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El ‘ninja’ más famoso del mundo: Hatsumi Masaaki y el legado del ‘ninjutsu’

Cultura

Los extranjeros que se inician en las técnicas de artes marciales del Bujinkan nunca dejan de acudir a él. Discípulos venidos de todos los rincones del mundo visitan asiduamente su dōjō en la ciudad de Noda, prefectura de Chiba, para venerar las enseñanzas de Hatsumi Masaaki, de 86 años, maestro del estilo Togakure de ninpō, las artes marciales de los ninjas. Lo que descubrimos al acercarnos a ese lugar, muy diferente de la visión sesgada sobre los ninjas que ofrecen el cine y el anime, nos mostró un mundo muy interesante.

Un arte marcial que no dependa de la fuerza: discípulo del “Tigre de Mongolia”

Hatsumi es un maestro entre maestros, pero ¿qué lo llevó a dar el primer paso en el camino de las artes marciales, y llegar hasta tal nivel de perfección?

“Mi infancia transcurrió durante la Guerra, y en aquella época se fomentaba el aprendizaje de artes marciales. Practiqué karate, boxeo, jūkendō (un arte marcial derivado del uso de la bayoneta) y otras disciplinas, e incluso logré el quinto dan de judo. Entre los veinte y los treinta enseñé judo en una base estadounidense en Tachikawa, Tokio. Allí fue donde empecé a ver a novatos extranjeros venciendo a japoneses con cinturón negro. Los extranjeros poseían gran fuerza física, de modo que las artes marciales que los japoneses habían aprendido hasta entonces no les servían de nada”.

En ese momento fue cuando Hatsumi conoció a Takamatsu Toshitsugu, el “Tigre de Mongolia”, una figura legendaria en las artes marciales.

“El maestro Takamatsu no solo había recibido las técnicas ninjutsu, sino que contaba con diez años de experiencia en combate real, en China. Cuando lo conocí, su presencia me impresionó tanto que me sentí incapaz de moverme. Me di cuenta de que era un auténtico maestro, y me hice su discípulo y, tras años y años de entrenamiento mi esencia como artista marcial se fue convirtiendo en algo verdadero. Estoy aquí enteramente gracias a mi maestro”.

Hatsumi se hizo discípulo de Takamatsu a los 27 años, y durante los quince años hasta la muerte del maestro estudió casi cada semana bajo su tutela, viajando para ello en tren nocturno desde la ciudad de Noda (Chiba) hasta Kashihara, en la prefectura de Nara. En el kamidana (el altar sintoísta dedicado a los antepasados y figuras importantes de un dōjō o una casa) del Bujinkan se puede ver una gran fotografía de Takamatsu. “Siempre me protege”, dice Hatsumi, con una expresión tranquila en su rostro.

El kamidana con la imagen de Takamatsu Toshitsugu, el maestro de Hatsumi

Hatsumi, que aprendió de su maestro nueve estilos diferentes de ninjutsu, incluyendo la escuela Togakure, decidió ya casi con cuarenta años fundar el dōjō Bujinkan y comenzar a enseñar a la nueva generación. Con ya más de cincuenta empezó a viajar al extranjero para impartir sus conocimientos, y durante 25 años viajó por más de cincuenta países de todo el mundo, incluyendo Estados Unidos, países en Europa, Oriente Medio, África y Sudamérica.

Las enseñanzas de Hatsumi, fundamentadas en el combate real, han recibido grandes elogios, y en lugares como Los Ángeles o Atlanta ha sido nombrado ciudadano honorario, y ha recibido cartas de amistad y agradecimiento por parte de organizaciones como el FBI, las Fuerzas Especiales del Reino Unido.

Discípulos por todo el mundo

“La palabra ninjutsu comenzó a extenderse a nivel internacional desde Japón, pero si nos remontamos a las raíces más profundas de su tradición nos daremos cuenta de que quizá hayan existido culturas similares en cada rincón del mundo. Y lo cierto es que el ninjutsu se puede considerar un arte de la humanidad en su conjunto. Cuando empecé a enseñar en Estados Unidos solía bromear diciendo: “No soy japonés. No soy de ningún país. ¡Soy un OVNI!” Y a medida que iba enseñando sin establecer ese tipo de barreras empecé a llevarme bien también con los extranjeros”.

Se dice que el maestro tiene en el mundo entre 300.000 y medio millón de seguidores. El propio Hatsumi reconoce: “No sé ni cuántos discípulos tengo. Desperdigados por el mundo están quienes podrían ser denominados grandes maestros, tras haber estudiado muchos años conmigo, y muchos de los que vienen a entrenar a mi dōjō ahora son discípulos de ellos”. Esos nuevos discípulos se convertirán en maestros a su vez, y así se va repitiendo el ciclo maestro-alumno.

En el entrenamiento del día que visitamos el dōjō el 90 % de los asistentes eran extranjeros. Muchos eran hombres musculosos, pero también había hombres y mujeres de tamaño más normal. “Entre mis estudiantes hay gente normal, gente que arriesga su vida en el campo de combate -militares y policías-, e incluso miembros de las élites laborales, como abogados y médicos. Uno de ellos es una médica que aprende conmigo para poder dominar a pacientes fuera de control”.

Los alumnos no pierden detalle de los movimientos de Hatsumi.

¿Y qué opinan los propios discípulos acerca del Bujinkan? Un abogado vietnamita de 43 años, que ha abierto su propio dōjō, dice que nunca deja de entrenar con Hatsumi cuando tiene que venir a Japón por negocios.

“Hace ya 17 años que empecé a venir al Bujinkan. Desde muy joven me gustaban las artes marciales y probé muchas, pero este lugar es diferente: aquí las artes marciales están orientadas al combate real. En otras artes marciales se realizan muchas competiciones que los participantes desean ganar, por lo que se apoyan sobre todo en su fuerza física, y muchos salen heridos. Dado que lo que practicamos en el Bujinkan está orientado al combate real no hay reglas ni competiciones, y la falta de fuerza no se convierte en un impedimento para luchar. Desde que empecé a acudir a este lugar creo que mi vida se dirige en una nueva dirección muy positiva”.

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