Estudiantes voluntarios en la zona devastada por el terremoto de Noto: la fuerza de los jóvenes
Prevención de desastres Vida- English
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Falta aún mucho apoyo en la península de Noto
Tras catástrofes como la del Gran Terremoto de Hanshin Awaji o el Gran Terremoto del Este de Japón, en el país han arraigado la conciencia de la prevención de desastres y la cultura de las donaciones, junto a las actividades voluntarias. Sin embargo, también hay personas que van a las zonas afectadas con el afán de ayudar sin estar al tanto de la situación, por lo que terminan obstaculizando las tareas de asistencia o sobrando en número. A causa de estos incidentes, hay quienes opinan que la gente sin experiencia no debería ir a zonas afectadas por desastres.
Además hay quien piensa que los estudiantes, que carecen de habilidades específicas, no aportan nada a las labores. Sin embargo Kawashima nos dice que todos comienzan siendo principiantes y que hay muchos trabajos que hacer en las zonas afectadas para los cuales no se necesitan conocimientos, pero sí mucha mano de obra. Agrega que le gustaría que la gente participara en las labores de recuperación a través de organizaciones que conocen las necesidades de las zonas afectadas, tal como el Centro de Voluntarios de la Fundación Nippon.
En las zonas damnificadas hay trabajos para los cuales se necesita la fuerza de voluntarios jóvenes, como los estudiantes. Uno de esos trabajos son los baños calientes para pies, en los refugios.
Estos baños ayudan a mejorar la circulación, previenen los resfriados, ayudan a conciliar el sueño y son una medida contra el síndrome de la clase turista que se padece viviendo en dichos refugios. La vida en los refugios no es fácil, y esto afecta el acto mismo de darse un baño. Los damnificados se alegraron en especial con los baños de pies, ya que en la zona de Noto el invierno es muy crudo. En el refugio de la escuela primaria de Shōin, que visitamos en esta ocasión, muchos sentían que esa noche podrían dormir mejor tras esos baños de pies, además de sentirse animados por la presencia de los jóvenes. Incluso algunas personas que ya se habían trasladado a viviendas temporales volvieron al refugio al saber que se ofrecerían baños.
Algo que solo pueden hacer jóvenes animados y alegres
Los baños para pies también tienen otro beneficio. No son pocos los damnificados que, pese a estar preocupados, no se atreven a expresar sus sentimientos por la falta de perspectiva con respecto a su futuro. Mientras se calientan los pies en los baños, se relajan y cuentan sus inquietudes a los jóvenes animados casi sin darse cuenta. Esto se traduce en conocer las necesidades de las personas afectadas, algo que las autoridades o los especialistas de las organizaciones de apoyo no pueden hacer solos. Esos murmullos de los refugiados, que los estudiantes recopilan, se comparten con las instituciones relacionadas a través del personal de los centros de voluntarios. Gracias a esto se puede dar un apoyo más adecuado a las necesidades de los afectados.
Una septuagenaria nos contó que los jóvenes se van de Suzu cuando terminan el instituto; como consecuencia del terremoto no había podido ver a sus nietos, que tenían pensado visitarla durante las vacaciones de Año Nuevo. Nos comentó, muy alegre, que había disfrutado mucho por haber podido hablar con los universitarios.
Al volver a la posada una estudiante dijo que, tras haber escuchado las duras experiencias de los damnificados, sentía que se había reducido la distancia con ellos. Recordó que las personas del refugio también habían escuchado atentamente su conversación. Otro estudiante dijo que tomar la mano de alguien con quien hablaba por primera vez había sido una experiencia muy valiosa. “Yo también me conmoví”, nos dijo al borde de las lágrimas.
Incluso los profesionales fueron novatos al principio
El último lugar en el que realizaron trabajos fue una casa en una zona alta de Noroshi. El objetivo era sacar las cosas de un almacén que había quedado inclinado. La dueña nos dijo que Kawashima le había recomendado que no lo hiciera ella sola porque era peligroso, que esperara a los estudiantes que llevaría él.
Ya que la reparación del almacén tomará bastante tiempo, era necesario deshacerse del mayor número posible de objetos. La dueña nos dijo que estaba sumamente agradecida por la ayuda de los jóvenes y los expertos en desastres, ya que los escombros se suelen trasladar a un vertedero temporal, y la forma de separar la basura es diferente a la habitual, sin mencionar la dificultad de mover objetos pesados.
Los estudiantes sacan rápidamente las cosas, al tiempo que confirman con los dueños las cosas de las que se desharán. Entre ellas había algo especialmente grande: un equipo de audio muy antiguo.
Parecía que no lo habían usado por muchos años, pero cuando lo vio, el dueño septuagenario empezó a acariciar el tocadiscos, y nos contó con alegría que lo había comprado a los 16 o 17 años, ahorrando de su salario durante medio año. Decidió que no podía tirarlo y pidió que lo llevaran a otro edificio. Para respetar sus sentimientos, tres estudiantes universitarias lo sacaron con mucho cuidado.
Kawashima, quien vigilaba las tareas, nos dijo que incluso aquellos estudiantes que al llegar a la zona devastada parecían inseguros, a la hora de volver ya actúan con bastante iniciativa. “Ojalá los jóvenes que participaron una vez lo volvieran a hacer”.
Muchos de los estudiantes voluntarios que participaron en las labores tras el Gran Terremoto del Este de Japón se alejaron de las actividades de la zona después de graduarse en la universidad, en parte porque la reconstrucción había avanzado bastante. Pero cuando ocurrió el terremoto de la península de Noto algunos aprovecharon su experiencia y fueron a la región devastada. Kawashima subraya que Japón es un país de desastres, por lo que muy probablemente podrán utilizar su experiencia en catástrofes futuras.
El propio Kawashima no comenzó siendo un profesional del apoyo en desastres. Nos dice que fue ganando confianza conforme participaba en las labores: “Solo hago lo que puedo, pero los damnificados me lo agradecen con mucha alegría, y eso se ha convertido en la fuente de la energía para hacer mi trabajo”. Espera que quienes creen que pueden aportar algo a las zonas afectadas, por poco que sea, se atrevan a ir a ellas. Kawashima no se rinde, y sigue invitando a muchas personas con la esperanza de que alguna de ellas se convierta en heredero de estas labores.
La voluntad es la esencia
La última noche que pasaron en la zona, los estudiantes les ofrecieron un baño de pies a los dueños de la posada Muroya, donde se hospedaron. A esas alturas los jóvenes ya tomaban por sí mismos la iniciativa, y decidían quién daba el masaje o se encargaba de otras cosas.
Mientras disfrutaba del baño, el dueño lloró por la tristeza que le causaba separarse de los estudiantes. Les pidió que volvieran a Suzu cuando el lugar se recuperara, y los miembros del sexto grupo se lo prometieron.
Durante la reunión para reflexionar sobre su estancia, los estudiantes comentaron que al principio sentían incomodidad al tocar las cosas, llenas de recuerdos personales de los damnificados: sus libros favoritos, álbumes, premios... Otros dijeron que se habían esforzado al máximo, tratando de ser conscientes de las particularidades e historia de cada familia; uno de ellos aseguró que la esencia del voluntariado reside en el corazón.
Su trabajo no duró ni una semana, pero trabajando bajo premisas como “hacer lo que pueda” y “querer ofrecer algo”, los principiantes van ganando experiencia y, al repetir la experiencia, se convierten en líderes y mejoran como seres humanos.
Fotografías: Kodera Kei.
(Artículo traducido al español del original en japonés. Imagen del encabezado: estudiantes voluntarios ofreciendo baños calientes de pies en un refugio.)
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