Los robots japoneses se hacen más humanos
Muñecas mecánicas “karakuri”
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Las muñecas mecánicas, una gran moda del periodo Edo
Las muñecas mecánicas (karakuri, en japonés) fueron un tipo de muñeca de cuerda, de moda durante el periodo Edo. De entre ellas es representativa la chahakobi (“portadora de té”): al colocar una taza de té en el platillo, que sostiene con ambas manos, empieza a mover la cabeza y caminar arrastrando los pies ante su invitado. Cuando éste recoge la taza, la muñeca se detiene, y cuando el invitado ha terminado de tomar su té y devuelve la taza a la muñeca, ésta da media vuelta y regresa a su posición original.
Las muñecas dangaeri (“que baja escaleras”) son un modelo que baja las escaleras dando volteretas. Al moverse el mercurio que se halla dispuesto en el interior de la muñeca, el centro de gravedad de la muñeca cambia y da volteretas. Incluso existen muñecas malabaristas de cuerda, capaces de realizar juegos de manos. Cuentan con un mecanismo que hace que cada vez que la muñeca, con forma de niña y vestida con un traje de estilo chino, abre su caja, el contenido de ésta es diferente.
A este tipo de muñecas se les llama “trucos de salón”. Desde los señores feudales y aristócratas de la corte hasta los plebeyos y mercaderes se divertían con ellas en los banquetes y fiestas. No obstante, desde la Restauración Meiji empezaron a caer en desuso.
En los últimos años esos “trucos de salón” han experimentado un resurgimiento y, al verse rescatada del olvido, han comenzado a ser presentadas en revistas de ciencia y otras publicaciones y recibir una nueva atención. Han’ya Harumitsu, especialista en muñecas mecánicas, su recuperación y su construcción, nos cuenta: “La muñeca se mueve por medio de muelles y controla sus movimientos por medio de ruedas dentadas. Esa estructura comparte la tecnología de los robots actuales, en el sentido de que el robot se desplaza transformando energía, y controla sus movimientos por medio de la programación.”
El libro de ingeniería que dio a conocer a las muñecas mecánicas
Las muñecas están hechas de madera, sin usar metales, y los resortes son de barbas de ballena, que son elásticas. Las ruedas dentadas también son de madera. Sus dientes están hechos por separado y se juntan al final; cada uno de ellos sigue la dirección de los nudos de la madera, para evitar mellas. Aquí resulta indispensable la aplicación de las habilidades del artesano.
Todos esos mecanismos (muñecas y relojes japoneses, por ejemplo) fueron una derivación de los relojes que empezaron a entrar en Japón a finales del periodo Muromachi (mediados del siglo XVI), junto con los fusiles y otras armas. Dado que el Japón del periodo Edo seguía una política aislacionista, la creatividad y originalidad se acumularon en el interior del país, y el desarrollo de esta tecnología se convirtió en algo único de Japón.
En el siglo XVII el relojero Takeda Kiyofusa construyó la primera muñeca chahakobi, y tras ella se elaboraron varios tipos de muñecos mecánicos, pero la verdadera técnica era un secreto que se transmitía de maestro a discípulo. Hosokawa Hanzō, conocido como Karakuri Hanzō (Hanzō mecánico), publicó un libro llamado Karakuri zui (recopilación de artes mecánicas ilustradas) en 1796, revelando ese secreto al público. Era el primer libro de ingeniería mecánica que se publicaba en Japón.
Hosokawa era un artesano que no dejaba de idear nuevas máquinas y herramientas, y resumía sus técnicas de forma que cualquiera pudiera comprenderlas: “Si damos a conocer las técnicas para fabricar objetos, podremos hacer que surja una nueva forma de pensamiento”. Han’ya explica: “Gracias a este libro las muñecas mecánicas cobraron fama; es el responsable de su restauración. En él hay extensas descripciones sobre los detalles de su funcionamiento. Tras la Restauración Meiji Japón empezó a recibir uno tras otro diversos avances tecnológicos, hasta el punto de convertirse en una potencia de la robótica; creo que todo ello se debe a la existencia del Karakuri zui.”
A los japoneses les gustan los robots
Muñeca harukoma: un tipo de muñeca diseñada como juguete para niños. El niño tira de las riendas, y el caballo mueve la cabeza de un lado a otro; la muñeca corre en círculos, como si estuviera cabalgando, para disfrute del niño.
Las muñecas mecánicas karakuri se mueven todas de forma natural, y son muy expresivas. Son tan adorables que dan ganas de hablarles. También muestran un espíritu servicial, como en el caso de la muñeca que lleva el té. “Las muñecas mecánicas japonesas, lejos de ser un simple muñeco que se mueve por sí solo, están construidas con la sensibilidad propia del país”, dice Han’ya.
Las muñecas mecánicas japonesas son capaces de transmitir afecto y cariño; para los japoneses no se trata únicamente de objetos de adorno, o de un juguete, sino de algo vivo, algo sintiente. En ellas la cara la fabrica un artesano especializado en caras, y la ropa un artesano de ropa, y de ese modo le insuflan vida. Tanto sus creadores como sus usuarios comparten un sentimiento de cariño hacia esa muñeca.
Las muñecas originalmente fueron creadas como objeto de adoración religiosa o para crear maldiciones, y también contienen fuertes implicaciones ritualísticas, pero gracias a la fama de las muñecas mecánicas se convirtieron en la diversión del pueblo llano. Los japoneses de antaño, que se entusiasmaban con esas muñecas mecánicas capaces de expresar sentimientos y mostrarse serviciales, fueron precursores de los japoneses actuales, que se interesan por los robots con forma humana o animal. Se puede decir que hace más de doscientos años que a los japoneses les gustan los robots.
Texto: Satō Narumi
Imágenes: Kodera Kei