Los pequeños montes Fuji de Tokio
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Se dice que la fe mueve montañas. En Japón se sabe que gracias a Fujikō, una asociación religiosa centrada en el culto al monte Fuji que floreció en el período Edo (1603-1868), incluso han llegado a crearlas (montañas pequeñas, al menos).
Estos grupos construyeron a nivel local réplicas en miniatura llamadas fujizuka para que sus miembros pudieran subir a ellas. Muchos de estos montículos aún salpican el paisaje metropolitano de Tokio, haciendo posible subir al “pico más alto” de Japón y aun así volver a tiempo para comer.
El culto al Fuji
Desde tiempos inmemoriales los japoneses han venerado al monte Fuji por su altura, belleza y carácter sagrado. Una larga lista de figuras históricas han subido a su cima, incluyendo el monje Kūkai, fundador del budismo Shingon y del peregrinaje henro, y el legendario príncipe regente Shōtoku, que, de acuerdo con la leyenda, lo subió a lomos de un corcel negro. Durante gran parte de su historia, sin embargo, la mayoría de los habitantes de Japón se conformaban con admirar su cumbre cónica desde la distancia y dejaban a los seguidores del Shugendō, o ascetismo de la montaña, la dura tarea de escalar este monte sagrado. Esta relación con el monte Fuji comenzó a cambiar a medida que las enseñanzas de Hasegawa Kakugyō (1541–1646), una figura cuasilegendaria conocida por ser el padre del movimiento Fujikō, empezaron a calar entre los habitantes de la capital feudal de Edo, hoy Tokio.
Fujikō consideraba que subir el monte Fuji era un importante rito religioso. Pedían dinero a la comunidad para financiar sus peregrinajes anuales, pero a medida que el número de congregaciones crecía—según algunas fuentes llegó a haber hasta 800 en el momento álgido de este movimiento—unirse a estas excursiones sagradas fue más difícil para sus seguidores. Para compensar a los miembros que no podían abandonar la capital, las asociaciones locales de mediados del período Edo comenzaron a construir montes Fuji en miniatura.
Las asociaciones tuvieron una gran influencia en formar la imagen con la que hoy se ve el monte Fuji, presentando características familiares para los montañeros actuales como las 10 estaciones a lo largo de cada ruta o el camino ohachimeguri alrededor del cráter.
Montañas de vecindario
Se cree que el primer fujizuka fue construido por una secta encabezada por Takada Tōshirō en 1780 utilizando roca volcánica y tierra traída con gran esfuerzo de la montaña. La réplica, que tardó en ser completada más de nueve años según se cuenta, alcanza hasta 10 metros de altura y recrea los mojones de piedra de cada estación, los templos, monumentos de piedra y otras características del auténtico Fuji. Conocido cariñosamente como el Fuji de Takada, tenía fama de ser un lugar popular que bullía continuamente de actividad. Todavía hoy está en pie, oculto silenciosamente entre los límites del santuario de Mizuinari cerca de la universidad de Waseda, donde fue trasladado en 1963 cuando esta institución expandió su campus.
Otros ejemplos tempranos de pequeños Fujis fueron el Meguro moto-Fuji de 12 metros de altura construido en 1812 y el Meguro shin-Fuji construido cerca de su montaña hermana en 1819. Famoso por su belleza—el artista Hiroshige inmortalizó a ambos en su famosa serie de xilografías Cien vistas de Edo— estos fujizuka desaparecieron a medida que Tokio fue creciendo.
Los fujizuka más queridos eran los llamados siete Fujis de Edo. Esta designación numérica parece ser algo arbitratia, y los registros indican que había muchos otros montículos respetados en los vecindarios de la ciudad. Muchos de ellos han sobrevivido hasta nuestra era, inclyendo los Fujis en miniatura de Ekoda, Jūjō, Otowa, Takamatsu, Sendagaya, Shitaya-sakamoto y Shinagawa. Hay también numerosas réplicas fuera de Tokio, como el Fuji de Kizoro en Kawaguchi, en la prefectura de Saitama. Construido en el 1800, es uno de los fujizuka más antiguos de Japón.
Inundaciones, incendios y los bombardeos de la guerra acabaron con varios de estos montículos, pero aún quedan más de 60 de distintas épocas en Tokio y alrededores, muchos de los que pueden ser escalados todavía. Se están añadiendo nuevos montículos a la lista, aunque estos tienen que ver menos con el movimiento Fujikō y más con la atracción del turismo. Una de estas montañas es un Fuji de 1,5 metros que fue inaugurado en Asakusa en junio de 2016.
Recreando el Fuji
Los fujizuka está normalmente afiliados al Fujisan Hongū Sengen Jinja, el principal santuario del monte Fuji, y están adornados con réplicas de monumentos, estatuas y otros objetos de adoración. Algunos también recrean características naturales famosas, como la caldera de la montaña y las cuevas de lava Otainai, donde las fieles embarazadas rezaban para pedir un parto seguro.
Fujikō habitualmente construía montículos apilando rocas y tierra para añadir finalmente una capa de piedras volcánicas del monte Fuji con el color del óxido. Algunas de estas réplicas aprovecharon la topografía, como los Fujis de Komagome o Jūjō que fueron erigidos sobre túmulos prehistóricos. Se cree que estos dos fujizuka fueron construidos originalmente como santuarios en 1629 y 1766 respectivamente, pero transformados posteriormente en pequeños Fujis.
Aunque Fujikō ya no está en activo hoy, muchos fujizuka mantienen su icónico estatus y son el núcleo de varios festivales a lo largo del año. El más importante de estos eventos es la celebración del yamabiraki, el comienzo oficial de la época para escalar en auténtico monte Fuji, entre finales de junio y comienzos de julio. En este momento varios de los montículos más antiguos, particularmente los protegidos como importante patrimonio cultural, levantan temporalmente sus moratorias para que los visitantes puedan subir a sus antiguas cimas.
El reconocimiento del monte Fuji como Patrimonio Mundial en 2013 ha ayudado a que se renueve el interés por estos montículos, y muchas comunidades han dado pasos para preservar los Fujis locales que han caído en el olvido. En 2015 la ciudad de Fuji realizó una excavación arqueológica en el Fuji de Suzukawa, el único fujizuka que queda en la prefectura de Shizuoka. Y a comienzos de 2016 voluntarios locales de Shiki, en la prefectura de Saitama, reconstruyeron los peldaños y otras partes del Fuji de Tagoyama, abriéndolo a los escaladores por primera vez en 30 años.
Puede que escalar un fujizuka no ofrezca las mismas sensaciones que subir al auténtico monte Fuji, pero estas réplicas tienen un encanto rústico peculiar. Teniendo en cuenta el gran número de personas que suben al Fuji durante la temporada de escalada, es posible que haya quien prefiera coronar una de estas montañas en miniatura en Tokio para ir a tomar poco después un café o comer algo.
(Fotografía del encabezado: varios montañeros escalan el Fuji de Shitaya-sakamoto durante el yamabiraki, o la apertura de la temporada de escalada del monte Fuji.)