Tokio, megalópolis en continua transformación

El gran Edo de Ieyasu: la destrucción y reconstrucción como orígenes de Tokio

Cultura Historia

Hace 400 años, el lugar donde hoy se encuentra Tokio era una tierra rústica poco habitable donde la bahía llegaba hasta los terrenos del castillo. La capital japonesa es fruto de la constante amenaza de destrucción total y las numerosas reconstrucciones y ampliaciones que ha experimentado a lo largo de su historia. En este artículo observamos la historia pasada de la capital para conocer cómo ha llegado Tokio a alcanzar su aspecto actual.

El libro Reporte de las Ciudades del Mundo publicado en 2016 por las Naciones Unidas contiene un ránking con 31 megalópolis de todo el mundo en las que viven más de 10 millones de habitantes. Tokio destaca en la primera posición de la tabla. Pero si observamos la región que se ha denominado el Gran Área de Tokio que se extiende hasta las prefecturas aledañas de Kanagawa, Saitama y Chiba, estamos hablando de un área donde viven 38 millones de personas, más que toda la población de Canadá.

La ciudad en la que se yerguen hoy numerosos rascacielos, donde los medios de transporte están muy desarrollados y hay un trasiego constante de ciudadanos que vienen y van, era hace 400 años un lugar tranquilo lleno de bosques y zonas pantanosas. A lo largo de estos cuatro siglos Tokio estuvo en numerosas ocasiones al borde del colapso, y su tamaño fue creciendo en sus incontables reconstrucciones. Observando esta historia, podemos entrever cómo llegó a ser lo que es la actual capital de Japón.

Edo, el nacimiento de una ciudad de un millón de habitantes

Tokio (entonces conocida como Edo) comenzó a desarrollarse cuando Toyotomi Hideyoshi ordenó a Tokugawa Ieyasu que se trasladara a la región de Kantō en 1590. El castillo de Edo se encontraba donde hoy está el Palacio Imperial, frente a una bahía, y el lugar era un pequeño poblado donde no había apenas espacio para construir casas. Ieyasu cambió esto al rellenar esta bahía con tierras extraídas de una colina conocida como Kandayama, situada al norte del castillo. Este fue el origen de las actuales áreas de Marunouchi y Yūrakuchō. También se cavaron dos fosos que rodeaban la muralla en el interior y el exterior para la defensa, cuyas aguas servían al mismo tiempo para que pudiera haber un barco cerca del castillo y como vía de distribución.

Restos de la base del torreón principal del castillo de Edo, reconstruido tras el Gran Incendio de Meireki (1657). Estos muros están construidos con granito y su altura es de 11 metros, y mide 41 metros de largo de este a oeste, y 45 de norte a sur. Hoy se pueden visitar estas ruinas en los jardines del este del Palacio Imperial.

Bajo el gobierno de los Tokugawa, Edo se convirtió en un gran pueblo y más tarde en toda una ciudad. Una de las fuerzas que facilitaron este desarrollo acelerado fue el sistema del sankin kōtai impuesto por el shogunato. Bajo este sistema todos los daimios (señores feudales) estaban obligados a visitar Edo cada dos años. Esto trajo consigo grandes procesiones a través del país a medida que los daimios y sus vasallos viajaban entre Edo y sus propios dominios. También debían dejar a sus esposas y herederos en la ciudad como rehenes de facto siempre que abandonaran la ciudad. Mientras tanto, en Edo, el daimio vivía en grandes mansiones en terrenos asignados por el shōgun dentro y alrededor del castillo de Edo, y en la colina situada en el oeste. El comercio floreció para responder a las necesidades de muchos de estos daimios y su séquito de samuráis. Aunque no se cuenta con datos exactos para verificarlo, se cree que para el siglo XVIII más de un millón de personas vivían en Edo, convirtiéndola en una de las mayores ciudades del mundo ya en esa época.

Edo era una ciudad bulliciosa, y el punto central de gran parte de su actividad se encontraba en el distrito de Nihonbashi, nombrado así después de la construcción de su famoso puente en 1603, año en el que Ieyasu recibió el título de seii taishōgun, es decir “el generalísimo que somete a los bárbaros”, lo que le convirtió en la práctica en el gobernante de Japón e inició el comienzo del período Edo (1603-1868). El año después de que el puente Nihonbashi fuese construido, este fue designado como el punto de partida para las cinco rutas principales que salían de la ciudad: la de Tōkaidō, Nakasendō, Nikkō Kaidō, Koshū Kaidō, y Ōshū Kaidō. Estos caminos no solo eran las rutas más importantes para los viajes de los daimios, sino que también eran concurridas vías por las que los viajeros iban a distintos puntos de todo el país.

Edo, una ciudad asolada por los incendios

Una mayoría de la floreciente población de Edo vivía masificada en los distritos shitamachi en la ribera baja de los ríos que envolvían la ciudad, donde se agrupaban estructuras precarias de madera divididas en pequeñas unidades. Eran frecuentes los incendios provocados por el descuido y a menudo por pirómanos. Cada pocos años se producía un gran fuego que reducía a cenizas grandes franjas de la ciudad. Los incendios eran tan frecuentes que había quien los consideraba, junto a las trifulcas, una de las mayores “atracciones” de Edo. 

Uno de los más devastadores fue el Gran Incendio de Meireki, que se produjo en el invierno de 1657, el tercer año de la era Meireki. Existen diferentes testimonios de la extensión de este incendio, pero se cree que llegó a destruir un 60 % del centro de la ciudad, incluidas las que ahora son las zonas de Chiyoda, Chuō y Bunkyō. Incluso el castillo de Edo quedó destruido y solo el pabellón Nishi-no-maru permaneció en pie. Más tarde se supo que 550 residencias de los daimios, 770 residencias del séquito directo del shōgun, 350 templos y santuarios y 60 puentes fueron consumidos por el fuego.

Tras el desastre, el gobierno del shōgun actuó de inmediato para reconstruir la ciudad. Las residencias de las tres principales ramas familiares de los Tokugawa—los clanes Owari, Kii y Mito—y algunas de los daimios que estaban situadas en los terrenos del castillo fueron trasladadas fuera para ser reemplazadas por establos, cercados y jardines de hierbas que actuarían como cortafuegos. Esta medida tuvo un efecto dominó, y se desarrollaron áreas nuevas al este del río Sumida en Honjo y Fukagawa para trasladar allí las residencias de los samuráis, además de templos y santuarios.

Los habitantes de Edo que perdieron sus hogares en el incendio se trasladaron en masa a las áreas de Tama y Mitaka al oeste. Cada gran incendio solo sirvió para que las fronteras de la ciudad se expandieran. Lo que comenzó siendo un pequeño pueblo en una ensenada llegó a convertirse en menos de un siglo de gobierno de los Tokugawa en una de las mayores metrópolis, y era a menudo denominada “el Gran Edo de las 808 ciudades” (Ō-Edo happyaku-ya chō).

El Gobierno Meiji y los expertos del extranjero llegados para occidentalizar el país

Con la Restauración Meiji, en 1867, el gobierno militar de los Tokugawa llegó a su fin y el Emperador volvió a ser el principal líder del Estado. La capital de la nación, que había sido Kioto durante unos 1.000 años, se trasladó a Edo y el nombre del antiguo bastión de los Tokugawa cambió a Tokio, la capital del este.

Decidido a modernizar el país, el Gobierno Meiji contrató a extranjeros en las agencias estatales y las universidades para introducir las avanzadas tecnologías e ideas de Occidente. En 1872, el primer ferrocarril de Japón comenzó a funcionar: una línea que unía Shimbashi, en Tokio, con la ciudad de Yokohama, en Kanagawa, y que fue construida bajo la supervisión de Edmund More, un ingeniero civil británico. Las residencias de madera de los daimios alrededor del palacio imperial, donde antes se encontraba el castillo de Edo, fueron demolidas para dejar espacio a nuevos edificios de ladrillo y piedra diseñados por arquitectos extranjeros. El antiguo edificio del Ministerio de Justicia, una enorme estructura de ladrillo rojo hoy conocida como el Edificio del Gobierno Central número 6, fue diseñado por los arquitectos alemanes Hermann Ende y Wilhelm Böckmann y construido en 1895 en el lugar en el que se encontraba la mansión Uesugi, la residencia en Edo del señor feudal Uesugi del dominio de Yonezawa.

El antiguo edificio del Ministerio de Justicia en el distrito de Kasumigaseki en Chiyoda. Tras los bombardeos sobre Tokio al final de la Segunda Guerra Mundial solo se conservaron los muros de ladrillo rojo del exterior. El edificio exterior fue restaurado en una renovación realizada en 1994, y continúa albergando oficinas gubernamentales. El Museo del Ministerio de Justicia en la segunda planta está abierto al público.

Cuando Mitsubishi compró al Gobierno Meiji una gran extensión de terreno frente al Palacio Imperial, su objetivo era construir un distrito de negocios moderno semejante al distrito financiero de la ciudad de Londres. Para ello, la empresa contrató a Josiah Conder, un arquitecto británico, para diseñar el primer edificio de oficinas moderno del distrito de Marunouchi en Tokio, el Edificio Mitsubishi n.º 1 (Mitsubishi Ichigōkan). Tras esto construyó otros edificios de oficinas de tres plantas con ladrillo rojo en el área, que llegó a ser conocida como “el bloque de Londres” por su parecido con la capital del Reino Unido. El Edificio Mitsubishi n.º 1 fue derruido en 1968 y reconstruido en 2009 en una recreación bastante fiel a la estructura original. Hoy es conocido como el Museo del Mitsubishi Ichigōkan.

Reconstruido en 2009 a modo de réplica exacta del edificio original del Edificio Mitsubishi n.º 1, esta estructura de ladrillo rojo es hoy un museo. Tanto el interior como el exterior muestran las técnicas y material de construcción originales.

Texto y fotografías: Daniel Rubio y Kaida Naoe.

Continúa en el artículo: El nacimiento de una metrópolis: del Gran Terremoto de Kantō al Tokio de los rascacielos

(Imagen del encabezado: una vista del Tokio desde la Tokyo Skytree en Oshiage, en Sumida.)

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