Las islas Gotō: un viaje por la historia de los cristianos ocultos de Nagasaki
Guíade Japón
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La Iglesia de Ōura se inauguró el 17 de marzo de 1865, poco antes del inicio de la Revolución Meiji. En aquella ocasión quince cristianos ocultos de Urakami, entre ellos Sugimoto Yuri, acudieron a manifestar su fe con la plegaria del cura francés Bernard Petitjean. El párroco quedó profundamente conmovido por el hecho de que la fe cristiana hubiera sobrevivido en la sombra a pesar de la persecución y se dedicó a difundir el descubrimiento de los cristianos ocultos de Nagasaki por todo el mundo católico.
El cristianismo llegó a Japón en 1549, de la mano del misionero jesuita Francisco Javier, y se difundió a gran velocidad, principalmente en la región de Kyūshū. No tardaron en aparecer los primeros kirishitan daimyō (señores feudales cristianos), como Ōmura Sumitada, el fundador del puerto de Nagasaki. Con todo, el señor feudal más poderoso de la época Toyotomi Hideyoshi puso en vigor ciertas ordenanzas contra el cristianismo en 1587 y en 1596. La aprobación de otra ordenanza por parte del Gobierno de Edo para los terrenos bajo su gestión directa en 1612 desembocó en la prohibición en todo el país en 1613 y en la expulsión de la mayoría de los misioneros en 1614. Más tarde la política de aislamiento nacional (sakoku), estrenada a mediados del siglo XVII, dio paso a dos siglos y medio de severa opresión del cristianismo en Japón.
Partiendo del puerto de Nagasaki
Los edificios y enclaves cristianos de Nagasaki y Amakusa se incluyeron en la lista del Patrimonio de la Humanidad en 2018, más de un siglo y medio después de su formación. Parte de dicho conjunto monumental se halla en las islas Gotō, un pequeño archipiélago que pertenece a la prefectura de Nagasaki. Puede accederse a las islas desde varios puertos, pero Nagasaki parece el más adecuado para descubrir la historia de los cristianos ocultos.
La Iglesia de Ōura se denomina oficialmente Basílica de los Veintiséis Santos Mártires de Japón en conmemoración de los cristianos ejecutados en 1597 como consecuencia de una ordenanza impuesta por Toyotomi Hideyoshi. Estos primeros mártires de Japón fueron venerados en Europa y se santificaron en 1862. Por eso la Iglesia de Ōura, construida a finales de 1864, lleva su nombre y está orientada a Nishizaka, el lugar donde recibieron martirio.
La torre octogonal que se alza en medio de la fachada frontal de la iglesia es hermosa, y las vidrieras de colores brindan una luz solemne y mística al interior. ¿Qué pensarían al observar esas vidrieras los cristianos ocultos de la época que visitaban la iglesia, entonces apodada “templo francés”?
Las islas donde se afincaron los cristianos ocultos
Para ir del puerto de Nagasaki a las islas Gotō, existen dos opciones de transporte público: el ferri y el Jetfoil. Si no tienen prisa, les recomiendo ir en el ferri para poder viajar en la cubierta. El de la mañana sale a las 8:05 y se dirige a la isla de Fukue haciendo sonar un silbato.
Las islas Gotō fueron la morada de muchos cristianos ocultos desde el periodo Edo. Aunque el descubrimiento de dichos cristianos por parte de Bernard Petitjean en 1865 representó un milagro en la historia de la religión, el Gobierno Meiji heredó las ordenanzas contra el cristianismo del periodo anterior y prohibió su práctica hasta 1873. Durante la misma época, el movimiento de confesión de la fe de los cristianos ocultos fue adquiriendo inercia y se vio sometido a varias campañas de opresión, la más conocida de las cuales fue la cuarta, aplicada en Urakami. Las islas Gotō también sufrieron una de aquellas campañas.
El barco llega al puerto de Fukue exactamente a la hora prevista, las 11:15. Para ser la isla más grande del archipiélago, se ven pocos coches y autobuses. Si quieren visitar la isla a su ritmo, lo mejor es alquilar un coche. Yo me decido por alquilar una moto y parto en busca de las iglesias del lugar.
Mi primera parada es en Dōzaki Tenshudō, en Oku’ura, al norte del puerto de Fukue. Se trata del emplazamiento de la primera iglesia que se construyó en las islas Gotō tras la abolición de la prohibición del cristianismo. El actual edificio de estilo gótico en ladrillo rojo es precioso.
A continuación me dirijo al extremo occidental de la isla para ver la iglesia de Imochiura, situada en la zona de Tamanoura y conocida por ser la primera gruta de Lourdes construida en Japón. Lourdes es una ciudad del sudoeste de Francia donde se cuenta que la Virgen María se apareció a una joven en 1858. Se dice que la fuente de la cueva donde tuvo lugar la aparición tiene propiedades medicinales. La primera réplica de la gruta de Lourdes se construyó en el Vaticano en 1891, y desde entonces se han erigido otras réplicas por todo el mundo; la de la iglesia de Imochiura, con la estatua de la Virgen María, es de 1899.
Al caer la tarde pongo rumbo al extremo noroeste de la península de Miiraku para visitar las lápidas del cementerio de Fuchinomoto y contemplar la puesta de sol en el Mar de la China Oriental. El lugar destila un ambiente solemne que simboliza la profunda fe de los cristianos sometidos a la represión de su época.
El Patrimonio de la Humanidad en el norte de las islas
Tomo el ferri del puerto de Fukue en dirección norte, hasta las islas de Hisaka y Naru, y luego a Nakadōri, la segunda isla de mayor extensión del archipiélago. Desde allí navego hasta la isla de Kashiragashima, donde empiezan las aldeas que forman el conjunto de edificios y enclaves cristianos de Nagasaki y Amakusa.
En 1868 tuvo lugar en la isla de Hisaka el llamado martirio de Rōyanosako, en que más de doscientos cristianos permanecieron encerrados en una cárcel de 40 metros cuadrados durante ocho meses; cuarenta y dos de ellos perdieron la vida. Actualmente allí se yergue, en su memoria, la iglesia de Rōyanosako. En la zona de Gorin, al este de la isla, se halla la antigua iglesia de Gorin, que data de 1881 y es una de las más añejas de las islas Gotō. La luz que se cuela en el interior gótico del edificio abandonado le brinda un aire de misterio.
La isla de Naru es famosa por haber albergado a numerosos kakure kirishitan, o cristianos ocultos. A diferencia de los cristianos ocultos que regresaron al catolicismo tras el levantamiento de la prohibición del cristianismo, los kakure mantuvieron una práctica religiosa que, tras la ausencia de los misionarios, se había ido transformando en una fe distinta de la original. Los cristianos ocultos de Egami fueron los primeros en recibir el bautismo, de manos del párroco francés Auguste Bourelle, tras abolirse la prohibición a principios de la era Meiji. Fueron los habitantes de la localidad los que construyeron la iglesia de Egami como ofrenda para agradecer a Dios la abundante pesca de 1917. La pequeña construcción de madera fue nombrada Patrimonio de Importancia Cultural en 2008.
Cruzando el puente Kashiragashima Ōhashi se accede a la isla de Kashiragashima, al este de la de Nakadōri. Aquí es donde se trasladaron y fundaron una aldea los cristianos de la zona de Tainoura (Nakadōri) en tiempos de la Revolución Meiji. Como símbolo de la fe de los lugareños queda la iglesia del pueblo, la única de piedra del oeste de Japón, construida con piedras y de estética regia.
El recuerdo de los cristianos ocultos en una isla deshabitada
La última parada de la ruta es la isla de Nozaki, en el noreste del archipiélago. Aunque hoy en día se encuentra abandonada, antaño llegó a tener una población de seiscientas personas, repartidas en tres aldeas.
La iglesia de Nokubi, de 1908, se alza en la antigua localidad del mismo nombre. Las diecisiete familias de la aldea, pescadoras de kibinago (arenquillo de banda), limitaron su alimentación a dos comidas diarias para recaudar los fondos necesarios para financiar las obras de la iglesia.
Unos muros derruidos son lo único que queda de la antigua iglesia de Setowaki, en la aldea de Funamori, otra localidad abandonada en el extremo sur de la isla. Su emplazamiento, en una empinadísima pendiente, insinúa los rigores a los que se enfrentaron los lugareños. La belleza de las numerosas iglesias de las islas Gotō provoca un contraste impactante con la aridez de su entorno. Visitar las islas de este archipiélago y conocer la historia de los cristianos que una vez vivieron allí les dejará, sin duda, una huella imborrable en la memoria.
Reportaje y texto: Kuroiwa Masakazu.
(Fotografía del encabezado: La iglesia de Nokubi se alza en una pendiente inhóspita.)
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