¡Vamos al festival de Japón!: El Awa Odori y Shikoku
El azul que enamoró a los samuráis: el añil de Awa
Guíade Japón
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El añil que se crio en el río Yoshino y la sierra de Asan
La prefectura de Tokushima (antiguamente conocida como Awa), situada en la parte oriental de la isla de Shikoku, se encuentra enmarcada por la sierra de Asan al norte y la cordillera de Shikoku al sur, y atravesada de oeste a este por el río Yoshino.
La cuenca del río Yoshino es la cuna de la producción de añil de la región. Cuando aún no existían infraestructuras para controlar las inundaciones, las lluvias torrenciales de los tifones provocaban desbordamientos del río prácticamente todos los años. Como la tierra fértil arrastrada y sedimentada cíclicamente por las inundaciones forma un suelo ideal para el añil, Tokushima se convirtió en la mayor productora de añil de alta calidad de Japón.
El añil es una planta anual de la familia de las Papilionáceas que llega a medir unos 80 cm de alto. Su origen se atribuye a la península de Indochina, y en el período Asuka (592–710) ya se había introducido en Japón a través de China. En otoño saca una gran cantidad de pequeñas flores rojas o blancas que parecen espigas. La riqueza procedente del añil convirtió la cuenca del río Yoshino en una zona próspera. Aunque ahora parezca mentira, cuando se fundó en 1889 en pleno período Meiji, la ciudad de Tokushima era el décimo municipio más poblado del país.
Además de decorar, desinfecta
Ubicado en el barrio de Aizumichō de la ciudad de Tokushima, Ai no Yakata es un museo especializado en el añil construido en una antigua mansión donde antaño se comercializaba este tinte. El espléndido edificio atestigua el floreciente pasado del añil de Awa. Aunque el añil llegó a la prefectura de Tokushima durante el período Heian (794–1185), fue en el período Sengoku (período de los estados en guerra, 1467–1568) cuando empezó a crecer su demanda como tinte para la ropa que los samuráis llevaban debajo de la armadura. El tinte de añil no solo brinda un color hermoso a la ropa, sino que también tiene una función desinfectante que ayuda a prevenir erupciones cutáneas como la sudamina.
Al entrar en el taller de tintura del museo Ai no Yakata, la fresca fragancia del tinte de añil invade el ambiente. “Como el añil es un ser vivo, al tinte de añil también decimos que lo ‘criamos’.”, explica Takahara, empleado del museo. Tras la cosecha, las hojas de añil se cortan y se dejan fermentar para elaborar un colorante llamado sukumo. A continuación se añade lejía de ceniza y cal. Con las condiciones ambientales adecuadas y la alcalinidad de la lejía, el equilibrio natural del sukumo se ajusta y en su superficie se forma una espuma de color cobalto. Esta espuma conocida como flor del añil (ai no hana) es la señal que indica que el tinte ya está listo para teñir.
Lo que tiñe el tejido de color de añil es un tipo de microorganismos llamados bacilos que se encuentran en el tinte. Al entrar en contacto con la tela, los bacilos se oxidan y crean el color. Como los microorganismos tienen un papel protagonista en la tintura, es crucial cuidar bien el tinte. Por eso, cuando el tinte se debilita y pierde capacidad de teñido, se reanima echándole alcohol o edulcorante líquido.
Probando la tintura con añil
Al visitar el museo Ai no Yakata nos atrevimos a teñir un pañuelo con añil. Empezamos creando el estampado de la parte que no se iba a teñir. Luego atamos el pañuelo con tablas, gomas elásticas y palillos intentando imaginar el resultado. Una vez atado, sumergimos el pañuelo en el tinte con cuidado. Unos diez segundos más tarde sacamos el pañuelo del tinte y observamos cómo su color iba pasando rápidamente de un tono verde oscuro al azul.
El tejido va cambiando de color cada vez que se sumerge en el tinte, oscureciéndose gradualmente mientras pasa por tonos azules llamados kame nozoki, asagi, hanada, nando, ai, kon y kachiiro. La tintura finaliza cuando se obtiene el color deseado. Posteriormente se retiran las gomas elásticas y los palillos con que se ató el pañuelo y se aclara con agua. Los círculos blancos sobre el fondo añil penetrante parecen campanillas blancas que florecen bajo un cielo azul intenso de verano.
Cobertura y redacción: Yoshimoto Naoko
Fotografía: Nakano Haruo
Con la colaboración del Museo Histórico de Aizumichō Ai no Yakata