“Ōmisoka”: terminando el año en Japón
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El 31 de diciembre es presumiblemente uno de los días más importantes en el calendario japonés. Este día, conocido como ōmisoka, trae consigo una serie de costumbres y prácticas especiales, tanto tradicionales como modernas, cuyo fin es predisponer positivamente a la gente para la llegada del Año Nuevo.
Las tradiciones del oshōgatsu (Año Nuevo) están envueltas por el reverenciado concepto del engi, un sustantivo que puede ser traducido como “suerte”. Asegurar la buena fortuna para el año que llega requiere llevar a cabo una serie de preparativos para el fin de año con una atención cuidadosa a los detalles. Dejar cabos sueltos es considerado un mal augurio, y el ōmisoka se presenta como la última oportunidad para llevar todos los asuntos inconclusos a un final y prevenir que la mala fortuna de un año se derrame sobre el siguiente.
La costumbre dicta que las cocinas deben permanecer de descanso durante los tres días que siguen al oshōgatsu, y los hogares suelen estar ajetreados en el último día del año con los cocineros colocando los últimos detalles en el osechi ryōri, el menú tradicional japonés lleno de buenos deseos para el Año Nuevo. Las tiendas y los supermercados se llenan de agitados clientes que aprovechan las rebajas de última hora antes de que llegue el sanganichi, los tres días de vacaciones de Año Nuevo. Para los que no quieren salir del kotatsu (la mesa baja con una gruesa colcha y un calefactor eléctrico típica en muchos hogares), el 31 de diciembre es la última oportunidad para conseguir dulces, snacks, y otras delicias para apaciguar los rugientes estómagos que piden un descanso del osechi.
Las personas que han estado demasiado ocupadas como para poner la decoración propia de la época encontrarán puestos provisionales en las zonas comerciales que ofrecen un set con todos los elementos decorativos tradicionales. No obstante, los más prudentes son lo suficientemente inteligentes como para no dejar la decoración para el último día, ya que los toshigami, o dioses de Año Nuevo, son un conjunto puntilloso que demanda una bienvenida adecuada. Los kadomatsu (pinos de la puerta de entrada) sirven para atraer a las deidades, y colocar estos importantes ornamentos el 31 de diciembre constituye un ichiya-kazari (adornar por una sola noche), un pecado que tiene como consecuencia el rechazo de los dioses y la mala fortuna durante el siguiente año. Esta norma también se aplica a otras decoraciones tradicionales del oshōgatsu, como el shimekazari (cuerda decorativa) o el kagami mochi (pastel de arroz redondo). La regla de oro aceptada es que todas las decoraciones deben estar puestas en su sitio para el 28 de diciembre.
La limpieza de fin de año, u ōsōji, es también una parte importante del ōmisoka y se cree que está relacionada con el susuharai, la limpieza tradicional de las instalaciones e instrumentos ceremoniales en los templos budistas y santuarios sintoístas al final del año. Se dice que esta tradición comenzó en el período Edo (1603-1868), y fue adoptándose paulatinamente en los hogares con el tiempo. Además de purificar el hogar antes del Año Nuevo, la limpieza de los trastos y la suciedad acumulada durante los últimos 12 meses es bienvenida por muchos como una forma de reflexionar sobre el año que ha transcurrido.
Una vez han terminado los preparativos, una manera popular de pasar la víspera de Año Nuevo es tomar asiento con tu bebida favorita y disfrutar del amplio abanico de programas de televisión durante estas fiestas. El programa de la televisión pública NHK Kōhaku uta gassen—el concurso musical en el que un “equipo rojo” de mujeres compite con un “equipo blanco” de hombres — es el favorito cada año. El inmensamente popular programa cuenta con artistas recientes y otros ya establecidos que cantan desde éxitos del J-pop hasta melódicas baladas populares enka. En los últimos años, no obstante, la supremacía de este concurso se ha visto amenazada por varios programas no musicales, incluyendo alocados shows de humor y retransmisiones en directo de artes marciales mixtas y boxeo.
Otra tradición que también se cree que tuvo su origen en el período Edo es la de disfrutar de un cuenco de toshikoshi soba cuando el reloj marca las últimas horas del año. ¿Por qué soba? Una de las explicaciones dice que esta tradición se relaciona con la facilidad con la que los fideos se pueden morder, lo que simboliza una “ruptura” con las tribulaciones del pasado año. Además se cree que la resistencia del alforfón (del que se obtiene la soba) y la longitud de los fideos ayudan a asegurar longevidad y salud al que los toma. En el oeste de Japón, donde predominan los fideos udon de trigo, hay una tradición distinta en cuanto al toshikoshi.
Los sonidos de las últimas horas del ōmisoka tienden a ser solemnes, aunque también hay varios eventos de cuenta atrás populares para aquellos a los que les gusta la fanfarria. Muchas personas también se dirigen a lugares famosos para el hatsumōde (la primera plegaria del Año Nuevo), como el Meiji Jingū en Tokio. Pero el año terminará más bien para muchos de forma más recogida, acudiendo al santuario cercano o escuchando el joya no kane, los 108 tañidos de la campana del templo budista que representan cada uno de los pecados terrenales, para luego volver a la cama.
(Fotografía del encabezado: los pasteles de arroz kagami mochi son una de las tradiciones, coronados por un cítrico llamado daidai. Cortesía del usuario de Flickr Pelican)
Créditos de las fotografías:
Kadomatsu: Shibainu
Shimekazari: Muzina_shanghai
Toshikoshi soba: Nishida Takayoshi
Joya no kane: Kyoto-Picture