El amor en Japón

¿Por qué hay “hoteles del amor” en Japón?

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Los hoteles del amor son un aspecto cultural nacido en Japón, nos dice Kim Ikkyon, quien ha elegido como tema de estudio la vertiente social del fenómeno de dichos hoteles, desde su época de universitaria; nos habló de la metamorfosis de esos lugares dedicados al amor y el sexo.

Kim Ikkyon KIM Ikkyon

Profesora asistente en la Universidad Gakuin de Kobe. Nacida en Osaka en 1979. Tercera generación de una familia coreana afincada en Japón. Se doctoró en Humanidades por la Universidad Gakuin de Kobe. Es autora de Rabu hoteru shinkaron (Ensayo sobre la evolución de los hoteles del amor; Bungeishunjū, 2008, ganador de la 18 edición del Premio Hashimoto Mineo), Sabukaru de yomu sekushuaritī - yokubō wo kasoku saseru sōchi to ryūtsū (Sexualidad entendida desde el punto de vista de la subcultura - las instalaciones y la distribución de las cosas para aumentar el deseo, varios autores; Seikyūsha, 2012), Seiaikūkan no bunkashi - ‘tsurekomi yado’ kara ‘rabu hoteru’ made (Historia cultural de los lugares dedicados al amor y el sexo - de los “locales de alterne” a los “hoteles del amor”; Minerva Shobō, 2012), entre otros.

Los hoteles del amor son cultura japonesa

(Imagen: Kim Ikkyon)

No hay muchos ejemplos de términos japoneses adaptados del inglés que se hayan hecho famosos, pero uno de ellos es el extraño love hotel (hotel del amor). Los medios de comunicación extranjeros cada vez lo tratan con más interés, como característica especial del ambiente de Japón.

A pesar de tratarse de un lugar al que acuden las parejas para esconderse de las miradas indiscretas, presentan un aspecto lujoso y brillante. Cuando uno pone un pie en su interior lo primero que salta a la vista es una cama gigante iluminada de forma erótica. Hay juguetes sexuales, por supuesto, pero también sillones de masaje, bañeras de hidromasaje y otros objetos para el relax, e incluso tienen karaoke, videojuegos y otras máquinas para el esparcimiento. A pesar de las comodidades, los precios son asequibles.

Para los extranjeros, que hierven en interés por este “país de las maravillas, Japón”, son lugares colmados de atractivo. Lo cierto es que se dice que en estos últimos años no son pocos los turistas extranjeros jóvenes que los utilizan para alojarse. Desde el punto de vista de un extranjero, los hoteles del amor son “cultura japonesa”. Kim Ikkyon, que los investiga desde un punto de vista académico, y ha escrito obras como Rabu hoteru shinkaron (Ensayo sobre la evolución de los hoteles del amor), es de la misma opinión.

“La cultura no es algo que decide alguien, sino algo que nace de una amplia necesidad por parte de la gente. Dado que es algo que florece, va evolucionando poco a poco hasta tomar una forma completamente diferente. Los hoteles del amor también son así. Se puede decir que los que existen ahora han adaptado su forma a los deseos y las necesidades de todo tipo de personas. Por eso son interesantes.”

Por lo tanto, ¿cómo han venido evolucionando los hoteles del amor como respuesta a esos deseos y necesidades de las personas?

Enshuku y prostíbulos, prototipos de hotel del amor

Artículo de periódico de 1930 que presenta los enshukus (imagen cortesía de Yomiuri Shimbun)

Según Kim han existido habitaciones de alquiler en las que las prostitutas atendían a sus clientes desde la era Edo (1603-1867), pero no fue hasta comienzos de la era Shōwa (1926-1989) cuando las parejas comenzaron a usar de forma común el llamado enshuku (pensión de precio fijo). Este contaba con un sistema de pago que dependía de si uno iba a alquilar la habitación por horas (un yen) o a quedarse (dos yenes). Así vistos, se puede decir que los enshukus fueron los precursores de los hoteles del amor. Los usaban desde trabajadoras hasta mujeres casadas. Los periódicos de la época informaban de estos lugares como una nueva moda.

Sin embargo, muchas de estas posadas desaparecieron con la Segunda Guerra Mundial. Durante un tiempo parece que las relaciones sexuales entre hombres y mujeres tenían lugar en los “sitios más populares”: la plaza frente al Palacio Imperial, en el caso de Tokio, y el césped que rodeaba al castillo de Osaka, en la ciudad homónima.

Después del fin de la guerra comenzó a resurgir el interés, y durante el periodo de adquisiciones especiales por la Guerra de Corea (1950-1952) se avanzó a pasos agigantados en la reconstrucción de viviendas y edificios de negocios. A las grandes ciudades acudían una gran cantidad de trabajadores, y la necesidad de establecimientos de hostelería iba aumentando, con lo que se fueron construyendo sin cesar las casas de huéspedes para el viaje de negocios. Las parejas también usaban estos lugares, donde la mayoría no llegaba a pasar todo el tiempo establecido antes de volver a sus casas. Los hoteleros se dieron cuenta del comportamiento de las parejas y empezaron a ofrecer una tarifa para estancias breves; tuvieron un gran éxito gracias a la buena afluencia de clientes que ese nuevo intento generó.

Las posadas que frecuentaban las parejas se concentraron en las zonas comerciales y en sus alrededores, y pronto pasaron a conocerse como “locales de alterne”. Aumentaron especialmente alrededor de 1960; para 1961 existían en Tokio unos 2.700 establecimientos. Al tiempo que se ejecutaba la Ley Antiprostitución de 1958 hubo muchos prostíbulos que se transformaron en posadas, pero también había casos en los que la gente veía cómo prosperaban los locales del vecindario y se apresuraban a convertir sus casas en locales de alterne. Los Juegos Olímpicos de Tokio se celebraron unos años después de este auge de construcción de posadas.

Un local de alterne que todavía permanece desde el periodo Shōwa (izquierda). Hay un espejo corredizo, colocado para dar una impresión de amplitud en la habitación (derecha). También servía para crear una atmósfera sensual. En los hoteles del amor actuales también se utilizan profusamente los espejos. (Imágenes: Kim Ikkyon)

Las circunstancias del caso japonés

¿A qué se debe que la demanda de locales de alterne llegara a tal punto? Kim señala la influencia de la situación de la vivienda en Japón. En las casas japonesas se solían utilizar unas pocas habitaciones para un gran número de objetivos. Un mismo espacio servía como sala de estar de día, como comedor, añadiendo una mesita baja a la hora de comer, y por la noche como dormitorio, tras extender el futón.

“En el hogar también convivían los hijos, y además los padres... La pareja no tenía posibilidad de estar a solas en casa. ¿Cuándo podían dedicarse a traer más niños al mundo?”, dice Kim. No es de extrañar que incluso los matrimonios hicieran uso de los locales de alterne y profundizaran así en su relación.

“Darse un baño también tenía su atractivo para las parejas. Las bañeras de los locales de alterne de aquella época eran compartidas; parece que se solía llamar a los clientes por el número de habitación, después de que esperaran su turno. En una época en la que lo normal era no tener bañera en casa; la gente usaba los baños públicos. Bañarse en pareja sin que hubiera nadie más presente era algo especial, y seguramente también constituía otro encanto de los locales de alterne”, dice Kim Ikkyon.

La época dorada de la construcción de hoteles del amor por todo el país

El momento en el que estos lugares pasaron a llamarse love hotels coincidió con el punto en el que los locales de alterne se convirtieron en hoteles lujosos. Según la investigación de Kim Ikkyon, ese momento va desde finales de los años sesenta hasta principios de los setenta. Se trata de la época en la que, tras el periodo de rápido crecimiento económico y tras haber recibido el impacto de la crisis del petróleo, Japón comenzaba a entrar en la fase de estabilidad en la que la sociedad adoptó la idea de que todos los japoneses son de clase media (concepto denominado ichiokusōchūryū). También se puede decir que fue la época en la que llegaron a la madurez los hijos de la generación del baby boom (nacidos entre 1947 y 1949).

Coincidiendo con la Expo ‘70 de Osaka se puso de moda viajar al extranjero entre los japoneses. No resulta extraño que naciera una tendencia que consideraba el ryokan (la posada tradicional japonesa) como algo melancólico, tendencia basada en la admiración hacia los occidentales. Los empresarios que se forraron con los locales de alterne comenzaron a construir uno tras otro hoteles al estilo occidental, con fachadas e interiores lujosos.

El Meguro Emperor, vanguardia de los hoteles del amor con forma de castillo (imagen: Kim Ikkyon)

El Meguro Emperor, abierto en 1973 junto al río Meguro, en el distrito homónimo de Tokio, fue el comienzo. Era un edificio construido a imagen de un antiguo castillo medieval europeo, y dio que hablar al instante.

“No se puede hacer un gran despliegue publicitario si el objetivo del lugar es el sexo. Por eso utilizaron fachadas llamativas como una forma de publicidad. Era necesario comprender si se trataba de un hotel del amor de un solo vistazo. Los demás empresarios trataron de compartir el éxito del Meguro Emperor, y en los diez años siguientes se produjo el fenómeno de la construcción de este tipo de ‘castillos’ por todo el territorio nacional”, dice Kim.

El Meguro Emperor, en aquel tiempo, registraba unos ingresos de cuarenta millones de yenes al mes. Aprovechando esto los hoteleros impulsaron la construcción de hoteles del amor más lujosos, construcción que había comenzado en parte algunos años antes. Brillantes luces de neón. En un principio la fachada, fantásticamente bizarra, parecía un castillo, y pasó luego a ser también iglesia y crucero de lujo. Al entrar, había una jungla, una zona inglesa, el harén del Castillo de Edo... habitaciones cuyo diseño había sobrepasado el concepto mismo del hotel. Una cama eléctrica, una lavadora para humanos, un planetario, una góndola, columpios... las extraordinarias instalaciones de las habitaciones iban evolucionando rápidamente hacia la perfección.

El Shanty Akasaka, en el distrito tokiota de Minato, comenzó su actividad comercial el mismo año que el Meguro Emperor, 1973. Aunque se trata de un edificio lujoso cuidaron que la entrada fuera discreta.

Y así fue como los hoteles del amor, que habían experimentado su época dorada, comenzaron a cambiar de aspecto a medida que las condiciones económicas se iban deteriorando. (Continúa en la segunda parte)

 

Referencias:

Kim Ikkyon, Rabu hoteru shinkaron (Ensayo sobre la evolución de los hoteles del amor; Bungeishunjū)

Kim Ikkyon, Seiaikūkan no bunkashi (Historia cultural de los lugares dedicados al amor y el sexo; Minerva Shobō)

(Imagen de la portada: Hans Sautter)

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