Watanabe Ken y Godzilla
Cultura Cine- English
- 日本語
- 简体字
- 繁體字
- Français
- Español
- العربية
- Русский
Godzilla se estrenó en Estados Unidos en mayo de 2014 y desde entonces ha cosechado un gran éxito en 62 países de todo el mundo. La cinta del director Gareth Edwards llegó el 25 de julio a las salas de Japón. En esta ocasión, el actor Watanabe Ken se mete en la piel de un científico, el Dr. Serizawa Ishirō, un papel con el que también se rinde tributo al rol del Dr. Serizawa que aparecía en el filme Godzilla de 1954, dirigido por Honda Ishirō; en aquel entonces, Hirata Akihiko fue el encargado de interpretarlo.
Godzilla, una revelación divina
Aunque Watanabe Ken nació en 1959 y podría decirse que pertenece a la “generación Godzilla”, el actor no se había parado a pensar en lo que significaba este monstruo antes de conseguir el papel en la película de Gareth Edwards.
“Tuve la oportunidad de reflexionar acerca de Godzilla al interpretar a un científico. Godzilla no habla, así que uno no sabe lo que piensa. Arrasa con todo a su paso y produce montañas de escombros; no se rige por la lógica. La primera vez que aparece completamente en pantalla, ruge. Su rugido no dice nada, pero desencadena una vibración. Este sonido no se parece al de un perro que ladra de manera intimidante, sino que transmite angustia mediante un ruido similar a un grito. Se trata de algo fuera de control para el ser humano, como los desastres naturales, o semejante a una revelación divina, como si nos estuvieran regañando”, afirma Watanabe.
“La sociedad es compleja: existen problemas entre países y las relaciones personales se complican, por lo que es difícil encontrar respuestas. En este contexto, la vibración que produce Godzilla nos ayuda a hacernos preguntas [acerca de nuestra propia existencia] y a responderlas nosotros mismos. Al tratarse de un sonido, este traspasa fronteras fácilmente”, continúa Watanabe.
Durante la entrevista, nos atrevimos a pedirle que definiera los encantos y la esencia de Godzilla en pocas palabras.
“‘Miedo’, ‘temor’. Me recuerda a Fudō Myō-ō [deidad budista del fuego]. Es posible que esta percepción sea propia de las religiones de Asia, pero considero que representa la idea de que tras la destrucción y el horror, hay paz y tranquilidad ”, explica Watanabe.
El “sentido del equilibrio” de una joven promesa británica
Cuando Watanabe Ken conoció a Gareth Edwards, le emocionó que el joven director británico –nació en 1975– respetara la metáfora del filme que Honda Ishirō había dirigido en 1954, y que tuviera un profundo conocimiento de los sesenta años de historia de Godzilla.
“[En 1954] Los cineastas japoneses crearon Godzilla como mecanismo de advertencia en plena Guerra Fría, época en la que proliferaban rápidamente las bombas atómicas y de hidrógeno y la herida de Hiroshima y Nagasaki permanecía incurable tras la Segunda Guerra Mundial. Además, con el accidente nuclear de hace tres años experimentamos la violenta realidad que representa el peligro de la radioactividad. Han pasado 60 años, pero el temor sigue siendo el mismo. Las preguntas que planteaba el Godzilla original con la vibración del sonido que emitía son incisivas incluso en la actualidad. Esto nos hace reflexionar sobre si debemos continuar como hasta ahora”, señala Watanabe.
“Durante nuestro primer encuentro, me di cuenta del profundo entendimiento que Gareth Edwards tenía acerca del Japón posterior a las bombas atómicas de Hiroshima y Nagasaki y al desastre del 11 de marzo de 2011, así como del porqué del nacimiento de Godzilla. Tuve la impresión de que la postura del director británico se situaba un poco por delante del Dr. Serizawa. Por ejemplo, el director es consciente de que Godzilla no es un rival al que se puede derrotar con armas nucleares. Desde un punto de vista biológico, ni Godzilla ni los MUTO (organismos terrestres masivos no identificados) han hecho nada malo, pero suponen una gran amenaza para la raza humana y es posible que no haya diferencia alguna si los comparamos con los desastres naturales. Creo que esta manera de pensar del director se ve reflejada en el buen equilibrio de la película”, señala Watanabe.
El dilema de la energía nuclear
En el Godzilla de 1954, el Dr. Serizawa se opone a que el destructor de oxígeno que él mismo había inventado se emplee como arma, pero al final es el propio doctor quien lo utiliza para acabar con el monstruo, y muere junto a él en la bahía de Tokio. En la nueva versión, el personaje que interpreta Watanabe Ken también se enfrenta a dilemas propios de un científico.
“Las circunstancias que rodean al Dr. Serizawa son complejas: su padre fue víctima de la bomba atómica, razón por la cual quiere saber si se puede utilizar de manera eficaz la energía nuclear y la radioactividad en la vida diaria. Además, tras descubrir los MUTO, el científico investiga acerca de si es posible deshacerse de la radiación empleando estos organismos. Sin embargo, acaba creando un monstruo gigante que hace peligrar la existencia de la raza humana”, señala Watanabe.
“En realidad, los científicos siempre se enfrentan a ese tipo de riesgos a la hora de realizar sus investigaciones. Ocurre a veces, por ejemplo, que algo que empezó siendo un proyecto para ayudar a la humanidad, como descubrir un medicamento que permite eliminar las células cancerosas o desarrollar un fármaco contra el VIH, se convierte en el hallazgo de un virus o una sustancia capaz de exterminar a la especie humana. Viven entre la espada y la pared, y eso hace que se planteen dilemas. La radiactividad es una cuestión semejante. Los que construyen centrales nucleares no lo hacen para acabar con la Tierra, pero el resultado puede ser destructivo en el peor de los casos”, opina Watanabe.
“Cuando empecé a trabajar en el papel del Dr. Serizawa, pensé que seguramente él también se plantearía tales dilemas. Al final, se posterga ante la naturaleza, cuyo control escapa a nuestras fuerzas, y lo deja todo en manos del destino. En cierto sentido, podría decirse que termina abandonando la energía atómica. Uno no puede evitar percatarse de que este personaje y toda la película en sí engloban este importante punto de bifurcación en el que nuestra sociedad se encuentra en la actualidad”, señala Watanabe.
Un Godzilla que despierta sentimientos similares a los del kabuki
Watanabe Ken ha visitado en numerosas ocasiones las zonas afectadas por el Gran Terremoto del Este de Japón de 2011 y continúa participando en diversas labores de asistencia a estos lugares, una experiencia que también ha influido en su interpretación del Dr. Serizawa.
“Un mes después de la tragedia estuve en lugares en los que realmente no quedaba rastro alguno de su existencia. Durante la última escena [de Godzilla], en la que todo son montañas de escombros, viajé mentalmente en el tiempo hasta las escenas que había presenciado hacía tres años. Sin embargo, lo que sentí en esa secuencia no fue desesperación: es posible que la humanidad vuelva a ponerse en pie y tenga la energía suficiente para reconstruir todo. Pude sentir esa pequeña esperanza al tiempo que realizaba la interpretación de mi personaje”, confiesa Watanabe.
“Entre los espectadores japoneses imagino que habrá personas a las que les resulte duro ver las escenas de destrucción; no obstante, me gustaría que al llegar a la última secuencia la audiencia sienta, por poco que sea, el sentimiento de esperanza por el renacer de la humanidad y se dé cuenta de los problemas sobre los que debemos reflexionar de nuevo”, declara Watanabe.
Godzilla es, al fin y al cabo, una forma de entretenimiento, no una obra en la que se imponen temas profundos de manera dogmática. Al parecer, Gareth Edwards compartió con Watanabe Ken las siguientes palabras: “Los espectadores entran a la sala del cine con unas palomitas de maíz y una coca-cola en la mano. Sin embargo, en algún momento de la película dejan de comer sus palomitas; algo les toca el corazón. Quiero hacer un filme que despierte este sentimiento”.
“A mí también me dio esa impresión. Vi Godzilla cuando era niño, pero no capté el mensaje que querían transmitir sus creadores en aquella época; simplemente salí del cine entusiasmado. Ahora que lo pienso, unos diez años después me acordé de lo que transmitía la película. Independientemente de que el rugido de este Godzilla sea angustioso también, imagino que los espectadores reaccionarán con entusiasmo la primera vez que lo oigan. Esto se asemejaría en cierto modo al teatro kabuki: el público se impacienta mucho y grita ‘¡Te estábamos esperando, Narikomaya(*1)!’, cuando el actor se queda parado con la misma pose [mirando a la audiencia con cara extraña al llegar al punto culminante de su interpretación]. Se trata también de una vibración que aviva ciertos sentimientos. Tengo la impresión de que esa capacidad de entretener se ha pulido mucho, y creo que con Godzilla se puede presenciar un buen espectáculo, incluso en las escenas de acción”, afirma Watanabe.
La vergüenza del cine japonés
El Godzilla más avanzado del mundo es un elemento cultural que se originó en Japón. Sin embargo, aparte de los dibujos animados (anime), el cine japonés tiene muy poca fuerza a la hora de promocionarse en otros países. Le preguntamos a Watanabe Ken acerca de este tema.
“Como parte implicada [en el cine japonés] he de decir que me siento avergonzado. Por ejemplo, si comparamos las películas de Japón con títulos como El último samurái y Cartas desde Iwo Jima, nos damos cuenta de que el cine nipón no lidia directamente con los grandes obstáculos a los que deberíamos enfrentarnos; existe en él la constante de describir un mundo exento de complicaciones cercano a la realidad cotidiana”, opina Watanabe.
“En el cine japonés me gustaría hacer películas como Shizumanu taiyō y Ashita no kioku, que abordan temas universales y describen conflictos del ser humano. Sin perdón también trata una cuestión muy profunda, la de dónde residen el bien y el mal. Sin embargo, el cine japonés no suele ir en esa dirección. Por ejemplo, en el caso de Godzilla, da vergüenza pensar que en el extranjero nos han superado a pesar de que se suponía que nosotros teníamos en nuestras manos los elementos a los que tenemos que hacer frente ahora; considero que deberíamos hacer algo al respecto”, afirma Watanabe.
Los jóvenes deben sentir vergüenza y ampliar horizontes
Watanabe Ken, una estrella de Hollywood de origen japonés, interpreta sus papeles en inglés con maestría. Son pocos los actores de Japón que consiguen emplear este idioma con éxito en el cine internacional. Al preguntarle su opinión a este respecto, se deshace en palabras de aliento para las generaciones jóvenes de su país.
“Me da vergüenza [actuar en inglés]. Es el día de hoy que todavía actúo [en inglés] con inseguridad; no sé hasta qué punto soy capaz de manejarlo como idioma. Siento vergüenza en muchas ocasiones, pero es algo a lo que hay que enfrentarse con la sensación de que se trata de un desafío. No obstante, el trabajo de los actores es por naturaleza una profesión de mucha vergüenza. Repetimos una y otra vez sin perturbarnos escenas de cariño, amor, vida, muerte… Sea o no un oficio donde originalmente la vergüenza está presente, considero que existe la tendencia a perder la noción de que es bueno sentir mucha vergüenza”, cuenta Watanabe.
“Este no es un problema que atañe solamente a los actores, sino que ocurre lo mismo, por ejemplo, con los jóvenes que no van a estudiar al extranjero. Mientras se es joven, no importa que se tengan experiencias que causen vergüenza. Lo de menos es si el inglés de uno es malísimo o no; a decir verdad, si uno sale de Japón y experimenta, siempre conseguirá algo tras enfrentarse a obstáculos. Me da la impresión de que a la gente le molesta sentir vergüenza y hacer cosas que sean un poco más difíciles de lo normal”, opina Watanabe.
“Se está perdiendo el interés por lo desconocido y por ampliar horizontes. Este problema está relacionado con todo, incluido el cine japonés”, concluye Watanabe.
(Traducción al español del original en japonés, escrito a partir de la entrevista realizada el 26 de junio de 2014 por Harano Jōji, director representante de Nippon Communications Foundation. Imágenes de Yamada Shinji)
[output_slideshow image_id=e00066]
(*1) ^ Afamado nombre de una familia con varias generaciones de actores de teatro kabuki.