De refugiado a ingeniero: el joven sirio que trabaja desde Japón para ayudar a su patria
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Refugiados en Japón
Siria lleva siendo asolada por la guerra civil desde hace 13 años, conflicto que alimenta la que la Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados ha etiquetado como la “mayor crisis de desplazados del mundo”. Para mayo de 2024, 13,8 millones de personas se habían visto obligadas a abandonar sus hogares. Unos 6,4 millones de esos desplazados han huido al extranjero, asentándose la mayoría en países vecinos como Turquía, Líbano y Jordania. Los países occidentales —en particular Alemania y Suecia— también han acogido a miles o decenas de miles de refugiados.
Japón, por el contrario, sigue mostrándose reacio ante los solicitantes de asilo. Aunque en 2023 concedió el estatus de refugiado a un número récord de personas por segundo año consecutivo, el total ascendía a tan solo 303 personas —una tasa de reconocimiento de alrededor del 2 %, muy por debajo de otros países del G7. En 2023, el Gobierno dio permiso para permanecer en el país a 17 sirios por lo que denominó “consideraciones humanitarias”, pero solo concedió el estatus de refugiado a un sirio.
La política de refugiados es un tema espinoso y es poco probable que la situación en Japón cambie de forma significativa a corto plazo. El Gobierno, por tanto, necesita ofrecer otras opciones para que los desplazados permanezcan en el país aparte de su reconocimiento como refugiados. La Iniciativa Japonesa para el Futuro de los Refugiados Sirios (JISR, por sus siglas en inglés), que trata de tender un puente entre Japón y Siria por medio de su ayuda a los refugiados y sus familias a labrarse un futuro mejor, es un proyecto que está logrando resultados en este sentido.
El programa JISR, administrado por JICA, ofrece ayuda a jóvenes sirios de lugares como Líbano y Jordania que han sido reconocidos como refugiados por el ACNUR (Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados) para que vengan a Japón a estudiar. Tras finalizar un curso de lengua japonesa de un año de duración, los participantes pueden optar a una ayuda de dos años para cursar un máster en una universidad japonesa; la mayoría elige campos como Ingeniería, Telecomunicaciones, Gestión o las Ciencias de la Salud. El programa cubre los gastos de viaje, la matrícula y los gastos de manutención, y aquellos que traen a sus familias a Japón reciben una ayuda para esas personas a su cargo. Los participantes pueden hacer prácticas en empresas japonesas mientras estudian. El programa ha traído a Japón a 79 personas desde su lanzamiento en 2017, y más de 50 personas, un número muy significativo de aquellas que han completado el programa JISR, han pasado a trabajar para empresas japonesas.
Conectar el talento sirio en TI con Japón
Iskandar Salama llegó a Japón en 2018 como parte de la segunda tanda de estudiantes del programa. En la actualidad, este joven de 32 años trabaja como director ejecutivo de tecnología en BonZuttner, una empresa de desarrollo de sistemas.
Iskandar estudió Ciencias de la Computación y Programación en la Universidad de Damasco, la principal institución de enseñanza superior de Siria, y pasó a trabajar como ingeniero web y profesor adjunto en la escuela. Dice que siempre le había fascinado el “Japón de la alta tecnología” y soñaba con estudiar inteligencia artificial a nivel de posgrado en una universidad japonesa. Cuando se enteró del programa JISR tras huir de Siria al Líbano, presentó su solicitud sin dudarlo.
Fue aceptado en la Escuela de Posgrado de Ciencia e Ingeniería de la Universidad Sōka, y pasó después a trabajar en BonZuttner, con sede en Tokio, en 2020, tras completar su máster en Ingeniería. Ha seguido estudiando IA generativa y está trabajando para obtener un doctorado. Salama se encuentra en Japón con un visado profesional altamente cualificado, que le ayudará si finalmente decide solicitar la residencia permanente.
En BonZuttner, Iskandar se centra en un proyecto que encarga a ingenieros de Siria y los países vecinos el desarrollo de software para aplicaciones móviles, para empresas japonesas. El proyecto le permite aprovechar su amplia red de contactos en Siria y Líbano para poner en contacto a ingenieros de gran talento con oportunidades de trabajo en Japón.
“Puedo compartir lo que he aprendido y la experiencia que he adquirido en Japón con mis compatriotas sirios”, explica Iskandar. Afirma que el programa es beneficioso para ambas partes, ya que ofrece a los sirios que han huido al extranjero o que son desplazados internos la oportunidad de ganar dinero poniendo en práctica sus conocimientos técnicos, al tiempo que contribuye a paliar la escasez de trabajadores cualificados en TI que sufre Japón.
“Quiero establecer una reputación para los trabajadores refugiados en la industria de las TI en Japón”, dice Iskandar, aunque reconoce que convencer a los clientes de las habilidades que tienen los refugiados es un reto difícil. “Mucha gente en Japón solo tiene conocimientos superficiales sobre Siria, así que el primer paso es dar a conocer el país y su situación”. Aunque gran parte de la atención internacional se centra en la difícil situación de los refugiados, alrededor del 85 % de la población siria vive por debajo del umbral de la pobreza. Iskandar considera que su país ofrece un gran potencial. “La gente solo necesita la financiación que les permita desarrollar su talento. Lo que intentamos hacer es poner a la gente adecuada en el lugar adecuado y ayudarles a ser productivos”.
Aprovechar la reserva de talento sirio
BonZuttner fue fundada por Sakashita Yūki con el objetivo de utilizar la experiencia y las habilidades de los refugiados en campos de TI. En la actualidad trabaja para encontrar empleo a los ingenieros sirios que se han visto obligados a huir de sus hogares por el conflicto en curso.
Sakashita tomó conciencia por primera vez de la terrible situación en que se encontraba Siria en 2015, cuando apareció en la prensa mundial la impactante foto de un pequeño niño sirio cuyo cuerpo había aparecido en una playa de Turquía tras zozobrar la embarcación en la que viajaba con su familia. Con el tiempo, Sakashita se involucró con WELgee, una organización sin ánimo de lucro que proporciona apoyo a los refugiados dentro de Japón, y fue a través de su trabajo voluntario como se enteró de las dificultades a las que se enfrentan muchos sirios para encontrar trabajo, pese a tener habilidades de TI en gran demanda.
Sakashita fundó su empresa en 2019, convencido de que tendría éxito si encontraba la forma de aprovechar estas competencias para cubrir la necesidad de trabajadores informáticos cualificados en Japón. Se le unió en su nuevo empeño Maher Al Ayoubi, un ingeniero informático sirio que Sakashita conoció a través de sus actividades de voluntariado. Iskandar se incorporó a la empresa al año siguiente.
Sakashita insiste en que no se puede lograr una solución de fondo al problema de los refugiados considerando a los desplazados desde una postura de lástima. “Tenemos que ver a los refugiados como recursos humanos sin aprovechar”, declara. “Ofrecen habilidades y experiencias que pueden ayudar a revitalizar la sociedad japonesa, la cual sufre una grave falta de mano de obra provocada por el declive demográfico. Creé la empresa con la idea de permitir a los sirios utilizar su talento en beneficio del mundo empresarial japonés”.
En opinión de Sakashita, las empresas deben implicarse activamente para ayudar a los refugiados a capitalizar sus conocimientos de TI y a desarrollar sus carreras profesionales. Él forma parte de un grupo cada vez mayor de líderes empresariales y emprendedores que están tomando la iniciativa para crear oportunidades de empleo para los refugiados. “Sin duda llevará tiempo que estos esfuerzos florezcan en un movimiento más amplio para crear una sociedad que los acepte mejor, y proporcionar un tipo de formación profesional más inclusiva”, afirma Sakashita. “Pero en Japón, la necesidad de trabajadores informáticos por parte de las empresas no deja de aumentar”.
Empoderar a las mujeres refugiadas
Iskandar llama la atención sobre otro proyecto significativo que BonZuttner está llevando a cabo, uno que ayuda a las mujeres refugiadas a encontrar trabajo. Lanzado en 2022 en colaboración con Baobab, una empresa japonesa que proporciona servicios de anotación de datos de IA, el programa trata de ofrecer oportunidades de trabajo a distancia en la industria de las TI a mujeres que deben adaptar su horario a las responsabilidades del cuidado de los hijos. “Permite a las mujeres, incluso a quienes son nuevas en TI, trabajar según su propio horario”, explica Iskandar. “Todo lo que necesitan es un ordenador y acceso a internet”.
En la actualidad, el programa apoya principalmente a mujeres de Siria, Ucrania y varios países de África. BonZuttner es responsable de los aspectos del programa que cubren Siria y Líbano, así como de las mujeres sirias que viven en Japón, incluidas las cónyuges de los participantes en el JISR que estudian en universidades japonesas.
Contribuyendo a Siria desde Japón
Iskandar también participa en Japan Bridge, un grupo que apoya a las personas afectadas por el terremoto que sacudió Turquía y Siria en febrero de 2023. El grupo está formado principalmente por graduados del JISR que viven en Japón y que recaudan fondos con el objetivo de proporcionar viviendas permanentes a las personas que perdieron sus hogares en la catástrofe. En estos momentos se está trabajando en una residencia financiada por el grupo que albergará a cuatro familias cuando esté terminada.
Durante la semana, Iskandar se concentra en su trabajo y sus estudios, pero intenta dejar un hueco en su apretada agenda para las actividades de ocio de los fines de semana. Se ha adaptado a la vida en Japón, aunque admite que echa de menos su hogar y habla con emoción de su ciudad natal, donde dice que todo el mundo era como de la familia. Pero por ahora, sigue decidido a aprovechar al máximo sus oportunidades en Japón ayudando a sus compatriotas y a otras personas necesitadas.
“Si conseguimos que la empresa crezca, podremos ofrecer más oportunidades de educación y trabajo a las personas procedentes de Siria y de otros países de Oriente Próximo”, afirma. “En el futuro, espero que puedan venir a trabajar a Japón personas con las aptitudes adecuadas, sean refugiados o no. Para eso trabajo. Aunque vivo lejos de mi patria, aún puedo hacer mucho por ella. Y cuando llegue el momento, espero poder contribuir a la reconstrucción de Siria también desde Japón”.
(Publicado originalmente en japonés a partir de una entrevista realizada por Itakura Kimie y Hassan Yūshi de nippon.com; traducido al español desde la versión inglesa. Imagen del encabezado: © nippon.com.)
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