Kirino Natsuo: la literatura que retrata a mujeres con un futuro incierto
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Mujeres casadas que trabajan de noche en una fábrica de bentō (comida preparada) y se ven involucradas en un crimen (OUT, 1997), una oficinista de una gran empresa que halla en la prostitución una razón para vivir (Gurotesuku; Grotesco, 2003), una soldado del extinto Ejército Rojo Unido marcada por su pasado (Yoru no tani wo yuku; Recorriendo el valle de la noche, 2017)… Kirino Natsuo lleva más de un cuarto de siglo creando incansablemente obras que giran en torno a un variopinto universo de personajes femeninos. Son heroínas que lidian con situaciones extremas y reflejan los problemas estructurales y las sombras que aquejan a la sociedad nipona actual.
En Rojō no X (La X de la calle, 2018), Kirino retrata a las colegialas que no tienen a dónde ir y terminan explotadas por los hombres de su alrededor y por la industria del llamado JK business. Se prevé que la serie que narra la continuación de esta historia se estrene en la revista semanal Shūkan Asahi en primavera de 2020.
Las jóvenes que deambulan por Shibuya
Mayu, la protagonista de Rojō no X (La X de la calle), tiene 16 años y cursa primero de bachillerato. Abandonada por unos padres fugitivos, la joven no se integra en la familia del tío que la acoge, por lo que se queda sin lugar en el mundo y empieza a vagar por las calles de Shibuya. Cuando Mayu sufre una violación en el trabajo y huye, una chica de 17 años llamada Liona le tiende una mano. Liona se prostituye para mantenerse y vive sin pagar alquiler en el piso de un antiguo cliente que estudia en la Universidad de Tokio. Mayu, Liona y Mito —una amiga de Liona embarazada de su novio— empezarán allí una convivencia errática.
Liona se ve obligada a ofrecer las “opciones ocultas” (servicios sexuales) del JK business para sobrevivir, pero no quiere que Mayu haga lo mismo. Mayu, que ignora la realidad, vacila. El lector avanza por la historia con el suspense de no saber dónde irá a parar la precaria convivencia de las tres jóvenes, si terminarán cometiendo un crimen o viéndose involucradas en él de algún modo.
Kirino habla así de lo que la motivó a escribir la historia: “Los problemas de pobreza de las jóvenes actuales revelan su situación desesperada. Cuando dicen que las generaciones jóvenes albergan un fuerte deseo de convertirse en amas de casa, me da la sensación de que es porque tienen el futuro cerrado. Empecé a escribir esta historia porque quería indagar en qué piensan esas jóvenes a través de la novela. Al principio concebí un relato en que las mujeres se unían en solidaridad para luchar contra la opresión, sin una orientación negativa. Sin embargo, al conocer la realidad comprendí que estaba tratando un problema estructural de la sociedad y que mi historia no podía desarrollarse de aquella forma”.
Cuando buscaba cómo empezar a escribir la historia de Rojō no X (La X de la calle), Kirino leyó Nanmin kōkōsei (Colegialas refugiadas) de Nitō Yumeno, presidenta de Colabo, una entidad que ayuda a chicas con dificultades. El libro narra la historia personal de la adolescencia de Nitō, cuando dejó el bachillerato y se convirtió en una gal (tribu urbana de chicas adolescentes) de Shibuya, cuenta cómo se dio a merodear por las calles para huir del mal ambiente entre sus padres y describe la situación de las compañeras de su misma edad. Kirino asegura que la conversación que mantuvo posteriormente con Nitō le permitió conectar de nuevo con la dura realidad de las chicas que se quedan sin un lugar adónde ir.
Un trágico incidente ocurrido en la misma época, en 2014, llamó la atención de Kirino: el asesinato, por parte de una banda violenta, de una adolescente de 17 años procedente de Iyo (prefectura de Ehime) que había huido de casa. El cadáver de la víctima fue hallado en un armario de una vivienda municipal donde se reunían los adolescentes de la zona. “Era un lugar peligroso donde se juntaban todo tipo de chicos y chicas. ¿Por qué había ido a parar allí esa chica? Pues porque no tenía adónde ir. Esa historia me motivó a escribir sobre chicas maltratadas y abandonadas por los padres que carecen de un lugar propio”, explica Kirino.
Mientras escribía la serie, Kirino se dedicó a recorrer las calles de Akihabara, Shibuya y Shinjuku para observar a las jóvenes que se movían por esas zonas de noche. Incluso entrevistó a un antiguo gerente de un negocio de JK business y a un hombre que se dedicaba a captar chicas para explotarlas. Aquellos hombres de mediana edad comentaban, con una chispa en los ojos, que muchas chicas proceden de hogares sin padre (tienden a involucrarse en prostitución y JK business por necesidad), que las menores de 18 años “tienen una constitución física distinta” a las adultas o que tratan a las jóvenes “como si fueran pareja”. Estos hombres parten del sentimiento de superioridad que nace de creer que satisfacen las necesidades de chicas sedientas de dinero y, a pesar de que vean la discriminación que sufren, no son para nada conscientes de que las están explotando física y psicológicamente.
“En los años noventa, cuando se puso de moda la expresión enkō (abreviación de enjo kōsai, relaciones amorosas a cambio de dinero), puede que hubiera chicas adolescentes que se aprovechaban de señores mayores para sacarles dinero, o que ganaban unos ahorros extras vendiendo cara su ropa interior usada en tiendas especializadas. Pero las jóvenes de ahora son, sin lugar a dudas, víctimas de la explotación”, puntualiza Kirino.
Las mujeres se enfrentan a una vida cada vez más difícil
Kirino explica que en sus tiempos las mujeres jóvenes también experimentaban malestar y las dificultades vitales: “Ahora bien, cuando yo era joven, estábamos en la era del crecimiento económico acelerado y, aunque las madres fueran amas de casa, podíamos vivir solo con el sueldo del padre. La estructura de los hogares y las familias aún se mantenía, y, por más malestar que sintiéramos, teníamos dónde volver. La falta de lugar y la carencia que sufren las jóvenes actuales no es comparable a la de aquella época y se me antoja irreparable. Cada vez hay más madres solteras y, por tanto, muchos hogares que viven en la pobreza”.
“En la actualidad, el 70 % de los trabajadores irregulares son mujeres. Se ha ampliado la brecha entre la minoría privilegiada y la mayoría de trabajadoras con contratos precarios. Las mujeres jóvenes representan un alto porcentaje de estas trabajadoras que cobran permanentemente sueldos bajos. Como se trata de una estructura productiva fija, no hay esperanzas de mejora. Por otro lado, no sé si es por influencia de la baja tasa de natalidad, pero tengo la sensación de que se está imponiendo una nueva división laboral por géneros en que la figura de la esposa perfecta se ve representada por mujeres que siguen dejándose la piel en el trabajo después de ser madres”, añade la autora.
Las sombras de la sociedad y las sombras de la psique
Otro de los factores que impulsaron a Kirino a escribir fue el malestar por el machismo que percibió cuando buscaba empleo y en el lugar de trabajo. Se casó en la veintena, pero asegura que no se sentía a gusto siendo ama de casa. Cuando, pasados los treinta, empezó a escribir novelas románticas y novelas para adolescentes, sintió que al fin podía dar rienda suelta a su capacidad creativa. En 1993 se hizo con el Premio Edogawa Rampo por Kao ni furikakaru ame (Una lluvia que moja la cara), una novela protagonizada por la detective privada Murano Milo. Las aventuras de la detective Milo se convirtieron en una serie aclamada, pero la obra que consolidó a la escritora como novelista fue OUT, publicada en 1997. La impactante historia de unas amas de casa corrientes que trabajan a tiempo parcial y ayudan a una amiga, que mata accidentalmente a su marido, a deshacerse del cuerpo cautivó a la crítica. La traducción al inglés vio la luz en 2004 y fue nominada al premio Edgar Allan Poe, el galardón más prestigioso consagrado a la literatura de misterio en Estados Unidos.
El éxito de OUT, que retrata a un grupo de mujeres en una situación límite, motivó a Kirino a enfocar sus novelas aún más hacia los problemas sociales. Sus historias, que se despliegan alrededor de asesinatos, secuestros y desapariciones, con secretos que se van desvelando a medida que avanzan, mantienen al lector en vilo hasta el final. El modo en que refleja las sombras de la sociedad y de la psique humana separa su obra del género de misterio ligero: “Hubo un tiempo en que no me gustaba que me etiquetaran como escritora de misterio, así que decidí eliminar las búsquedas de criminales de mis novelas. Era más interesante crear personajes que sufren problemas o que lidian con situaciones en que se han visto implicados inevitablemente, sin comerlo ni beberlo. Este cambio de rumbo me llevó forzosamente a describir las desigualdades de la sociedad. Y, al tratar de personas maltratadas y excluidas de la vida corriente, la mayoría de historias terminan girando en torno a las mujeres. Los problemas que afrontan las mujeres actuales son complejos y delicados, por lo que pongo mucho cuidado en no banalizarlos”.
¿Hay luz al final del túnel?
Kirino suele inspirarse en casos reales, como el incidente del Ejército Rojo Unido o el asesinato de la oficinista Watanabe Yasuko, para luego dejar volar su imaginación y desarrollar sus tramas: “Siempre escribo con un poco de miedo, porque no sé qué efectos pueden tener mis historias de ficción (imaginadas a partir de casos reales) en la realidad o en qué pueden influir”.
Baraka, la obra que precedió directamente a Rojō no X (La X de la calle), es una serie que empezó a publicarse dos meses después del Gran Terremoto del Este de Japón, en 2011. Aunque al principio Kirino quería contar una historia sin ninguna relación con el desastre, terminó creando una novela distópica ambientada en Japón, en que todos los reactores de la central nuclear de Fukushima Dai-ichi explotaban: “Como (la situación del accidente nuclear) estaba en pleno desarrollo, me preocupaba equivocarme. Con todo, tras el desastre no fui capaz de escribir una obra de ficción como si nada hubiera ocurrido”.
Kirino confiesa que, cuando escribía la serie Rojō no X (La X de la calle), era incapaz de imaginarse el futuro de las jóvenes protagonistas y sentía que era como adentrarse en un túnel oscuro del que no veía la salida: “Al terminar no noté la satisfacción de haber completado un proyecto. Fui yo quien presionó para continuar la historia, porque me parecía que no podía terminar de aquella manera”.
¿Hallará Kirino la salida al otro lado del túnel? Como lectora, solo puedo desear que un rayo de esperanza ilumine su oscuridad.
Reportaje y redacción: Itakura Kimie
Fotografía: Hashino Yukinori (Editorial de Nippon.com)