Paseos por la historia de Japón
La Restauración Meiji y el establecimiento del Estado moderno
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Tabla cronológica de la Restauración Meiji
1853 (año 6 de la era Kaei) | Los barcos del comodoro norteamericano Perry llegan a Uraga, en las puertas de la bahía de Tokio |
1854 (año 1 de la era Ansei) | Firma del Tratado de Paz y Amistad entre Estados Unidos y Japón (Tratado de Kanagawa) |
1858 (año 5 de la era Ansei) | Firma del Tratado de Amistad y Comercio Japón - Estados Unidos (Tratado Harris) Comienza la gran purga política del periodo Ansei |
1860 (año 7 de la era Ansei) | Asesinado ante la Puerta de Sakurada el tairō (primer ministro) Ii Naosuke |
1863 (año 3 de la era Bunkyū) | Sucesos de Kioto del 18 de agosto |
1866 (año 2 de la era Keiō) | Los feudos de Satsuma y Chōshū establecen su alianza |
1867 (año 3 de la era Keiō) | El shōgun renuncia al poder en favor del Emperador |
1868 (año 4 de la era Keiō) | Se inicia la Guerra de Boshin con la batalla de Toba-Fushimi Katsu Kaishū y Saigō Takamori pactan la entrega pacífica del castillo de Edo El nuevo Gobierno publica el Juramento de los Cinco Artículos Edo recibe un nuevo nombre: Tokio Fin de la era Keiō e inicio de la era Meiji |
1869 (año 2 de la era Meiji) | Terminada de Guerra de Boshin, el nuevo Gobierno pone bajo su control todo el país Los señores feudales entregan al Emperador todos sus dominios y súbditos |
1871 (año 4 de la era Meiji) | Abolición de los feudos, que son sustituidos por prefecturas o provincias |
1876 (año 9 de la era Meiji) | Prohibición de portar espada y abolición de las pagas recibidas hereditariamente, medidas que encuentran contestación entre los samuráis |
1877 (año 10 de la era Meiji) | Comienza la rebelión de Satsuma, que termina este mismo año con el suicidio de Saigō Takamori |
1889 (año 22 de la era Meiji) | Promulgación de la Constitución Meiji |
La aparición de los “barcos negros” y los tratados desiguales
Entrado el siglo XIX, las potencias que habían podido completar con éxito la revolución industrial se lanzaron a la búsqueda de nuevos mercados, extendiendo su área de influencia a Asia. También Japón vio aparecer en sus aguas los barcos de estos países y fue visitado por delegaciones que trataban de conseguir la apertura al comercio de sus puertos. El bakufu o Gobierno shogunal había venido negándose a satisfacer estas pretensiones, pero cuando, en 1853, llegó a Japón el norteamericano Matthew C. Perry, comodoro del escuadrón de las Indias Orientales, el núcleo rector del bakufu estimó que no podría seguir rechazando sus imperiosas exigencias y un año después concedió la apertura de los puertos de Shimoda y Hakodate, según lo estipulado por el Tratado de Paz y Amistad entre Japón y Estados Unidos suscrito ese mismo año. Luego, firmó tratados similares con el Reino Unido, Rusia y Holanda.
En 1858 se firmó un nuevo acuerdo, el Tratado de Amistad y Comercio Japón - Estados Unidos, cuyo texto contenía cláusulas claramente desfavorables a Japón, como aquella en la que Estados Unidos se atribuía unilateralmente un trato preferencial, la que otorgaba poderes judiciales al cónsul o la que establecía un sistema de aranceles concertados (modificables solo mediante renegociación del tratado). Los poderes judiciales otorgados al cónsul implicaban que sería él el encargado de juzgar los supuestos delitos cometidos por los norteamericanos residentes en Japón, que escapaban así a la justicia japonesa. Japón perdía igualmente la capacidad de fijar libremente los aranceles, que quedaron fijados a niveles bajísimos. La consecuencia fue un gran flujo de productos japoneses, como seda cruda o té, al exterior, provocando una situación de desabastecimiento que llevó aparejado un rápido aumento del precio de esos y otros muchos productos. Simultáneamente, grandes cantidades de algodón barato afluyeron hacia Japón, lo que afectó gravemente a los productores e hiladores japoneses.
Pérdida de autoridad del bakufu y desórdenes en Japón
Los desórdenes provocados por esta apertura se tradujeron pronto en un sentimiento de odio hacia los extranjeros y en la formación en torno al emperador Kōmei, gran enemigo de los extranjeros, de una camarilla que impulsó el movimiento sonnō-jōi (“honrar al Emperador y expulsar a los bárbaros”). El tairō (cargo del bakufu equivalente al de primer ministro) Ii Naosuke reprimió duramente este movimiento en la Gran Purga de Ansei, pero fue asesinado en 1860 frente al Portal de Sakurada cuando se disponía a entrar en el castillo de Edo por un grupo de rōnin (samuráis sin señor) integrantes de dicho movimiento. Con el asesinato del máximo responsable político del bakufu esta institución perdió su autoridad y los partidarios del sonnō-jōi, especialmente los guerreros del feudo (señorío) de Chōshū, tomaron el control de la Corte.
Sin embargo, en los llamados Sucesos del 18 de agosto de 1863, la influencia en la capital de este feudo fue borrada por la unión de fuerzas de Aizu, Satsuma y otros feudos que, amparándose en la autoridad del Emperador, trataron de resucitar el bakufu. Chōshū trató de reaccionar dirigiendo sus fuerzas hacia el Palacio Imperial de Kioto, pero estas fueron frenadas y el feudo objeto de represalias.
La amenaza extranjera y la alianza militar secreta
Los feudos de Satsuma y de Chōshū conocieron por propia experiencia la capacidad bélica de las potencias extranjeras, pues el primero se enfrentó al Reino Unido en el incidente llamado Bombardeo de Kagoshima (1863) y el segundo a un combinado naval de dicho país, Estados Unidos, Francia y Holanda (Bombardeos de Shimonoseki, 1863-64). Ante el hecho probado de que a Japón le resultaría imposible deshacerse de los extranjeros, comprendieron desde el primer momento la necesidad de modernizar el país para evitar, al menos, que fuera sometido al colonialismo occidental. Así, en 1866, los feudos de Satsuma y Chōshū establecieron una alianza militar secreta.
Cuando, ese mismo año, el bakufu se dispuso a represaliar por segunda vez a Chōshū, Satsuma se negó a participar en la operación y apoyó a Chōshū enviándole discretamente grandes cantidades de armas y munición. Las fuerzas shogunales fueron así batidas por un único feudo y con esta derrota el poderío del bakufu entró en una fase de rápido declive.
El final del bakufu no significó el final de los enfrentamientos
Ante esta situación, el shōgun Yoshinobu renunció formalmente al poder en favor del Emperador (octubre de 1867), pero al mismo tiempo se propuso salvar el régimen participando de algún modo en el nuevo Gobierno formado en torno a la Corte Imperial. Sin embargo, los feudos de Satsuma y Chōshū persistieron en su determinación de vencer al bakufu por las armas y para ello, en diciembre, protagonizaron un golpe de Estado y forzaron la promulgación de un edicto de restablecimiento de la autoridad imperial -más bien, una declaración de formación de un nuevo Gobierno-. En una reunión mantenida esa misma noche, arrebataron a Yoshinobu su cargo y sostuvieron que la casa Tokugawa debería devolver todas sus tierras al Emperador, acallando así las pretensiones negociadoras del ala más moderada, encabezada por los feudos de Tosa y Echizen.
Con estas duras medidas los feudos de Satsuma y Chōshū pretendían provocar una reacción violenta por parte del bakufu, pero Yoshinobu abandonó obedientemente el castillo de Nijō (Kioto) y se mudó al de Osaka, desde donde se limitó a observar el curso de los acontecimientos. Más tarde, los moderados volvieron a ganar posiciones en detrimento de los radicales dentro del nuevo Gobierno, y se tomó la decisión de favorecer la participación de Yoshinobu en el Gabinete. Entonces, Saigō Takamori y otros líderes del ala partidaria del derrocamiento del bakufu enviaron a Edo una legión de rōnin con la misión de alterar el orden público. Las acciones de los rōnin causaron la ira de los partidarios del ya disuelto bakufu, que contraatacaron quemando la residencia del señor feudal de Satsuma en la ciudad.
Estas noticias llegaron al castillo de Osaka, donde causaron un estallido de cólera entre los responsables del disuelto bakufu. Incapaz de refrenarlos, Yoshinobu acabó consintiendo el inicio de una acción armada contra el nuevo Gobierno de Kioto. De esta forma, con la batalla de Toba-Fushimi, se iniciaron las hostilidades entre las tropas leales al extinto bakufu y las del nuevo Gobierno, procedentes principalmente de los feudos de Satsuma y Chōshū. La batalla se resolvió con la derrota de los del bakufu y la huida de Yoshinobu a Edo.
El nuevo Gobierno Meiji
Con un poderoso ejército de 50.000 hombres, el nuevo Gobierno puso sitio a la ciudad de Edo, pero el anunciado ataque no tuvo lugar gracias a las exitosas negociaciones entre Katsu Kaishū, representante del extinto bakufu, y Saigō, que permitieron la entrega incruenta del castillo de Edo a cambio de garantías de que se le respetaría la vida a Yoshinobu. Sin embargo, las acciones militares se sucedieron en el norte del país, donde una liga de feudos que ya se habían manifestado a favor de socorrer al de Aizu, que había pasado a ser considerado “enemigo de la Corte”, hacía frente al nuevo Gobierno.
En esta coyuntura, el nuevo Gobierno tomó públicamente una actitud contemporizadora de apertura ordenada del país y respeto a la opinión pública mediante la promulgación del Juramento de los Cinco Artículos y esbozó el nuevo modelo de Estado, que se basaría en la separación de los tres poderes, un principio inspirado en la Constitución de Estados Unidos. También se decidió que Edo sería la nueva residencia del Emperador, Tokio el nombre de la nueva capital y Meiji el de la nueva era.
Última resistencia del ejército shogunal
En mayo de 1869, el ejército del extinto bakufu, que, capitaneado por Enomoto Takeaki, se había hecho fuerte en la ciudadela fortificada de Hakodate (en la isla de Hokkaidō, llamada entonces Ezo o Ezochi) presentó su rendición al nuevo Gobierno, lo que supuso el fin de la Guerra de Boshin. De esta forma, el nuevo Gobierno Meiji logró extender su dominio a todo el territorio nacional. El siguiente paso fue ordenar a todos los damyō (señores feudales) del país que “devolvieran” sus dominios y súbditos. Fue algo puramente formal, ya que los señores feudales continuaron ejerciendo su control político con otros títulos.
Por otra parte, quienes habían luchado en la Guerra de Boshin eran los samuráis de los diversos feudos del país y en su mayoría habían retornado ya a sus regiones de origen, por lo que el nuevo Gobierno no disponía de una fuerza militar propia. En previsión de una nueva guerra similar a la anterior, los feudos del país reformaron ambiciosamente sus estructuras militares. Por ejemplo, el feudo de Kii estableció un sistema de levas y se hizo con una fuerza militar de 20.000 hombres, siguiendo el modelo prusiano.
La sustitución de los feudos por prefecturas, una medida revolucionaria
Esta situación desató la alarma entre los líderes como Kido Takayoshi, del señorío de Chōshū, u Ōkubo Toshimichi, del de Satsuma, que temían la destrucción del nuevo Gobierno. Para evitarlo, tramaron un golpe de Estado que tendría por objetivo la abolición de todos los señoríos del país. A ese fin, formaron una tropa de 8.000 soldados con samuráis de sus dos señoríos y del de Tosa, y la concentraron en Tokio. Con esa fuerza como aval, en julio de 1871 anunciaron que quedaban abolidos los señoríos e instauradas las prefecturas, y que los nuevos gobernadores serían enviados desde Tokio, por lo que todos los antiguos señores feudales perderían sus posiciones y serían “invitados” a residir en Tokio.
Se trataba de una medida realmente revolucionaria y tanto Kido como Ōkubo supusieron que encontraría una gran resistencia. Sin embargo, no se produjeron grandes altercados y la transformación se llevó a cabo sin percances, debido posiblemente a que el nuevo Gobierno había anunciado que se haría cargo de todos los pagos a los samuráis y de todas las deudas contraídas por los señoríos. En cualquier caso, los señoríos desaparecieron y el nuevo Gobierno consiguió la unidad política del país. A partir de ese momento y en un breve periodo de tiempo, el nuevo Gobierno ejecutó una tras otra un gran número de importantes reformas sociales, que estuvieron orientadas a modernizar el país, enriqueciéndolo y fortaleciendo su ejército, con el fin último de evitar que Japón fuera víctima del colonialismo ejercido por las potencias occidentales.
De las revueltas de los samuráis al movimiento por las libertades y derechos civiles
Durante el periodo Edo (1603-1868) la tributación consistía principalmente en el nengu o canon anual sobre las cosechas, y los ingresos del Estado variaban notablemente de un año a otro según la suerte de aquellas. Para terminar con esta situación, el nuevo Gobierno reconoció a los contribuyentes del nengu como propietarios de la tierra y emitió en su favor títulos de propiedad que especificaban el valor de cada lote. En 1873, cargó sobre los propietarios un impuesto equivalente al 3 % del valor de la tierra que no se veía afectado por las variaciones en las cosechas y que además debía pagarse en dinero y no en arroz, como se hacía durante el shogunato. De esta forma se instauró un sistema tributario moderno y el Estado se dotó de ingresos estables. Simultáneamente, fueron abolidos los antiguos estamentos sociales (samuráis, agricultores, artesanos y comerciantes) decretándose la igualdad del pueblo y sometiendo a todos los varones de más de 20 años a inspección militar para obtener del conjunto de quienes cumplían las condiciones un reemplazo anual para un servicio de tres años. De esta forma se consiguió crear un ejército permanente que ya no dependía de una casta guerrera, pues estaba integrado por ciudadanos.
El descontento provino de la clase samurái. Con la abolición de los feudos los samuráis habían perdido a sus señores y en 1876 les fue suspendida también su retribución a cambio de un pago único por parte del Estado. Sucesivas medidas, como la supresión de los estamentos sociales y la prohibición de portar espadas, acabaron con sus privilegios. Ese mismo año comenzaron las revueltas y en 1877 Saigō produjo un gran levantamiento (Rebelión de Satsuma). El nuevo Gobierno reprimió la insurrección empleando todas sus fuerzas y cerrando así el camino a cualquier nuevo intento por derrocar el Gobierno por las armas. Los desafíos para la autoridad procedieron desde ese momento del movimiento en favor de las libertades y derechos civiles.
Este movimiento se inició con las críticas que Itagaki Taisuke, oriundo del feudo de Tosa, y otras figuras vertieron contra la monopolización del Gobierno por los feudos de Satsuma y Chōshū (oligarquía Meiji). La primera reivindicación fue que se permitiera participar en la política a toda la población civil mediante el establecimiento de una Cámara de Elección Popular (luego, Cámara de Representantes). El movimiento se inició entre los samuráis descontentos pero pronto se extendió a los propietarios agrícolas acaudalados y el pueblo en general.
Promulgación de la Constitución Imperial que hace soberano al Emperador
En este contexto, el Gobierno dio los primeros pasos hacia la promulgación de una Constitución. Era una medida impostergable, ya que Japón necesitaba ser reconocido como un Estado moderno en el ámbito internacional para estar en condiciones de pedir la modificación de los tratados desiguales que había suscrito. Pero el factor que en mayor medida espoleó al Gobierno en esa dirección fue la fuerza que había cobrado el movimiento en favor de las libertades y derechos civiles. Sus líderes reclamaron públicamente el establecimiento de un régimen constitucional y de un parlamento, pero también de una Constitución y se lanzaron a redactar borradores. En su mayoría contenían ideas muy democráticas centradas en el respeto a los derechos de la ciudadanía y algunos de ellos eran de marcado carácter radical, al estilo francés.
Algunos altos oficiales gubernamentales deseaban dar paso a una Constitución que consagrase la institución imperial y fortaleciese la posición de la oligarquía Meiji, pero muy pronto se alzaron dentro del propio Gobierno voces como las de Ōkuma Shigenobu, que propugnaban un texto que recogiera los principios innovadores del modelo británico. En 1881 los altos oficiales pasaron a la acción y echaron del Gobierno a la facción de Ōkuma, enviando a Europa a Itō Hirobumi para que estudiase las constituciones entonces vigentes. Después de estudiar y comparar diversos textos, Itō decidió tomar como principal referencia la Constitución de Alemania, que otorgaba toda la soberanía al monarca. A su regreso a Japón, introdujo ciertas modificaciones para adaptar el texto a la realidad japonesa y elevó al Consejo Privado un primer borrador. Este consejo era el más importante órgano consultivo del que disponía el Emperador para decidir sobre el particular.
En el Consejo Privado, en presencia del Emperador, se sucedieron las discusiones sobre el borrador constitucional, al cabo de las cuales, el 11 de febrero de 1889, fue promulgada la Constitución previamente sancionada por el Emperador, tal como se hizo constar. Lo que caracterizaba a la nueva Constitución era que establecía que la soberanía residía en el Emperador, una figura sagrada e inviolable que quedaba dotada de grandes atribuciones. El Emperador asumía grandes poderes como gobernante y el mando del ejército, así como el derecho a nombrar y destituir a los miembros del Gabinete de Gobierno. Sin embargo, al mismo tiempo, reconocía amplios derechos al pueblo, como la libertad de credo, de expresión y de actividad profesional, siempre dentro de los límites marcados por la Constitución. Al parecer, estas libertades se introdujeron en la Constitución siguiendo el deseo de Itō.
Pese a ser una de las figuras centrales de la oligarquía gobernante, Itō tenía una mentalidad relativamente liberal e intentó favorecer la creación de un Gabinete que estuviera formado por los partidos elegidos en las elecciones, para lo que fundó el Rikken Seiyūkai (“partido de la Asociación de Amigos del Constitucionalismo). Además, trató también de que la Constitución permitiera un cierto margen de interpretación, de forma que fueran posibles tanto lecturas como la de Minobe Tatsukichi, quien sostenía que la institución imperial debía ser considerada como un órgano del Estado, el órgano supremo, o como las más literales, que concluían que el emperador era la personificación del Estado y no una parte de él. De hecho, ambas interpretaciones tuvieron su plasmación histórica, ya que la primera fue inspiradora del modelo de Estado democrático ensayado durante la era Taishō (1912-1926) y la segunda la que condujo al período tenebroso del militarismo.
En cualquier caso, fue esta Constitución la que dotó a Japón de planta de Estado moderno, situándolo a la cabeza de los países asiáticos.
Fotografía del encabezado: Bushū Rokugō funawatashi no zu, ilustración que muestra a la comitiva del Emperador Meiji cruzando el río Tamagawa en dirección a la nueva sede imperial de Tokio. (Museo Municipal de Ōta).