‘Seppuku’: ¿morir para mostrar lealtad o para proteger el honor?
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La verdad de un guerrero se halla dentro de su vientre
Según el Zoku-kojidan, una recopilación de historias de principios del periodo Kamakura, el seppuku (suicidio ritual por medio de una espada u otra hoja) más antiguo registrado ocurrió en el año 988, cuando un famoso ladrón conocido como Hakamadare fue apresado, y se abrió él mismo el vientre. Esta historia, sin embargo, es probablemente una leyenda. Hakamadare no era un samurái y ni siquiera está tan claro que se cortara el vientre.
No se sabe con certeza cuándo comenzó a practicarse el seppuku, pero según Yamamoto Hirofumi, difunto profesor del Instituto Historiográfico de la Universidad de Tokio, hay razones para pensar que ciertos eventos ocurridos en Tōhoku durante la Guerra de Genpei fueran el catalizador de su expansión entre la casta de los samuráis.
“Cuando Minamoto no Yoshitsune, perseguido por Minamoto no Yoritomo, huyó a Ōshū y se dio cuenta de que no podía escapar, le preguntó a alguien que estaba con él cuál era la mejor forma de morir para un guerrero” (Seppuku to nihonjin; “El seppuku y los japoneses”, de la revista Gakushikai Archives No.845); después se cortó el vientre. Esto sucedió en 1189. Según Yamamoto, quizá fuera esa la forma en que morían los samuráis del periodo Kamakura.
Para un guerrero había honor en morir luchando. Si no podía morir de ese modo, elegía morir por sus propias fuerzas, soportando el dolor, para preservar al menos su fama. Por otro lado, aquellos samuráis que eran derrotados o acusados de traición también cometían seppuku para mostrar la “verdad” que escondía el interior de sus entrañas, como una forma de pedir que con aquel acto se limpiara la mancha que había sufrido su honor. Es posible que esa fuera la razón por la que comenzó a considerarse el acto de abrirse el vientre como la marca de un guerrero.
No podemos pasar por alto el hecho de que esta forma de suicidio era formalmente voluntaria. En realidad los guerreros se veían presionados, o recibían órdenes de morir por parte de los poderosos, pero al elegir la manera de hacerlo eran capaces de preservar su honor. Esta forma de pensar impregnó la sociedad samurái de los periodos Kamakura y Muromachi.
En el periodo Sengoku (de los Estados Guerreros) resultaba significativo que a veces un comandante militar que perdía en el campo de batalla salvaba las vidas de sus vasallos a cambio de la suya propia. Un ejemplo famoso es el de Shimizu Muneharu, el señor del castillo de Bicchū Takamatsu, que se suicidó al verse cercado por las tropas de Hashiba Hideyoshi.
En junio de 1582, después de que Hideyoshi le prometiera no acabar con las vidas de quienes estaban en el castillo, Muneharu salió de la fortaleza en un pequeño bote y se abrió el vientre. Ese acto fue un modelo para generaciones posteriores, que considerarían que “si has de cometer seppuku, has de hacerlo así”.
En estos ejemplos puede verse que mediante el acto de cortar su propio cuerpo el guerrero acepta su responsabilidad.
Las razones para realizar seppuku cambian con los tiempos
Cuando los misioneros cristianos holandeses presenciaron la costumbre del seppuku como forma de aceptar la responsabilidad, dijeron en un informe a Holanda que los samuráis “se cortan el vientre de lado a lado de forma pavorosa, pero con un coraje poco común, y (la gente) les muestra gran amabilidad”. Se trata de un pasaje de la Historia de Japón de Montanus, publicado en Holanda en 1669.
En el cristianismo, y especialmente en el catolicismo, se prohíbe el suicidio. Los europeos de la época no podían comprender conceptos como el elogio a quienes se suicidan, o la amabilidad hacia ellos.
En 1868, durante la época del Bakumatsu (finales del periodo Edo), once samuráis del dominio de Tosa practicaron el seppuku por haber cometido el asesinato de un marino francés. Un alto cargo del ejército de Francia presenció la escena, que al parecer le pareció una costumbre estúpida.
El harakiri, como pasó a llamarse en Occidente, fue muy criticado allí. Nitobe Inazō, político y educador, se opuso a esas críticas en sus escritos. En su famosa obra Bushidō (publicada en español como Bushido: el código del samurái) Nitobe afirma que dicha práctica es “la forma en que los samuráis expían sus pecados, se disculpan por sus errores, evitan la vergüenza, redimen a sus amigos o demuestran su lealtad”, haciendo así hincapié en que para un guerrero este acto era un verdadero honor.
Sin embargo, la realidad del seppuku comenzó a cambiar con el fin del periodo Sengoku y Japón empezó a convertirse en un país más pacífico: el suicidio ritual ya no era una marca de virtud o de honor. Analicemos este cambio.
Durante el periodo Edo temprano el seppuku empezó a teñirse de connotaciones de lucha y derrota. Si, por ejemplo, los vasallos de un dominio provocaban en otro una disputa, desenvainaban su espada y herían a otro, ambos eran culpables del mismo delito y a ambos se les ordenaba cometer seppuku.
Tanto aquellos que, sin mostrar la integridad y el discernimiento propios de un samurái, lastimaban a otros, como quienes cargaban con la vergüenza de ser heridos eran juzgados merecedores de la muerte. Según Yamamoto, el seppuku de esa época “servía para mantener la ficción de los samuráis como luchadores” (de Seppuku – nihonjin no sekinin no torikata, “El seppuku – la forma de aceptar la culpa de los japoneses”; Kōbunsha shinsho). Las reglas se iban haciendo más ambiguas.
En 1623 ocurrió un incidente entre la guardia del castillo de Edo conocida como kojūningumi (el pequeño grupo de diez soldados): un samurái habló mal de su superior, el cual se quejó de ello al metsuke (censor del shogunato). Cuando el metsuke revisó el caso, ordenó el seppuku únicamente del subordinado que había cometido el insulto.
Dentro del recinto del castillo de Edo había una zona donde los samuráis que llegaban debían desmontar y continuar a pie, dado su estatus social; incluso un samurái que por descuido hubiera olvidado bajarse del caballo recibía orden de cometer seppuku.
Es decir, que cada vez aumentaba más el número de casos en los que se utilizaba el seppuku para mantener el sistema de clases.
Los japoneses mantenían la postura ética de no buscar responsables cuando alguien moría o se quitaba la vida. Y sin embargo eran condenados a matarse por el simple hecho de hablar mal de alguien, o de no desmontar del caballo. ¿Era realmente un honor hacerlo, como mantenía Nitobe?
El seppuku como estética formal
La idea de que este tipo de suicidio era un testimonio de coraje y fuerza de voluntad para soportar el dolor se había vuelto muy ambigua. Para empezar, según parece los seres humanos no morimos tan fácilmente por un simple corte en el vientre.
Se cuenta que en el periodo Heian, cuando el poderoso Shinzei (apodo de Fujiwara no Michinori) fue derrotado durante la Guerra Heiji (1160), durante su huida cavó un agujero en el suelo, y en él se abrió el vientre. A pesar de ello, sus enemigos lo atraparon cuando aún estaba vivo y lo decapitaron, describiendo que “cuando alguien lo desenterró todavía podía ver y respirar” (de Heiji Monogatari, “El Cantar de Heiji”)
“Esta forma de suicidio parece ser una de las más dolorosas, y la tasa de supervivencia es muy alta (Etoki – Sengoku bushi no kassen kokoroe, “Ilustración – reglas de combate para guerreros del periodo Sengoku, Kōdansha Bunko)
Ahí es donde aparece la figura del kaishakunin, quien corta con su espada la cabeza del samurái que ha cometido seppuku, liberándolo del dolor y el sufrimiento.
Se puede considerar que el kaishaku representa la compasión del samurái, por lo que su sentido resulta más comprensible. Por otro lado, en la época Edo se popularizó una costumbre llamada Sensubara (vientre de abanico): el samurái que iba a cometer seppuku realizaba una reverencia con un abanico en la mano, haciendo las veces de espada, y tan pronto como se inclinaba el kaishakunin le cortaba la cabeza. No era más que un amago de seppuku, en realidad.
No se corta el vientre, el dolor es mínimo, hay un alivio inmediato… no hace falta hacer acopio de energía, ni se necesita mostrar la sinceridad que reside en el interior del vientre. Pero se salva el honor. Para salvaguardar el orgullo el guerrero puede decir que ha elegido cortarse el vientre con un gesto de su cuerpo. Y esa era la realidad aceptada.
Es imposible, no obstante, discutir unilateralmente los valores de los antiguos samuráis desde nuestra ética moderna. Solo podemos decir que en eso consistía morir como un samurái, para ellos. Y hubo casos en los que una familia pudo salir adelante gracias al sacrificio de uno de sus miembros, cuando cometió seppuku. “No es ninguna exageración decir que los samuráis nacían para proteger la existencia de sus familias, y también vivían para proteger esa existencia” (de Bushi wa naze hara wo kiru no ka, “Por qué se cortan el vientre los samuráis”; Ed. Gentōsha).
Asumir la responsabilidad y morir es impedir que las nuevas generaciones sufran por el presente.
Los guerreros de antes quizá murieran con ese deseo.
Referencias
- Etoki – Sengoku bushi no kassen kokoroe (Ilustraciones – Reglas de combate para guerreros del periodo Sengoku) Tōgō Ryū / Kōdansha Bunko
- Zukai – Sengoku Jidai (Ilustraciones del periodo Sengoku) / Mikasa Shobō Chiteki Ikikata Bunko
- Bushi wa naze hara wo kiru no ka, “Por qué se cortan el vientre los samuráis”; Yamamoto Hirofumi / Ed. Gentōsha
- Seppuku – nihonjin no sekinin no torikata, “El seppuku – la forma de aceptar la culpa de los japoneses”; Yamamoto Hirofumi / Kōbunsha shinsho
- Seppuku to nihonjin; “El seppuku y los japoneses”, Yamamoto Hirofumi / Gakushikai Archives No.845
(Traducido al español del original en japonés. Imagen del encabezado: Tokugawa Bakufu keiji zufu, escena de un seppuku. Se coloca una tela blanca sobre tres tatamis, y una daga sobre un sanbō, un pequeño pedestal. A la derecha se coloca el kaishakunin. Archivo del Museo de la Universidad Meiji.)