Grandes figuras de la historia de Japón
Lafcadio Hearn, un escritor que captó con su sensibilidad la esencia de la cultura japonesa
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Su mensaje sigue vigente hoy en día
La obra más emblemática de Lafcadio Hearn (1850-1904) es Kwaidan (Historias de fantasmas) un compendio de relatos fantásticos como Mimi-Nashi-Hōïchi (La historia de Hōïchi sin orejas) y Yuki- Onna (La mujer de la nieve) que se leen con profusión tanto en Japón como en el extranjero, y que se ha convertido en una obra de arte inmortal. En la persona de Hearn convivían dos figuras: por un lado, era un escritor, y por el otro, era un filósofo que analizaba con profundidad nuestra civilización materialista.
Las siguientes observaciones fueron proclamadas por Hearn:
"La coexistencia con la naturaleza y el mantenimiento de una vida sencilla son necesarios para el futuro de Japón"(*1)
"En las raíces de la espiritualidad japonesa encontramos el culto a los antepasados."(*2)
"La educación en Japón no desarrolla suficientemente la imaginación debido al énfasis en la memorización."(*3)
"La frecuente ocurrencia de desastres naturales formó el carácter nacional que acepta el cambio."(*4)
Cada una de ellas resalta los desafíos del Japón contemporáneo y arroja luz sobre la particular idiosincrasia de la cultura japonesa. Sin embargo, todas estas opiniones y el hecho de que haya rescatado más de 70 historias de fantasmas a lo largo de su vida no es ninguna contradicción. En la literatura sobrenatural también reconoció "una faceta de la verdad", y su mirada libre de prejuicios occidentales se encuentra en la base de su comprensión de una cultura ajena. En otras palabras, al observar con los cinco sentidos agudizados por una mentalidad abierta, pudo captar la esencia de la cultura japonesa, lo que le permitió a su vez atisbar una perspectiva de su futuro. Asimismo, la visión antiantropocentrica del mundo que formó Hearn como resultado de su amplia trayectoria vital (su primera infancia, su vida como viajero por medio mundo y su experiencia intercultural), está profundamente involucrada en este fenómeno.
Llegó a Japón después de viajar por medio mundo
Patrick Lafcadio Hearn nació en 1850 en Lefkada, una de las islas jónicas de Grecia fruto de la unión entre su padre, un cirujano irlandés llamado Charles, y su madre Rosa, una mujer natural de la isla jónica de Kythira.
Cuando tenía dos años se mudó a Dublín, Irlanda, donde vivía con la familia de su padre. Cuando él tenía 4 años, su madre Rosa, que se sentía atormentada psicológicamente, regresó a Grecia y ya no se volvieron a encontrar nunca. Económicamente fue criado por Sarah, su tía abuela paterna y la niñera que lo cuidó de cerca fue Catharine Costello, natural de la región de Connaught, la zona que cuenta con la herencia de la cultura oral celta más rica de toda Irlanda.
Después, estudiaría en un seminario de Durham, en el norte de Inglaterra. Durante su estancia como alumno, una bola de cricket le golpeó el ojo izquierdo y quedó ciego de él. Debido a que su tía abuela cayó en la bancarrota, acabó llevando una vida errante en Londres y aprendiendo en una escuela del norte de Francia. Y a la edad de 19 años aspiraba a irse como inmigrante a Cincinnati, en los Estados Unidos.
Hearn no quería hablar mucho sobre su época irlandesa, pero más tarde en Tokio le escribiría al poeta irlandés William Butler Yeats: “Tenía una niñera de Connaught que me relataba cuentos de hadas y de fantasmas. Así que es imposible que no sienta amor por las cosas irlandesas, de hecho, las amo mucho". No hace falta decir que la empatía y receptividad hacia la espiritualidad irlandesa se enlazaría con su investigación de las historias de fantasmas japoneses en años posteriores.
En Cincinnati ejerció como periodista para escapar de la pobreza, pero se mudó a Nueva Orleans poco después porque su matrimonio con una mujer mestiza violaba la ley estatal. Allí quedó fascinado por la cultura criolla en la que estaban fusionadas las culturas francesa, africana y aborigen, y confeccionó un diccionario de refranes criollos y la primera colección de recetas de cocina criolla del mundo. También visitó con frecuencia a Marie Laveau, conocida como la “Reina del vudú” y se adentró en la exploración de las raíces de la magia y las creencias populares del vudú de orígenes africanos de aquella zona.
Hearn se encontró fortuitamente con la cultura japonesa en la Exposición Universal que se celebró en Nueva Orleans desde 1884 a 1885. En ese momento compró dos libros de mitología japonesa traducidos al francés, y su contacto con Soul of the Far East de Percival Lowell (El alma del Lejano Oriente) le comenzó a despertar el interés por la cultura subyacente en los desconocidos países orientales. Además, se quedó en la isla de Martinica, perteneciente a la región francesa del Caribe, durante 2 años (Paul Gauguin residió en la ciudad vecina al mismo tiempo), aguzó los sentidos, observó el folclore de la isla y escribió un reportaje de su viaje: Two Years in the French West Indies (Dos años en las Antillas francesas).
Al regresar a Nueva York, tomó prestada del editor de Harper la traducción inglesa del Kojiki de Chamberlain y quedó fascinado. Finalmente, decidió ir a Japón. El 4 de abril de 1890, desde la cubierta del Abisinia, divisaba el monte Fuji justo antes de desembarcar y pisar por primera vez suelo japonés en Yokohama. En aquel momento tenía 39 años.
(*1) ^ Conferencia en Kumamoto “El futuro del Lejano Oriente”, el 27 de enero de 1894.
(*2) ^ Nippon ― hitotsu no kaimei (Japón - Una elucidación), año 1904.
(*3) ^ Conferencia en Matsue “El valor de la facultad imaginativa”, el 26 de octubre de 1890.
(*4) ^ De “Terremotos y carácter nacional” (27 de octubre de 1894, artículo del periódico Kobe Chronicle).
Hacia la tierra natal de la mitología, Izumo
Aunque llegó a Japón como reportero de la compañía de Harper, decidió cancelar el contrato y elegir vivir en Japón. Con el apoyo de Hattori Ichizō, miembro del Ministerio de Educación, que conoció en la Exposición Universal de Nueva Orleans, y Chamberlain, logró que le asignaran un trabajo en una escuela de secundaria de la prefectura de Shimane y llegó a Matsue el 30 de agosto de 1890 (año 23 de la era Meiji). Al comienzo de la traducción inglesa del Kojiki aparece insertado un mapa de los mitos y sobre él aparece escrito de una forma destacada “Grupo de mitos de Izumo”. Que le destinasen al escenario de los mitos de Izumo le debió causar sin duda alguna una gran alegría y emoción.
En Matsue tuvo la oportunidad de encontrarse con muchas personas que le comprendían bien, como el subdirector de la escuela Nishida Sentarō. En la tranquila superficie del lago Shinjiko cuya luz parece de ensueño encontró una belleza oriental como nunca había visto antes. Gracias a la introducción de Nishida, Hearn comenzó a vivir con Koizumi Setsu, una hija de la familia descendiente del samurái de Matsue. Muchos de los últimos escritos como Kwaidan (Historias de fantasmas) fueron reproducidos a partir de las charlas de Setsu.
En el santuario de Izumo, Senge Takanori le dio una cálida bienvenida y fue el primer occidental que fue conducido hasta el edificio principal. Después de esto, visita dos veces el mismo santuario donde experimentó la cultura sintoísta en primera persona. También recibió un encargo de Chamberlain: recogió amuletos de los diversos santuarios de Izumo y donó con todo respeto más de 80 amuletos a E. B. Tylor, director del Museo Pitt Rivers de Oxford.
En la Matsue de la época ya había reparto de leche y un chef muy diestro en cocina occidental le ofrecía bistecs. También podía proveerse de cerveza en la farmacia. Como a Hearn le tomó un tiempo adaptarse a la cocina japonesa, contar con un ambiente tan occidental tuvo que resultarle un bálsamo tanto anímica como corporalmente.
Explorando el concepto de divinidad de los japoneses
Sin embargo, Hearn, que había quedado encerrado por la frialdad invernal de Matsue, volvió a viajar pasados un año y tres meses. Más tarde se mudaró a Kumamoto, Kobe y Tokio. En la época de Kobe, dio prioridad a su futura vida familiar, y tras contraer matrimonio con Koizumi Setsu, adoptó la nacionalidad japonesa y pasó a llamarse Koizumi Yakumo en 1896 (año 29 de la era Meiji). En aquel momento, informó desde Kobe de su alegría por carta a su amigo Elwood Hendrick en septiembre de 1896: “Yakumo era un término poético de la palabra Izumo, que significa el país donde brotan las nubes, y que es el nombre de mi región favorita. Creo que te será fácil entender el motivo de mi elección”.
En la vida posterior a Kumamoto, se topó con un Japón que había perdido su modestia al perseguir la civilización y el militarismo, facetas que no pudo sentir en Matsue. Al mismo tiempo que aumentaba su decepción, fue madurando su comprensión objetiva de Japón. Prescindiendo de su trabajo de campo, se encerró en su biblioteca para reflexionar sobre la idea de lo divino de los japoneses. Escuchó con sumo cuidado las historias de fantasmas que le contaba Setsu y se dedicó totalmente a la labor de insuflarle el alma literaria necesaria para revivir estas narraciones.
En ese momento, mientras muchos occidentales consideraban que el sintoísmo no tenía sutras ni preceptos religiosos, Yakumo pensó que el sintoísmo no se encontraba en los libros, sino que se hallaba en el corazón de los japoneses y que cobraba vida cuando sus supersticiones, mitos y sortilegios resonaban con lo más profundo del alma del pueblo japonés. Hearn descubrió y empatizó con esta generosa visión sobre la divinidad existente en Japón que permite desde adorar en ciertas ocasiones a personas vivas como una divinidad, hasta reconocer que dentro de los artefactos artificiales fabricados por la mano del hombre puede haber un espíritu.
El oficial norteamericano que resonó con el pensamiento de Yakumo
Yakumo intentó escribir la historia espiritual de los japoneses en su último libro Nippon ― hitotsu no kaimei (Japón - Una elucidación). En dicho libro plantea que, en Japón, el culto a los ancestros atraviesa de modo uniforme la espiritualidad japonesa a través de los festivales familiares y de las deidades locales y que toda ella converge en el festival del santuario de Ise consagrado al dios ancestral de la familia imperial. En otras palabras, considera que el culto a los ancestros y el respeto por el emperador eran inseparables. Hubo una persona que simpatizó con esta idea: fue un oficial norteamericano, Bonner Fellers, ayudante de MacArthur durante la Guerra del Pacífico.
Fellers, que había repasado todos los escritos de Yakumo, buscó a los familiares supervivientes de Hearn y visitó su tumba tan pronto como llegó a Japón para gestionar la posguerra. Este oficial que también trabajó plenamente en la creación del "Memorándum sobre el Emperador" y las "Memorias del Emperador Shōwa" hizo una propuesta para evitar dañar aún más la fortaleza espiritual del pueblo japonés evitando que se procesase al Emperador Shōwa en el juicio de Tokio y que derivase su poder hacia una dirección democrática. Lo cual es una gran contribución por su parte a la realización del sistema simbólico del emperador hoy en día.
En los archivos del Museo Conmemorativo de MacArthur en Norfolk, Virginia, hay guardados 5.000 volúmenes de la colección personal de MacArthur, entre los cuales hay siete libros de Koizumi Yakumo. Entre ellos destacan: Nippon ― hitotsu no kaimei (Japón - Una elucidación) y Shirarenu Nippon no omokage (Vislumbres del Japón desconocido) que incluyen las principales obras de la era japonesa.
Fotografías por cortesía de la familia Koizumi.
Fotografía del encabezado: Retrato de Lafcadio Hearn (1889).