Un viaje a lo cotidiano a través del ‘sentō’
Tanaka Mizuki: pintora de ‘sentōs’
Guíade Japón
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Una lucha entre la concentración y la fuerza física
Muchos japoneses de cierta edad sienten una suerte de nostalgia de las épocas pasadas al escuchar la palabra sentō, con la que se denomina a los baños públicos de barrio en Japón. Los sentōs son una parte fundamental de los recuerdos de una época en la que casi todos los días se visitaban estos baños. Desde la segunda mitad de la década de los sesenta comenzó a extenderse la instalación de bañeras en los hogares, y para 1968 el número de sentōs alcanzó una cifra récord de 18.000 locales, tras la cual el número comenzó a descender hasta los 2.625 actuales (datos de la Federación Nacional de la Industria de los Baños Públicos). Hablar de sentōs también trae a la mente de los japoneses la imagen de paredes cubiertas por pinturas del monte Fuji; de las decenas de maestros pintores de este tipo de murales que hubo en otro tiempo, hoy día solo quedan tres. El más veterano es Maruyama Kiyoto, de 81 años; el segundo es Nakajima Morio, declarado “maestro artesano contemporáneo” en noviembre del año pasado, y la tercera es Tanaka Mizuki, la única joven de la lista, con poco más de treinta años.
Un día de este enero pasado Tanaka colocó sus andamios sobre las ocho de la mañana en el baño para mujeres del sentō Nakanoyu de Kasai, en el distrito tokiota de Edogawa, y se dispuso a pintar. El plan era completar la pintura tanto de la sección femenina como de la masculina, empleando tan solo el día de descanso semanal del local. La pintura mediría, una vez finalizada, unos seis metros de ancho por tres de alto (desde la bañera). Tanaka se subió a una escalera y comenzó a pintar desde el techo.
La pintura anterior de Nakanoyu era una obra del difunto Hayakawa Toshimitsu, y representaba un vívido monte Fuji en tonos azules. Las pinturas tienden a deteriorarse con el paso del tiempo, por lo cual son muchos los locales en los que cada cierto número de años se vuelve a pintar encima de la obra anterior. En esas ocasiones existe al parecer una regla inviolable: que aunque se trate del mismo monte Fuji debe pintarse una composición diferente, sea por la posición de la montaña, más a la izquierda o la derecha, por un cambio de color, haciendo que el Fuji aparezca rojo… El paisaje representado en la pared del baño de las mujeres y en el de los hombres también difiere.
El trabajo de Tanaka comienza por eliminar las partes de la pintura previa que se han desconchado. Después comienza la labor con la brocha, teniendo en cuenta el equilibrio entre el cielo, las nubes, lo que se ve en primer plano, el paisaje posterior y el propio monte. Es un trabajo para el que se requiere atención al detalle, audacia, concentración y fuerza física. Una vez terminada la pintura del baño de las mujeres, se traslada al de los hombres. Tanaka completa su tarea cerca de las nueve de la noche. En comparación con la pintura anterior, se trata de un paisaje de tonos suaves, con un monte Fuji agradable a la vista.
Un periodo de prácticas “lleno de cielos”
Tanaka se graduó en Historia del Arte en la Universidad Meiji Gakuin; según dice, de niña jamás pisó un sentō. Resulta misterioso que se haya dedicado a pintarlos.
Le interesa el arte contemporáneo, y siente predilección por artistas como Fukuda Miran o Tabaimo, que muestran un nuevo punto de vista sobre la historia del arte japonés o los paisajes cotidianos del país. En su época de universitaria supo que esas dos artistas habían creado obras motivadas por sentōs, por lo que se decidió a visitar uno por primera vez. Mientras se bañaba, se sintió transportada por la profundidad de la pintura de la pared, que la invitaba a un viaje lejos de lo cotidiano. Según dice, fue ese extraño encanto el que la atrajo.
“En el baño el tiempo transcurre a un ritmo diferente. En el momento en el que entras en el edificio de un sentō viejo, de esos que casi parecen templos, sientes que has llegado a un espacio diferente. Cuando me meto en la bañera y contemplo el Fuji a veces mi memoria me trae recuerdos inesperados. De conocidos de mi tierra… ‘No te reconozco; ¿de dónde vienes?’, ‘Cómo has crecido; ¿cuánto mides ya?’, me preguntan. Son curiosos encuentros de un instante, y aunque nunca estoy más de media hora siempre me siento como una viajera”.
Posteriormente comenzó a investigar sobre pintura, y eligió la historia de la pintura de sentōs como tema para su tesina de graduación. Los sentōs van desapareciendo porque los edificios envejecen, o porque no hay quien suceda a los dueños tras su jubilación, de modo que los maestros que pintan sus paredes también van envejeciendo y haciéndose más escasos; al conocer esta situación, Tanaka pensó que en cien años esa parte de la cultura japonesa desaparecería. “Ya que no hay pintores jóvenes que se dediquen a pintar sentōs, será más fácil que yo misma aprenda y conecte las técnicas”, pensó. De modo que solicitó el tutelaje del maestro Nakajima y en 2004 comenzó su periodo de prácticas como pintora.
Aunque el periodo de prácticas no fue divertido, sí que fue interesante para Tanaka ya solo por poder ver al maestro Kanajima trabajando. “Sentía una especie de catarsis al ver cómo iba cambiando la gran imagen en un solo día”. En los años que pasó como discípula suya, día tras día lo único que hacía era pintar cielos. Aunque el maestro parecía pintar sin esfuerzo alguno, lo cierto es que la pared en la que se pinta suele tener rugosidades y agujeros, y es necesario poseer una buena técnica para lograr pintar de un solo color sin que se den inconsistencias. Para ello, Tanaka tuvo que aprender primero a manejar la pintura.
Plasmar en sus nubes la sensación de que flotan en el aire, su naturalidad, no es tarea fácil. Al principio pintaba simplemente de blanco, formas muy simples, y el maestro la regañaba: “Eso no es una nube”. A medida que aprendía sobre la gradación y el color, su habilidad manual mejoraba.
Desde el monte Fuji a Godzilla
Pero lógicamente lo que más cuesta es pintar el Fuji, con cuyo contorno hay que tener un gran cuidado. “Como se puede apreciar en la obra de Katsushika Hokusai, hay muchos artistas que pintan las laderas del monte Fuji de forma muy pronunciada, pero las laderas reales no son tan escarpadas. Yo trato de pintar un Fuji suave, que tranquilice a quien lo esté viendo”.
Como referencia usa postales y panfletos de agencias de viajes. Se trata de buscar la forma en que una persona cualquiera ve el monte Fuji. “Podríamos incluso decir que lo que hago es recopilar las diferentes versiones del recuerdo colectivo del monte”. Su objetivo es pintar un monte que cualquier persona pueda reconocer. En las paredes de los sentōs no se añaden cerezos, árboles otoñales ni otros elementos de paisajes estacionales. Tampoco se puede pintar una puesta de sol; la tradición dicta que sea una vista diurna, bien iluminada.
Según Tanaka, el Fuji es un motivo común en las paredes de los sentōs de la región de Kantō, sobre todo en Tokio, Kanagawa y Saitama. Al parecer, en la era Meiji existía un enorme mirador en Asakusa con forma de monte Fuji, y un gigantesco mural de la montaña en el barrio de Kanda-Nishiki, ambos grandes atracciones turísticas de la época; esa costumbre de disfrutar de versiones a gran escala del Fuji se tradujo, dicen, en esos murales en los baños públicos. Fuera de Kantō no se suelen pintar las paredes del sentō; más bien están revestidas de mosaicos o compuestas de tablas de madera pintadas de blanco.
La pintora se independizó en 2013. Dice que, como profesional, aún se enfrenta a muchos retos. “Tiendo a pintar fino, con mucho detalle… Los veteranos pintan con fuerza cuando deben, aflojan cuando deben, y pintan a gran velocidad. Yo también tengo que aprender a pintar rápido”.
Últimamente las imágenes de las paredes de los sentōs han comenzado a usarse también con motivos publicitarios. El año pasado, en las aguas termales Ōta Kuroyu Onsen Daini Hinodeyu del barrio tokiota de Ōta, se expuso durante cuatro meses una imagen especial pintada por Tanaka. El tema del cuadro era la película de gran éxito Shin Godzilla.
“Algunas escenas a gran escala se rodaron en Kamata, y la administración del barrio me encargó el mural, pensando que podrían usar la oportunidad para promocionar la zona”. La parte izquierda del cuadro muestra la zona comercial frente a la estación de Kamata, la noria del edificio frente a la estación y el templo Honmonji, de Ikegami; a la derecha se puede ver el aeropuerto de Haneda y el río Tamagawa, con el monte Fuji al fondo. Cuando terminó la promoción, Tanaka pintó un nuevo Fuji sobre el cuadro.
Continuar la tradición mirando hacia el futuro
Aunque la lucha de este tipo de baños por la supervivencia todavía continúa, Tanaka asegura que el sentō no desaparecerá. Hay empresarios y figuras culturales prominentes que, por amor al sentō y con el objetivo de propagar sus virtudes, han comenzado todo tipo de eventos promocionales. La propia Tanaka ha participado en algunos de ellos, como talleres con niños para aprender a pintar murales o pintura en directo.
El sentō también parece estar recuperando valor una vez más entre jóvenes en la veintena, que de considerarlo “un lugar anticuado” han pasado a tildarlo de “lugar retro de moda”; en las redes sociales se comparte una gran cantidad de información sobre eventos relacionados con el sentō. En 2015 un joven diseñador web lanzó una página -TOKYO SENTO- orientada a jóvenes para compartir este tipo de información, que no deja de recibir visitas. El diseñador no solo se dedica a la administración de esa página, sino que también se hizo cargo en 2016 de la gerencia de Kiraku-yu, un baño público inaugurado en la década de los cincuenta que se encontraban al borde de la quiebra. La clientela actual está compuesta sobre todo por jóvenes de unos veinte años.
Tanaka dice que estos esfuerzos aún no son suficientes para mejorar el interés por el sentō y difundir su cultura. Le gustaría atraer a turistas del extranjero y transmitirles los encantos de los baños japoneses. Existen numerosos intentos por informar a los visitantes extranjeros, en varios idiomas, sobre la forma de entrar en y usar los baños públicos: carteles, manuales, vídeos en Internet… Pero según Tanaka es posible hacer más, en lo que a publicidad multilingüe e información sobre el sentō se refiere. “Ojalá los turistas empiecen a considerar la visita al sentō como parte fundamental del viaje a Japón”.
Texto: Itakura Kimie (comité editorial de nippon.com)Imágenes: Ōkubo Keizō