Tradiciones “cool”, modernidad y belleza tradicional

El akita, un perro de porte samurái

Cultura

Japón utiliza desde antiguo el sistema del calendario chino, o eto, para indicar las fechas, las direcciones y los años. Aprovechando que 2018 es el año del perro, queremos presentarles al akita, la raza de perro autóctona más grande del país. Para ello visitamos el criadero Nakagawa Chikukenten, un negocio de Osaka que exporta un elevado número de ejemplares al extranjero, para conocer los atractivos que han popularizado esta raza en todo el mundo, y en especial en Europa.

Un linaje que ha peligrado muchas veces

Los akita proceden de Ōdate, un municipio del norte de la prefectura de Akita. En la región Tōhoku de Japón existen desde antiguo unos cazadores llamados matagi, que usaban perros para cazar osos y ciervos. Aquellos canes, conocidos como akita matagi inu, son los antepasados del akita.

Aunque se estima que actualmente existen en Japón unos dos mil ejemplares de akita, la raza estuvo en peligro de extinción varias veces en el pasado. El auge de las peleas caninas durante el periodo Edo dio lugar a numerosos cruces de akita con otras razas grandes para obtener perros más fuertes, lo que redujo el nombre de akita puros. Durante la Segunda Guerra Mundial, se emitió una orden de captura de perros para elaborar ropa de abrigo del ejército con sus pieles. En aquella época siguió promoviéndose la hibridación de los akita cruzándolos con pastores alemanes, única raza canina excluida de la orden de exterminación para fines militares. Al terminar la guerra, la Comandancia Suprema de las Fuerzas Aliadas se llevó algunos ejemplares de este cruce entre akita y pastor alemán, cuya crianza se extendió en Estados Unidos y Europa y dio lugar al american akita (akita americano) o great japanese dog (gran perro japonés).

Ryūfūgō, un macho de pelaje atigrado nacido en julio de 2014.

Con la misión de conservar la pureza de la raza ante las mezclas realizadas durante la historia, en 1927 se fundó la Asociación para la Protección del Perro de Akita. Esta organización logró ir eliminando los rasgos de razas extranjeras infiltrados en los akita cruzándolos de nuevo con sus antepasados, los akita matagi inu. En 1931 los akita se convirtieron en el primer animal designado como Monumento Natural en Japón y quedaron categorizados como perros de raza grande.

Según el Manual de Estándares de Razas Caninas del Club de Criaderos de Japón (JKC, por sus siglas en inglés), la altura a la cruz —parte superior del lomo— de los akita debe ser de 67 centímetros para los machos y 61 para las hembras, con una variación máxima de 3 centímetros. El pelaje puede ser de cuatro tipos: rojizo, atigrado, blanco y sésamo.

Umekogō, una hembra de pelaje blanco nacida en abril de 2011.

Los akita originales, perros de porte samurái

Por todo Japón se organizan exhibiciones de perros akita, certámenes más destinados a conservar la raza original que a competir por la mera belleza de los ejemplares. La valoración es más alta cuanto más se acerca el perro a los estándares marcados para rasgos como las medidas corporales, el color del pelaje, el tamaño de los ojos y la distribución de la dentadura. Nakagawa Jitarō, juez de exhibiciones certificado, nos explica los criterios de valoración que se aplican en estos certámenes.

El estándar de los akita define una proporción de 6:4 entre la frente y el hocico. Las orejas deben mantener un ángulo de entre 75 y 90 grados respecto al tabique nasal. La altura a la cruz y la longitud del tronco han de tener una proporción de 100:110. Hay muchas otras medidas establecidas.

“Para empezar, tanto las patas delanteras como las traseras deben ser totalmente rectas. Si el ejemplar es patizambo o tiene las patas arqueadas, se considera que le falta ejercicio y se le resta puntuación. El ejercicio contribuye a una mejor musculatura, que confiere al akita una postura más solemne.” (Nakagawa)

Originalmente, los akita son perros muy atléticos. Como en Japón está prohibido dejar a los perros sueltos por la calle, es necesario que los dueños les proporcionen todo el ejercicio que necesitan.

Mirada de frente, Kōgyokumegō tiene unas patas totalmente rectas que le otorgan una postura solemne y elegante.

La pequeña Suzuyo, nerviosa de visitar este parque por primera vez, tiene las patas ligeramente abiertas. Las orejas dobladas hacia adelante revelan su inseguridad.

El akita ha sobrevivido a la extinción numerosas veces gracias a la acción protectora de los amantes de esta raza japonesa. Nakagawa, que ha dedicado dos tercios de su vida a estos perros, afirma que es “la belleza natural” lo que les confiere su mayor atractivo:

“Opino que lo que importa, más que limar pequeñas asperezas, es potenciar lo mejor de las características originales de los perros. Por eso lo que se valora en las exhibiciones es que el ejemplar represente fielmente a su raza original. A diferencia de otros perros, no se les corta la cola ni se les modifica de ningún modo; se los prefiere en su forma natural. Y su rasgo más incontestable es el porte majestuoso, como de samurái. Por eso los que tienen un akita, después ya no pueden tener a ninguna otra raza de perro.”

Nakagawa Chikukenten

Reportaje y texto: Abe Aimi
Fotografía: Editorial de Nippon.com

Fotografía del encabezado: Suzuyo, una akita de 3 meses

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