El manga y el anime japonés de ayer y de hoy
El motivo del éxito de ‘Golden Kamuy’, un manga sobre los deseos del ser humano
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Una obra única que representa la esencia del manga
El 19 de julio de 2022 se publicó el último volumen de una obra única de manga, ambientada en las lejanas tierras del norte del Japón de principios del siglo XX, cuyos personajes, transformados por diversos motivos en minoría, luchan en una frenética batalla en pos del oro.
Su título es Golden Kamuy. Se trata de una obra serializada en entregas semanales de la mano del dibujante de manga Noda Satoru para la revista Young Jump, de la editorial Shūeisha. Es una obra de gran éxito que para julio de 2022 había superado los 19 millones de copias en total, ha sido adaptada al anime y en breve tendrá una versión cinematográfica de acción real, según han anunciado.
Esta obra se presentó también como una de las imágenes principales de la “Exposición del Manga” de Japón, celebrada en el Museo Británico. La recibieron, por así decirlo, como el rostro mismo del manga, y lo cierto es que sí existe algo en Golden Kamuy que parece contestar directamente a la pregunta de qué expresa en realidad el manga, para empezar. Y la respuesta es “metamorfosis”. Si al lector no se le antoja una palabra adecuada, quizá podríamos hablar de “fuerza vital”. Es, en otras palabras, los deseos de los seres humanos.
La historia comienza en Hokkaidō, poco después del final de la Guerra Ruso-Japonesa (1905). Hokkaidō es una gran isla, situada en lo que sería la cabeza, si el archipiélago japonés fuera un animal. Posee un área aproximadamente equivalente a la de la actual República de Austria. Cruzando el mar se encuentra la isla de Sajalín, limítrofe con la Rusia imperial. Sugimoto Saichi, veterano de guerra, llega a Hokkaidō soñando con hacerse rico. Su plan era hacerse con polvo de oro.
Sin embargo Sugimoto no consigue encontrar nada de oro, y en el ínterin escucha un rumor. Hokkaidō era originalmente la tierra de los ainus, una minoría étnica; al parecer algunos de ellos habían acumulado en secreto grandes pepitas de oro con las que organizar su rebelión contra el dominio de los japoneses que venían de la isla principal. Un hombre, no obstante, mató a esos ainus para robarles el oro, y se vio por ello encarcelado en la prisión de Abashiri, un lugar perdido en el fin del mundo, donde tatuó la ubicación de las pepitas de oro en los cuerpos de veinticuatro condenados a muerte. Un soldado que se enteró del secreto trató de trasladar a los condenados, pero ellos le dieron muerte y escaparon de la prisión.
“Si reúnes los tatuajes de los condenados y descifras el código podrás obtener las pepitas de oro”.
El hombre que le cuenta la historia a Sugimoto no es, en principio, más que otro borracho, compañero en el lavado de oro. El protagonista, no obstante, se da cuenta de pronto de que el brillo de sus ojos ha cambiado; “He hablado demasiado”, le dice el hombre, apuntándole con una pistola.
Sugimoto trata de dar alcance a ese hombre, y en el camino conoce a una joven ainu, Asirpa, una excelente cazadora familiarizada con la flora y fauna de Hokkaidō, junto a la que se lanza en busca de las pepitas de oro.
Sugimoto y Asirpa no son los únicos que buscan el oro. Los soldados de la Séptima División, considerada la más fuerte de todo el ejército, se hallan también en movimiento. Y lo que es más: entre los veinticuatro condenados a muerte se oculta un hombre de un tamaño prodigioso. Se avecina una enorme batalla entre personajes muy poderosos, cada uno movido por sus propias ambiciones para lograr el tesoro escondido en algún lugar de las tierras del norte.
Minorías que actúan en los intervalos entre las épocas
Como mencionábamos al principio, quienes perseguían el dichoso tesoro eran personas que se habían desviado de la corriente principal de la sociedad de varias maneras, convirtiéndose así en minorías.
Los soldados de la Séptima División son desertores de la nación.
A mediados del siglo XIX comenzó una oleada de competición colonialista occidental hacia Japón, aún un país feudal. Para hacer frente a esa nueva era Japón se estableció como estado-nación por medio de una revolución, la llamada Restauración Meiji.
Nacida originalmente de una profunda sensación de crisis en la defensa nacional, esa nueva nación lucharía en dos guerras sucesivas, primero contra China y luego contra Rusia.
La nueva nación implicaba un gran peso para sus habitantes, y los campesinos y artesanos ordinarios se veían enviados al frente. La guerra moderna a la que se enfrentaban allí era tan atroz que, pese a salir victoriosos, muchos de sus cuerpos quedaron enterrados en el propio campo de batalla de Manchuria (noreste de China).
El líder de la conspiración, el teniente Tsurumi, persigue las pepitas de oro para no olvidar la muerte de sus soldados. La Séptima División, a la que pertenece el oficial recibe un trato terriblemente frío en el ejército, como resultado de haberse visto obligada a hacer demasiados sacrificios. El propio Tsurumi resultó herido en la guerra y se convirtió en un soldado atípico, casi hereje en sus creencias.
El objetivo de Tsurumi es obtener el tesoro y establecer con él un Gobierno militar en Hokkaidō. Aunque nos lo presentan como un “monstruo” de extraño comportamiento, posee una terrible agudeza mental, así como mucho carisma y comprensión de la mente humana, hasta el punto de que sus deducciones llegan a parecer arte de magia. Sus subordinados, fascinados por el teniente, son expertos luchadores, hombres de gran vigor recién regresados del campo de batalla.
Otra facción en pos del oro son aquellos que se han quedado atrás en la historia como Hijikata Toshizō, literalmente el último samurái, que está al mando de un grupo de prisioneros.
Antes del nacimiento del estado-nación que llegó con la Restauración Meiji, el Japón feudal era un país dominado por la clase de los samuráis. En el vértice superior de la pirámide se hallaba el shogun, o general. Hijikata es un samurái legendario que luchó contra el ejército del nuevo Gobierno del lado del viejo orden a punto de perecer: el del shogun. Una persona que existió realmente en el siglo XIX, en la etapa final de la guerra, trataba de separar Hokkaidō del resto de Japón, según los libros de Historia, y crear allí un país independiente. Fue, sin embargo, derrotado; en nuestra historia el Gobierno da a Hijikata por muerto en acción.
Hijikata sobrevive, por supuesto, y lidera la fuga de los veinticuatro condenados a muerte, siendo él mismo uno de ellos. Incluso ya entrado en años se trata de un luchador excepcional, su fuerza con la espada y su instinto para la lucha no han disminuido, y aspira nuevamente a lograr la independencia de Hokkaidō. Quiere hacer de la isla septentrional un estado que sirva de amortiguador contra la Rusia imperial, y reclutar a una amplia gama de inmigrantes para crear una república multiétnica. Las pepitas de oro representan la forma de financiar ese sueño.
La facción de Hijikata solo se mantiene unida por la pena de muerte que todos comparten, y en el grupo hay hombres extremadamente peligrosos con habilidades extraordinarias, como un maestro yudoca de gran fuerza, o un pistolero ciego. Hijikata cuenta, además, con otro samurái superviviente que antaño luchó a su lado.
Una visión del mundo ainu que permea toda la obra
En cuanto a los personajes principales, Sugimoto Saichi y Asirpa, los miembros de la familia de Sugimoto se contagian de una enfermedad infecciosa y los habitantes de su lugar de nacimiento comienzan a evitarlos por miedo a contagiarse y morir.
Sugimoto es el único que se salva: los miembros de su familia mueren, uno tras otro. Cuando finalmente Sugimoto pierde a toda su familia, prende fuego a la casa y abandona el pueblo, dejando atrás a Umeko, una mujer a quien lo unen muchos recuerdos. Dos años más tarde, cuando ha quedado claro que no está enfermo, Sugimoto regresa al pueblo; allí descubre que Umeko se ha casado con su mejor amigo. Nuestro protagonista sonríe, al verlos.
Sin embargo, ese amigo muere también en la guerra, y Umeko sufre una enfermedad de los ojos. Sugimoto necesita conseguir dinero como sea para curarla.
Hablamos de un hombre de una dureza y capacidad de lucha increíbles. Incluso la enfermedad mortal que le arrebató a su familia fue incapaz de afectarle en absoluto. Es fuerte de cuerpo, pero lo que lo mantiene con vida ante todo es su fuerte convicción de ser inmortal. En el ejército, de hecho, era un soldado famoso al que llamaban “el Sugimoto inmortal”.
Asirpa-san (Sugimoto siempre la llama con el sufijo honorífico) es, por otro lado, parte de una minoría étnica de Japón. Los ainus vivían originalmente en el archipiélago japonés antes del comienzo mismo de la historia japonesa; llevaban una vida de cazadores-recolectores. Pero cuando llegó el establecimiento de la nación japonesa, por parte de cultivadores de arroz, los ainus se vieron perseguidos y arrinconados hacia el norte, hasta que finalmente, su única opción fue vivir en Hokkaidō. En la Edad Media establecieron allí su propia cultura, la llamada “Cultura de Ojotsk”, y comenzaron a comerciar con la gente de la isla principal. Se vieron económicamente dominados a principios del período moderno, y con la llegada de la Restauración Meiji se les dieron nombres de estilo japonés, y se les privó de su cultura.
Tuvieron no obstante sabiduría, visión del mundo y fuerza suficientes para coexistir con la naturaleza en aquellas tierras tan duras. El estilo de vida ainu, su ingenio, su forma de pensar y las escenas de comida inspiradas en la vida de aquellos cazadores-recolectores, que practica Asirpa-san, son algunos de los principales encantos de esta obra.
Para ella las pepitas de oro eran originalmente propiedad de su pueblo, pero en lo personal su padre fue además uno de los ainus asesinados para robarles el tesoro. Asirpa busca el oro para hallar respuesta a sus preguntas: ¿Qué le pasó a mi padre? ¿Qué me ha sido encomendado? ¿Quién soy yo, en realidad?
Esta serie de personajes no son gente débil, necesitada de asilo, por mucho que sean minorías. Libran una dura batalla por esas pepitas de oro, en una tierra difícil. Quienes mueren son, ante todo, los débiles. Todos estos personajes son abrumadoramente poderosos y están llenos de una gran energía para sobrevivir.
Los lectores me disculparán, espero, una historia personal: cuando era más joven y trabajaba para una revista de manga, un compañero veterano me enseñó que la expresión del manga debía ir conectada con la libido desde sus raíces. Cuando la libido oscila hacia una zona más roja, más peligrosa, se considera una “metamorfosis”, o una perversión. Esta obra está llena de la fuerza de ese tipo de perversiones.
Ante todo, ¿qué es el manga? Hay quien dice que es la expresión fundamental de los deseos humanos. Me da la impresión de que esta es una definición muy adecuada para el manga en general, pero creo que en este caso va más allá incluso de las fronteras nacionales, porque se trata de una expresión que afirma en plenitud los deseos universales de los seres humanos. Golden Kamuy me hace ver así las cosas.
Curiosamente, quienes buscan el tesoro están también conectados con los demás de diversas maneras. Los soldados de la Séptima División se hallan fortalecidos por una serie de manipulaciones psicológicas distorsionadas. El grupo de Hijikata Toshizō está inicialmente unido por un consenso de intereses. Sugimoto, Asirpa y Shiraishi, un maestro de las fugas carcelarias que se convertirá con el tiempo en su compañero, se mantienen unidos por la confianza que sienten unos por otros.
La unidad más grande de ese tipo de conexión humana es, por supuesto, el país, pero lo cierto es que Golden Kamuy es también una historia en la que aquellos que han ganado, o incluso perdido, conexiones con los demás tratan de crear su propio país. Al final una persona sorprendente logra ese objetivo de una manera también sorprendente. Espero que mucha gente pueda disfrutar de ese final.
(Artículo traducido al español del original en japonés. Fotografía del encabezado: Golden Kamuy. En la portada de cada volumen van apareciendo sus personajes únicos, vívidamente dibujados. Arriba a la izquierda, Sugimoto Saichi, el protagonista; a la derecha de él, Asirpa, la heroína; abajo, desde la izquierda, el teniente Tsurumi Tokushirō, Hijikata Toshizō, miembro del Shinsengumi, Ushiyama Tatsuma, el “yudoca más fuerte”, Shiraishi Yoshitake, el “rey de las fugas carcelarias” - Imágenes: Departamento editorial de Nippon.com)