Don Quijote y Japón
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Japón adora al Caballero de la Triste Figura
El encanto de la obra más universal de la literatura española, El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha, está a disposición de los japoneses desde el siglo XIX. Traducida y publicada una decena de veces desde 1893, el Quijote se ofrece al lector japonés contemporáneo en rigurosas traducciones académicas rebosantes de eruditas anotaciones.
También hay versiones en el tono burlesco del original con innovaciones formales propias del idioma japonés y que, probablemente, halagarían a Don Miguel de Cervantes, el maestro narrador que este año es motivo de numerosos homenajes por cumplirse 400 años de su muerte, ocurrida en abril de 1616.
Para los niños japoneses hay numerosos resúmenes ilustrados y en internet circula al menos una versión en manga. El nombre “Don Quijote” es mencionado casi a diario por miles de personas que visitan una popular cadena de tiendas de descuento bautizada como el protagonista de la novela cumbre del Siglo de Oro español.
En los últimos años el ballet Don Quijote es uno de los favoritos de academias y de compañías de baile japonesas. El actor de primera línea Nakadai Tatsuya, se ha vestido un centenar de veces de hidalgo para convertirse en Don Quijote sobre escenarios teatrales de todo el país y una respetada estrella del teatro tradicional kabuki, Matsumoto Kōshirō, ha protagonizado más de 1.200 veces el musical “El Hombre de la Mancha”, y a sus 73 años continúa incansable sobre las tablas entonando las estrofas del “Sueño imposible”.
En algunas facultades de estudios hispanos la lectura analítica de Don Quijote es a menudo obligatoria y en los corrillos académicos y editoriales de Tokio se habla de una inminente traducción de la obra que verá la luz este año.
Más de 10 traducciones distintas al japonés y otras que están por llegar
Considerada como la primera novela moderna de occidente y la obra de ficción más traducida en la historia de la humanidad, la primera parte del Quijote fue publicada en 1605. Siete años después ya había sido traducida al inglés y a partir de allí siguieron traducciones en otros idiomas europeos.
Es muy probable que la noticia de la gran popularidad de la novela llegara a oídos del primer enviado diplomático de Japón a España, el samurái Tsunenaga Hasekura, quien en 1615, en su camino hacia la corte de Madrid para una audiencia con el rey Felipe III, atravesó los valles de La Mancha.
Es en esa tierra seca pero fértil, de fuertes vientos y muchos molinos, donde Cervantes sitúa la historia del viejo hidalgo que de tanto leer libros de caballería pierde el juicio y lo recupera de vez en cuando para analizar, con la lucidez de un sociólogo clarividente, las contradicciones de vivir en una época de grandes cambios sociales.
Pero los compatriotas de Hasekura tendrían que esperar otros dos siglos, hasta mediados de la era Meiji (1868-1912), para leer al menos una parte de las aventuras de Don Quijote y su escudero Sancho Panza en la versión abreviada y traducida del inglés por Matsui Shōyō.
A partir de entonces, el Quijote es traducido al japonés otras nueve veces, contando ediciones parciales, traducciones desde idiomas diferentes al español y segundas publicaciones de versiones revisadas.
En la actual era Heisei, iniciada en 1989 tras la muerte del anterior emperador, han aparecido cuatro traducciones japonesas, es decir casi una por cada 6 años y hay además otra a punto de publicarse.
Una historia llena de tesoros
Así pues, dentro de unos años el lector japonés podrá elegir entre al menos cinco traducciones, o el equivalente a cinco autores contando la misma historia al mismo tiempo. Es lícita entonces la pregunta ya formulada antes respecto a las abundantes traducciones en inglés: ¿Hacen falta tantos Cervantes para un solo Quijote?
La respuesta es un sí rotundo si hablamos de la vigencia de la obra. Aún leída 400 años después Don Quijote nos confirma lo poco que ha cambiado en la forma en que los seres humanos nos comportamos frente al amor, la religión, la guerra o la política.
El amor en el Quijote es ciego, apasionado, imposible, cómico o no correspondido. En el Quijote es posible encontrar una cita oportuna para cualquier situación del mundo actual pues con gran sentido común hablan nobles, campesinos, sabios, guerreros, católicos, musulmanes y judíos. No faltan los delincuentes, las batallas, los viajes al extranjero y a mundos fantásticos, un caballo de madera que parece un robot y hasta una escena protagonizada por un león vivo.
A nivel formal, Don Quijote es un catálogo de innovaciones técnicas que siguen en uso en formas narrativas como el cine, el teatro, la televisión, los videojuegos y, por supuesto, la literatura.
El recorrido de Don Quijote y Sancho Panza está contado con la agilidad del mejor guión cinematográfico y es un excelente relato estilo “road movie” con numerosas historias entrelazadas que tienen lugar a lo largo de los empolvados caminos españoles de entonces.
Si a todo esto le agregamos que Don Quijote está escrito cuando el idioma de Castilla empezaba a tomar forma como el español definitivo hablado hoy por cientos de millones de personas en todo el mundo, el resultado es un tentador reto para cualquier hispanista.
Distintas versiones de Don Quijote en japonés
La mayoría de los traductores japoneses de todas las épocas se centran en aclarar el contexto, tal vez preocupados por aquél dialogo de Don Quijote en el que compara leer una obra en traducción con mirar un tapiz flamenco por el revés: “….aunque se ven las figuras, son llenas de hilos que las oscurecen…”.
Según la catedrática de Lengua y Literatura Españolas de la Universidad Seisen, Yoshida Saiko, el afán de los traductores japoneses por explicar les lleva incluso a añadir interpretaciones personales, lo que repercute en un aumento sustancial del número de páginas.
Algunas particularidades del idioma japonés, como la posibilidad de diferenciar el habla de los hombres mayores con el pronombre “washi” (yo), aporta otro elemento que no está en el original, anota la profesora Yoshida, quien enseña la lectura analítica del Quijote desde el año 2000.
Otro dato curioso que señala la catedrática, especialista en Góngora, otro de los pesos pesados del Siglo de Oro español, es que con el fin de transmitir el carácter provinciano de Sancho Panza, los traductores japoneses le asignan de un peculiar dialecto japonés. En algunos casos el dialecto es una amalgama inventada y por eso se puede deducir que, gracias al Quijote, en un lugar de Japón existe una nueva prefectura imaginaria.
Una búsqueda en las librerías de internet confirma que la edición más lujosa, y costosa, del Quijote disponible es la de Ogiuchi Katsuyuki, publicada en cuatro tomos por Shinchosha en 2005 e ilustrada por el pintor Horikoshi Chiaki. Considerada como una de las más jocosas, accesibles y fluidas, la traducción del profesor Ogiuchi fue la que motivó a llevar al teatro a Don Quijote al actor Nakadai Tatsuya, protagonista de clásicos del cine mundial como Ran y Kagemusha, de Kurosawa Akira.
La profesora Yoshida es consciente de la dificultad para las generaciones del Twiter de leer una obra con centenares de páginas, pero se muestra reacia a recomendar una sola frase o un solo capítulo a sus estudiantes. A cambio les aconseja leer un trozo del Quijote “cuando les apetezca” con la seguridad de que en cualquier parte encontrarán “algo inesperado”. Este año, con motivo del 400 aniversario de la muerte de Cervantes, tendremos todos un pretexto más para abrir el libro y dejarnos sorprender.
(Fotografía del encabezado: estatua de Don Quijote y Sancho Panza en Alcalá de Henares, Madrid.)Japón Espana literatura Don Quijote Traducciones Sancho Panza Miguel de Cervantes