Tradiciones “cool”, modernidad y belleza tradicional
‘Renjishi no mai’, la danza de los leones para celebrar el Año Nuevo
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El nō es un arte integral que combina el teatro con elementos musicales como la danza, el canto y el acompañamiento musical, y elementos de las bellas artes como el espléndido vestuario. La danza y el canto son los pilares principales; por eso en japonés interpretar nō se dice nō o mau, que literalmente significa ‘bailar nō’. A diferencia de la mayoría de las danzas, que persiguen la reproducción y el mimetismo, la del nō busca una “belleza de la sustracción” en que se prescinde al máximo de los elementos explicativos. Shakkyō es precisamente una obra que permite disfrutar de los encantos de este arte incluso a un inexperto como yo.
Shakkyō, el puente que lleva a la Tierra Pura del bodhisattva
La obra Shakkyō (‘Puente de piedra’) arranca con una escena en que el monje Jakushō, en su peregrinaje por lugares sagrados del budismo de China e India, llega a un puente de piedra del monte chino de Qingliang. Las nubes son tan densas que no se ve el camino por el que ha pasado y un poco más abajo se oye un río bravo que suena como la lluvia. Es una tierra encantada. Allí se encuentra con un anciano y tienen la siguiente conversación:
Jakushō: —Soy monje y vengo de la India. ¿Es este el puente de piedra del que he oído hablar?
Anciano: —Efectivamente. Al otro lado está la Tierra Pura del bodhisattva Monju.
Jakushō: —Pues entonces quisiera cruzar el puente y confiar mi vida a la voluntad de Buda.
Anciano: —Un momento. Incluso monjes con reputación de virtuosos lo han cruzado con grandes penas y esfuerzos. No vayas a creer que te será fácil solo porque tienes el poder del Dharma.
Jakushō: —¡Entonces los fieles comunes no pueden cruzarlo así como así…!
Anciano: —El puente mide menos de un shaku (unos 30 cm) de ancho y resbala porque está cubierto de musgo. Debajo está el valle del Infierno, de más de mil jō (unos 3.000 metros) de profundidad y lleno de niebla espesa. No lo puede cruzar un practicante cualquiera.
“El puente de piedra no lo construyó el hombre. Apareció de forma natural; las piedras se posaron espontáneamente y conectaron una orilla del río con la otra. Se alza por encima de las nubes como un arcoíris creado por el sol poniente después de un chaparrón y tiene forma de arco. ¿Quién puede cruzarlo, si no alguien que tiene la protección de buda, que supera la comprensión humana? Al otro lado del puente se halla la Tierra Pura de Monju. Allí siempre caen pétalos de los árboles floridos y se oye música a través de las nubes del atardecer. Se producen milagros. Espera un poco. Pronto verás un buen presagio”, explica el anciano antes de desaparecer.
Mientras Jakushō espera, llegan del otro lado del puente dos leones, uno rojo y el otro blanco, acompañados por una música solemne. Los felinos ejecutan una danza enérgica y dinámica durante unos diez minutos jugando con olorosas peonías en plena floración. Luego rezan por la larga vida y regresan a la Tierra Pura del bodhisattva Monju.
La danza audaz del león rojo y el león blanco
La primera mitad de Shakkyō reproduce el diálogo entre un monje peregrino y un anciano en la base de un puente que cruza un valle muy profundo. Se trata de una escena repleta de preguntas y respuestas sobre temas profundos (“¿Qué es ese puente que no puede cruzarse con una preparación mediocre?”, “¿Qué es ese puente que apareció de forma natural?”, etc.) que crea un momento y un espacio de quietud. En cambio, en la segunda mitad, cuando aparecen los leones, el escenario entra en el mundo del movimiento. Llega el punto álgido de la obra.
La danza de los leones es un número intenso con un formato muy peculiar en que los actores se lanzan a arrodillarse, zarandean la cabeza, sacuden las largas cabelleras roja y blanca y extienden bien las mangas del kimono. Impresiona ver cómo saltan por el escenario en todas direcciones. Se dice que Shakkyō es un número especial que necesita una expresividad excepcional. Por eso su interpretación debe obtener el beneplácito del líder de la escuela teatral. Se trata de una gran obra musical para la que se requiere un alto nivel técnico y espiritual, y que implica una tensión mucho mayor que otras.
Los personajes de los leones que viven en el profundo valle entre las montañas los interpretan Takeda Takashi y Takeda Isa, actores de la escuela Hōshō de shite-kata. Son padre e hija, así como maestro y discípula. El león blanco, que es el padre, se mueve con la dignidad de un animal espiritual. El rojo, que es el cachorro, se mueve con energía y dinamismo. Es una pieza que encaja a la perfección con los actores.
Desde el instante en que aparecen en el puente, el león rojo ejecuta movimientos precisos y viriles. De vez en cuando, salta sobre el puente y vuelve a bajar en un instante, ejecutando una danza audaz por todo el escenario. La segunda mitad de la obra es un momento de luz y movimiento, y marca un potente contraste con la sombra y la quietud del principio. Incluso a mí, un espectador nada versado en el teatro nō, me pareció un espectáculo emocionante y sensacional que se me hizo cortísimo.
Al terminar la escena, vuelve de nuevo la quietud.
Una tromba de imágenes que surgen de la abstracción
En el guion de Shakkyō, se refieren al tiempo como kōin, ‘luz y sombra’. Eso me hizo pensar de nuevo que el nō es el arte en que la luz y la sombra se turnan. Me surgió la duda de si los leones intentaban enseñarnos, dentro de las visiones de Jakushō, que la práctica budista es también una acumulación de luz y sombra. Se lo pregunté a Takeda Isa.
“El público ve la obra con libertad. Es una de las maneras de disfrutar del nō. La interpretación se deja a la imaginación de los espectadores. Hay muchísimas interpretaciones de la danza y muchísimas maneras de disfrutarla. ¿Qué tipo de padre e hijo son los leones y en qué piensan? Creo que son esos espacios en blanco lo que ha permitido que el nō haya sido apreciado durante casi 700 años y que se haya legado de generación en generación como arte escénica tradicional de Japón”, responde Isa.
Ya lo entiendo. El nō es un arte extremadamente abstracto, por lo que permite que el público deje volar libremente la imaginación a partir de las danzas, los cantos y el acompañamiento musical que presencia. ¿Lograría cruzar el puente de piedra el monje Jakushō? La respuesta queda a criterio de cada uno.
León blanco: Takeda Takashi
León rojo: Takeda Isa
Flauta: Fujita Takahiro
Kotsuzumi (tambor pequeño de mano): Sowa Masahiro
Ōtsuzumi (tambor grande de mano): Tsukuda Yoshikatsu
Taiko (tambor): Konparu Sōemon
Vídeo: Otome Kaita
Texto: Yoshimura Nobuhiko
Grabación de sonido: Kitahara Yoshiaki
Fotografía del encabezado: La danza de los leones, interpretada por Takeda Takashi (león blanco) y Takeda Isa (león rojo).
(Traducido al español del original en japonés.)