Cuatro luchadoras de sumo que aspiran a lo más alto
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Abe Nana, una peso pesado juvenil sin puntos débiles
Desde el momento en que se subió al dohyō, el ring del sumo, su espíritu abrumó a las demás. Abe Nana nació en Niigata, es estudiante de tercer curso de secundaria y es la luchadora de sumo más potente de Japón, con doce títulos mundiales a sus espaldas. Empecé el año viéndola competir de cerca en el que fue el primer Torneo de Sumo Femenino de Año Nuevo de la historia, un campeonato creado por mujeres para mujeres y organizado por las luchadoras para difundir el sumo femenino.
Cuando anunciaron la entrada de Abe al ring, el ambiente del estadio cambió. La luchadora ejecutó una reverencia vigorosa y se dio una sonora palmada en el muslo. El combate empezó tras el grito de “Hakkeyoi” del árbitro y terminó sin que apenas me diera tiempo a respirar ni una vez. “Esta chica es distinta”, comentó otro espectador, y yo asentí con la cabeza. Abe ganó el primer título de Campeona de la Categoría de Secundaria en este campeonato y también se llevó el trofeo de la misma categoría en el Campeonato Nacional que se disputó en mayo y julio. Se ha quedado sin oponentes a su altura.
“Mi hermana era muy tímida y se escondía detrás de mí. Pero fue subirse al dohyō y convertirse en una superheroína”, recuerda Sakura, dos años mayor que Nana. Las hermanas tuvieron su primer contacto con el sumo de muy pequeñas, cuando a Sakura le dio por participar en un torneo infantil y Nana la acompañó. Sakura no fue capaz de vencer a las participantes más veteranas y la eliminaron en la ronda preliminar, pero Nana dominó a sus contrincantes con una fuerza increíble para ser su primera competición y venció en un combate tras otro.
“Gané mi primer campeonato nacional en cuarto de primaria… Sueño con ser la número uno del mundo desde entonces”, comenta Abe. Aunque es una de las luchadoras con más talento de Japón, nunca ha tenido la oportunidad de participar en una competición mundial por la barrera de la edad y por la pandemia. Este año al fin se estrenará: “Ojalá logre ganar reforzando mi oshidashi (técnica por la que se trata de sacar del ring al oponente empujándolo frontalmente), que es lo que se me da mejor”.
Abe asegura que se pone nerviosísima en las entrevistas y su voz, que tan clara suena en el dohyō, mengua tanto que no parece la suya. Pero, al preguntarle por los puntos débiles que desea mejorar, responde, convencida: “¡Ninguno!”.
Su objetivo es ganarse la vida como luchadora de sumo. Sin embargo, esa es una carrera profesional a la que las mujeres no tienen acceso hoy por hoy. “No hay derecho a que una chica que se esfuerza tanto vea sus ambiciones frustradas debido al género”, lamenta Sakura, que trabaja con su hermana como asistente. “Es estupendo ver a chicas ir a por todas en algo, sin importarles lo que piensen los demás. Todas van en serio y lo dan todo. No hay ninguna diferencia respecto al ōzumō (sumo tradicional). Si la gente conociera el atractivo de este deporte, seguro que también se convertiría en una disciplina que captaría a su propia afición. Así se le abriría a Nana el camino al que aspira. El futuro es incierto, pero quiero confiar”.
Hisano Airi, una peso libre fuerte y amable como Raoh
A Hisano Airi, de 24 años, se la conoce también como a la invencible de su generación. Encabeza la lista de luchadoras a las que admira Abe Nana: “Es increíblemente fuerte e increíblemente amable”.
Hisano se coronó como la primera mejor luchadora de Japón en el Torneo de Sumo Femenino de Año Nuevo, en el que se enfrentaron las campeonas de todas las categorías. A pesar de su apabullante capacidad, se inició en el sumo bastante tarde, cuando estudiaba en la universidad: “Practicaba karate y en sexto curso participé en un torneo de sumo infantil y quedé segunda. Tan pronto como empecé la secundaria, una compañera de un curso superior me dijo que le habían encantado mis combates y me pidió que me uniera al club de judo”.
Siguió practicando judo durante la secundaria y el bachillerato, pero el acoso escolar la empujó a dejar tanto el club como los estudios. Retomó el judo en otro instituto, pero no se le olvidaba la mala experiencia anterior. Cuando empezaba a plantearse la retirada, le recomendaron probar el sumo para descansar un poco del judo: “Me pareció más rápido y emocionante, ya que el combate se puede llegar a saldar en solo dos o tres segundos. También me llamó la atención que las reglas fueran tan claras: se pierde al caer al suelo o al salirse del dohyō”.
En el primer campeonato en que participó, la Universidad Nihon se fijó en su talento; a partir de ahí Nana empezó a dedicarse al sumo en serio. Además del fuerte torso que había desarrollado con el karate y la potencia que había perfeccionado con el judo, resultó que también destacaba por la intuición: “En el primer combate me pongo como un flan, pero, una vez me centro, el cuerpo va solo. Es tan instintivo que al terminar el combate no recuerdo nada”.
Después de hacerse con cuatro títulos nacionales consecutivos se ganó fama de campeona absoluta. Sin embargo, la presión de pensar en el impacto que provocaría una derrota hizo que se le agarrotara ese cuerpo, que normalmente se le movía solo, y no logró luchar como pretendía.
“Cuando participé en los Mundiales del año pasado, tenía sentimientos encontrados. En el primer combate me tocó enfrentarme contra una candidata al título y, en el momento en que empezamos a luchar, me quedé asombrada: no solo era muy fuerte, sino que se notaba que disfrutaba profundamente el sumo”.
“Evito pensar en la presión de ser una campeona. Solo quiero sumergirme en la emoción de enfrentarme a las luchadoras más potentes del mundo”. Esa idea le sirvió de combustible. Aunque perdió el primer combate, logró remontar y quedar tercera en la categoría de peso pesado. Ella asegura que, cuando se trata de fuerza, da igual el género: “Quiero ser una luchadora fuerte, amable y admirable en el ring, como el personaje de Raoh en el manga Hokuto no ken. También me gusta mucho Mitsuchan (Mitsui Hisashi) de Slam Dunk. Cuando me lesioné la rodilla como él, su recuperación me animó. Quiero demostrar que no me rindo. Siempre lucho con la esperanza de insuflar valor a otras personas”.
Actualmente Hisano compagina su trabajo como guardia de seguridad con el entrenamiento en el dōjō. Es una vida dura, pero ella jamás flaquea en su intención de convertirse en la mejor luchadora. “Quiero ganar el Campeonato Mundial disfrutándolo al máximo”, se reafirma.
Hoy Hisano también entrena duro para poder luchar sin arrepentirse de nada.
Hasegawa Rio, la peso medio que arrasa sin renunciar a ser ella misma
Al alabar lo bien que le sienta el pelo de color naranja, me responde: “Gracias. Como me jugaba la admisión a la selección japonesa, me lo teñí más claro para lograr un cambio radical”. Hasegawa Rio, estudiante de segundo curso en la Universidad Keiō, se forjó un nombre al convertirse en la primera chica en unirse al club de sumo de la institución, que cuenta con 103 años de historia.
“Me dijeron que los luchadores debían llevar el pelo negro, pero no voy a perder potencia solo por teñirme. Al igual que las jugadoras de tenis de mesa profesionales llevan trenzas, yo también quiero combinar estilo y fuerza”.
Como muestra de su determinación, ganó todos los combates de las eliminatorias para entrar en la selección nacional. Considerada un fenómeno desde pequeña, en secundaria se proclamó campeona del Campeonato Nacional venciendo a sus oponentes adultas. Volvió a ganar en la misma competición cuando estaba en la universidad. Y en 2022 se llevó tanto el título de mejor luchadora de la Federación de Sumo Femenino de Japón como el premio individual a la excelencia de la Federación de Sumo de Japón. No hay quien la detenga.
“Hasta la secundaria, practiqué el sumo por presión familiar. Era una vida de entrenamiento durísimo, sin tiempo para ocio ni aficiones, pero temía que mi padre me regañara si decía que quería dejarlo”.
Su padre falleció repentinamente cuando ella iba a ingresar en el bachillerato. Tenía que decidir si seguir con el sumo o probar otro camino. Al verse por primera vez ante la posibilidad de elegir entre varias opciones, se acordó del Campeonato Mundial Juvenil de Sumo Femenino, en el que había participado aquel año: “Aunque ganamos como equipo, me quedé con el resquemor de haber quedado la tercera en la categoría peso medio. Tenía mis dudas, pero al final decidí que quería ir a por el primer puesto mundial y elegí por voluntad propia un instituto de bachillerato con club de sumo”.
Resultó que Hasegawa era el único miembro del club de sumo de su instituto y encima la pandemia impedía el entrenamiento en contacto directo con otras personas. Pero ella se lanzó a entrenar con una sola idea en mente: “Cuando una se esfuerza más que nadie es cuando por fin logra unos resultados aceptables”.
“Si logré el título individual en el campeonato del mundo juvenil en primero de bachillerato, fue porque practiqué el sumo sin que nadie me coartara. Quiero convertir el sumo femenino en una disciplina en la que no haya que renunciar a la individualidad. Me esforzaré al máximo en los entrenamientos y los combates, pero no quiero descuidar los estudios ni el maquillaje, y quiero incluso seguir a los artistas que me gusten. ¿Por qué no voy a poder dar lo máximo de mí en todo?”.
“Quiero convertir el sumo amateur en un deporte con entidad propia, pero respetando la tradición del sumo como arte marcial. En otros países el sumo goza de una popularidad enorme porque es un deporte al mismo nivel que el béisbol o el fútbol. En Japón no nos podemos dormir en los laureles porque sea nuestro deporte nacional”, advierte Hasegawa.
“Quiero animar el panorama juntando a hombres y mujeres, pero el atractivo del sumo femenino podrían ser precisamente la brecha. Muchas luchadoras son delgaditas y salen chicas normales y corrientes que se lanzan a atacar con el pelo despeinado y luego se hacen daño cuando las tiran al suelo con todo el ímpetu. Duele verlo, pero también emociona. Precisamente su aspecto de chicas comunes resulta interesante y, en espíritu, no tienen nada que envidiar a los hombres. Estoy convencida de que eso se transmite al público”.
Kon Hiyori, una peso pesado que aspira a luchar con libertad
“Rio es la niña de mis ojos. Tiene la cabeza tan bien amueblada que no sé cuál de las dos es la mayor”, explica Kon Hiyori, de 25 años, con su suave dialecto de Tsugaru. Ella y Hasegawa Rio se hicieron amigas cuando entrenaban en el mismo dōjō.
Pionera del sumo femenino japonés, quedó segunda dos veces en el Campeonato Mundial de Sumo Femenino. Ha protagonizado el documental Little Miss Sumo, dirigido por un cineasta británico, que explica su vida deportiva e indaga en cuestiones de género en su disciplina, y que se proyectó en el Festival de Cine de Londres y en otros países. La BBC la incluyó entre las cien mujeres del año en 2019. En la actualidad trabaja en una empresa de la prefectura de Aichi y sigue practicando su deporte.
“El dōjō de Aomori era muy espartano. Nos decían ‘Las chicas no lloran. El entreno no empieza hasta que os salgan sabañones’. Era durísimo. Pero seguí entrenando allí porque, sin el sumo, no hubiera visitado muchos países ni conocido a muchas personas. En octubre volaré a Arabia Saudí para participar en los Combat Games, una competición de todas las categorías”, cuenta la luchadora.
Hiyori sueña con popularizar el sumo en todo el mundo. A partir de abril de 2024, pasará un par de años trabajando como voluntaria de la Agencia de Cooperación Internacional de Japón (JICA) para difundir su deporte en Argentina: “Aspiro a conseguir el título en el Campeonato Mundial para que aprecien que los visita una campeona. En los últimos años he bajado el rendimiento y me estaba planteando abandonar, pero todavía no he conseguido el título mundial. La gracia del sumo es que una persona de menor envergadura puede vencer a otra más grande. Creo que tengo que demostrar el orgullo de Japón, cuna de la disciplina, al resto del mundo y a las luchadoras que vengan detrás de mí derrotando a las contrincantes más fuertes”.
Kon sigue luchando discretamente, pero dice que ha perdido el deseo de liderar el mundo del sumo femenino: “Ya no quiero ser la figura a la que aspiran las demás, ni nada por el estilo. Como luchadora potente, tenemos a Hisano Airi, y Hasegawa Rio es la que puede tirar del carro en términos de carisma. Veo un futuro en el que el sumo femenino se desarrollará en Japón, aunque yo no forme parte de él. Ahora mismo solo quiero luchar con toda libertad”.
“Existe la creencia arraigada de que el sumo tiene que ser de una forma determinada, pero hoy en día lo bonito es que todo el que tiene un cuerpo puede luchar. Si una ama de casa practica el sumo una vez por semana, para mí ya es una luchadora. Quiero enseñar a la gente a amar el sumo de una forma más libre”, afirma sin rodeos.
“Que el Campeonato Mundial se celebre en Japón es algo que no se da todos los días. No quiero que nadie se pierda el momento en que las jóvenes leonas japonesas demuestren lo mejor del sumo femenino. Y espero que todos les transmitan energía y hagan retruenen por todo el estadio los vítores para animar a Japón. Depende de todos que el sumo femenino se quede en una batalla solitaria o que adquiera protagonismo”.
(Artículo traducido al español del original en japonés. Imagen del encabezado: Hasegawa Rio entrenando en el dōjō de la Universidad Keiō, con la palabra JAPAN estampada en la camiseta. Fotografía de la autora).