El significado del Premio Nobel de la Paz a Nihon Hidankyō
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La Asociación Nacional de Organizaciones de Víctimas de las Bombas Atómica y de Hidrógeno de Japón (Nihon Hidankyō) ha sido galardonada con el Premio Nobel de la Paz. Esto es motivo de alegría no solo para la ciudad de Hiroshima, la primera bombardeada con una bomba atómica, sino también para uno de sus medios de comunicación locales, el Chugoku Shimbun.
Incluso para este autor, que lleva más de un cuarto de siglo trabajando con los hibakusha sobre el terreno como periodista, desde los noventa, es una alegría incomparable. Pero al mismo tiempo siento también cierta impaciencia.
Supervivientes que soportaron una “década en blanco”
Hidankyō fue nominada para el Nobel de la Paz en 1985, en el 40.º aniversario de los bombardeos atómicos, y ha sido preseleccionada en numerosas ocasiones. Sin embargo hasta ahora nunca había podido obtener el galardón. Esa debe de ser la razón por la que los premiados se muestran tan felices.
Recientemente entró en vigor la Convención sobre Armas Nucleares, que prohíbe tanto el uso, por supuesto, como el desarrollo y la posesión de este tipo de armamento. El premio representa una excelente noticia; parece dar por fin forma al llamamiento que los hibakusha de Hiroshima y Nagasaki llevan años realizando.
Los fundadores del movimiento Hibakusha y los de Hidankyō han seguido el camino menos transitado. Cuando considero sus penurias y esfuerzos los siento como si fueran míos, siento que las actividades pioneras de los hibakusha se han visto al fin recompensadas.
Los hibakusha tuvieron que soportar una “década en blanco” tras la guerra, durante la cual, bajo la ocupación estadounidense, no podían hablar de los daños y sufrimientos que habían padecido ni contaban con ayudas gubernamentales.
La razón principal por la que los bombardeos atómicos de Hiroshima y Nagasaki llamaron de nuevo la atención pública fue el Incidente de las islas Bikini, en 1954, cuando el barco atunero Daigo Fukuryū Maru quedó expuesto a las “cenizas de la muerte” procedentes de la prueba de una bomba de hidrógeno estadounidense en el Océano Pacífico. El interés público por los horrores de la radiación aumentó y la campaña contra las bombas atómicas y de hidrógeno cobró impulso. Fue en este contexto como nació en 1956 la Asociación Japonesa de Organizaciones de Víctimas de las Bombas Atómica y de Hidrógeno.
La determinación de “salvar a la raza humana”
“Nosotros nos comprometimos a salvar del peligro no solo a nosotros mismos, sino también a la humanidad, a través de nuestras experiencias…” El Saludo al mundo proclamado en el congreso fundacional de Hidankyō contiene un noble pensamiento desde la perspectiva de toda la humanidad, amenazada por la existencia de las armas nucleares.
Los hibakusha han denunciado siempre hasta qué punto los bombardeos atómicos desafiaron a la humanidad misma. Se han mostrado dispuestos a exponer sus propias cicatrices, las cuales han sido objeto de discriminación y lástima, para concienciar a la gente de los dolorosos efectos de esas armas.
También han realizado sus actividades en el extranjero. Desde 1978, por ejemplo, se ha celebrado en tres ocasiones una sesión especial de la ONU sobre desarme, en la sede de Nueva York. En la segunda sesión, en 1982, Yamaguchi Senji, de Nagasaki, se convirtió en el primer hibakusha en comparecer ante las Naciones Unidas; en esa ocasión mostró una fotografía suya con queloides, y reivindicó el horror de los bombardeos atómicos y la abolición nuclear.
En 2005, con motivo de la Conferencia de Revisión del Tratado de No Proliferación Nuclear (NPT, por sus siglas en inglés), se organizó una exposición en la sede de la ONU para mostrar los daños causados por las bombas atómicas.
No se debe permitir que nadie más experimente el sufrimiento que ellos han padecido. Con esta idea en mente, los hibakusha mantenían en sus corazones la ira contra Estados Unidos por haber lanzado las bombas atómicas, y transmitían el horror de las armas nucleares tanto en su país como en el extranjero.
Pero el fuerte deseo de no permitir que la humanidad se destruyera a sí misma se convirtió en el elemento que logró superar ese odio y rompió la cadena de represalias. Una serie constante de llamamientos condujo al fin a la adopción de un tabú internacional, según el cual el uso de armas nucleares es moralmente inaceptable. El Premio de la Paz es pues un galardón bien merecido.
O más bien, llega demasiado tarde. Con estas palabras me vienen a la mente muchos rostros de supervivientes que podrían haberse alegrado con las buenas noticias si hubieran llegado un poco antes.
Es pronto para cantar victoria
Tsuboi Sunao, exdelegado de Hidankyō y presidente de la sede de la asociación en la prefectura de Hiroshima, falleció hace tres años. En 2015, durante una rueda de prensa tras una de las nominaciones al Nobel de la Paz, declaró: “No podemos cantar victoria hasta que se eliminen por completo las armas nucleares”. Y aunque ahora se haya concedido el premio a la asociación no debemos alegrarnos tampoco: la importancia de la abolición de las armas nucleares supera con creces a la del Premio Nobel. Podríamos tomarnos aquellas palabras como una advertencia para nosotros, en el presente.
También vienen a la memoria las palabras del difunto Matsushige Yoshito, un cámara de nuestro periódico, el único que fotografió la devastación de los ciudadanos de Hiroshima el día del bombardeo atómico: “No se puede exagerar el horror del bombardeo atómico. Lo que vi mientras caminaba por el centro de la ciudad aquel día era un verdadero infierno”.
“Los supervivientes de la bomba atómica no condonamos ninguna prueba nuclear, y debemos seguir mostrando esa postura”, dijo un hibakusha a la cabeza de una larga serie de sentadas de protesta contra las pruebas nucleares. Otro superviviente de la bomba atómica mostró al mundo la devastación del bombardeo atómico a través de sus pinturas. “Era una bomba atómica; con la próxima se exterminará toda la raza humana”.
Sin embargo, a pesar de la entrada en vigor del NPT, los nueve países poseedores de armas nucleares siguen mirando hacia otro lado. Lo que es más: Rusia, China y Corea del Norte están aumentando sus arsenales.
Rusia, además, ha invadido Ucrania e incluso flirtea con el uso de armas nucleares. La ONU, que debería poner coto a todo esto, se ve impotente para hacer frente a las tropelías de un miembro permanente del Consejo de Seguridad, pese a que sus acciones violan el derecho internacional. En Oriente Medio la guerra centrada en Israel, que también posee armas nucleares, sigue extendiéndose.
Dado que se trata de Estados poseedores de armas nucleares no se debe bajar nunca la guardia, por mucho que a veces se trate de conflictos locales. Una vez se utilicen las armas nucleares el tabú creado con el esfuerzo de Hidankyō se derrumbará. Si el uso de esas armas deja de ser tabú el mundo podría enfrentarse a una guerra nuclear total, con lo que la humanidad llegaría quizá a su fin.
Voces de los hibakusha: en vertical para los jóvenes, en horizontal para el mundo
Este peligro del uso de armas nucleares es la razón, claro, por la que Hidankyō ha sido elegida para recibir el Nobel de la Paz. El Comité del Premio Nobel ha enviado con él una llamada de atención a los Estados poseedores de armas nucleares, a los países bajo ese amparo nuclear y a todos los pueblos del mundo. Los japoneses debemos, como habitantes de un país bombardeado con armas atómicas, tomarnos muy en serio la importancia de ese premio, y seguir difundiendo el llamamiento de los hibakusha.
Los testimonios y llamamientos de las víctimas, cuya edad media supera los 85 años, pasarán a la siguiente generación por medio de un eje vertical, pero también es urgente que se extiendan en un eje horizontal al resto del mundo.
Esto hace que la respuesta del Gobierno de Japón, por hallarse precisamente en este terreno, tenga más peso que nunca. En el pasado siempre se ha negado a alejarse de la teoría de la disuasión nuclear, y ha llegado incluso a negarse a participar como observador en la Conferencia de las Partes de la Convención sobre la Prohibición de las Armas Nucleares, algo que ahora reclaman muchos de sus ciudadanos. Esta política nuclear debe cambiar radicalmente.
Durante las elecciones presidenciales del PLD en septiembre se realizaron una serie de declaraciones que parecían menospreciar los llamamientos de los hibakusha, ciudadanos que conocen de primera mano los horrores de la bomba atómica.
Se habló, por ejemplo, de “compartir armas nucleares”, algo que va en contra de los objetivos del NPT, con el que se pretende detener el aumento del número de Estados con armas nucleares. Si se trata de declaraciones por parte del Gobierno de un país que sufrió bombardeos atómicos, socavarán los cimientos del NPT, ya de por sí muy estancado; son palabras que contradicen también la política gubernamental japonesa del pasado, que concedía gran importancia al NPT.
El Gobierno sí habla de la abolición de las armas nucleares, pero solo se refiere a ella como un “objetivo final” y no se embarca en acciones concretas. Suena a excusa para confiar en la disuasión nuclear. Estas declaraciones sobre política nuclear realizadas durante las elecciones presidenciales parecen revelar los verdaderos colores de los dirigentes del partido gobernante que apoyan esta administración.
La carrera de armamentos baila sobre fino hielo
La disuasión nuclear, ante todo, significa reconocer la existencia de armas nucleares y dejar la mecha de la autodestrucción humana preparada para encenderse en cualquier momento. Mientras existan armas nucleares el riesgo de que se utilicen va unido a ellas. Confiar en esa disuasión nuclear es como bailar con esas armas sobre una delgada capa de hielo que podría romperse en cualquier momento. En algún momento ese hielo ya no podrá soportar nuestro peso. Si seguimos engañándonos con la ilusión de la disuasión nuclear nunca alcanzaremos una paz sostenible.
Persuadir a países despóticos como Rusia, China y Corea del Norte, que no cesan de aumentar sus arsenales, resulta también esencial para la eliminación de las armas nucleares, como desean los hibakusha. Es un camino trabajoso el que tenemos por delante, pero ojalá se logre hacer realidad un mundo libre de armas nucleares mientras haya aún supervivientes de la bomba atómica con vida. Pese a que ya nos acercamos al 80.º aniversario de la primera bomba atómica, aún nos hallamos a mitad de camino. Cuando pienso en el tiempo que nos queda no puedo evitar sentirme impaciente. Es por eso que quiero mantener vivas las palabras de Tsuboi: “Nunca nos rendiremos”.
¿Autodestrucción de la humanidad o abolición de las armas nucleares? La cuestión de Hiroshima y Nagasaki no se dirige solo a los políticos, sino también a cada uno de nosotros.
Las palabras del difunto Moritaki Ichirō, profesor emérito de la Universidad de Hiroshima que participara en la formación de Hidankyō y fue símbolo del movimiento hibakusha durante muchos años, muestran el camino a seguir: “Las armas nucleares y la humanidad no pueden coexistir”.
Solo nos queda actuar.
(Artículo traducido al español del original en japonés. Imagen del encabezado: un grupo de personas unen sus manos en el Cenotafio de las Víctimas de la Bomba Atómica - Reuters.)