Islas remotas que merece la pena visitar
Islas remotas: 4. Shishijima, la isla amada por la gente del cine
Guíade Japón
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La primera sorpresa: unas minúsculas casitas
Quien, a bordo del ferry, arribe al puerto de Shishijima y contemple el panorama, se sentirá como un Gulliver en el país de Liliput. Si bien las casas de la zona portuaria son del tamaño habitual, hay una zona entre ellas llena a rebosar de minúsculas casitas. Todo el que las ve por primera vez se queda muy intrigado y un tanto perplejo, pues no es fácil encontrarle una explicación al conjunto.
Si toma tierra y se dirige a dicha zona, verá un letrero que informa de que se trata de un cementerio. El letrero se ha colocado recientemente, en atención, por lo visto, al creciente número de forasteros que se acercan a la isla. Las supuestas “casitas” son las llamadas tamaya (literalmente, “edificios de almas”), construidas sobre los enterramientos. Su función era la de proteger la tumba de la lluvia. En las islas Shiwaku, una de las cuales es Shishijima, se sigue practicando la ancestral costumbre de construir dos tumbas: la umebaka (tumba de enterramiento) y la mairibaka (tumba para visitar). Esta costumbre estuvo en otros tiempos muy extendida, pero hoy en día ya solo subsiste, al menos de forma patente, aquí, en Sanagishima y en Takamishima, todas comprendidas en dicho archipiélago.
La mayor parte de los isleños hacen sus visitas a las umebaka situadas junto al puerto. A las mairibaka del templo, en la colina, apenas van. Cada vez hay más ancianos en la isla y les resulta muy duro subir la empinada cuesta.
En las otras islas no es fácil encontrar tamaya. Las pocas existentes son de madera desnuda y no presentan los vivos colores de las de Shishijima. Para las tamaya de Shishijima se utilizaba, según dicen, la pintura que sobraba una vez pintados los barcos. La visita es muy recomendable, pero no hay que olvidar que estamos en un cementerio y no en un lugar turístico.
Un alcanforero de 1.200 años de edad y aire melancólico
Durante las eras Meiji (1868-1912) y Taishō (1912-1926), en la isla se desarrollaba una importante actividad agrícola y pesquera, lo que permitía sostener una población de más de 1.000 habitantes. Luego comenzó una larga fase de despoblamiento y hoy en día el número de vecinos no llega a la veintena. La isla carece de focos de atracción turística propiamente dichos, pero últimamente recibe más visitantes, que llegan atraídos por un alcanforero que alcanza los 1.200 años. No podremos encontrar muchos ejemplares tan longevos aunque extendamos nuestra búsqueda a la gran isla de Shikoku. Durante los fines de semana de la temporada turística puede verse a estos visitantes llegar en el primer barco de la mañana y regresar en el último de la tarde.
Entre el poblado y el árbol, que ocupa una pequeña hondonada en la parte alta de la colina, hay una pronunciada pendiente, pero el paseo puede hacerse en 15 minutos. El camino está señalizado y además se ponen bastones a disposición de los caminantes para la pequeña ascensión. Caminando por las estrechas callejuelas del poblado, todas en cuesta, uno entiende por qué en la isla no hay un solo automóvil.
Recorriendo el caserío, en el que parece que el tiempo se detuvo allá por los años cincuenta o sesenta, el visitante no puede dejar de sentir una vaga nostalgia. Al parecer, el paraje del árbol y el del poblado han llamado la atención de mucha gente del cine y la isla ha servido de escenario, por ejemplo, al capítulo titulado “Torajirō no endan” (1993) de la popular serie Otoko wa tsurai yo, dirigida por Yamada Yōji, a la película Kikansha sensei (2004), del director Hiroki Ryūichi, o a la coproducción chino-japonesa Chingensai no natsuyasumi (inglés: Green Pak Choi's Summer Vacation, 2011), del director Weng Zhinwen, que recibió el segundo primero en el Festival de Cine de Sanuki.
El gran alcanforero tiene una presencia tan imponente que algunos visitantes no pueden evitar derramar alguna lágrima cuando lo contemplan. Alcanza una altura de 40 metros y su tronco tiene 12 de perímetro. El paraje es un power spot muy especial. Hay personas que acuden a verlo desde lejanas ciudades y otras que se han quedado a vivir en la isla por este árbol.
Casi sin excepción, los árboles gigantes de más de 1.000 años de edad muestran unas raíces superficiales que se agarran al suelo como zarpas, pero este alcanforero tiene todas las suyas bien enterradas y su tronco, del que parten gruesas ramas, sale limpio de la tierra. Antiguamente, en sus proximidades había otro poblado, pero quedó arrasado por un gran corrimiento de tierra y se dice que fue entonces cuando las raíces del árbol quedaron totalmente enterradas. Esta triste historia de la que ha sido testigo parece reflejarse en el aire melancólico de su figura.
Hace algunos años los isleños unieron sus fuerzas para construir una cabaña de descanso en la colina que se eleva sobre el árbol. Se le llama Mirador Kusunokura. Las vistas desde allí son magníficas. Se divisan al Norte las islas Kasaoka (prefectura de Okayama), al Este la isla de Takamishima, Hiroshima y el Gran Puente de Seto, y al Sur los complejos petroquímicos de la isla de Shikoku y sus montañas. Y es también el único lugar desde el que puede observarse el frondoso alcanforero desde arriba.
Un plato isleño hecho con té fermentado
En los eventos que se celebran en la isla, como miniconciertos o mercadillos, suele servirse el chagayu, uno de los platos de la gastronomía local. Este plato de gachas de arroz con té tiene su origen en Nara, pero mientras que allí el té es hōjicha (tostado), en Shishijima es goishicha.
Recuerdo lo que me contó Ueda Tomiko, la mujer de más edad de la isla: “Cuando era niña, el agua de los pozos de la isla me parecía la mejor del mundo, pero en cuanto probé el agua de fuera, la de aquí me pareció fortísima, imbebible. De todas formas, esta agua tan salada es la que mejor le va al goishicha”. Actualmente, una tubería submarina trae agua corriente desde Shikoku, pero Ueda insiste en que la de la isla es la mejor para ese uso.
El goishicha es una rara variedad de té fermentado que solo se produce en Ōtoyo-chō (prefectura de Kōchi). En su lugar de producción no se consume, por lo que la mayor parte de la producción se destina a estas islas de Sanuki. Se temía que esta variedad de té pudiera extinguirse, ya que solo se producía en una casa, pero comenzó a venderse bien cuando ganó fama como alimento sano y ahora incluso existe una cooperativa de producción. El problema para los isleños es que el precio de este té se ha multiplicado por 10.
En el chagayu de Shishijima interviene, además del té goishicha, el arroz, el satsumaimo (boniato) y las habas. No lleva ningún condimento. En su sabor hay ligeros toques ácidos y acres, a lo que se suma el peculiar olor que aporta la fermentación, lo que, en conjunto, hace de este plato una experiencia gastronómica bastante peculiar. Quizás por eso, si llega a gustar, engancha.
Datos
- Accesos: Desde la estación de Takuma, en la línea ferroviaria JR Yosan, tomar el autobús local hasta la estación de Takuma Chōsha, que está a tres minutos caminando del puerto de Miyanoshita. El ferry llega a la isla en 20 minutos.
- Extensión: 0,74 km2.
- Población: 17 habitantes.
Fotografía y texto: Saitō Jun
Fotografía del encabezado: el gran alcanforero de 1.200 años de edad.