El Club de Escritores de Ciencia-ficción y Fantasía de Japón cumple sesenta años
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La ciencia-ficción japonesa y el SFWJ
La ciencia-ficción japonesa es quizá mejor conocida a nivel internacional por sus muchas películas de monstruos gigantes y robots, como la serie de Godzilla, y por algún anime futurista como Tetsuwan Atomu (Astro Boy) o Akira. Cuenta, no obstante, con una variada tradición, poco conocida o comprendida en Occidente.
Desde los sesenta una organización ha sido fundamental para el crecimiento y desarrollo de la ciencia-ficción en el archipiélago japonés: el Nihon SF Sakka Kurabu (Club de Escritores de Ciencia-Ficción de Japón, o SFWJ, por sus siglas en inglés). Este año, en que el SFWJ celebra su sexagésimo aniversario, recorro la evolución de esta asociación a lo largo de más de medio siglo.
El SFWJ se inauguró el 5 de marzo de 1963 en el restaurante taiwanés Sanchinkyo, en el barrio de Nishi-Shinjuku, en Tokio.
Allí se hallaban presentes sus once fundadores. Ocho de ellos (Ishikawa Takashi, Kawamura Tetsurō, Saitō Morihiro, Saitō Hakukō, Hanmura Ryō, Mori Yū, Mitsuse Ryū y Yano Tetsu) permanecerían en el corazón de la ciencia-ficción japonesa a lo largo de las siguientes décadas como académicos, traductores, editores, críticos y autores. El editor Fukushima Masami desempeñaría el cargo de presidente de facto del grupo hasta su muerte, en 1977. Los otros dos fundadores, los escritores Komatsu Sakyō y Hoshi Shin’ichi, serían considerados dos de los “tres maestros” de la ciencia-ficción japonesa, junto con Tsutsui Yasutaka, el cual se uniría al club poco después.
Un editor pionero, al timón
Los libros de historia sobre la ciencia-ficción estadounidense suelen atribuir a ciertos editores clave un papel fundamental en la formación del género. Los más famosos, quizá, son Hugo Gernsback y John W. Campbell, que trabajaron como editores de dos revistas legendarias de la época dorada de la ciencia-ficción: Amazing Stories y Astounding Stories, respectivamente. También dieron nombre a dos de los premios más prestigiosos del género: el Hugo y el John W. Campbell.
No existen, por supuesto, figuras equivalentes a Gernsback o Campbell en la ciencia-ficción japonesa. Sin embargo, Fukushima Masami podría reivindicar muchos logros análogos. En 1959 fundó y pasó a ser editor en jefe de SF Magazine, la primera y ahora más longeva revista mensual del género, y propuso más adelante dos ideas cruciales: un simposio internacional de ciencia-ficción, que se celebró en 1970, cuando aún estaba vivo, y un premio japonés de ciencia-ficción, que se establecería años después de su muerte bajo la forma del SF Grand Prix.
Fukushima fue también la figura principal tras la fundación del SFWJ. Sus objetivos principales, tal y como se registraron con una grabadora de bobina abierta que se llevó a la reunión inaugural en Sanchinkyo, eran distinguir a los profesionales de los aficionados, y lograr reconocimiento para un género cuyos creadores muchos percibían a veces como “anómalos”.
Durante la edad de oro de la ciencia-ficción japonesa, en los sesenta, muchos escritores iban metiéndose en tema escribiendo para Uchūjin, el primer fanzine y el de mayor duración, se hacían profesionales con SF Magazine, firmaban contratos para libros con editoriales como Hayakawa Shobō, y con suerte entraban a formar parte del SFWJ. De este modo la membresía del club servía como símbolo de prestigio, y sería un elemento crucial en la industria, durante décadas.
Para algunos miembros, unirse al SFWJ marcaba un punto de giro en sus vidas.
“Para mí, lector de ciencia-ficción desde mi niñez, era una organización legendaria”, dice Kusaka Sanzō, un prolífico editor de ciencia-ficción que se unió en 1999. “Nunca imaginé que yo mismo sería miembro. Era como un sueño hecho realidad”.
“Para aficionados como yo, interactuar con nuestros escritores favoritos era como si seres celestiales hubieran descendido al mundo terrenal para pasar un rato con nosotros”, dice Kotani Mari, crítica feminista de ciencia-ficción a la que se considera la primera cosplayer de la historia. “Por eso me sentía extasiada por poder unirme a las filas del SFWJ. Aún hoy día siento esa emoción”.
Para otros, el significado personal de la admisión al SFWJ ha sido más ambiguo.
“Cuando me uní, el SFWJ era un poco como un club social. Dado que soy del tipo de personas que tienen pocos amigos, y me cuesta participar en conversaciones animadas de grupo, me tomé mi ingreso en la asociación como un asunto procedimental”, dice Tobi Hirotaka, un escritor de vanguardia de la llamada tercera generación, ganador de múltiples premios, incluyendo cuatro premios Seiun y dos Grandes Premios de Ciencia-Ficción. “No me sentía especialmente feliz o triste”.
Los tres maestros
Los “tres maestros” (Komatsu Sakyō, Tsutsui Yasutaka y Hoshi Shin’ichi) constituyen la “primera generación” de autores de ciencia-ficción, a quienes se suele considerar más influyentes. Resulta tentador compararlos con los “tres grandes” de la ciencia-ficción inmediatamente posterior a la Segunda Guerra Mundial del mundo anglosajón (Arthur C. Clarke, Robert A. Heinlein e Isaac Asimov), pero esto puede inducir a error, ya que las obras de sus supuestos homólogos son muy distintivas.
Komatsu Sakyō (1931–2011) tenía diez años cuando Japón atacó Pearl Harbor. Cita sus experiencias durante la guerra como su principal motivación para escribir ciencia-ficción. Estudió literatura italiana en la Universidad de Kioto, antes de comenzar a escribir literatura breve, y pasar después a la ciencia-ficción pura y dura, tras encontrar el primer número de SF Magazine. Komatsu es famoso por su novela de 1973 Nihon chinbotsu (El Hundimiento de Japón), en la que el archipiélago japonés se hunde bajo el océano Pacífico y los refugiados supervivientes forman una diáspora. La apocalíptica novela llegaría a vender 4,6 millones de copias y sería adaptada como serie de televisión en 2021, y como película de animación para Netflix bajo el título Nihon chinbotsu 2020 (distribuida internacionalmente como Japan Sinks 2020). De los “tres maestros”, Komatsu era quizá el más cerebral y profético; exploró ideas complejas por medio de novelas intricadas, basadas en ciencia, y numerosas historias cortas.
Tsutsui Yasutaka (1934–) escribió su tesis de maestría, en la Universidad Dōshisha de Kioto, sobre el psicoanálisis y el surrealismo, cuyas trazas se pueden hallar a lo largo de toda su obra. Se trata de un autor humorístico, provocador y altamente prolífico, conocido por tocar múltiples géneros, y también por distorsionarlos; la obra más famosa de Tsutsui es su novela juvenil de 1967 Toki wo kakeru shōjo (La Chica que saltaba a través del tiempo), adaptada a varias películas, series de televisión, mangas y una película de animación. Escribió también una historia corta que parodia a Nihon chinbotsu, titulada “Todo se hunde salvo Japón”. De los “tres maestros”, Tsutsui es el más experimental y versátil; ganó numerosos premios de ciencia-ficción antes de comenzar a cosechar reconocimiento literario en las décadas de 1990 y 2000, tanto dentro como fuera de Japón.
Hoshi Shin’ichi (1926–1997) se graduó en la prestigiosa Universidad de Tokio; era hijo del fundador de la gran empresa farmacéutica Hoshi Seiyaku, para la cual trabajó brevemente como presidente. Hoshi, el cofundador de Uchūjin, llegó a escribir varias novelas, pero es reverenciado ante todo como el “dios de las historias muy cortas”: llegó a firmar más de mil obras breves de ficción, ubicadas en todas partes del espectro: ciencia-ficción, fantasía, terror, surrealismo... Fue el único de los “tres maestros” que jamás ganó el Gran Premio de Ciencia-Ficción por su obra, pero sí gozó de la distinción de haber escrito la primera obra japonesa de ciencia-ficción que se publicó en inglés. Se trata de Bokkochan, la obra que da título a su colección más famosa, sobre la anfitriona de un bar para robots, quien resulta ser una “mujer fatal” pese a su falta completa de inteligencia. La tradujo al inglés otro miembro fundador del grupo, Saitō Hakukō (bajo su nombre legal, Noriyoshi), y apareció en la edición de junio de 1963 de la revista Magazine of Science Fiction and Fantasy.
Aunque son muy respetados, los “tres maestros” no son, por supuesto, los únicos miembros significativos de la primera generación del SFWJ. Otros incluyen a los escritores Hanmura Ryō, Hirai Kazumasa y Mayumura Taku, sin olvidar al pionero del manga Tezuka Osamu, cuya serie de ciencia-ficción Astro Boy dio luz al anime el mismo año en que se fundó el club.
Un simposio internacional de ciencia-ficción
En 1970, en el punto álgido de la Guerra Fría, el SFWJ acogió a luminarias de la ciencia-ficción tanto de Oriente como de Occidente durante un evento conocido como el Simposio Internacional de Ciencia-Ficción. Se organizó específicamente para que coincidiera con la Exposición Mundial celebrada en Osaka; era la primera vez que se celebraban eventos de ese tipo en Asia.
“El autor británico Brian Aldiss quería asistir a la Exposición Mundial de Japón, y planteó si se podría convertir su visita en un simposio”, dice Tatsumi Takayuki, profesor emérito de la Universidad Keiō y el mayor experto del mundo en cyberpunk japonés. “Komatsu Sakyō aceptó la oferta e hizo las veces de organizador”.
Además de Aldiss, entre los asistentes extranjeros se hallaban su colega británico Arthur C. Clarke, el escritor estadounidense Frederick Pohl, la autora y antropóloga canadiense Judith Merril y un buen número de autores soviéticos, incluyendo al editor Vasily Zakharchenko, al escritor Yeremey Iudovich Parnov y el investigador de H. G. Wells, Yuly Kagarlitsy. Celebrado del 29 de agosto al 3 de septiembre, el simposio unió convenciones en varias ciudades, comenzando por Tokio y pasando después por Nagoya, en Aichi, y finalmente por Ōtsu, Shiga, antes de concluir con una visita a la cercana Expo ’70.
Esta experiencia haría que Merril se enamorara de la escena japonesa hasta tal punto, explica Tatsumi, que permanecería en el país dos años para lograr que se tradujeran obras locales al inglés. Sus esfuerzos no tuvieron un éxito inmediato, pero sentaron las bases para la primera antología de ciencia-ficción japonesa en inglés, The Best Japanese Science-Fiction (La Mejor ciencia-ficción japonesa), publicada en 1989.
El Gran Premio de Ciencia-Ficción de Japón
En 1980 el SFWJ estableció el Gran Premio de Ciencia-Ficción de Japón, un premio otorgado anualmente a una obra relacionada con el género y publicada entre el 1 de septiembre del año anterior y el 31 de agosto.
El otro premio importante de la ciencia-ficción japonesa, el Seiun, había existido desde 1970, pero mientras que este era en esencia el equivalente japonés del Premio Hugo, votado por aficionados que asistían a la Convención de Ciencia-Ficción de Japón, el Gran Premio sería elegido por profesionales del género, en particular un jurado formado por miembros del SFWJ. Al tratarse de un premio con jurado es también diferente de los Premios Nebula, para los cuales pueden votar todos los miembros de la Asociación de Escritores de Ciencia-Ficción y Fantasía de Estados Unidos.
Al no estar restringido a la literatura, las obras de cualquier medio (desde la crítica y la no ficción al anime y el cine) han podido optar al Gran Premio desde sus inicios. Uno de los primeros premiados, por ejemplo, fue Ōtomo Katsuhiro, por su manga Dōmu (publicado en inglés como Domu: A Child’s Dream), su primer intento con una historia similar a Akira, su gran éxito posterior.
El invierno de la ciencia-ficción japonesa: el declive de los noventa
En 1997 apareció en la edición de marzo de la revista de libros Hon no zasshi una entrevista con el título incendiario de “Toda la ciencia-ficción de la última década es basura”. El artículo, anunciado en la portada tal vez con la intención de provocar controversia, consistía en una conversación entre dos autores/editores/traductores, Kagami Akira y el miembro del SFWJ Takahashi Ryōhei, en la que discutían el supuesto declive de la literatura de ciencia-ficción.
Un artículo en respuesta, en el famoso periódico Nikkei, bajo el título “El estado de la Edad del Hielo de la ciencia-ficción japonesa” aseguraba que el género se hallaba en tal estado de decadencia que la palabra “invierno” no le hacía justicia. En breve el SFWJ y el resto del mundo de la ciencia-ficción se verían mezclados en una discusión a través de blogs, periódicos y seis números de SF Magazine. Este furor se suele denominar el “Debate sobre el invierno de la ciencia-ficción japonesa”, o también el “Debate sobre si la ciencia-ficción japonesa es basura”.
Las opiniones al respecto de ese declive (o sobre si existía tal declive, para empezar) varían en gran manera. Lo que está claro es que las ventas de publicaciones comercializadas como ciencia-ficción habían caído en picado desde su auge en 1985. Las revistas de ciencia-ficción fueron quebrando, una tras otra, a lo largo de los ochenta, pero el comienzo de ese invierno se hace a veces coincidir con el cierre de SF Adventure en 1993, tras el cual solo sobreviviría SF Magazine.
“Tal y como yo lo veo, el invierno de la ciencia-ficción japonesa se debió a una escasez de escritores nuevos”, dice Kusaka. “Hubo un periodo de casi una década sin ningún premio a escritores nuevos, lo cual indicaba que no había talento fresco. Esto hizo que el género pareciera haber perdido su chispa”.
Otras causas propuestas para explicar este periodo incluyen la influencia excesiva de los medios visuales, como Star Wars, las preferencias cada vez más esotéricas de los aficionados, y la tendencia de la ciencia-ficción a esconderse tras otros géneros, como el misterio.
Este no sería, por supuesto, el fin del género en Japón. A medida que el mundo de la ciencia-ficción se acercaba al comienzo del nuevo siglo, se gestaba un cambio que insuflaría nueva vida en el SFWJ y en la industria en su conjunto.
(Traducido al español del original en inglés. Imagen del encabezado: los “tres maestros” de la ciencia-ficción japonesa; desde la izquierda, Komatsu Sakyō, Hoshi Shin’ichi y Tsutsui Yasutaka. © Kyōdō)