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La pesca con cormorán, una tradición de verano

Cultura

La pesca con cormorán, en que se usan antorchas encendidas como reclamo y luego se atrapa a los peces con cormoranes adiestrados, es una actividad típica del verano japonés. Les presentamos la historia de esta práctica ancestral y la vida de sus pescadores, humanos y animales, en el enclave donde es más conocida, el río Nagara de la prefectura de Gifu.

おもしろうてやがて悲しき鵜舟哉(かな) 芭蕉

Omoshirōte
yagate kanashiki
ubune kana

(Matsuo Bashō, 1688)

Cómo es de cautivadora
y qué triste poso deja
la barca de cormoranes.

Al caer la noche en la ciudad de Gifu, a unos 30 kilómetros al noroeste de Nagoya, una bengala se eleva sobre la superficie del río Nagara. Al fondo se erige el castillo de Gifu, en la cima del monte Kinka —antiguamente llamado Inaba—, a 329 metros sobre el nivel del mar. La luz en el cielo nocturno marca el inicio de la pesca con cormorán.

Una tradición añeja

La pesca con cormorán o ukai del río Nagara (Gifu) es un método que consiste en navegar río abajo en una barca con varios cormoranes atados y soltarlos en el agua para que pesquen. Los peces que nadan en el fondo del río emergen sorprendidos por el reflejo de la antorcha que la barca lleva en la proa, y es entonces cuando se suelta a las aves para que los atrapen. Aunque los cormoranes tienen el hábito de engullir los peces enteros, una cuerda atada al cuello les impide tragárselos y, cuando los pescadores los estiran de nuevo hacia la barca, les hacen expulsar la pesca que llevan en el gaznate.

El pescador hace que el cormorán arroje un ayu que ha atrapado.

En la actualidad la pesca con cormorán se practica en doce puntos de Japón, del río Fuefuki de la prefectura de Yamanashi hacia el oeste. La tradición en el río Nagara de Gifu acumula 1.300 años de historia, pero la práctica en sí se remonta a mucho antes: aparece documentada en los dos libros de historia más antiguos de Japón, el Kojiki y el Nihonshoki, del siglo VIII, e incluso en textos chinos del siglo VII como el Libro de Sui y el capítulo dedicado a Japón de la obra Encuentros con los bárbaros del este.

Las poblaciones que hay junto al río Nagara de Gifu, donde se practica el ukai, conservan el antiguo ambiente japonés.

Existen indicios de la práctica de la pesca con cormorán en otras partes del mundo. En excavaciones arqueológicas chinas se han hallado ladrillos que datan de los siglos I y II con pinturas que supuestamente representan esta actividad. También se han hallado pinturas que se cree que ilustran la pesca y los cormoranes en ruinas egipcias y alfarería peruana de antes de Cristo. Se dice también que en el siglo XVII Jaime I de Inglaterra copió esta tradicional técnica pesquera de China. Hoy día, sin embargo, solo se conserva en Japón y en una parte del gigante asiático.

La pesca con cormorán japonesa es algo distinta de la china. Mientras que en China se utilizan cormoranes grandes endémicos que se crían domesticados, en Japón se usan cormoranes japoneses migratorios que se cazan y se acostumbran al contacto con humanos. Los cormoranes japoneses se capturan en los acantilados de la costa de Ishihama, Hitachi (prefectura de Ibaraki), mientras reposan en su ruta migratoria, para luego enviarlos a demanda a los pescadores de todo el país.

El pescado como ofrenda para la Casa Imperial

Yamashita Tetsuji, pescador del río Nagara, se levanta siempre muy temprano. Su jornada comienza trasladando a dieciocho cormoranes de las cestas de bambú donde pasan la noche a las jaulas de malla metálica donde pueden estirar las alas durante el día. Al atardecer da de comer a los pájaros y los vuelve a meter en las cestas de bambú que les sirven de gallinero. Yamashita ejecuta esta rutina los 365 días del año, sin descansar ni uno solo. Ese es el destino de los pescadores con cormorán, que trabajan con criaturas vivas.

La pesca con cormorán es un trabajo de equipo entre el pescador y los cormoranes.

Los pescadores con cormorán se conocen generalmente como ushō, ‘maestro de cormoranes’. Yamashita y todos sus compañeros del río Nagara, sin embargo, portan el título oficial de shikibushoku ushō, ‘maestros imperiales de cormoranes’, es decir que trabajan para la Agencia de la Casa Imperial. Los pescadores con cormorán servían a la clase dirigente desde antes del período de los Estados Guerreros (1467-1568). Tras la Restauración Meiji de 1868, la prefectura de Gifu presionó para salvar la pesca con cormorán de la desaparición, y en 1890 la Agencia de la Casa Imperial otorgó a los pescadores del gremio el título de proveedores imperiales. El tatarabuelo de Yamashita, Kyūhei, fue nombrado subjefe de los pescadores en aquel momento. Tetsuji heredó el título imperial a los 32 años en 1987, cuando su padre Zenpei falleció súbitamente, y ahora es el decimonoveno hombre de su familia en recibir el nombramiento.

El título de pescador imperial, que sigue siendo hereditario en la actualidad, solo lo conservan seis familias en Gifu y tres en Seki, localidad situada en un tramo superior del río Nagara. Estos pescadores ofrendan a la Casa Imperial ocho veces al año con ayu pescados en una zona del Nagara normalmente vedada.

El pescador Yamashita Tetsuji, de 62 años.

Los pescadores acarician a los cormoranes cada vez que los sacan de las cestas o los vuelven a meter en ellas. “Haciendo esto a diario logro que se acostumbren a mí”, aclara Yamashita. Este ritual también permite a los pescadores evaluar el estado de salud de las aves y decidir cuáles van a usarse para la pesca cuando es temporada.

Pájaros que son como de la familia

¿Por qué se usan los cormoranes para pescar? En Japón se dice de las personas que tienen buena vista que poseen “ojos de cormorán, ojos de halcón”, en referencia a la agudeza visual de estas aves. En el agua nadan a una velocidad de entre 3 y 4 metros por segundo, más rápido que los peces a los que cazan. Gozan de un apetito tan voraz que han diezmado la población de peces de río de todas las regiones de Japón. Y lo más importante: se acostumbran rápido al contacto con los humanos. Esta serie de características son las que permitieron el desarrollo de la pesca con cormorán.

“Los cormoranes tardan alrededor de medio año en acostumbrarse a los humanos y luego medio año más en adiestrarse para la pesca”, comenta Yamashita. Para enseñar la técnica pesquera a los nuevos pájaros, se los mezcla poco a poco con los veteranos en la rotación. Los cormoranes salvajes tienen una esperanza de vida de entre siete y ocho años por lo general, llegando a diez a lo sumo, pero los que viven con pescadores viven más tiempo. El cormorán más longevo de Nagara tiene ahora veinticinco años, y algunos antes que él han llegado a superar los treinta.

“Cuidamos de los cormoranes que vienen aquí hasta que mueren. Son como de la familia”, afirma Yamashita. Su esposa Yuriko explica entre risas que la vida del marido gira en torno a las aves: “Desde que nos casamos nunca hemos ido juntos de viaje y, si sale con los niños, no puede ir muy lejos porque a las tres de la tarde tiene que estar de vuelta para cuidar de los cormoranes”.

Los ayu pescados con cormorán, un preciado manjar

Los pescadores con cormorán son profesionales autónomos que deben asumir los gastos de adquisición de los cormoranes, la vestimenta y la barca de pesca, el sueldo de dos barqueros y la leña para el fuego de la antorcha. A los pescadores imperiales, además, el título solo les proporciona un estipendio de 8.000 yenes al mes por parte de la Agencia de la Casa Imperial. Sus principales fuentes de ingresos proceden de la agencia de turismo local y del Ayuntamiento de Gifu.

Los ayu pescados por los cormoranes quedan marcados por el pico de las aves.

Antes los pescadores con cormorán obtenían un volumen de pesca suficiente para venderlo en la lonja de Gifu, pero ahora no es lo bastante abundante. Con todo, el ayu conserva una relación inquebrantable con la pesca con cormorán. Este valorado pez autóctono de Japón estaba sujeto a un impuesto especial desde antes del periodo de los Estados Guerreros. Y la pesca con cormorán se ha protegido a lo largo de los siglos precisamente porque se especializa en el ayu.

Los cormoranes dejan marcas del pico en los ayu al pescarlos; esas características muescas son la prueba de que se han pescado con cormorán y elevan su precio automáticamente. “Mientras que los ayu que se pescan con red mueren lentamente, los que se pescan con cormorán mueren al instante por la presión del pico al agarrarlos y por eso son más frescos”, aclara Yamashita. La temporada de pesca con cormorán dura del 11 de mayo al 15 de octubre, que es cuando los ayu regresan del mar a su origen en el río Nagara. El resto del año es fuera de temporada para los cormoranes.

La convivencia con los cormoranes

Hasta hace unos cincuenta años, los pescadores con cormorán vivían con las aves en sus barcas y, fuera de temporada, las alimentaban con peces de otros ríos. Lo hacían para no agotar la pesca de un único río y para evitar disputas con otros pescadores.

Hoy en día la alimentación de los cormoranes consiste en los peces pequeños que logran tragarse al pescar a pesar de la cuerda que tienen alrededor del cuello y en otros peces que reciben como recompensa al final de la jornada de pesca. Los que no salen a pescar comen lorcha de Okhotsk (hokke) congelada, que es también la dieta de todos los cormoranes fuera de temporada; gracias a eso los pescadores ya no se ven obligados a vivir en la barca fuera de temporada. Aun así, los cormoranes deben cuidarse todos los días, incluso fuera de temporada. Además, entre reparar las barcas y los equipos, cortar la leña para el fuego y elaborar las vestimentas para pescar, los pescadores no tienen tiempo para descansar ni cuando terminan los meses de pesca.

Los pescadores llevan las cestas de los cormoranes a las barcas para salir al río al anochecer.

Trabajar como pescador con cormorán, ocupado permanentemente con el cuidado de los pájaros, no debe de parecer un oficio muy atractivo para los jóvenes de hoy en día. Sin embargo, Takeshi, el menor de los cinco hijos de Yamashita y único varón, de 20 años, parece decidido a seguir los pasos de su padre en un futuro cercano, aunque no lo confiesa de palabra. El resto de las familias de pescadores de la zona tampoco se muestran preocupadas por la sucesión.

Cada noche, al final de la pesca, todas las barcas se agrupan para pescar juntas en una práctica llamada sōgarami.

“Me siento orgulloso de proteger la larga historia y la tradición de la pesca con cormorán”, declara Yamashita. Y, al parecer, ese orgullo está destinado a seguir heredándose en las generaciones venideras.

Texto y fotografías: Kai Sawabe

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