
Mujeres en el punto de mira de los ‘host clubs’ malintencionados
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¿En qué consiste el trabajo de los hosts?
Los host clubs (‘clubes de anfitriones’) son establecimientos donde los trabajadores (hosts) son hombres que atienden a la clientela ―principalmente, mujeres― conversando y ofreciendo bebidas alcohólicas. El coste de una velada en uno de estos locales suele sumar varios cientos de miles de yenes por mesa (grupo de clientas), a veces alcanzando los millones. En Japón se considera que los negocios que ofrecen hospitalidad a los clientes en un ambiente distendido pueden “dañar la moral y el orden público”, por lo que están regulados por la Ley de Control y Mejora de los Negocios de Ocio y Entretenimiento y se les exige una licencia de negocio de la Comisión Prefectural de Seguridad Pública.
El sistema de precios de los host clubs es complicado, pero en general el champán caro representa el grueso de las ventas. Si los restaurantes corrientes ya suelen hinchar el precio del champán, en estos establecimientos se multiplica. Además, el negocio cuenta con formas de servir la bebida que disparan el consumo y, por ende, el coste, como el champaign call, en que los empleados se reparten una botella entera entre ellos y beben su copa de un trago, o el champaign tower, que consiste en montar una torre de copas de cóctel y verter varias botellas en ella.
La remuneración que los hosts reciben del club, aparte de un modesto salario base, depende del gasto que hagan las clientas a quienes atienden. Es decir, que el trabajo de los hosts se resume en “lograr que las clientas pidan la máxima cantidad posible de champán caro”.
Un sistema que fomenta la comida y la bebida caras
Servir a las clientas champán a un precio que hace que los ojos se salgan de las órbitas no es tarea fácil. Sin embargo, por lo que he observado, hay dos factores que lo permiten: la diversión y el vínculo.
El disfrute es omnipresente en el entorno del club, desde la decoración glamurosa y la música sensual, hasta la buena bebida y los hombres atractivos. Las clientas son atendidas por varios chicos guapos y la conversación es agradable. Aun así, los trabajadores no siempre adoptan una actitud complaciente ofreciendo adulación, empatía y escucha; también le toman el pelo a la clientela y a veces se muestran enojados o apenados, desplegando interacciones dinámicas que crean una ilusión de autenticidad.
Por otro lado, los vínculos del club, vertebrados en la relación entre el host encargado y las clientas, se desarrollan en un complejo entramado de conflictos entre el orden jerárquico de trabajadores y los ayudantes, surgiendo también competitividad entre clientas. Existe un sistema conocido como shimei en que se elige al host por el que se desea ser servida. Los chicos más populares son muy demandados y el tiempo que dedican a cada mesa necesariamente se acorta.
Para que el host encargado no deje a las clientas sin atender mientras está con otra de sus mesas, hay unos “ayudantes” que hacen de relleno. Dado que el gasto de las bebidas que las clientas piden a los ayudantes mientras las atienden va a la cuenta del host encargado, es de suma importancia para los trabajadores establecer buenas relaciones entre ellos.
La competencia entre hosts que involucra a las clientas
Una de las características de los clubes de alterne con personal masculino es que mantienen una clasificación de los trabajadores según el volumen mensual de ventas para fomentar la competencia entre ellos. A los hosts que están más arriba en la clasificación se les recompensa económicamente, por lo que emplean sus mejores artes para lograr que las clientas realicen consumiciones cuantiosas involucrándolas en su competición. Para subir de rango, les envían mensajes como “Solo me falta vender dos botellas más de champán para quedar tercero en la clasificación. Tengo hasta mañana para lograrlo. ¿Me puedes ayudar?”.
Así es como se extiende entre la clientela la tendencia a hacer mucho gasto en el club para “apoyar” a sus hosts favoritos. Cuando una clienta pide una botella de champán, por ejemplo, se anuncia su nombre y la marca de la bebida por los altavoces. Suena una música glamurosa, su host encargado le dedica un saludo y se bebe una copa del champán de golpe. De este modo todos saben quién se ha gastado cuánto en qué host, y este cambia su actitud con la clienta en función de lo que ha pagado.
La falta crónica de mano de obra
Aunque es cierto que el atractivo físico de los hosts es un factor importante para la clientela, en la práctica el aspecto no suele suponer un impedimento para que los contraten. El principal motivo reside en que los host clubs son un sector de trabajo intensivo aquejado de una escasez crónica de mano de obra. Cuando el host favorito de la clienta está ocupado con una mesa, otro debe cubrirlo en su ausencia, así que, cuantos más trabajadores haya, más fácil resulta mantener entretenida a la clientela hasta que le toque el turno al favorito. Los clubes pagan un sueldo básico muy modesto, por lo que pueden asumir una plantilla numerosa sin problemas.
Una conversación encantadora es tan importante como una buena apariencia para mantener a la clienta contenta y dispuesta a gastar. (© Pixta)
Por otro lado, en años recientes hay más clubes que financian las operaciones de estética de los trabajadores y lo anuncian públicamente como parte de su plan empresarial para publicitarse. Este fenómeno se ve impulsado por la cada vez menor aversión al quirófano tanto de la clientela como de los hosts. Pero lo cierto es que un host que invierte tiempo, esfuerzo y dinero en su aspecto, lleva una ropa y un peinado estudiadísimos y se esmera en el cuidado de las cejas y la barba ya se diferencia significativamente de un hombre del montón. Si a eso se le añade la opción de la cirugía estética, no importa qué aspecto tenga en el momento de contratarlo. Como los clubes no discriminan a ningún candidato, por lo general conseguir trabajo en ellos depende de la motivación que se demuestra. Una simple búsqueda por internet permite encontrar un sinfín de ofertas de empleo para hosts, pero, por lo que sé, las recomendaciones de amigos y conocidos influyen mucho.
Deudas elevadas y sus consecuencias
Como acabamos de explicar, los hosts participan constantemente en un encarnizado juego competitivo y sus esfuerzos para ganar no se limitan a la atención de las clientas en el establecimiento, sino que incluye “horas extras” de actividades diversas, desde enviarse mensajes y mantener citas hasta ir a comer antes de entrar a trabajar o a beber al terminar la jornada. El dinero, el tiempo y el esfuerzo que dedican los hosts a estas actividades queda a su propia discreción y no se les tiene en cuenta que lleguen tarde o falten al trabajo mientras logren unas ventas cuantiosas. Por eso es crucial que inviertan en ellos mismos para captar la atención del mayor número de clientas posible.
Uno de los métodos que se utilizan para fomentar el gasto de la clientela son las consumiciones “a cuenta”, en las que se fía el coste de la comida y la bebida. La clienta pide una botella de champán y el establecimiento la apunta en su cuenta y las registra como ventas del host encargado. Por tanto, aunque el gasto quede pendiente de pagar, contribuye a elevar la posición del trabajador en la clasificación de ventas. A veces los hosts insisten a las clientas para que pidan champán a cuenta o casi las obligan a hacerlo.
Sin embargo, cuando la cuenta pendiente supera la solvencia de las clientas, estas suelen desaparecer de forma repentina y al host encargado le toca tapar el descubierto. Así pues, los hosts se esfuerzan en aumentar las ventas para subir en la clasificación de su club arriesgándose a que las clientas acaben esfumándose. En los barrios de ocio hace décadas que se dan casos en que los hosts se aprovechan de los sentimientos amorosos de las clientas y las hacen trabajar en prostíbulos para pagar las cuentas pendientes.
El camino hacia los host clubs “sanos”
Aunque la tendencia se ha frenado un poco al visibilizarse la problemática social de los host clubs malintencionados, la soledad de las clientas por la falta de comunicación y los valores de los hosts, motivados a aprovecharse del deseo de amor romántico y el apego de estas, no han cambiado. Si se prohíben las consumiciones a cuenta, las clientas podrían recurrir a los créditos personales para hacerse con los fondos necesarios. Endurecer las regulaciones de los clubes podría reducir esas oportunidades, pero sería difícil erradicarlas.
Mientras se perpetúen el sistema de valores de las personas que habitan la sociedad actual y los problemas que albergan, por más que se cambie la legislación, sin duda se repetirán fenómenos parecidos al de los host clubs, pero con nombres distintos. El problema no reside en trabajar en burdeles para poder ir como clienta a host clubs, sino en obligar a mujeres a trabajar en ellos o a prostituirse en contra de su voluntad. La legislación no bastará para acabar con esta lacra: hay que empezar por construir una sociedad “sana”.
Fotografía del encabezado: Pixta.
(Traducido al español del original en japonés.)