Takarazuka, una compañía teatral con un siglo de historia (Parte 3)
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Todo con el fin de aumentar el número de pasajeros
Si uno toma un tren expreso de la línea Hankyū, se tarda unos 30 minutos desde la estación de Umeda, en el norte de Osaka, hasta la ciudad de Takarazuka. En la actualidad, esta población de la prefectura de Hyōgo es conocida como la meca de la compañía teatral Takarazuka, pero en 1910, año en que se inauguró la línea de ferrocarril Minoo-Arima Denki Kidō, origen de la actual Hankyū, apenas destacaba el pobre balneario situado en la orilla derecha del río Muko, que pasa por la localidad. En la orilla opuesta, donde a día de hoy se encuentra el Teatro de Takarazuka, solo había unas cuantas casas de agricultores esparcidas por un tranquilo pinar que se extendía a lo largo del cauce seco del río.
Los pasajeros de la Minoo-Arima Denki Kidō, que unía la ciudad –Osaka– con el campo –Takarazuka–, y la población a lo largo de la misma eran escasos. Además, esta rivalizaba con la Hanshin, en activo desde 1905, y que unía dos grandes urbes como Osaka y Kobe. Con el fin de aumentar el número de pasajeros, Kobayashi Ichizō, que por aquel entonces era el máximo responsable de la gestión de la línea, decidió poner en práctica una idea que tenía en la cabeza desde hacía tiempo: casas con parcela a lo largo de la línea y la apertura de una zona de recreo para el pueblo.
Para ello, compró el terreno ganado al río en la orilla opuesta al balneario ya existente y fundó Takarazuka Shin-Onsen. Las bañeras de mármol y las amplias instalaciones de que disponían las nuevas aguas termales sirvieron para que estas ganaran popularidad, pero la piscina cubierta de Paradise, el centro de recreo de nueva generación anexo al balneario, fue un fracaso estrepitoso. Según cuenta Kobayashi Ichizō en su autobiografía, “Como el sol no daba directamente a la piscina, estaba tan fría que no se podía nadar en ella ni cinco minutos. No sabía que en las piscinas de otros países se colocan tuberías de hierro para calentar moderadamente el agua enviando vapor a través de los conductos”.
Tras cerrar la piscina, Kobayashi Ichizō se preguntó qué hacer con ella; a partir de ese momento es cuando podemos admirar su capacidad de inventiva en todo su esplendor. Decidió reconvertirla en un teatro: la piscina, una vez vaciada, albergaría el patio de butacas, mientras que los vestuarios se convertirían en el escenario en el que un grupo de muchachas cantaría ópera e interpretaría piezas teatrales. La buena acogida con la que el público recibió los espectáculos, gratuitos para todo aquel que accediera al balneario, aumentaba cada día, y durante dos meses las primeras funciones de estas jóvenes contaron a diario con un aforo completo. Resulta curioso que esto marcara el inicio de lo que más tarde sería la compañía teatral Takarazuka, que en la actualidad lleva un siglo en activo.
Cabe destacar que Kobayashi Ichizō no eligió a jóvenes aficionadas y las puso repentinamente a cantar y actuar sobre un escenario, sino que buscó a muchachas de buena familia a las que les gustara la música y les pagó un sueldo por encima de lo habitual. Además de su educación musical, se encargó de inculcarles valores y disciplina para la vida.
Un interés por el teatro cultivado desde la infancia que floreció con la creación de Takarazuka
El fundador de Takarazuka encontró su inspiración en una agrupación musical de jóvenes que Mitsukoshi Gofukuten (los grandes almacenes Mitsukoshi, en la actualidad) había creado como parte de su estrategia para atraer a la clientela. El conjunto, formado por entre 20 y 30 músicos de buen aspecto ataviados con ropa occidental y un sombrero adornado con alas de pájaro que llevaban ladeado, adquirió fama, y el propio Kobayashi Ichizō escribió en Takarazuka oitachi no ki, obra en la que habla de los orígenes de la compañía, lo siguiente: “Quiero copiarlo también en Takarazuka Shin-Onsen. Crearé una agrupación musical de muchachas guiándome por lo que han hecho en Mitsukoshi”.
Lo sorprendente de Kobayashi Ichizō es que las ideas que tenía no se quedaban en meros pensamientos; sus grandes esfuerzos para materializar las representaciones y formar a personas van más allá de las funciones propias de un gerente.
Para saber los secretos que se esconden tras semejante implicación por parte de Kobayashi Ichizō, es necesario remontarse a su infancia. El fundador de Takarazuka nació en la ciudad de Nirasaki, en la provincia de Yamanashi, que da al monte Fuji. Según Mukōyama Tateo, profesor de la Universidad de Yamanashi que reside en la citada localidad y se dedica a investigar acerca de Kobayashi Ichizō, el padre de la compañía teatral formaba parte de una acaudalada familia de comerciantes, de ahí que frecuentara, ya de niño, un teatro cercano a su escuela primaria. Incluso después de comenzar sus estudios superiores en la Universidad Keio, en Tokio, iba con asiduidad al teatro y al kabuki, y observaba estos lugares continuamente. Le gustaba tanto escribir que llegó a publicar una novela por entregas en el periódico de su tierra natal.
Tras finalizar sus estudios universitarios, Kobayashi Ichizō trabajó durante quince años en el banco Mitsui (Mitsui Sumitomo en la actualidad). El empleo en este tipo de institución no se adecuaba a su personalidad, de ahí que se sumergiera también en las novelas y el teatro durante el tiempo que permaneció en Osaka por motivos laborales. En esta época, profundizó su relación con el barrio rojo de la ciudad y con personas de gustos refinados, y las experiencias e intercambios que había tenido hasta aquel entonces florecieron de golpe con la creación de Takarazuka.
Una atmósfera que solo pueden recrear las mujeres
Todas las actrices de Takarazuka son mujeres solteras. Esto se debe a que Kobayashi Ichizō se dedicó en cuerpo y alma a mostrar a los espectadores un mundo de ensueño, para lo cual era necesario alejar de los escenarios de la compañía la realidad y toda noción de la vida diaria. Las únicas personas capaces de alcanzar este objetivo son las alumnas de la Escuela de Música Takarazuka, tras cursar dos años de estudios. En este centro educativo impera con disciplina férrea el lema del fundador: “Pureza, rectitud y belleza”. Este aspecto marca una diferencia fundamental con el elenco de los musicales y las óperas de Europa y Norteamérica, que siempre se elige mediante audiciones.
“En mi compañía operística es imposible impartir semejante formación a intérpretes masculinos. Los hombres son probablemente los únicos capaces de elaborar platos sabrosos en el mundo de la gastronomía, mientras que en los hogares son las mujeres las que pueden preparar algo pronto. En estos momentos, la agrupación tiene entre 400 y 500 alumnas, algo inalcanzable con estudiantes del sexo opuesto. Quizás sea la eterna pelea, pero yo considero que el mundo de Takarazuka muestra una atmósfera que no existe en los círculos masculinos, un ambiente que solo pueden recrear las mujeres”, señala Kobayashi Ichizō en su obra Takarazuka oitachi no ki.
Un sistema para preservar ‘la pureza de sus integrantes’
Podría decirse que la razón por la cual Takarazuka lleva un siglo en activo reside en que esta compañía teatral se ha aferrado a sus propios estándares y ha ido evolucionando en el territorio nacional alejada de las normas imperantes en el resto del mundo. La agrupación cumple obstinadamente con un sistema para preservar ‘la pureza de sus integrantes’, según el cual solo pueden entrar en ella mujeres japonesas solteras que hayan estudiado en la Escuela de Música Takarazuka; a diferencia de las producciones de Broadway, no abre sus puertas a profesionales cuyas capacidades se adapten a una determinada obra, ni a intérpretes exteriores que sobresalgan por su talento.
El teatro tradicional kabuki, en el que los actores son exclusivamente hombres e interpretan tanto los papeles femeninos como los masculinos, también ha ido evolucionando en el archipiélago nipón alejado de las normas imperantes en el resto del mundo. “Los actores que interpretan los papeles femeninos en el kabuki son algo antinatural, razón por la que es necesario permitir que las actrices participen en esta forma de teatro tradicional. Sin embargo, aunque esto ocurre de vez en cuando, el kabuki es una manifestación teatral en la que los hombres se meten en la piel de los papeles femeninos. Los papeles masculinos interpretados desde un punto de vista femenino superan a los propios hombres. En otras palabras, las mujeres son las mejores conocedoras de la belleza masculina. Esto quiere decir que las mujeres que se las ingenian para interpretar los papeles masculinos consiguen recrear unos hombres que cautivan a las mujeres más que los propios hombres. Ahí es precisamente donde brillan los papeles masculinos interpretados por las integrantes de Takarazuka”, señala Kobayashi Ichizō en su obra Takarazuka oitachi no ki.
Para Kobayashi Ichizō, las actrices de Takarazuka tenían que ser una fiel representación del lema “Pureza, rectitud y belleza”. Consideraba que reflejaban el tipo de mujer con el que sueñan los japoneses, la yamato nadeshiko: una mujer de buen gusto, señorial y modesta que camina un paso detrás del hombre, lo respeta y es diligente; buenas esposas y madres tras abandonar la compañía. Sobre los escenarios, las intérpretes de Takarazuka muestran quizás un aspecto que permite fantasear con esa imagen.
Un emprendedor sobresaliente que hacía las veces de productor
Kobayashi Ichizō era un emprendedor de ideas originales que fundó diversos negocios con el objetivo de llegar a un amplio público a través de su actividad principal, la gestión de una empresa de ferrocarril. Además de desarrollar un modelo empresarial para la construcción de casas a lo largo de las líneas de trenes que contemplaba los primeros préstamos para la compra de viviendas en Japón –en un sector que hasta entonces se había dedicado exclusivamente al trazado ferroviario–, abrió los grandes almacenes Hankyū en la estación terminal de Umeda, e incorporó un plato popular como el arroz con curry en la carta del restaurante de precios económicos situado en el último piso.
Durante el tiempo que ejerció también el cargo de presidente de la actual Compañía de Electricidad de Tokio, ideó un plan para la construcción de un hotel cuyos huéspedes potenciales serían los hombres de negocios que viajaban a la capital japonesa por trabajo: en 1938 abrió sus puertas el Hotel Daichi, el primero del país diseñado para este tipo de clientes, en Shimbashi, Tokio. Además, Kobayashi Ichizō estuvo involucrado en la gestión de la empresa de ferrocarriles Tōkyū en la época de su fundación y participó en el desarrollo del barrio residencial de Den’enchōfu.
Su labor no tiene nada que ver con la de una persona dedicada a la gestión que simplemente se limita a dar instrucciones, razón por la cual suele decirse que Kobayashi Ichizō era un gran emprendedor que hacía las veces de productor. Además, demostró todo su potencial literario en las varias novelas que escribió. En la época en la que la Minoo-Arima Denki Kidō vio peligrar el comienzo de su actividad, imprimió 10.000 panfletos publicitarios en los que decía que esta línea de ferrocarril era la más prometedora, y los esparció por toda la ciudad de Osaka. También hizo folletos para promocionar la compra de viviendas con parcela en los que preguntaba qué tipo de terreno y de residencia había que elegir para vivir.
Destaca su sentido de la publicidad empresarial, que se anticipó a los mensajes comerciales de la actualidad. Su obra maestra en este campo la produjo en 1920, año en que se inauguró la línea Kobe. Fue entonces cuando Kobayashi Ichizō publicó en un periódico un anuncio en el que se tenía en cuenta a la competencia: “Los nuevos trenes exprés que van a Kobe o a Osaka son bonitos, rápidos y poco concurridos, así que son frescos y tienen buenas vistas”. Esto no resulta extraño si se tiene en cuenta que el fundador de Takarazuka era un genio literario que escribió más de veinte obras para la compañía.
Kobayashi Ichizō se dedicó también a la política. En 1940, durante el segundo gabinete del primer ministro Konoe Fumimaro, fue el primer civil que desempeñó el cargo de ministro de Industria y Comercio. Sin embargo, las divergencias con Kishi Shinsuke, viceministro de esta cartera, hicieron que dimitiera en menos de un año. En 1945, justo después de la Segunda Guerra Mundial, fue ministro de Estado del gabinete del primer ministro Shidehara Kijuro y presidió la institución encargada de la reconstrucción de Japón tras la contienda, pero abandonó sus cargos por una purga de los miembros del gobierno realizada durante la ocupación.
Kobayashi Ichizō ideó diversos negocios. Sin embargo, según el profesor Mukōyama Tateo, el mayor deseo del empresario era hacer algo relacionado con la cultura en la vida diaria. “Kobayashi Ichizō consideraba que sus actividades carecían de sentido si no formaban parte de la vida diaria”, señala el experto.
De todos sus negocios, el que más le gustaba a Kobayashi Ichizō era Takarazuka, un teatro al que la gente podía acudir sin reparos. La compañía dispone de entradas caras, pero se puede disfrutar de sus obras también si se adquieren las baratas. “[En cuanto a las butacas] Takarazuka tiene localidades semejantes a las de campo exterior en el béisbol y a los asientos del tercer piso en los combates de sumo; se puede ir todo el año y no hace falta estar tan cerca(*1). Es una forma de familiarizarse con la cultura sin ceremonias. Eso es precisamente la cultura como parte de la vida diaria, ¿no?”, opina Mukōyama.
Texto e imágenes: Nagasawa Takaaki, periodista y editor senior de nippon.com.
Fotografía de la cabecera: Actrices de Takarazuka y estudiantes de la homónima escuela de música, 460 en total, cantan juntas durante el espectáculo para conmemorar el primer siglo de historia de la compañía teatral el 5 de abril de 2014 en el Teatro de Takarazuka (imagen cortesía del Periódico de Kobe).
(Artículo traducido al español del original en japonés)(*1) ^ La comparación con el béisbol y el sumo alude al hecho de que Takarazuka dispone de entradas un poco alejadas del escenario pero baratas, al igual que estos dos deportes.