Kōda Riri: la reina del cine 'pink' ofrece un soplo de aire artístico en el mundo del striptease
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Existe una tendencia a asombrarse cuando un sector joven entre las mujeres se aficiona a algo que normalmente ha sido dominio indiscutible de los hombres y los ancianos, e incluso se llega a colgarles epítetos y reírse del fenómeno. No faltan ejemplos al respecto, pero uno de los más interesantes en estos últimos años es el de las mujeres denominadas sutojo, abreviatura de sutorippu joshi, o “mujeres del striptease”. Si se tratara de hombres que se desnudan no habría nada de lo que sorprenderse; lo que asombra a la sociedad es que lo que mantiene en vilo a esas mujeres es el cuerpo de otra mujer.
Hablar de striptease conlleva, quizá, imágenes de una bola de discoteca sobre un escenario circular giratorio, iluminado por focos fantasmagóricos y rodeado por hombres aferrados al borde, mientras se escucha una voz por megafonía que reza “No toquen a la bailarina, por favor”... ese antiguo olor a incienso de la era Shōwa se va desvaneciendo; ya no es un espacio donde el tiempo se haya detenido. Las nuevas artistas, más conscientes de su arte, han superado la vieja mentalidad y, sin abandonar su legado tradicional, salen en busca de innovaciones. Es en este nuevo espacio en el que se han adentrado en los últimos años mujeres de diversas edades, con sus miras puestas en este tipo de artistas desnudas.
Sin embargo, no puede negarse que la cultura del striptease, adorada por el gran escritor Nagai Kafū, se halle en una situación precaria. En 1975 existían 305 salas en todo el país (según un Papel blanco de la Jefatura de Policía), pero en la actualidad tan solo quedan menos de 20, cinco de ellas en Tokio. Pequeños locales de Hokkaidō, al norte, y de Okinawa, al sur, fueron cerrando uno tras otro, y en la actualidad la sala más septentrional -Live Theater Kurihashi- se encuentra en Kuki, en la prefectura de Saitama, y al oeste de Osaka ya solo quedan tres locales: uno en Chūgoku, otro en Shikoku y otro en Kyūshū.
De un local de striptease a otro, por todo el país
Una de las bailarinas que actúan sin descanso en todos los pocos locales que quedan en el país es Kōda Riri. En la industria del striptease se cuenta una semana como diez días (es decir, que un mes consta de tres semanas), y los programas de todo el país se basan en ese ciclo; Kōda lleva de gira desde noviembre. El mundo del striptease solo descansa el 31 de diciembre, y las salas abren de nuevo el 1 de enero para funcionar sin interrupción durante 364 días al año (¡365 los años bisiestos!). Además, aunque esto depende del local, lo normal es realizar cuatro actuaciones al día; la primera puede comenzar a las once de la mañana, y la última termina casi a la medianoche.
“Últimamente estoy muy ocupada. Si no me llega alguna oferta puedo estar libre durante diez días, aunque a veces puede ser más. Cuando empecé a bailar me di cuenta de que no había ningún lugar en todo el país al que no pudiera ir aunque no tuviera vacaciones. Trabajo en una industria en la que no puedo pedir un día para traslado. No es raro que tenga que salir en avión temprano por la mañana, el día siguiente a la última actuación de un local”.
“Es muy duro, aunque en cada actuación hay cinco o seis chicas que bailan, por lo que si mi turno es de media hora el resto de las dos horas es tiempo más o menos libre. Pero la revista de Asakusa es diferente, y termino cansadísima (risas). Allí hay un reparto, un profesor de baile y un director de escena, y está organizado como una obra de teatro. Cuando termino la jornada estoy exhausta”.
La sala de Asakusa a la que Kōda se refiere es el Asakusa Rockza. Abrió sus puertas en agosto de 1947, apenas dos años después del fin de la Segunda Guerra Mundial, y se trata del local de striptease más antiguo del país. Su alto techo, los 129 asientos de su espacioso auditorio y su formato de revista de 90 minutos lo hacen idóneo para el público femenino y los principiantes. Por otro lado las bailarinas no tienen tiempo para descansar, ya que hay turnos a todas horas dependiendo del reparto. Y lo que es más, se actúa cinco veces al día, durante veinte días.
“En estos últimos años las aficionadas, cada vez más numerosas, comienzan viendo algún espectáculo en Asakusa, se enganchan a este arte y después empiezan a seguir a las bailarinas que les gustan por los diversos locales en los que actúan. Las otras salas, además de Asakusa, tienen también sus atractivos. Algunas son pequeñas pero tienen una iluminación bonita, y al bailar se puede hacer uso de las características de cada una”.
Desnuda con los brazos en jarras
Cada bailarina es diferente, pero en el caso de Kōda ella misma hace de todo, salvo por las revistas de Asakusa: coreografía, puesta en escena, selección de canciones, disfraces... Su repertorio supera ya las cincuenta actuaciones.
“Al principio le pedía las coreografías a mis maestros, pero desde la tercera obra me he encargado siempre yo. Así puedo ofrecer una visión mejor de mi mundo. En mi caso, primero lo visualizo y ensamblo todo en mi cerebro; después se trata solo de improvisar sobre el escenario. No doy lecciones en estudio. Si intento memorizar los movimientos me siento atrapada. Con una actuación demasiado rígida no se puede transmitir ninguna imagen. Creo que, desde que empecé a preparar yo la coreografía, más clientes fueron aceptándome y recibí mejores críticas. Aunque al principio mis actuaciones no fueran tan buenas, con el paso del tiempo los aficionados han ido alabándome cada vez más. Cuando uso una coreografía hecha por mi maestro se trata de un producto terminado desde el momento de su estreno. Pero a mí me gusta ir ajustando los movimientos a medida que bailo”.
Dependiendo del tipo de actuación hay también estilos alternativos consistentes simplemente en estar de pie o sentada; se puede decir que ese tipo de striptease es en ese sentido un tipo único de actuación.
“Las bailarinas, por lo general, posamos en ángulos con los que realzar la hermosura, pero a veces yo simplemente me paro con las manos en jarras. Uso mi cuerpo para expresar emociones, como la decisión o el asombro, e incluyo elementos teatrales. Como suelo probar cosas nuevas, a veces a los clientes se les queda la mirada en blanco (risas)”.
La música importante para transmitir la imagen de la actuación la selecciona sobre todo en función de lo que le gusta y le parece que quedará bien. Una característica de las actuaciones recientes de Kōda es que hay muchos temas de rap en japonés.
“No elijo la música en función de si la conocen los clientes o no. Y a pesar de ello, a los abuelos también les gusta (risas). Creo que es algo que define bastante mi estilo. Pero en lugar de hacer lo que me viene en gana me esfuerzo por mostrar la desnudez correctamente. Por lo demás, varío a diario qué actuación hago en cada programa, porque me parece una lástima que los clientes acudan después del trabajo para ver todos los días lo mismo. Aunque no es que todos vengan todos los días, claro (risas)”.
En una sala de striptease se puede entrar en cualquier momento, y una vez se entra se pueden ver todas las actuaciones hasta el final. Kōda prepara tres actuaciones para cada día, y cuando se mueve a otra sala también cambia sus actuaciones para adecuarse a las características del lugar: iluminación, presencia o ausencia de cortinas, tamaño del escenario, longitud de la pasarela... Aunque en parte lo hace para buscar una forma más artística de expresarse, también debe tener en cuenta a los aficionados, por su espíritu de servicio y su profesionalidad.
“Creo mis programas con la intención de que los clientes, que han venido ex profeso para verme, sientan al menos algo de valor en la actuación. Al expresarme a mí misma quiero al mismo tiempo contestar a sus expectativas, y puedo ver también su respuesta desde el escenario. Pero lo cierto es que cada vez dudo, y me pregunto si está bien lo que estoy haciendo. Solo han pasado cinco años desde que comencé a trabajar como stripper. Aunque en realidad mi carrera artística es más larga”.
De pornografía a cine pink
Kōda pisó un escenario de striptease por primera vez en 2015, en la sala New Art de Shinjuku, pero lleva veinte años en el mundo del espectáculo. Siendo aún oficinista en una empresa, comenzó a actuar en cintas pornográficas para sacar “algo de dinero extra”.
“En aquella época las oficinistas que nos graduábamos con una carrera corta en la universidad sufríamos todo tipo de deducciones, y el dinero que me quedaba a fin de mes no era mucho. Yo solo tenía intención de trabajar a tiempo parcial; por eso no estaba nerviosa, ni me sentí mal. Me di cuenta de que podía ganar mucho más dinero moviendo el cuerpo, pero para que no se descubriera en qué trabajaba pedí que no me pusieran en anuncios ni revistas”.
Sin embargo unos cinco años más tarde esto se supo en su empresa, y recibió una llamada del departamento de recursos humanos. Pensó que iban a despedirla directamente, pero en lugar de eso le pidieron que dejara de actuar en ese tipo de películas.
“Parece que algunos empleados de la empresa habían visto mis obras (risas), y los rumores empezaron a circular. Yo hacía bien mi trabajo y me dijeron que no querían que abandonara la empresa, pero decidí dejarlo. Mi percepción sobre esas películas estaba cambiando. Me preguntaba por qué los adultos perseguían con esa seriedad el erotismo; me convencí de que se trataba de un mundo interesante”.
Eso fue en 2005. A partir de ese momento se convirtió en actriz a tiempo completo, adoptó el nombre artístico de Kōda Riri, y comenzaron a llegarle ofertas para actuar en cine pink. Se dice que durante el auge del género se llegaron a rodar más de 200 películas al año, pero desde entonces ha visto un continuo descenso en el número de producciones, que actualmente rondan las 40. Kōda ha participado en más de 120 títulos a lo largo de más de diez años, lo cual le ha valido el sobrenombre de “reina del pink”.
“Si solo hubiera hecho protagonistas nunca habría alcanzado ese número, claro. Solo pensaba en ver mi nombre en los créditos de las películas, sin importarme el personaje. Tampoco es que haya estudiado para ser actriz, así que todo consistía en explotar ante la cámara. De todas formas quería hacer teatro y me gusta el medio visual, así que trabajar haciendo esas obras fue algo muy divertido”.
Pese a que el cine pink ha pasado a rodarse en digital, 99 de las obras en las que participó Kōda se rodaron en celuloide; puede ser considerada como parte de la última generación de actrices que experimentó la forma de rodar de los viejos tiempos.
“También hacíamos un tipo de doblaje exclusivo del cine pink. La experiencia de actuar en el set y después grabar la voz es algo muy valioso para mí. Cuando estás diciendo tus diálogos puedes compensar por ciertos errores que había en la escena. Incluso si se te escapa alguna frase ante la cámara o te equivocas puedes mover la boca como si hablaras, y después lo arreglas en el doblaje (risas). No se puede repetir la escena demasiadas veces, así que cultivé en mí la sensación de que estábamos rodando una única toma de cada plano. Creo que fue una gran experiencia”.
20 años de los que estar orgullosa
Recientemente Kōda ha estado ocupada en su trabajo como stripper, y aunque le lleguen ofertas para hacer una película a veces no puede aceptarlas porque los horarios no le coinciden. Es uno de los problemas de ser una bailarina que, una vez decidida una actuación, no puede tomarse un descanso en diez días.
“Tampoco es que le dé prioridad al striptease. Soy ante todo una actriz; no recuerdo ningún momento en el que me haya convertido en stripper. No tengo ninguna intención de reiniciar mi carrera: aunque ya llevo cinco años bailando, he sido actriz durante veintiuno. Pero si no me gustara lo que hago no lo haría. En el striptease, si quiero crear una obra solo necesito preparar la música y el disfraz, y lo demás lo hago con mi propio cuerpo. Me parece lo más interesante de este trabajo. Para poder hacer una película necesitas a muchas personas: director, guionista, productor...”
Dado que no forma parte de una agencia de promoción, toda la administración corre de su parte. Todos los riesgos los asume sola, pero eso también le da prioridad a la libertad de elegir los trabajos que quiera.
“Es algo que se adapta bien a mi carácter, está claro. Nadie me pide trabajos que yo no quiera hacer, y si no tengo problema con el horario no me perderé un trabajo que quiera hacer solo porque a la agencia no le iría bien. Se trata de un tipo de vida en la que dejas que tu cuerpo fluya con el momento. A veces te parece que el momento pide algo diferente. Puedes seguirlo, o puedes dejarlo correr. Pero si llega algo inesperado quizá sea más interesante no dejarlo escapar. Así que ahora tengo mucho trabajo de bailarina y apenas puedo descansar, pero me pregunto qué pasará cuando me tome un descanso; quizá algún día me deje llevar en otra dirección totalmente nueva”.
El ideal de cualquier persona probablemente es que nadie le dé órdenes, y poder hacer solo lo que le venga en gana. Sin embargo no es nada fácil lograrlo. La filosofía vital que Kōda adquirió inconscientemente durante su época como oficinista quizá pueda resumirse en aceptar la realidad como viene, hacer lo que uno debe hacer y, de manera coherente, asegurarse una parcela de libertad en la vida.
“Hacerme famosa, aparecer en el mundo del cine erótico y finalmente salir en televisión... para mí no se trataba de eso para nada. Precisamente por no tener ese tipo de sueños he podido continuar trabajando tanto. Sea cual sea el campo en el que trabajemos, creo que es fundamental plantearse de manera realista qué se requiere de nosotros, para poder continuar trabajando durante mucho tiempo”.
Por explicarlo en palabras sencillas y sin vergüenza, lo más apropiado sería llamar a ese estilo de vida “desnudez integral”. Para terminar la entrevista, le pregunté a Kōda Riri qué significaba para ella la desnudez en sí.
“Considero que no importa si llevas ropa o no. En una película, por ejemplo, si una actriz famosa hace un desnudo llama la atención porque se considera que actúa con todo su cuerpo. ¿Pero no es esto algo natural, cuando una actúa? No se trata de si hay que llevar ropa o no, sino de si existe la necesidad de quitársela, si existe algo que se debe expresar al exponerse. El striptease tampoco consiste simplemente en bailar sonriendo y quitarse la ropa. Precisamente al quitarse la ropa es cuando, creo, una puede moverse de cualquier manera y expresar todo tipo de emociones. El striptease es cualquier cosa, en todo caso. Existe un grado de libertad que no se da en otros géneros de baile. Al bailar desnuda eres capaz de llegar directamente al corazón de tu público”.
“Por supuesto, muchas strippers se centran en mostrar su belleza al desnudo. Pero en mi caso no se trata de una forma de mostrarme hermosa. Yo creo que aunque mi figura no sea buena, si todo lo que puedo mostrar es mi cuerpo, es suficiente, ¿no? Gracias a él puedo plantarme ante el público con las manos en jarras y transmitir con fuerza algo desde mi interior. Me basta con que los aficionados me digan que al verme en el escenario les mejora el humor y reciben mucha energía. Aunque lo que más me gusta es que al sentir esa energía se exciten también (risas)”.
Imágenes: Hanai Tomoko
Texto: Matsumoto Takuya
(Artículo traducido al español del original en japonés. Imagen del encabezado: Kōda Riri, en la sala Hiroshima Daiichi Gekijō; 8 de febrero de 2019, Naka-ku, Hiroshima © Hanai Tomoko)