El nuevo ‘Shōgun’ y ‘House of Ninjas’, dos creaciones que hacen época
Cultura Entretenimiento- English
- 日本語
- 简体字
- 繁體字
- Français
- Español
- العربية
- Русский
Sanada Hiroyuki: poner fin a los malentendidos sobre Japón
La serie en 10 capítulos Shōgun, que comenzó a emitirse en febrero de 2024, es una creación del canal FX, propiedad de The Walt Disney Company. Basada en la novela homónima de James Clavell, está ambientada en vísperas de la batalla de Sekigahara (1600), que marcó profundamente el destino de Japón. Se enmarca, pues, en una época popularizada ya por telenovelas históricas de la radiotelevisión pública NHK y otras obras. Sus protagonistas están basados en personajes reales: Toranaga, interpretado por Sanada Hiroyuki, se inspira en Tokugawa Ieyasu, primer shōgun de Edo (1543-1616); Blackthorne o Anjin, al que da vida Cosmo Jarvis, en William Adams (1564-1620).
Adams fue un marino inglés que naufragó en Japón, pero posteriormente se las arregló para entrar al servicio de Ieyasu como asesor de política exterior. En la serie, que gira en torno a la relación establecida entre ellos dos, aparece también Mariko, personaje femenino encarnado por Anna Sawai que toma como modelo la figura histórica de Hosokawa Gracia, esposa cristiana del líder guerrero Hosokawa Tadaoki. De esta forma, la serie incide en aspectos que normalmente no ocupan demasiado lugar en las telenovelas históricas japonesas, como el encuentro entre la cultura occidental y la oriental, o el antagonismo católico-protestante. Los personajes de la serie dejan traslucir claramente los modelos históricos en los que se basan y, quizás por esta razón, las partes de la película que se apartan de los hechos históricos podrían desconcertar a los aficionados a este género. Pero el efecto final está bien conseguido y el espectador terminará dejándose seducir por la fuerza arrolladora de las imágenes y por la trepidante acción política, rebosante de intrigas.
La novela original ya dio origen a una serie en Estados Unidos que llegó a la televisión japonesa en 1981. Si he de ser sincera, no recibí una impresión demasiado buena de ella. Recuerdo que la imagen que daba de Japón era tan ridícula que fui incapaz de verla hasta el final.
Han pasado 40 años y esta nueva versión de Shōgun viene precedida de una fama excelente. Para la puesta en escena, con el vestuario, el atrezo, los diálogos, los interiores, etcétera, se ha contado con el asesoramiento de expertos japoneses. Así se ha conseguido recrear un mundo de lujo y magnificencia en el que apenas hay cosas que nos choquen a los japoneses.
Esta naturalidad debe no poco a la presencia de Sanada, un actor que ya demostró su celo por terminar con los malentendidos que rodean la imagen de Japón cuando protagonizó El Último samurái, hace ahora 20 años. Aquella experiencia le convenció de que la tarea era demasiado grande para un solo actor, por lo que esta vez, además de su papel protagonista, ha participado también en la producción eligiendo el equipo de profesionales, cuidando hasta el último detalle y haciendo las coordinaciones necesarias entre staff y actores extranjeros y japoneses. Toda una demostración de versatilidad y compromiso.
Kaku Kento, un hombre nuevo desde la crisis de la pandemia
Paralelamente, en Netflix se está emitiendo con gran éxito la serie House of Ninjas (La última familia ninja), ambientada en nuestro tiempo. Su protagonista, Kaku Kento, figura también entre los productores ejecutivos de la serie, dirigida por el norteamericano Dave Boyle y producida por Tōhō Studios, filial de la cinematográfica japonesa Tōhō. En esta serie, se parte de la figura histórica de Hattori Hanzō, guerrero al servicio de Tokugawa Ieyasu cuyo nombre es sinónimo de ninja en el mundo de la ficción, para hacer descender de él a la familia Tawara, depositaria de la tradición ninja y representada actualmente por tres generaciones: los hermanos interpretados por el citado Kaku y Kōra Kengo, sus padres (Eguchi Yōsuke y Kimura Tae), la abuela de los primeros (Miyamoto Nobuko) y otros dos miembros. La pérdida, seis años atrás, del mayor de los hermanos había mantenido a la familia apartada del shinobi (misiones de los ninja), pero la repentina aparición de un clan ninja rival y del líder de una nueva secta religiosa arrastran a los Tawara de nuevo hacia la acción. La serie muestra las facetas más realistas o menos llamativas del arte ninja, evitando muchas de las vistosas técnicas “mágicas” que suelen acompañar a los ninja en otras obras de ficción. A cambio, desarrolla otros aspectos, como la forma en que una familia dividida recupera su cohesión, o un contexto social marcado por una asfixiante sensación de estancamiento.
Fue Kaku quien, alarmado por la forma en que la paralización acarreada por la pandemia estaba afectando a su trabajo como actor, impulsó el proyecto, escribiendo él mismo el argumento y ofreciéndolo en Netflix. Y se dio una total coincidencia de intereses entre el actor, que había aspirado a distribuir globalmente el producto desde el principio, y los responsables de Netflix, muy interesados en las creaciones de tema ninja.
Actores que no se someten a restricciones
No es raro que los actores japoneses busquen dar el salto a la escena internacional. Aunque son sus debuts en Hollywood lo que más interés atrae, también hay actores que prueban suerte en China, en Taiwán o en Corea del Sur. En algunos casos, son “reimportados” a Japón con el aval de su éxito ultramarino.
La presencia de actores japoneses en Hollywood data de la época anterior a la Segunda Guerra Mundial, pero todos ellos emigraron antes de haberse labrado una carrera en Japón. En la década de 1960, la alta valoración lograda por las películas de Kurosawa Akira catapultó como actor a Mifune Toshirō, que comenzó a aparecer en muchas películas extranjeras. Siguieron sus pasos actores y actrices como Tanba Tetsurō, Chiba Shin’ichi (Sonny Chiba), Takakura Ken, Matsuda Yūsaku o Kudō Yūki.
Watanabe Ken se hizo famoso como protagonista de El último samurái y luego orientó su carrera hacia el teatro. Sanada, establecido ya en Hollywood, después de su actuación en esa misma película ha seguido su carrera en el cine y en la televisión. Watanabe y Sanada son, hoy por hoy, los actores japoneses que más éxito han cosechado en el extranjero.
También son cada vez más las obras japonesas que consiguen proyección internacional. Detrás de esta tendencia está la difusión alcanzada por los servicios de distribución de imágenes móviles. Con ellos, se han allanado en buena medida los obstáculos que dificultaban tal proyección y ahora los japoneses están produciendo de forma más consciente obras que funcionan en el ámbito internacional.
Si en las grandes producciones del extranjero, que implican inversiones millonarias, participan con su capital empresas japonesas, cabe esperar que la presencia de actores japoneses se amplíe todavía más.
Está habiendo importantes cambios en la forma de trabajar de los actores, con una mayor diversidad. La mentalidad tradicional del “zapatero a tus zapatos”, que constreñía la actividad de los actores encerrándolos en sus papeles dramáticos, está quedando atrás y ahora vemos que unos prueban suerte en el extranjero, otros participan en la producción, otros se independizan de sus agencias de representación y otros se posicionan y manifiestan públicamente a título individual.
En una entrevista concedida recientemente en la que hablaba de su primera experiencia como productor, Kaku expresaba su esperanza de que otros muchos siguieran sus pasos pensando que lo que había hecho Kaku también podrían hacerlo ellos mismos. Al parecer, Kaku ha accedido a horizontes de mayor libertad tras haberse independizado de su agencia, una de las mayores de Japón, en 2022. El 3 de abril anunció en Instagram que se dispone a crear una productora cinematográfica junto a Boyle.
Pero hay otro factor que está también detrás de este buen momento, y es el conocimiento más directo de Japón que se está difundiendo entre los extranjeros gracias al auge del turismo. No satisfechos con conocer los lugares turísticos, muchos “repetidores” se están adentrando en el Japón profundo y haciendo acopio de experiencias. Aunque su interés pueda partir de cosas como el manga o el anime, a medida que se familiarizan con aspectos históricos o con el día a día de los japoneses, parece ser que se están creando las condiciones para una mayor aceptación y demanda de representaciones de Japón libres de estereotipos.
Una época que espera mucho de los actores
La realidad, en todo caso, no es tan idílica. En Hollywood subsisten rancias ideas sobre el carácter del pueblo japonés y a quien quiera abrirse paso en el extranjero le espera una agotadora lucha contra la discriminación y los prejuicios.
El actor Matsuzaki Yūki, que lleva más de 20 años trabajando en Hollywood y ha actuado en películas como Letters from Iwo Jima (Cartas desde Iwo Jima) o The Pink Panther 2 (La pantera rosa 2), denunció en marzo de 2022 en su cuenta de Twitter (actual X) la discriminación que sufren y los prejuicios a los que se enfrentan los japoneses y los asiáticos en general. Asimismo, en una entrevista concedida a un periódico, Matsuzaki comentó unas declaraciones hechas por un famoso productor en las que decía que no creía que tuviera mucho sentido ser especialmente considerado a la hora de describir a los japoneses ya que, por muy chocante que pudiera ser la caracterización que de ellos se hiciera, nunca se enfadaban ni organizaban boicots, por lo que el efecto de esta distorsión sobre la recaudación era nulo. Matsuzaki señaló también que inconscientemente se siguen expresando prejuicios contra razas y todo tipo de minorías, y que esos prejuicios van calando en la población. Se mostró dispuesto a seguir alzando su voz, aunque fuese a costa de levantar alguna ampolla.
Les ha costado varias décadas conseguirlo, pero los actores japoneses han dicho definitivamente adiós a aquellos años en que podían darse por satisfechos si se les concedía un hueco en una película extranjera. Ahora exigen representaciones fieles a la realidad japonesa y, lo que es más, están accediendo a posiciones que les permiten hacer realidad ese deseo. A partir de ahora, la falta de conciencia frente a la discriminación y el prejuicio ya no es aceptable ni siquiera en el asiento del espectador.
Una evolución similar se ha visto, con un cierto adelanto temporal, en el mundo de la música. Como ejemplo de representación extravagante de lo japonés suele citarse la ópera de Puccini Madam Butterfly (1904). Primero se consiguió que fueran actores japoneses quien encarnasen los personajes japoneses. La siguiente etapa de “normalización” se coronó en 1985, cuando se puso en escena en Italia una versión que incluía la participación de japoneses a todos los niveles, desde la escenificación hasta el vestuario, atrezo, etcétera.
El cantante de ópera Okamura Takao estrenó en Tokio en 2003 una versión propia de Madam Butterfly. Previamente, a lo largo de su carrera en la escena europea, había tratado de que los directores corrigieran los aspectos de la obra que chocaban con las costumbres y mentalidad japonesas, pero no logró hacerse escuchar. Aunque los nietos de Puccini, titulares de los derechos de autor, no reconocieron su versión, en el mundo de la música muchos se han solidarizado con Okamura.
En los últimos años, también en Occidente hay investigadores que defienden la necesidad de revisar con criterios actuales las creaciones que contienen visiones estereotipadas de sesgo colonialista o racista, pues entienden que quienes las contemplan, inconsciente, acaban siendo cómplices de estos vicios. Ha costado 100 años llegar a este punto.
Con la distribución simultánea de materiales audiovisuales en diferentes países, el mundo se ha vuelto más pequeño y sus barreras se han rebajado, endureciéndose en la misma medida la competencia. Además de las lógicas dotes interpretativas, hoy en día a los actores se les exige creatividad y conocimiento de idiomas para hacer una aportación personal a las obras en que participan. Se espera de ellos, igualmente, que no se callen cuando tienen algo que decir. Al espectador se le exige la conciencia necesaria para no ser cómplice de la discriminación, aunque sea a un nivel inconsciente. Las barreras han podido rebajarse pero, en otro sentido, se ha elevado el listón.
En la rueda de prensa celebrada en febrero en la sede de la Asociación de Corresponsales Extranjeros en Japón, Sanada dijo que su trabajo en Shōgun era un gran paso adelante y que su misión era allanar el camino a quienes, siguiendo sus pasos, quisieran dar el salto al extranjero.
Sin duda, serán muchos los jóvenes talentosos que, aprovechando la cabeza de puente establecida por Sanada, superen airosamente las fronteras nacionales. Emociona constatar que la apertura obrada en otros campos se haga sentir también en el mundo del cine.
Fotografía del encabezado: Sanada Hiroyuki (izquierda, en fotografía de Reuters) y Kaku Kento (derecha, Jiji Press Photo)
(Traducido al español del original en japonés.)