Reflexiones en el 800 aniversario del nacimiento de Nichiren
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Su bondad rezuma en sus cartas
En 2022 se cumple el 800 aniversario del nacimiento de Nichiren. Se han celebrado muchos actos conmemorativos, y el que aquí escribe ha aprovechado la oportunidad para recopilar las cartas de Nichiren en su libro Nichiren no tegami (Ed. Kadokawa Sophia Bunko) y explicar la imagen real del “Nichiren humano” en el programa “Obras maestras en 100 minutos: Las cartas de Nichiren” del canal televisivo NHK-E.
El número de cartas escritas por su propio puño y letra, así como las transcripciones que se conservan de Nichiren, un total de 340, no tiene parangón entre los fundadores de otras sectas de budismo. Leer sus cartas a una madre que había perdido un hijo y su aliento práctico y concreto a quienes tenían problemas con las relaciones en el trabajo o entre padres e hijos, me posibilitó entrar en contacto con la personalidad cálida y humana de Nichiren. La imagen de él que había escuchado en la calle, de que era “nacionalista” y “agresivo”, cambió por completo.
Nichiren siempre le daba consejos detallados sobre cómo proteger su vida a Shijō Kingo, un samurái miembro del clan Hōjō cuya vida solía correr peligro por los celos de sus compañeros de trabajo, aunque nunca le transmitió ideas agresivas del tipo “mátalos tú antes de que ellos te maten a ti”. Esto sugiere a que estaba comprometido con una filosofía exclusivamente orientada a la defensa.
También me llamaron la atención sus advertencias sobre el calentamiento global, que ahora es un tema urgente, y su preocupación por la guerra. El siguiente pasaje del Hyōe-sakan-dono gohenji (Respuesta al señor Hyōe-sakan) es una muestra de ello.
“Hacia el fin del mundo, la codicia de la gente se vuelve excesiva y hay constantes disputas entre amo y siervo, padre e hijo, y entre hermanos, por no hablar de los conflictos con los demás. El cielo abandonará el reino, surgiendo catástrofes como la subida de los precios de los alimentos debido a la mala cosecha, guerras y enfermedades, las plantas y los árboles se marchitarán, los ríos se secarán, la tierra arderá como un fuego de carbón, los océanos se volverán como aceite hirviendo y, finalmente, del infierno Avīci brotarán las llamas que incluso alcanzarán el mundo de Bonten con su fuego. Surgirán muchas calamidades semejantes y el mundo declinará”.
La predicción de Tagore
Todos estos son problemas reales a los que nos enfrentamos hoy en el siglo XXI. Alguien previó que el budismo sería el centro de atención en ese siglo XXI. Fue el polifacético hindú Rabindranath Tagore, poeta, escritor, filósofo y músico. Cuando el Dr. Bhattacharya, rector de la Universidad Tagore fundada por el propio artista, visitó Japón, me comentó que Tagore decía: “Asia debe estar unida, no por la política o la fuerza, sino por la cultura. Hubo un tiempo en que lo estuvo, y se consiguió gracias al budismo. El budismo será el foco de atención en el siglo XXI”.
Desde el siglo XIII, el número de budistas en la India ha sido casi nulo. Dadas estas circunstancias, le pregunté qué aspectos del budismo valoraba Tagore. El Dr. Bhattacharya me respondió que (1) el budismo original era completamente igualitario, (2) eliminaba completamente la superstición, la adivinación y el dogma (doctrina), y (3) no predicaba la ética occidental - por falta de tiempo solo pudo mencionarme estos tres puntos.
Yo he añadido a estos tres puntos, (4) su énfasis en el despertar al “Dharma” (verdad universal) y al “verdadero yo”, y he examinado el significado de estos puntos. Sobre todo, en relación con el punto (3), me gustaría hablar de la ética budista.
La ética occidental para Tagore sería la que se establece como un compromiso con el Absoluto (Dios) que creó al ser humano y a todas las cosas. En ese caso, podría ocurrir que “matar gente por Dios” se convierta en “justicia”. Según esa lógica, “Dios es el fin” y “el hombre es el medio”. La vida también se convierte en un medio para conseguir un fin. Asimismo, la ideología también puede sustituir a Dios.
En cambio, el budismo no reconoce el Absoluto. El Dr. Nakamura Hajime argumentó en su libro Genshi bukkyō no shakai shisō (El pensamiento social del budismo primitivo) la diferencia entre ambos: “En Occidente, Dios, como el Absoluto, está separado de los seres humanos, pero en el budismo, lo Absoluto (es decir, Buda) existe dentro de los seres humanos y es, de hecho, la propia humanidad”.
Las escrituras budistas primitivas incluyen la siguiente afirmación.
“Todos los seres sienten miedo ante el peligro. La vida es preciosa para todos. Cuando un hombre considera esto, no mata ni hace matar” (Dhammapada).
“Considera que ellos son como tú y tú eres como ellos, de modo que no debes matar ni deben hacer matar” (Sthanipata).
El Absoluto no aparece aquí. La ética se enseña en la relación real del hombre con el hombre. El hombre nunca fue instrumentalizado; el hombre era el fin.
El budismo nunca dio valor supremo a nada que no fuera el ser humano o la vida. En el Daichidōron (Comentario sobre la Gran Perfección de la Sabiduría) se dice: “En el mundo, lo primero es amar la vida” y “Todos los seres vivos, incluso los insectos, se aman a sí mismos”.
Valorar la vida como algo supremo
Nichiren, que dio la mayor importancia al Sutra del Loto, una de las escrituras budistas, también escribió lo siguiente.
“Entre todos los preceptos, el primero es el de no matar. Desde los grandes santos en el cielo hasta los mosquitos y las moscas de la Tierra, no hay nada que no tome la vida como su tesoro. Privarles de esto es el primer pecado grave. El Buda Tathagata aparece en el mundo y tiene compasión por la vida de todos los seres vivos”.
“La vida es el primero de todos los tesoros. Ni siquiera la riqueza de los Tres mil mundos (correspondientes al universo galáctico) puede sustituir a la vida”.
“Las cosas que los hombres temen en el mundo son las llamas del fuego, la sombra de una espada y la muerte de sus propios cuerpos. Incluso los bueyes y los caballos aman su vida. Más aún si se trata de personas. No solo los que padecen enfermedades incurables, sino incluso los que gozan de buena salud aman la vida”.
Los términos “las llamas” y “la sombra de la espada” se refieren probablemente a la guerra en una época sin misiles ni artillería.
Cuando los valores supremos se sitúan fuera del hombre y de la vida, el hombre y la vida se instrumentalizan. El budismo insistía en que no se debía dar valor supremo a nada más que a los seres humanos y a la vida. El primer paso, también en este sentido, es despertar a la preciosidad del yo. Cuando uno despierta a la preciosidad del yo, también puede conocer (creer en) la preciosidad de los demás.
Nichiren lo expresó con las siguientes palabras: “Cuando sabes que tu propia mente (vida) es preciosa (myō), puedes mirar al mundo y saber que las mentes (vidas) de los demás también son preciosas (myōhō)”. Para transmitirlo a los demás, se empeñó en expresarlo con palabras. Aquí es donde se manifiesta su respetuosa expresión lingüística myōkyō. Es una expresión concisa pero brillante de la relación entre las tres cosas que más le interesa al autor: el yo, los otros y el lenguaje.
Nichiren también dice: “Esto es lo que significa que todos los seres son iguales tomando como ejemplo el caso de una sola persona”.
El precepto budista de la igualdad y el respeto por la vida de los demás estaba respaldado por el despertar de cada individuo a la preciosidad de su propio ser.
Una vez, un asesino en masa decía que quiso matar indiscriminadamente a cualquiera porque le daba igual quienes fueran las víctimas. Al oír esto, me pregunté si esto se debió a que se había criado sin el amor de sus padres, o no había tenido la oportunidad de darse cuenta del valor de su propia vida y se había desesperado.
La esencia del Sutra del Loto
El Sutra del Loto cuenta una historia conmovedora sobre la recuperación del sentido del yo perdido. También aparece el Sadāparibhūta Bodhisattva, que despierta a la preciosidad del ser, que decía a todas las personas: “No te tomo a la ligera”, y que seguía respetando a los demás. Es el modelo del personaje de Dekunobō en el poema Ame ni mo Makezu, de Miyazawa Kenji, y es el personaje en el que el propio Nichiren se asimiló y analizó.
Sadāparibhūta no recitaba sutras ni daba comentarios, sino que se limitaba a guardar el respeto por todas las personas. A pesar de no ser comprendido, ser despreciado y perjudicado por sus acciones, nunca se enojó emocionalmente y siguió comportándose de esa manera. En su lecho de muerte, escuchó la voz del Sutra del Loto desde el cielo, del que nadie había hablado, y lo aceptó honestamente, prolongó su vida y comenzó a predicar el Sutra del Loto desde ese momento. Al final, ganó la comprensión y logró el despertar para sí mismo y para los demás.
Esta afirmación de que “la voz del Sutra del Loto, que nunca nadie le había explicado, fue escuchada desde el cielo y él la aceptó honestamente” contiene un mensaje significativo. Este Sadāparibhūta no recitaba ni comentaba las escrituras. No cumplió con la formalidad mínima de la práctica budista. Sin embargo, siguió respetando a todo tipo de personas. Esto en sí mismo estaba acorde con el espíritu del Sutra del Loto. Aunque no leyera las escrituras, su comportamiento de respeto hacia la gente ya era en sí el Sutra del Loto, y él mismo ya había alcanzado el Sutra del Loto.
Esto también implica una amarga ironía relativa a los sacerdotes autoritarios que “faltan al respeto a los seres humanos” leyendo solo las escrituras y participando en discusiones esotéricas, y de esto se puede leer que el cumplimiento o no de la forma de la práctica budista es secundario, y que el respeto a los seres humanos y a la vida es el Sutra del Loto y el budismo original.
De este modo, puede decirse que tanto Nelson Mandela, que soportó 27 años de prisión y se dedicó al movimiento antiapartheid, como el Dr. Martin Luther King, uno de los líderes del movimiento por los derechos civiles, practicaban el Sutra del Loto. Esta idea de que el Sutra del Loto es el respeto al ser humano y a la vida, para la que ser budista o no es algo secundario, trasciende el seccionalismo de una u otra secta o escuela al situar el respeto al ser humano y la dignidad de la vida en su centro.
El título del Sutra del Loto, traducido al japonés como Myōhōrenge-kyō, es Saddharma-puṇḍarīka-sūtra en sánscrito, que significa ‘la enseñanza más excelente y correcta como la flor de loto blanca’. La analogía con la flor de loto blanca, que es la más destacada de todas las flores de loto valoradas en la India, se debe probablemente a que enseña esta idea de respeto por los seres humanos.
Nichiren hizo hincapié en el Sutra del Loto e insistió en volver a él. Basándose en el Sutra del Loto, siguió apelando al Risshō Ankoku (El establecimiento de la doctrina correcta y la paz de la nación) hasta su muerte. Su intención al amonestar al soberano del país se expresa en el siguiente pasaje: “Algunos ignoran el dolor del pueblo porque se han convertido en amos de su país...”. A continuación, hizo un llamamiento al líder para que no expusiera al pueblo a situaciones que amenazaran su vida, como la guerra, el hambre y la peste, diciendo: “Si desea su propio alivio, primero debe desear la tranquilidad en todas las direcciones” y “Si no hay decadencia en el país ni destrucción en la tierra, su cuerpo estará a salvo y su mente alcanzará el zenjō (estado de paz)”.
En la historia budista, hubo un rey que se arrepintió de su genocidio, se hizo budista y se convirtió en un emperador idealista que respetó la vida. Fue el rey Ashoka en el siglo III a.C. En el noveno año de su reinado, invadió el estado de Kalinga y mató a 100.000 de sus 150.000 cautivos. Los estragos de la guerra mataron varias veces ese número de personas.
Se arrepintió, se hizo budista, peregrinó a los lugares asociados con el Buda Shakyamuni hacia el décimo año de su reinado y estableció un gobierno de compasión para el pueblo. Abrió “casas de ayuda” para los pobres, hospitales para personas y animales, cultivó hierbas medicinales en varios lugares, plantó hileras de árboles a lo largo de los caminos y construyó pozos y lugares de descanso para los viajeros cada tres li y medio (1750 metros).
Su filosofía política era “la política basada en el Dharma (justicia)”, y decía: “Incluso el rey está en deuda con todos los seres sintientes. La política debe realizarse para devolver este favor” y “Todos los ciudadanos son mis hijos”. Esto está en consonancia con el Sutra del Loto, que afirma: “Todos los seres sintientes son mis hijos”.
La idea de que los seres humanos y la vida tienen un valor supremo, a la que apelaban el budismo original, el Sutra del Loto y Nichiren, debería ser el centro de atención ahora más que nunca.
Nichiren
Monje budista del periodo Kamakura. El fundador de la secta Nichiren, una rama del budismo Kamakura. Nació el 16 de febrero de 1222 en el pueblo pesquero de Katakai, Tōjō-gō, Nagasa-gun, provincia de Awa (actual ciudad de Kamogawa, prefectura de Chiba). A los 12 años, ingresó en el templo Seichō-ji de Kiyosumiyama, donde estudió con el abad Dōzen-bō. A los 16 años se ordenó y tomó el nombre de Zeshōbō Renchō. Para examinar las doctrinas de varias sectas, estudió principalmente en el templo Enryaku-ji, en el monte Hiei, pero también en el templo Enjōji, en Kōyasan y en otros lugares. Hacia el año 1252-53, regresó al templo Seichō-ji y proclamó la propagación del Sutra del Loto. En el año 1253, se trasladó a Kamakura y comenzó su labor misionera. Tomó el nombre de Nichiren. En agosto de 1257, se produjo un gran terremoto en Kamakura que causó grandes daños. En 1260, escribió el Risshō Ankoku Ron (El establecimiento de la doctrina correcta y la paz de la nación), que cuestionaba la responsabilidad religiosa de los políticos y fue presentado al regente Hōjō Tokiyori, la máxima autoridad de la época, con el argumento de que si no se prohibía el budismo de la Tierra Pura y la gente no se refugiaba en el Sutra del Loto, estallaría una guerra civil en Japón y otros países lo invadirían. Fue reprimido y exiliado (a Izu en 1261 y a la isla de Sado en 1271) debido a la oposición del shogunato de Kamakura y de los seguidores del budismo de la Tierra Pura, que consideraban sus ideas radicales como peligrosas. Murió el 13 de octubre de 1282. Imagen por cortesía del templo Minobusan Kuon-ji.
Fotografía del encabezado: estatua de Nichiren Shōnin en el templo Myōhon-ji, Kamakura, prefectura de Kanagawa, Jiji Press (03/2013).