Tradiciones “cool”, modernidad y belleza tradicional
Vasijas de la casa Raku: una profundidad insospechada
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Vasijas tradicionales japonesas que llegan al corazón de los occidentales
Las vasijas para el té de la línea negra que salieron de las manos de Chōjirō, fundador de la casa de ceramistas Raku, están desprovistas de colores y formas vistosos y carecen por completo de adornos. Son creaciones de la segunda mitad del siglo XVI, hechas por encargo del gran maestro del té Sen no Rikyū. Están facturadas rodeando suavemente la arcilla con ambas manos. En estas vasijas pequeñas y nada estridentes se encierra toda la profunda espiritualidad de dos hombres –Sen no Rikyū y Chōjirō– que en la esplendorosa era Momoyama dedicaron su vida al ideal de wabicha.
Vasija del té de la línea negra fabricada por Chōjirō, fundador de la casa Raku. Bautizada con el nombre de Ōguro. Bien Cultural de Importancia. Era Momoyama (siglo XVI). Colección privada. De su serena apariencia surge una personalidad imponente que ha llevado a considerarla la mejor pieza facturada por el maestro.
El actual titular de la casa Raku, Kichizaemon, ha hecho posible lo nunca visto: exponer en el extranjero, donde poco se sabe sobre la ceremonia del té y su mundo, estas vasijas extremadamente conceptuales, incluyendo en la muestra, además, piezas de cada una de las generaciones que componen la tradición familiar transmitida a un único heredero, desde la primera a la decimosexta (la correspondiente al próximo titular). En 1997 la muestra viajó a Italia, Francia y Holanda. En 2015 Kichizaemon llevó cera de 170 piezas al Museo del Condado de Los Ángeles (Estados Unidos) y a dos grandes museos rusos: el Hermitage de San Petersburgo y el Pushkin de Moscú, logrando atraer a un total aproximado de 190.000 visitantes. Las vasijas del té de la casa Raku, con todo su wabi y su sabi, han despertado entusiasmo tanto en Occidente como en Rusia. Y esto ha sido un gran estímulo para Kichizaemon.
Vasija del té de la línea negra fabricada por Chōjirō, fundador de la casa Raku. Bautizada Kaburo. Era Momoyama (siglo XVI). Colección de Omotesenke Fushin´an. Una de las piezas favoritas del gran maestro del té Sen no Rikyū, que siempre la tenía a mano. En la casa Omotesenke solo se utiliza el día del aniversario de la muerte de Sen no Rikyū.
Una violencia que acecha en la serenidad
“En la Casa de la Cultura Japonesa de París vi que muchos franceses se quedaban absortos durante mucho tiempo ante las obras de Chōjirō de la línea negra. Le pregunté a una mujer, ya de cierta edad a juzgar por su cabello canoso, por su impresión acerca de las vasijas de la primera generación de la casa Raku. Me respondió que le inspiraban una gran serenidad. Después de explicarle que durante mis años de estudiante en Italia había visitado algunas iglesias románicas en busca de serenidad y que sabía que en Occidente no faltaban las obras artísticas envueltas en esa atmósfera, le pregunté qué diferencia sentía ella entre la serenidad de dichas obras y la de las creaciones de Chōjirō. Me respondió que la diferencia estribaba en la “calidad de esa serenidad” y esto me impactó.
Aquella señora sentía claramente una diferencia entre ambas serenidades, pero reconocía que, para poder explicar con palabras tal diferencia, necesitaría conocer mejor la cultura japonesa. En ese momento, Kichizaemon presintió que los occidentales de nuestra época estaban próximos ya a comprender la esencia del wabi japonés. Era algo diferente a lo que ocurrió en la segunda mitad del siglo XIX, cuando artistas como el pintor holandés Vincent van Gogh (1853-1890), “sorprendidos por el diseño y las originales deformaciones en dos dimensiones de los grabados japoneses ukiyo-e trataron de incorporar ese estilo expresivo a su propio arte”. Lo que sintió Kichizaemon fue una actitud de “indagar, más allá de la decoración o el diseño, en el pensamiento que alienta en las profundidades de estas vasijas del té de la línea negra hechas por Chōjirō”.
Si las vasijas de la casa Raku descuellan como únicas e irrepetibles en el mundo de la ceremonia del té es porque encarnan perfectamente la idea de wabicha(*1), de Sen no Rikyū. Curiosamente, si indagamos en sus raíces, veremos que parten de la transmisión a Japón por el padre de Chōjirō, oriundo de China, de la técnica de la cerámica susancai, caracterizada por estar cubiertas de multicolores motivos. Que Chōjirō convirtiera aquellas piezas de gran riqueza cromática en vasijas negruzcas de un solo tono responde, entiende Kichizaemon, al deseo vehemente de “decir no al pensamiento convencional, a los valores manidos”. “Por eso”, continúa Kichizaemon, “la serenidad de las obras de Chōjirō tiene una profundidad esencial. Lo que es profundo puede ser sereno pero al mismo tiempo será fuerte, y penetrando en esa serenidad, resulta violento al otro”.
La creación del universo
“Las vasijas del té de la casa Raku” argumenta Kichizaemon, “tienen, además de la línea o familia negra de vasos conceptuales y simbólicos, otra llamada línea roja, no porque sean de color rojo, sino porque la tierra tiene un matiz ocre que le da una sensación y un tono muy especial”. Conforme el hierro contenido en la arcilla va oxidándose en el horno la vasija va tomando ese color característico de esta segunda línea. La sencilla expresividad de esa tierra conecta igualmente bien con el espíritu wabi, y así es como se han ido consolidando las dos líneas de la cerámica Raku, según explica el artesano.
Vasija del té de la línea roja fabricada por Chōjirō, fundador de la casa Raku. Bautizada Muichibutsu. Bien Cultural de Importancia. Era Momoyama (siglo XVI). Colección del Museo Egawa. Por la serenidad que exhala, se considera, junto a la vasija Ōguro, la mejor expresión del espíritu wabicha de Sen no Rikyū. Un pieza magistral dotada de una profunda personalidad.
La ceremonia del té escenifica el encuentro entre dos seres humanos, tanto más valioso cuanto que no volverá a repetirse. Ese es también el valor de las vasijas de la casa Raku, que siguiendo a ultranza el principio de originalidad en cada pieza, no fabrica ni una sola igual a otra.
El horno dedicado exclusivamente a la cocción de las vasijas de la línea negra tiene en su interior una cámara que, a modo de vaina, protege las vasijas que, una en cada hornada, se introducen en ella. En este tipo de horno no es posible controlar la temperatura ni el tiempo de cocción, como en los hornos eléctricos o de gas, de modo que las piezas resultantes son siempre diferentes aunque se les aplique el mismo esmalte y se las tenga el mismo tiempo en el horno.
“Desde un costado del horno nos servimos de un fuelle manual para enviar aire al horno, hasta que la pieza está cocida. El calor procede de la combustión de carbón vegetal binchōtan. Las partículas incandescentes que vuelan con el aire inyectado por el fuelle forman dentro del horno una cadena que podríamos comparar a un dragón que recorriera el cielo. Parece que estuvieras contemplando el interior de un volcán. Y cuando ves cómo de ahí nacen una vasija de té es como si estuvieras asistiendo a la creación del universo.
En una dimensión más allá del yo
El horno se enciende a la medianoche y continúa encendido hasta las 6.00 de la tarde, 18 horas durante las cuales no hay que darle tregua al fuelle. Cocidas de este modo una por una, en un fuego natural, las vasijas de la casa Raku, quedan, en última instancia, en manos de la eventualidad. Por eso, como dice Kichizaemon, aunque la forma o el esmalte que se elijan puedan ser una expresión de uno mismo, el resultado final hay que confiarlo a la naturaleza, todo se desarrolla en una dimensión de un “ruego que trasciende el yo”.
“Esta visión de la naturaleza que tenemos los japoneses late con fuerza en las vasijas de la casa Raku”.
En franco contraste con las porcelanas chinas celadón (verde claro) o blanca, en las que no se permite ninguna irregularidad en la forma ni en el color, “son muy importantes las delicadas fluctuaciones que se producen al hacer la pieza por el método tradicional del tezukune”, dice Kichizaemon. “Basta con una exclamación como ‘¡magnífico!’ o ‘¡sensacional!’ para dar idea de algo que en sí es perfecto, pero ahí no hay cabida para ninguna idea o pensamiento. En cambio, cuando nos entregamos a algo que fluctúa por no ser perfecto, entonces sentimos con fuerza toda nuestra implicación con la naturaleza”, interpreta el artista.
Acercándose al arte occidental contemporáneo
Kichizaemon siente que se ha llegado a un momento en que ya es posible establecer un diálogo con los occidentales sobre el arcano mundo de la cerámica negra de Raku. Por ejemplo, en las obras monocromáticas, en intenso azul, del pintor francés Yves Klein (1928-1962) “se elimina cualquier cosa que pueda resultar lírica y se cubre el lienzo con un único color”, y entre los cuadros de expresionismo abstracto del judío ruso Mark Rothko (1903-1970) los hay “de un color cercano al negro, complejo, que no puede expresarse con palabras”.
“Entre este arte contemporáneo y las obras que dejó Chōjirō hace 400 años”, reflexiona Kichizaemon, “hay diferencias de época y de entorno, así que no pueden juzgarse de la misma manera, pero mi impresión es que hemos llegado a una época en que es posible establecer una comunicación entre la civilización occidental y la cultura japonesa, y hacer conversar a estas obras por encima del espacio y el tiempo ‘¡ajá, o sea que también tú cubres tu lienzo de negro!’, ‘¡pues tus vasijas son bien negras, también¡’, ‘oye, ¿y a qué se deberá eso?’, etc, etc”.
Vasija del té de la línea negra (técnica yakinuki) fabricada por Kichizaemon, heredero de la casa Raku de decimoquinta generación. Facturada en 2012, pertenece a la colección del Museo Nacional de Arte Moderno de Tokio. Si bien su autor continúa con la tradición familiar, es objeto de una gran atención internacional como ceramista moderno.
En 2009, Kichizaemon expuso sus obras de la línea negra en la exposición In-Finitum, que se celebró como parte de la Bienal de Venecia. Recuerda que, cuando entró en la sala sumida en la penumbra en la que se exponía su obra junto a un único cuadro de Rothko, tuvo la sensación de que “la expresión abstracta de Rothko y el negro de las vasijas del linaje de Chōjirō protagonizaban un acercamiento peligroso en un ámbito común en el que ambas entraban en comunicación”.
Reportaje y texto: Kawakatsu Miki
Fotografías: Kawamoto Seiya
Fotografía del titular:
Raku Kichizaemon y su vasija: el artista contempla su obra.
El universo en un cuenco de té: La herencia artística de la familia Raku
Lugar: Museo Nacional de Arte Moderno de Tokio
Periodo: 14 de marzo - 21 de mayo de 2017
Entrada: 1.400 ¥ (general), 1.000 ¥ (universitarios), 500 ¥ (estudiantes de bachillerato), gratuita para edades inferiores.
La familia Raku, cuyas creaciones han obtenido muy buena crítica en las exposiciones que ha celebrado en los museos rusos del Hermitage y Estatal de Pushkin y en norteamericano de Los Ángeles County Museum, para esta muestra en Tokio suma a su colección otras grandes obras, entre ellas varias de Chōjirō, fundador de la casa Raku, catalogadas como Bienes Culturales de Importancia. La exposición abre por fin sus puertas en Tokio procedente de Kioto.
“La presente exposición reúne obras de Chōjirō junto a las de otros maestros”, explica Kichizaemon, “como Hon´ami Kōetsu (1558-1687). Las de Chōjirō son particularmente selectas, bastará con decir que son las vasijas que estuvieron en posesión de Sen no Rikyū y en las que este sirvió el té”. El artista asegura que esta es la primera vez en su vida y será la última en que pueda reunir y presentar una colección así, ya que las vasijas utilizadas en la ceremonia del té tienen un significado muy especial para sus poseedores y no resulta fácil solicitarlas para su exposición pública. “Una vez fui a la residencia de una persona a recoger una pieza que amablemente me había prestado para una exposición y cuando el camión de la empresa transportista que se la llevaba arrancaba, vi cómo esta persona se despedía de ella con unas palmadas de estilo sintoísta y una respetuosa reverencia. En momentos así uno siente la responsabilidad de recibir en préstamo piezas tan importantes para sus dueños”.
Para más información clicar aquí.
Artículo relacionado:Raku Kichizaemon, un creador reconciliado con su tradición(*1) ^ Nota de Redacción: Wabi es la búsqueda de un goce espiritual en un marco estético de precariedad y carencia. Sabi es la belleza consistente en que, dentro de una elegancia sencilla y sin pretensiones, se manifiesten por sí solos la hondura y la riqueza. Wabicha es, dentro de las escuelas o tendencias de la ceremonia del té, la que estima por encima de todo lo austero y simple o, dicho de otro modo, el espíritu del wabi. Alcanzó su máxima expresión en Sen no Rikyū.