
Jóvenes y veteranos trabajan codo con codo en el desmantelamiento de Fukushima Dai-ichi
Prevención de desastres Sociedad- English
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Una terrible experiencia para un escolar de secundaria
Sasaki Kazuto (27 años) trabaja en el centro de operaciones del sistema avanzado de tratamiento de líquidos (ALPS, por sus siglas en inglés) con el que se eliminan los materiales radiactivos contenidos en las aguas altamente contaminadas. Cuando, en 2011, ocurrió el Gran Terremoto del Este de Japón, Sasaki era un escolar de primero de secundaria en una escuela de Iwaki (prefectura de Fukushima).
Afortunadamente, su familia no tuvo que ser evacuada ya que el tsunami no ocasionó daños a su casa. Pero la central nuclear Fukushima Dai-ichi, que había sufrido varias explosiones de hidrógeno, estaba a tan solo 40 kilómetros y en Iwaki la contaminación radiactiva era sentida como una amenaza muy real. De hecho, entre los compañeros de clase de Sasaki hubo algunos que tuvieron que ser trasladados a otras prefecturas.
La prefectura de Fukushima, en su conjunto, tuvo que soportar el estigma de ser “zona contaminada”. Sus productos agropecuarios fueron objeto de rumores infundados. Y se difundieron también mensajes discriminatorios y crueles contra los evacuados a otras prefecturas. Los niños oían y veían todas estas cosas en las noticias de la televisión.
“Personalmente, yo no sufrí ese estigma, pero soy de Fukushima y todo eso me dolía mucho”, recuerda Sasaki.
Mirar cara a cara a un hecho que afecta a tu tierra
Tras graduarse de la secundaria, Sasaki ingresó en el Instituto Nacional de Tecnología de Fukushima, cuyo ciclo es de cinco años. Desde el accidente nuclear, este instituto se ha focalizado en la formación de personal para el desmantelamiento de los reactores.
“Como había recibido clases sobre desmantelamiento de reactores, vagamente empecé a barajar la posibilidad de trabajar en Fukushima Dai-ichi, y uno de los profesores del laboratorio me lo aconsejó. Al final, me fui convenciendo de que quería afrontar la reconstrucción desde la propia Fukushima”.
Sus padres se opusieron, sorprendidos de que su hijo quisiera trabajar para TEPCO. Además de la mala imagen con que cargaba esta empresa como operadora de la central siniestrada, a sus padres les preocupaba si el lugar de trabajo de su hijo sería realmente seguro.
Pero Sasaki se las arregló para convencerlos y en la primavera de 2018 ingresó en la eléctrica.
“Con el terremoto y el accidente nuclear, mucha gente se ha ido de Fukushima. Y supongo que no será fácil conseguir que venga gente de otras prefecturas para trabajar en el desmantelamiento. Creo que no podemos darle la espalda a algo que ha ocurrido aquí. Siempre habrá algo que podamos hacer por nuestra tierra”.
Las labores de desmantelamiento de los reactores implican a un gran número de trabajadores, tanto de TEPCO como de otras empresas colaboradoras.
Un trabajo para gente con aguante
Satō Yōhei (48 años), encargado del mantenimiento y gestión de los tanques que contienen el agua tratada con el sistema ALPS y otras instalaciones relacionadas, escucha atentamente las explicaciones de Sasaki. “Para trabajar aquí, tuvo que vencer primero la resistencia de sus padres. Sabe lo que quiere y eso es admirable”, dice con franqueza.
“Este trabajo es para gente con aguante”, añade. “He visto algunos que no pudieron con él y lo dejaron. Así que lo primero es eso, resistencia”, dice, confiando en la fuerza de voluntad de Sasaki.
Cuando ocurrió la catástrofe, Satō trabajaba en otra central nuclear, Fukushima Dai-ni. Situada a apenas 12 kilómetros al sur de Fukushima Dai-ichi, recibió también el tremendo embate del tsunami y sufrió graves daños en las instalaciones de refrigeración de los reactores, que estaban en la parte más próxima al mar. A pesar de ello, en Fukushima Dai-ni fue posible mantener el suministro externo de electricidad y, de este modo, seguir refrigerando los reactores, evitándose así una tragedia como la ocurrida en Fukushima Dai-ichi.
Aun así, el “posterremoto” fue un verdadero infierno. Satō trasladó a su familia a la casa de sus padres, en otra prefectura, y él se quedó durante cerca de un mes trabajando y durmiendo en la central nuclear.
“Sobre la central siniestrada, la Dai-ichi, los medios de comunicación daban mucha información a diario, pero la Dai-ni también había quedado afectada por el tsunami y su situación era grave. Para nosotros, lo primero era concentrarnos en nuestro propio problema”, recuerda Satō.
Los reactores 2 y 3 de la central nuclear Fukushima Dai-ichi, donde los trabajos preparativos para la retirada de los residuos sólidos de combustible nuclear siguen adelante.
El desmantelamiento, una misión asumida
Satō fue transferido a Fukushima Dai-ichi poco antes de cumplirse dos años desde el accidente. Aunque en diferentes frentes, tanto Satō como Sasaki trabajan en relación con el agua tratada.
En el verano de 2023, siguiendo las directrices del Gobierno de Japón, comenzó a verterse al mar las aguas tratadas, que hasta entonces iban acumulándose en grandes tanques situados en el recinto de la central. Ha sido un tema muy polémico, que ha levantado ampollas en sectores como el pesquero, y que ha causado también violentas reacciones en el ámbito internacional.
Para Satō, lo importante en ese momento es seguir construyendo y conservando las instalaciones necesarias. Sasaki, por su parte, cree que es importante recabar la comprensión de todos, pero sabe lo difícil que es obtener un consenso unánime y abre su mente hacia todas las sensibilidades.
Las personas que trabajan aquí son muy conscientes de que su función es llevar adelante el desmantelamiento de los reactores con la máxima seguridad. Es esta elevada conciencia lo que las sostiene moralmente.
Tanques en los que las aguas tratadas con el sistema ALPS se uniformizan y analizan antes de ser vertidas al mar.
Han pasado 14 años desde el terremoto. Muchos los empleados de TEPCO que experimentaron aquel gran desastre y que han sobrevivido después al calvario del “posterremoto” están ya en una edad próxima a la jubilación.
“Me gustaría vivir el proceso de desmantelamiento de Fukushima Dai-ichi hasta el final y poder así dar solución al problema en nuestra propia generación”, dice Sasaki. Sobre su generación, que comenzó su vida laboral después del desastre, pesará la responsabilidad de llevar a término estas labores a lo largo de más de dos decenios.
A la izquierda, Sasaki, que comenzó a trabajar después del terremoto. A la derecha, Satō, que trabajaba ya en Fukushima Dai-ni cuando ocurrió. Actualmente los dos se ocupan de tareas relacionadas con las aguas tratadas en la siniestrada Fukushima Dai-ichi.
Fotografías: Hashino Yukinori (redacción de nippon.com)
Fotografía del encabezado: Sasaki Kazuto (izquierda y Satō Yōhei).
(Traducido al español del original en japonés.)