Tradiciones “cool”, modernidad y belleza tradicional
Los verdaderos ninjas
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La imagen prefabricada del ninja
Los ninjas son personajes de gran popularidad, no solo en Japón sino en todo el mundo, gracias a novelas, anime, películas y otros muchos medios de comunicación. Ocultos por sus ropajes oscuros, son poseedores de fuerza y habilidades sobrehumanas, lanzan shuriken, estrellas afiladas, a sus enemigos, y desaparecen en la oscuridad. Quizá esta sea la imagen que todos tenemos en la cabeza, cuando nos hablan de los ninjas.
Sin embargo, esta figura del ninja es una invención posterior a su existencia. Incluso el vocablo que se utiliza para designarlos, ninja, no se asentó en la cultura popular de las novelas y películas de época hasta la segunda mitad de la década de 1950. Antiguamente se llamaban de muy diversas maneras, como rappa o suppa, pero la forma más común de referirse a ellos era shinobi. Debido a que la función del ninja era actuar en secreto, con técnicas misteriosas, no abundan documentos que hagan referencia a ellos, por lo que la figura real del ninja estaba envuelta en misterio. No ha sido hasta la actualidad cuando se ha dilucidado parte de su realidad gracias al avance de ciertas investigaciones.
Iga y Kōga: puntos focales para investigar sobre los ninjas
Los pueblos ninja más famosos del país se encontraban en Iga (en el noroeste de la prefectura de Mie) y Kōka (en el sur de la prefectura de Shiga; más conocido como Kōga), dos zonas con montañas en el centro, separadas por solo 20 o 30 kilómetros; en medio día se podía cubrir andando la distancia entre ellas.
En la Universidad de Mie, en la ciudad de Tsu, directamente al este de Iga, se comenzó en 2012 una investigación en toda regla sobre los ninjas con el objetivo de “revitalizar la zona mediante la cultura ninja existente en Iga”. Bajo las órdenes del profesor de Literatura Yamada Yūji el equipo de investigación sigue un enfoque histórico para tratar de aclarar quiénes eran realmente los ninjas.
“Los únicos manuales de técnicas de ninjutsu (el arte marcial de los ninjas) que se conservan son de Iga y Kōga. Comprender a los ninjas significa estudiar estas dos ciudades”, dice Yamada.
Relaciones amistosas, no como rivales
Hasta ahora se creía que los ninjas surgieron cuando, en el periodo Sengoku (o de Estados en Guerra, 1467-1568) los habitantes de las zonas rurales empezaron a ser contratados para combatir en el conflicto. Sin embargo ahora se cree que la organización de ninjas de Kōga pudo haberse desarrollado con anterioridad, como reacción contra los estados shōen (terrenos cultivados poseídos por las clases altas). También se cree que los ninjas de Iga provienen de los grupos de bandidos fuera de la ley que asaltaban a los terratenientes de la zona.
Ambas zonas se encuentran cerca de Kioto, capital del país en esa época, y por lo tanto recibían noticias con rapidez. Dado que se trataba de lugares rodeados de montañas resultaba, por el contrario, más difícil que se filtrara la información local hacia fuera, por lo que eran ambientes idóneos para realizar labores de espionaje. La rigurosa vida en la montaña ayudó a formarlos físicamente para ser ninjas. Además, el control del daimyō (señor feudal directamente bajo las órdenes del shōgun, el general de todos los ejércitos) de la región era débil en la zona, por lo que la autonomía de la organización se fue haciendo cada vez más fuerte.
Aunque en novelas y películas se retrata a ambos grupos ninja como rivales, lo cierto es que recibían colectivamente el nombre de Kōi-ikkoku (Kōga e Iga, una facción) y mantenían vínculos estrechos. También existían matrimonios entre miembros de ambos clanes, y compartían información. En 1579 Oda Nobukatsu, el hijo del famoso daimyō Oda Nobunaga, lanzó un ataque contra Iga, provocando la Guerra Tenshō Iga, durante la cual los ninjas se defendieron a base de pólvora y emboscadas nocturnas. “En aquella batalla los ninjas de Kōga lucharon junto a ellos, por supuesto”, dice Yamada.
En 1582 Tokugawa Ieyasu, figura central de la historia posterior de Japón, recibió noticias del Incidente de Honnō-ji (en el que su aliado, Oda Nobunaga, se vio obligado a suicidarse), escapó cruzando las montañas de Iga, ayudado por los ninjas de Iga y Kōga, y pudo llegar a su Mikawa natal (la actual prefectura de Aichi). Tokugawa quedó tan impresionado por los ninjas que continuó utilizándolos a su servicio, por ejemplo como guardianes del castillo de Edo. Las actividades de la organización comenzaron a hacerse conocidas de este modo, y otros daimyōs empezaron a contratar ninjas como guardas y guardaespaldas. Es por eso que existen por todo Japón topónimos relacionados con Iga y Kōga.
Los ninjas no pelean
“Las gentes de Iga y Kōga trabajaban de día en los campos y otras faenas similares. Cuando llegaba la tarde se reunían y entrenaban para prepararse para sus obligaciones”, dice Yamada.
La primera y más importante misión de los ninjas era conseguir información y hacérsela llegar a su señor. Para ello debían evitar el conflicto en la medida de lo posible y regresar con dicha información. Cuando se hallaban en territorio hostil no había forma de saber cuándo serían atacados por el enemigo, o qué podía ocurrir. Su entrenamiento diario no se basaba en atacar y derrotar a enemigos, sino más bien en mejorar las capacidades defensivas necesarias para escapar de ellos.
No trataban únicamente de aumentar la fuerza de sus músculos y su resistencia, sino que buscaban la forma de mejorar al máximo sus capacidades físicas mediante el uso de todo el cuerpo y el control preciso de la respiración. Los ninjas también preparaban su mente, además de su cuerpo, para llevar a cabo sus peligrosas misiones. Gracias a su entrenamiento diario lograban una flexibilidad mental que les permitía permanecer en calma en cualquier situación.
Se dice que la labor de los ninjas se veía complementada por su originalidad y su curiosidad hacia las ciencias. Además de mejorar sus habilidades, se dedicaban a reunir información y recopilar conocimientos; así fue como nació el ninjutsu, el arte marcial de los ninjas, que podría también denominarse arte de la supervivencia. Entre sus técnicas destacan el uso de los puntos débiles psicológicos del enemigo y sus puntos ciegos. Las famosas técnicas de invisibilidad se basan sobre todo en el empleo de dichos puntos en el enemigo, y de este modo el ninja es capaz de desaparecer de su vista.
“Los ninjas de Iga y Kōga sabían muchísimo sobre pólvora, medicina y sustancias similares. Como se encontraban cerca de Kioto les resultaba fácil aprender sobre armas de fuego y demás, y conseguían conocimientos médicos de los monjes itinerantes; su gran amor por el aprendizaje los llevó a estudiar también textos budistas. Se cree que se dedicaron a experimentar una y otra vez con explosivos, ya que sabían que los cambios en la composición y la preparación de la pólvora producen diferentes resultados. Fueron capaces por tanto de crear herramientas fundamentadas en la ciencia, como antorchas resistentes al viento, o fuegos que creaban rectas columnas de humo”, dice Yamada.
El espíritu ninja pervive
El ninja era una persona a servicio de su señor, y mientras lograra vivir lo suficiente como para llevarle la información necesaria, con eso bastaba. No era un superhéroe con fuerza sobrehumana, sino “gente con una gran fuerza para vivir, entrenados también para sobrevivir”, según el profesor Yamada. Al menos, esos son los hechos que se desprenden de su investigación.
“Hoy día el mundo es un lugar muy cómodo, y si los humanos seguimos por este camino llegaremos a ser incapaces de hacer nada por nosotros mismos. Creo que nosotros, que tenemos una vitalidad algo debilitada, podemos aprender muchas cosas de los ninjas: su laboriosidad, su forma de resistir ante la adversidad, y su voluntad de sobrevivir en cualquier circunstancia”, asegura Yamada.
Texto: Satō NarumiImágenes: Ōshima Takuya