Recordando al gran maestro Ozawa Seiji
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Dirigió en los mejores escenarios del mundo
El mundialmente aclamado director musical Ozawa Seiji falleció el 6 de febrero de 2024 a los 88 años de edad. Se convirtió en director de la Orquesta Sinfónica de Toronto y la de San Francisco a los treinta y algo. A los 38, pasó a dirigir en la renombrada Orquesta Sinfónica de Boston, una de las cinco más importantes de Estados Unidos (las llamadas Big Five). Desarrolló su prolongada carrera en dicho país durante casi treinta años. Paralelamente, fue uno de los pocos directores que actuaron con regularidad en las filarmónicas de Berlín y Viena, dos de las orquestas más prestigiosas del mundo.
Ozawa también se subió a los mejores escenarios de la ópera, como La Scala de Milán o el Festival de Salzburgo, y dirigió la Ópera Estatal de Viena —el “templo de la ópera”— entre 2002 y 2009. En 2002 participó en el Concierto de Año Nuevo de la Filarmónica de Viena, convirtiéndose en el primer japonés en dirigir un acto tradicional de este tipo, que capta la atención de aficionados de todo el planeta. El CD con la grabación logró un éxito de ventas sin precedentes en el mundo de la música clásica.
La hegemonía indisputada de Ozawa
Ozawa era una persona excepcional que competía en la cima mundial de su disciplina. Fue amado y respetado como músico de primera categoría no por su “excelencia como japonés procedente de otra cultura”, sino en la misma liga que sus colegas europeos o americanos. Fue el único japonés en hacerse un lugar así en el mundillo de la música clásica, dominado por la cultura occidental. Muy pocos se han acercado siquiera a su trayectoria.
A nivel nacional, contribuyó a montar la Nueva Orquesta Filarmónica de Japón y la hizo crecer. En 1987 fundó la Saitō Kinen Orchestra y en 1992 creó en Nagano el Saitō Kinen Festival Matsumoto (Seiji Ozawa Matsumoto Festival desde 2014), del que fue el director general. Tanto la orquesta como el festival de música, que se celebra cada verano, han adquirido reconocimiento mundial.
También dirigió durante muchos años la Orquesta de Cámara de Mito, fundada en 1990 y afiliada a la Art Tower de la misma ciudad. Desde que lo nombraran director del museo en 2013, se dedicó a difundir los atractivos de la música en vivo organizando conciertos para niños, entre otras iniciativas. En el año 2000, lanzó el Proyecto de Ópera de la Academia de Música Ozawa Seiji para formar a jóvenes músicos y obtuvo grandes resultados también como formador.
Así pues, Ozawa no solo fue uno de los mejores directores de orquesta del mundo, sino que su contribución a la música en Japón fue de un valor incalculable.
Sociable, afectuoso y leal
Ozawa, que no era miembro de la élite musical, alcanzó la excelencia gracias a su esfuerzo y energía extraordinarios, así como a su sociabilidad, cualidad imprescindible en un director de orquesta. Es bien sabido que era muy activo: estudió durante toda la vida y viajó solo a Francia con su scooter en un buque de carga. Todas las personas de su entorno a las que entrevisté cuando escribía mi libro Yamamoto Naozumi to Ozawa Seiji (Yamamoto Naozumi y Ozawa Seiji) coincidieron en afirmar que no había nadie tan sociable, afectuoso y leal como él.
Cuando falleció su amigo Yamamoto Naozumi (1932-2002), director y compositor, su hijo mayor Junnosuke me contó que Ozawa había sido el primer músico célebre en acudir, a pesar de que este y Junnosuke no mantenían una comunicación constante. La lealtad es una virtud que siempre conmueve.
El esfuerzo y el carácter de Ozawa le valieron el amor de muchas personas, en especial su mentor Saitō Hideo (profesor de música y violoncelista, 1902-1974), cuya fama se vio impulsada por él. Fue este aprecio lo que sin duda le permitió aprender bajo la tutela de dos de los directores más importantes del siglo XX: Herbert von Karajan y Leonard Bernstein. Es un detalle que debemos remarcar al repasar su trayectoria.
“Su mera presencia transformaba el sonido de la música”
He escuchado muchos conciertos dirigidos por Ozawa. Siempre me ha impresionado su dominio técnico de la batuta y su abordaje lúcido. Recuerdo con nitidez su dinámica figura sobre el escenario. A día de hoy aún perdura en mi memoria la Sinfonía n.º 3 de Mahler interpretada por la Orquesta Sinfónica de Boston el 13 de febrero de 1986 en el Tokyo Bunka Kaikan. La música me hechizó durante todo el concierto y al final me dejó una impresión profunda y arrebatadora. Especialmente la última parte, que se desplegó como el fluir de un gran río, me emocionó tanto que se me quedó grabada en el corazón. Fue el mejor concierto de mi vida.
Recuerdo otra actuación que me marcó profundamente. En diciembre de 2018, cuando ya casi no subía a los escenarios, Ozawa ofreció un concierto en el Suntory Hall en ocasión del 120.º aniversario de la discográfica Deutsche Grammophon. Dirigió la Introducción y Rondo Capriccioso de Saint-Saëns con el solo de violín de Anne-Sophie Mutter. La Saitō Kinen Orchestra, que venía tocando bajo la dirección de otro director, de repente empezó a sonar de forma claramente distinta, con un sonido vivaz y firme. Quizás fuera algo que solo podía apreciarse en persona, pero seguro que todo el público lo notó. Fue el último instante en el que constaté la grandeza de Ozawa.
La lucha contra la enfermedad limitó sus actividades en el ocaso de su vida. Sin embargo, cuando entrevisté a Toyoshima Yasushi, primer violín de la Saitō Kinen Orchestra y la Nueva Orquesta Filarmónica de Japón, me contó: “Cuando [Charles] Dutoit dirigió la Saitō Kinen Orchestra en 2021, Ozawa estaba junto al escenario. Fue mover los brazos y el sonido cambió de inmediato. Había llegado a ese nivel. Bastaba con que estuviera presente. Era capaz de transformar el sonido de una orquesta con una aparición fugaz”.
Ese Ozawa que moldeaba el sonido de una orquesta entera con su mera presencia siguió siendo una figura imprescindible de la música incluso tras abandonar los escenarios. La sensación de pérdida ante su desaparición es inabarcable.
Fotografía del encabezado: Ozawa Seiji dirigiendo la Orquesta Sinfónica de Boston en el Boston Symphony Hall en septiembre del año 2000. (Fotografía de Dominic Chavez / The Boston Globe a través de Getty Images)
(Traducido al español del original en japonés.)