Futbolistas japoneses en Europa: una retrospectiva
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Japón, el país asiático que más jugadores envía a Europa
En la Copa Mundial de la FIFA celebrada en Catar (Qatar) entre noviembre y diciembre de 2022, la selección de Japón sorprendió a propios y extraños derrotando en la fase de grupos a dos excampeones del mundo: Alemania y España. Aunque su aventura mundialista terminó en la ronda de penaltis del partido que lo enfrentó a Croacia en los octavos de final, su historial de cinco presencias en octavos y los siete puntos que obtuvo bastan para auparla a lo más alto entre los equipos nacionales asiáticos.
De los 26 hombres seleccionados por Moriyasu Hajime, 19 jugaban en el extranjero, todos en clubes europeos, y otros tres habían militado en clubes extranjeros antes de retornar a Japón: Nagatomo Yūto, con una larga experiencia en el Cesena, el Inter de Milán, el Galatasaray y el Marsella; Sakai Hiroki, que había jugado en el Hanover 96 y en el Marsella, y Gonda Shūichi, en el SV Horn y en el Portimonense. Quiere esto decir que eran únicamente cuatro los que habían jugado solo en Japón.
Entre los países de la sección asiática de la FIFA no puede encontrarse ningún caso parecido. Ni siquiera Australia, excolonia británica, lo igualaba en proporción de jugadores con experiencia en el extranjero, pues solo tenía 18 (15 en Europa). Tampoco Irán, con 13 “europeos”, ni Corea del Sur, con siete. Los otros dos representantes de Asia en el mundial de 2022, Arabia Saudí y el anfitrión Catar, no tenían ninguno. Japón solo tenía parangón en este apartado entre los países sudamericanos y africanos.
La selección japonesa se clasificó para la fase final de un mundial por primera vez en 1998, año en que se disputó en Francia. Entonces, no contaba con ningún jugador con experiencia en un club extranjero. En la siguiente cita mundialista, 2002, coorganizada por Japón y Corea del Sur, tenía cuatro; en 2006 (Alemania), seis; en 2010 (Sudáfrica), volvía a tener cuatro.
El cambio llegó en 2014 (Brasil) cuando se presentó con 12; en 2018 (Rusia), lo hizo con 16, un importante salto. En 2022 se decía que resultaba ya difícil ser seleccionado sin estar jugando en Europa. Hay que decir, de todos modos, que el total de seleccionados por cada país ha pasado de los 22 de 1998 a los 26 de 2022, siendo 23 entre 2002 y 2018.
Kubo Takefusa en la Real Sociedad (España), Kamada Daichi en el Fráncfort (Alemania), Mitoma Kaoru en el Brighton (Reino Unido), Tomiyasu Takehiro en el Arsenal (ídem)… Hoy en día son cerca de un centenar los japoneses que juegan en la primera división de alguna de las ligas europeas, incluyendo las cinco grandes (Inglaterra, España, Alemania, Italia y Francia). Japón es el país asiático que más jugadores envía a Europa, situándose al mismo nivel que países sudamericanos y africanos. Y lo ha conseguido en poco más de 10 años.
Kagawa Shinji, punto de inflexión en la valoración de los japoneses
¿Por qué ha ocurrido esto? Lógicamente, ha ocurrido en un contexto de prolongados esfuerzos en cuanto a profesionalización de las ligas nacionales y formación de nuevos jugadores. Pero tiene también una causa muy concreta: el traspaso de un jugador.
Nos referimos al fichaje de Kagawa Shinji, que a la sazón tenía 21 años y jugaba en el Cerezo Osaka, al alemán Borussia Dortmund, en el verano de 2010, recién finalizado el mundial de Sudáfrica. Kagawa estuvo entre los miembros de apoyo de la selección japonesa, pero finalmente no fue incluido en la lista de convocados. En estas circunstancias, el Dortmund pudo contratarlo por solo 350.000 euros (unos 40 millones de yenes, al cambio de la época), pago que se entendió como un “subsidio de formación”. Era una cantidad extremadamente baja en comparación con las que se manejaban en Europa.
Presencié una de las concentraciones de pretemporada del Borussia Dortmund, justo después de que Kagawa se incorporase al equipo. Realizada a las afueras de la ciudad austriaca de Graz, no contaba con la participación de los que habían jugado en Catar. Quedé francamente sorprendido al ver que, entre los concentrados, muchos de ellos muy jóvenes todavía, Kagawa era el que tenía más calidad. Destacaba no solo por su técnica, fuera de toda duda, sino por sus movimientos tácticos, que no comprendía nadie más que él, y por la precisión e intencionalidad de sus pases, que tampoco captaba nadie. Estaba, simplemente, a otro nivel.
“Creo que voy a conseguirlo”, me confesó después de uno de los entrenamientos. En mí también se reforzó la convicción de que tendría éxito.
Su éxito fue espectacular. El Dortmund de Kagawa se proclamó campeón de la Bundesliga dos temporadas seguidas (2010-2011 y 2011-2012) y el propio Kagawa fue designado jugador más valioso de la Bundesliga durante la segunda mitad de su segunda temporada en el club, además de ser elegido miembro del 11 ideal europeo. Al finalizar la temporada, pasó al prestigioso Manchester United de la Premier League inglesa.
El magnífico desempeño de Kagawa en Alemania cambió el concepto en que se tenía en aquel país a los jugadores japoneses. Alto nivel técnico y de inteligencia táctica, entrega, disciplina…, y todo podía obtenerse por un precio muy inferior al de jugadores de otras nacionalidades de parecido nivel. Con Kagawa, los japoneses empezaron a llegar a la Bundesliga.
Pero no solo era él. Estaban también Honda Keisuke (CSKA Moscú→AC Milan), Nagatomo Yūto, Okazaki Shinji (Mainz→Leicester City), Uchida Atsuto (Schalke 04), Hasebe Makoto (Wolfsburgo→Núremberg→Fráncfort), miembros todos de la selección nacional, que en esa misma época fueron entrando en los principales clubes europeos. La revaloración de los japoneses iniciada en Alemania fue extendiéndose a toda Europa.
“Si los japoneses no están jugando en Europa, no es por falta de capacidad. Están perfectamente capacitados para jugar allí. Lo que pasa es que en Europa no se aprecia su valor. Antes que contratar a un japonés, que va a ser una incógnita, prefieren contratar a un brasileño, a un argentino o a un africano, de valor reconocido”. Son palabras de Philippe Troussier, seleccionador de Japón entre 1998 y 2002. Cuando las pronunció, no me di cuenta de su verdadero significado. Tuvieron que pasar 10 años hasta conseguirse ese cambio de mentalidad en Europa y, con él, el inicio de la penetración de los jugadores japoneses.
El primer traspaso a Europa, el de Okudera Yasuhiko en 1977
La historia de los fichajes de jugadores japoneses por clubes europeos es más larga de lo que podría pensarse, pues comenzó en los años 70. El primero fue el de Okudera Yasuhiko. Descubierto por Hennes Weisweiler, famoso entrenador muy ligado a Japón, fue transferido en 1977 del Furukawa SC al FC Colonia. Tras un breve periodo en el Hertha Berlín, militó un largo periodo en el Werder Bremen. Fueron en total nueve temporadas en la Bundesliga. Con el Colonia llegó a las semifinales de la Copa de Clubes Campeones Europeos (actual Liga de Campeones de la UEFA) y con el Bremen fue campeón de la Bundesliga.
Tras Okudera se lanzaron a la aventura alemana Ozaki Kazuo y Kazama Yahiro, pero ninguno de los dos pudo igualar su éxito. El siguiente japonés en dejar huella en el extranjero fue Miura Kazuyoshi, que interrumpió sus estudios de bachillerato para irse por su cuenta y riesgo a Brasil, donde se hizo un hueco en el profesionalismo del más alto nivel. Y tras este caso excepcional, llegamos ya a Nakata Hidetoshi, que después del mundial de Francia fichó por el Perugia de la italiana Serie A y luego siguió una exitosa carrera en la Roma y el Parma.
La J-League, liga profesional de fútbol de Japón, fue creada en 1993. En sus primeros años acogió a grandes figuras del balompié mundial, como Zico, Gary Lineker, Pierre Littbarsky o Dragan Stojković, que triunfaron en Japón. Paralelamente a la J-League se llevó a cabo la formación de jóvenes jugadores, “la otra rueda del eje que hará avanzar a Japón”, en palabras del entonces presidente de dicha liga Kawabuchi Saburō, lo que permitió a Japón superar por primera vez en 1994 la eliminatoria asiática y estar presente en la Copa Mundial de Fútbol Juvenil (actual Copa Mundial de Fútbol Sub-20), en la que llegó hasta cuartos de final, logros estos muy meritorios.
Pero ni siquiera con lo más selecto del fútbol japonés se podía conseguir el nivel necesario para brillar en Europa. Que Nakata era un caso muy especial y que Europa se encontraba en otra dimensión, incomparablemente por encima de Japón, era la mentalidad imperante en Japón durante los años 90.
Pese a ello, en el mundial juvenil de 1999, celebrado en Nigeria, Japón llegó hasta la final. Era la primera vez que un seleccionado japonés alcanzaba una final en cualquiera de las categorías de las competiciones de la FIFA. Era la llamada “Generación de Oro”, que más tarde daría 11 miembros a la selección absoluta, con nombres como los de Ono Shinji (Feyenord), Takahara Naohiro (Boca Junior→Hamburgo S. V.) o Inamoto Jun’ichi, que en la primera década del siglo XXI partieron hacia Europa.
Algunos tuvieron más éxito que otros, pero el problema no era puramente de capacidad futbolística. Cuestiones que militando en clubes japoneses no constituían ningún problema o pasaban desapercibidas, al dar el salto al extranjero se convertían en importantes claves. Hablamos de aspectos como la capacidad de adaptación a un nuevo entorno, o la capacidad de comunicarse, defender sus posturas y expresar sus emociones en una lengua extranjera, cuya carencia podía constituirse en un gran obstáculo.
Cuando el entrenador conocía bien las posibilidades del jugador y le asignaba un puesto que le permitía sacar lo mejor de sí mismo, como fue el caso del citado Ono o el de Nakamura Shunsuke (Reggina→Celtic), no había problema. También disfrutaron de una situación cómoda Matsui Daisuke (Le Mans→Saint-Étienne) o Kagawa, bien por ser el jugador de más técnica e imaginación del equipo, bien por disfrutar de un ambiente relajado, con una plantilla juvenil y sin facciones internas. Pero para los jugadores más introvertidos y sin experiencia de haber vivido independientemente no era fácil superar las dificultades para integrarse y podían terminar cargando con un sentimiento de marginación dentro del club.
Hoy en día los jugadores japoneses van con otra mentalidad. Han crecido en un entorno diferente. Ahora tienen más confianza en sí mismos y se sienten capaces de seguir los pasos de Kagawa o Honda, cuyas carreras han visto con sus propios ojos. Ya no tienen que superar una barrera psicológica tan alta para poder jugar en Europa. En el aspecto comunicativo, también son más los jugadores dispuestos a mejorar su inglés y a aprender otras lenguas.
Es también digno de mención el hecho de que los numerosos traspasos de jugadores japoneses a Europa no se hayan traducido en una bajada del nivel de la J-League. La Liga de Campeones de la AFC, que da cita a los mejores clubes de Asia, terminó con la victoria de clubes japoneses (Urawa Reds y Kashima Antlers) en 2017 y 2018 y este año El Reds volvió a imponerse en final de ida y vuelta disputada entre abril y mayo. Aunque el influjo de la pandemia no permitió igualar la afluencia de otros años, como espectáculo su nivel es más que respetable.
La tendencia continuará en el futuro. Cuanto más integrado esté el fútbol japonés en el mundial, mayor será su valor y el de sus jugadores.
Fotografía del encabezado: Kubo Takefusa (izquierda) que desde 2022 milita en la Real Sociedad (España) y Mitoma Kaoru, que tras el mundial de Catar (Qatar) está teniendo una magnífica actuación en el Brighton (Reino Unido). (AFP / Jiji Press)
(Traducido al español del original en japonés.)