que podía desplegar su actividad a su ritmo. La segunda, la falta de correspondencia entre su inesperado crecimiento y la capacidad de sus responsables. Sharp no ha sabido dotarse de administradores que supieran lidiar con unos negocios que han ido diversificándose y complicándose a medida que crecían las dimensiones de la empresa.
Ambos son fracasos que todo el sector manufacturero japonés tiende a repetir. La creencia simplista de que teniendo un producto excelente es posible imponerse a la competencia produce una tendencia a tomarse a la ligera cosas como las necesidades del mercado o los movimientos de las empresas rivales. Los responsables suelen elegirse de entre el personal propio, como personas que han acumulado méritos en una determinada área. Por eso, es difícil que estas personas se conviertan en administradores capaces de llevar el conjunto de la empresa. Cuando estas dos características se dan al mismo tiempo no es posible renovar convenientemente la empresa para adaptarla a un nuevo entorno de competencia, los resultados empeoran y todo se complica. Sharp es un buen ejemplo de esto.
Excesiva inversión en cristal líquido, excesiva confianza en la tecnología propia
Las pérdidas de más de 900.000 millones yenes en que incurrió previamente la empresa fueron debidas a malas inversiones. En 2004 construyó en la ciudad de Kameyama (prefectura de Mie) una gigantesca fábrica de pantallas de cristal líquido, que fue acompañada dos años después por una segunda fábrica. En total, Sharp invirtió más de 400.000 millones de yenes. El modelo, comercializado con la marca Kameyama, se vendió muy bien y llegó a colocarse a la cabeza del mercado nacional.
En 2007, el hasta entonces director general Katayama Mikio, impulsor de la fabricación de pantallas de cristal líquido, fue nombrado presidente ejecutivo de la firma. Con 49 años, era el miembro más joven del directorio. Tras asumir el cargo, Katayama se embarcó en la construcción en la ciudad de Sakai (prefectura de Osaka) de una nueva fábrica, con una inversión de 430.000 millones de yenes. Para 2010 había completado la construcción de una planta ultramoderna que permitía fabricar de forma muy eficiente grandes paneles de cristal líquido (60 pulgadas) y otra que se convirtió en la mayor planta del mundo de células solares.
Pero tras la quiebra en 2008 de la financiera Lehman Brothers los tiempos no eran los más apropiados. Los televisores de pantalla de cristal líquido de 60 pulgadas no se vendieron tan bien como ambicionaba Katayama tampoco en Estados Unidos. La surcoreana Samsung, que plantaba batalla con sus pantallas de tamaño medio, fue la que se llevó el gato al agua. Sharp se ahogó en sus propios stocks. Las liquidaciones de existencias y la caída de la tasa de explotación produjo un déficit que fue creciendo como una bola de nieve.
Sharp confió excesivamente en su tecnología. En la fábrica de Kameyama, con la intención de prevenir cualquier filtración al exterior de su tecnología, a los trabajadores de las empresas proveedoras de equipamiento y materiales se les controlaba obligándoles a llevar un dorsal y permitiéndoles el acceso solo a determinadas partes de la fábrica. Se trataba de proteger la superioridad de su tecnología del cristal líquido “cajanegrizando” el proceso de producción pero, como finalmente quedó de manifiesto, los fabricantes surcoreanos y taiwaneses alcanzaron a Sharp en el aspecto tecnológico. El hecho de que Sharp hubiera puesto su mira en las 60 pulgadas es consecuencia de haber seguido la tendencia a presentar modelos cada vez más grandes conforme avanzaba la tecnología. De la misma forma, la creencia de que las pantallas grandes y atractivas obtendrían el favor del consumidor era una perspectiva producto de aplicar la particular lógica del suministrador.
Sucesivos cambios en la presidencia que solo traen confusión
En abril de 2012 Katayama pasó a ocupar la presidencia del directorio, quedando al frente de la empresa el hasta entonces el director ejecutivo Okuda Takashi. Fue un cambio debido a las grandes pérdidas acumuladas durante el periodo de Katayama, y la hercúlea tarea de rehacer las finanzas de la firma recayó súbitamente sobre Okuda, un hombre que venía ocupándose de la producción de pantallas de cristal líquido y los negocios en el extranjero. Este vaciló en aceptar el reto.
En marzo de ese mismo año, poco después de haberse hecho público el inminente relevo, Sharp tomó la decisión de firmar un acuerdo de inversión con la taiwanesa Hon Hai Precision Industries, con la intención de revigorizar la sección de pantallas de cristal líquido. El acuerdo fue pergeñado por el entonces presidente saliente del directorio Machida Katsuhiko, que había guiado a la compañía hasta lo más alto en el mercado mundial del cristal líquido. Katayama estuvo también entre los negociadores y se encargó de dar forma al acuerdo. Machida siguió implicándose, ya como cargo consultivo, en las negociaciones para una entrada directa de Hon Hai en la matriz de Sharp, que finalmente se frustraron. Katayama, convertido en presidente del directorio, continuó a la búsqueda de otros posibles inversores extranjeros, dando origen a una confusa situación en la que nadie sabía a ciencia cierta quién dirigía la compañía.
Sin haber conseguido nada durante el año y tres meses que estuvo al frente de la firma, Okuda dejó la presidencia ejecutiva y asumió ese mismo cargo puramente honorario en junio de 2013, dejando el relevo en manos del actual presidente, Takahashi Kōzō. Al tomar posesión del cargo, Takahashi se propuso salir de la crítica situación cumpliendo estrictamente el plan a medio plazo del que 2015 sería el último ejercicio. Según palabras del propio Takahashi, el plan era en la práctica una hipoteca sobre la empresa, que recibía a cambio financiación de los bancos, pero en dos años se frustró.
Tropiezo al virar hacia los teléfonos inteligentes y las tabletas
La causa de este fracaso fue que no se hizo una reforma de verdadero calado. Los cambios giraron en torno a una reducción de costes basada, a partir de 2012, en un plan de jubilación anticipada voluntaria para 3.000 empleados y en la contención de los aumentos salariales, mientras que en aspecto clave, que era el de la estructura de los negocios, lo único que se hizo fue abandonar parcialmente los negocios de electrodomésticos en el exterior. Sharp siguió dependiendo del cristal líquido, que se caracteriza por las violentas oscilaciones en sus resultados empresariales, y siguió también manteniendo la división de células solares, que ha dado siempre números rojos, sin proceder a ninguna reorganización en profundidad. El nuevo presidente, Takahashi, sin experiencia en ninguno de los dos campos, pasó la responsabilidad en cada uno de ellos a dos miembros del directorio. Aun así, el arranque fue auspicioso, pues durante el primer ejercicio del plan (2013) se cumplieron con creces las metas establecidas. Pero en la segunda mitad del ejercicio siguiente las cosas empezaron a torcerse. Los buenos resultados de los primeros tiempos se debieron a que en el negocio de las pantallas de cristal líquido, que representaba el 30 % de la facturación total, los esfuerzos pasaron a centrarse en las pantallas pequeñas y medianas para teléfonos inteligentes y tabletas, que aportan un valor agregado relativamente mayor.
Por lo que respecta a las pantallas pequeñas y medianas, contribuyó grandemente al giro positivo en los resultados empresariales la penetración de Sharp en los negocios de Xiaomi. Poder suministrar ese tipo de pantalla a la firma china, de vertiginoso crecimiento en el mercado de los teléfonos inteligentes, representó un balón de oxígeno para Sharp. En el negocio del cristal líquido, de aplicación en diversas industrias, los beneficios se recuperan rápidamente si se consigue elevar la tasa de explotación con precios de venta rentables.
Sin embargo, a partir de la segunda mitad de 2014, los pedidos por parte de Xioami comenzaron a escasear y los precios bajaron. La explicación era que Sharp estaba perdiendo la batalla de los precios y de las prestaciones con una competidora japonesa, Japan Display Inc. (JDI). Esta empresa, surgida de una iniciativa conjunta de Sony, Toshiba y Hitachi, desafiaba a Sharp con la tecnología in-cell, que incorporaba a sus aparatos la función de pantalla táctil.
Sharp tiene ahora que añadir a sus pantallas la función táctil. Para ello, está acelerando el desarrollo de la tecnología in-cell y se espera que esté en condiciones de suministrar pantallas con esa función hacia junio, aunque el retraso con respecto a otras fabricantes le ha pasado ya factura.
Para estar tan segura de su tecnología, Sharp se retrasa a menudo cuando se trata de desarrollar tecnologías que vendan. En las pantallas de cristal líquido en las que se utiliza el LED (siglas inglesas de “diodo emisor de luz”) como luz de fondo, que dominan actualmente el mercado, la surcoreana Samsung se le ha adelantado en su producción. Y en los televisores 4K, de alta definición, también le han tomado la delantera.
El vicepresidente Mizushima Shigemitsu, al mando de la tecnología de la firma, afirma que en cuanto a su capacidad de desarrollo en el campo del cristal líquido Sharp es la número 1 mundial, porque cuentan con excelentes técnicos que llevan cerca de 40 años trabajando en esa área. Pero cabría responderle que, si no se está atento a los movimientos del mercado, aunque se tenga una buena tecnología es fácil errar el blanco.
Un plan que no entra a cortar en los problemas estructurales
El día 14 de mayo, Takahashi afirmó en rueda de prensa que haría una reforma estructural a fondo para conseguir una base de negocios que le reporte a la firma beneficios estables. Pese a estas palabras, el plan empresarial a medio plazo que presentó como forma de rehacer las finanzas de la empresa no entra a cortar en el aspecto básico, que es la estructura de los negocios. Los principales puntos del plan son la revaluación del equipamiento sobre el que no se prevé poder recuperar la inversión realizada, o la reposición de la diferencia existente entre el alto precio que se pactó en su día para la materia prima utilizada en las células solares (polisilicio) y los actuales precios de mercado, así como un programa de jubilación voluntaria para un total de 3.500 empleados en Japón y una reducción de personal global del 10 %, además de la venta de las actuales oficinas centrales de la firma. Los problemas estructurales han quedado pospuestos.
La situación que reflejaba el balance publicado el pasado marzo, al finalizar el año fiscal 2014, era la siguiente: Sharp facturó 2,78 billones de yenes, marcando un descenso del 4,8 % con respecto al ejercicio anterior; el déficit de explotación (pérdidas operativas) fue de 48.000 millones de yenes; debido a la referida revaluación de activos y otras medidas, las pérdidas netas se situaron en los 222.300 millones de yenes y la tasa de capital propio se hundió del 8,9 % del ejercicio anterior al 1,5 %. En el balance consolidado queda un patrimonio neto de 44.500 millones de yenes, pero contando solo Sharp las deudas exceden el patrimonio en casi 6.000 millones de yenes.
Con la probación de la Junta General de Accionistas, que realizará su reunión anual en junio, los dos principales bancos que trabajan con Sharp, Mizuho y Tokyo-Mitsubishi UFJ convertirán sus préstamos por un total de 200.000 millones de yenes en acciones preferenciales, mientras que el fondo de inversiones Japan Industrial Solutions invertirá 25.000 millones de yenes, también en acciones preferenciales, correspondiente a una ampliación de capital mediante la concesión de derechos de suscripción a terceros. Además, el capital social quedará reducido a 500 millones de yenes (99,8 %). Esta medida se toma a fin de cubrir las pérdidas que se arrastraban del ejercicio anterior. Con este conjunto de medidas se podrá salir de la actual situación de insolvencia, pero las zozobras financieras continuarán.
Sin cirugía no hay esperanzas de supervivencia
Takahashi seguirá en la presidencia, su estrecho colaborador Mizushima se convertirá en presidente del directorio y Ōnishi Tetsuo dejará el directorio para ocuparse de la reforma del negocio de las pantallas de cristal líquido, manteniendo su cargo ejecutivo como vicepresidente. Quienes deberán marcharse serán Hōshi Norikazu y Nakayama Fujikazu, que dejarán sus cargos directivos responsabilizándose así de los malos resultados empresariales.
Durante la rueda de prensa, Takahashi manifestó que seguirá “guiando la empresa con determinación inquebrantable”, trabajando hombro con hombro con los empleados para llevar a efecto el plan a medio plazo. Pero reconvertir dos grupos de negocios en cinco empresas independientes no será suficiente. No es seguro que Sharp sea capaz de sacar adelante los negocios del cristal líquido y de las células solares con un capital tan limitado en mercados en los que cada vez es más difícil hacerse con un perfil competitivo. Si, por ejemplo, se produjera un nuevo bajón en negocios tan volátiles como el de los paneles, las propias dimensiones de Sharp volverán a colocarla en la situación de partida.
Parece evidente que lo que Sharp necesita es una reforma estructural de calado, algo que no aparece en el nuevo plan, y que podría hacerse decidiendo con qué divisiones se va a seguir trabajando y cuáles van a ser desechadas, o tal vez dando el paso de fusionarse con otra empresa. Posponiendo la cirugía necesaria, hay pocas esperanzas de Sharp pueda continuar luciendo, como empresa, a la altura que un día mostró.
Fotografía del encabezado: Oficinas centrales de Sharp en Abeno (Osaka). La firma ha hecho pública su intención de venderlas como parte de sus planes de saneamiento financiero. (Fotografía: Jiji Press)