‘Ōoku’, de Yoshinaga Fumi: una obra maestra de la ciencia-ficción japonesa
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Una inversión de las posiciones sociales entre los sexos
En la época Edo (1603-1868), durante la regencia de Iemitsu, el tercer shōgun, una epidemia de la llamada “viruela de cara roja”, que afecta solo a los hombres, elimina a una gran parte de la población masculina, y la mayoría de las familias de granjeros, mercaderes e incluso guerreros pierden a sus herederos. El propio Iemitsu sucumbe a la plaga, y es sustituido en secreto por una de sus hijas ilegítimas. La sociedad se transforma de manera natural en un sistema en el que las posiciones de hombres y mujeres se hallan invertidas.
Ese tema de la inversión de sexos no es nuevo en Japón. Una obra representativa del periodo Heian (794-1185) es Torikaebaya monogatari (El cuento de los cambiantes), una historia que ha sido adaptada al género del shōjo manga. El protagonista de Ribon no kishi (El caballero del lazo), de Tezuka Osamu, serializada entre 1953 y 1956, posee tanto un corazón de hombre como uno de mujer, y su personalidad cambia cuando le cambia el corazón. Ikeda Riyoko dibujó en su famoso Berusaiyu no bara (La rosa de Versalles), ambientado en la revolución francesa, a un personaje llamado Óscar, criado como hombre pese a ser mujer.
“Ōoku, de Yoshinaga Fumi, no solo cuenta con ese tipo de cambios de apariencia, sino que reinterpreta la historia entera por medio de esa inversión de las posiciones socialese los sexos”, dice Yamada Tomoko, investigadora de manga en la Biblioteca Conmemorativa del Manga de Yonezawa Yoshihiro, de la Universidad Meiji.
Kasuga no Tsubone, la antigua matrona de Iemitsu, establece tras la sucesión de la hija el sistema del Ōoku, hasta entonces utilizado para referirse a las habitaciones de la esposa y las concubinas del shōgun, pero que servirán ahora para alojar a los posibles “sementales guapos”. El país se cierra al exterior, para evitar que otros países sepan de la extrema reducción del número de hombres. El famoso Yoshiwara, el barrio del placer, deja de ser lugar de prostitución para convertirse en el sitio donde las mujeres de la plebe eligen a un hombre para que les dé hijos; ahora son, por otro lado, las mujeres quienes realizan los trabajos físicos.
“En lugar de hacer el cambio entre hombres y mujeres de golpe, Yoshinaga establece primero un mundo plausible, sin fisuras, hasta llegar a otro el que pueden existir las mujeres como fuerza motora de la sociedad. Sin embargo, al final regresa a la historia ‘verdadera’ que conocemos. Hasta ahora nunca había existido una historia de narración tan hábil; quizá por eso esta obra haya recibido críticas tan positivas, tanto en Japón como en el extranjero”.
Una obra de ciencia-ficción ampliamente elogiada
En 2009 Ōoku ganó el Premio Cultural de Manga Tezuka Osamu, y el año siguiente el premio estadounidense James Tiptree, que se otorga a aquellas obras que representan una contribución al entendimiento de temas de género (en lo sucesivo, Premio JT, actualmente denominado Premio Otherwise). Era la primera vez que alguien de Japón, autora de manga, para más señas, lograba dicho galardón.
“La inversión de las posiciones de hombres y mujeres es un tema recurrente en la historia de la ciencia-ficción. No obstante, desde un principio se comentó mucho en los círculos de aficionados a este género el hecho de que se hubiera elegido la familia del shōgun y el Ōoku para ambientar la historia”, cuenta Ōmori Nozomi, crítica y traductora de ciencia-ficción. “Yo misma me sentí fascinada por el concepto, deseando saber cómo se iba a ver implicada la familia Tokugawa y qué papel desempeñarían”.
En esta obra aparecen todos los shōguns desde Iemitsu, el tercero, hasta Yoshinobu, el decimoquinto y último, que junto al undécimo y el duodécimo es hombre, y la verdadera historia se va entretejiendo en la ficción. Cuando llega la Restauración Meiji, en 1868, se lleva a cabo una destrucción de todos los documentos que relatan la historia del Ōoku desde la época de Kasuga no Tsubone, y con ello la sociedad regresa a las posiciones anteriores para hombres y mujeres. Saigō Takamori reescribe los hechos, convierte a todos los shōguns en hombres, y elimina la “vergonzosa historia fabricada por las mujeres”.
“Un escritor normal de ciencia-ficción cambiaría, probablemente, los nombres de los shōguns que vienen tras Iemitsu, y su trama se iría alejando cada vez más de la historia real. Sin embargo, los hechos principales que conocemos se mantienen inalterados en Ōoku, creando con ello una línea temporal plausible. Esa forma de narrar fue muy novedosa”.
El Premio JT se le concedió a la obra en base únicamente a los dos primeros volúmenes, los únicos que se habían publicado en inglés en aquel momento. “Se estaba traduciendo más manga, entonces. En Estados Unidos Yoshinaga contaba con muchos seguidores, y en blogs y redes sociales comentaban esta nueva obra que hablaba del shogunato Tokugawa, pero con mujeres en el papel de shōgun. Muchas escritoras de ciencia-ficción de países anglosajones leyeron también Ōoku; N. K. Jemisin, ganadora del Premio Hugo a la mejor novela en tres ocasiones consecutivas (una de ellas por la tercera entrega de la serie Broken Earth, publicada en español como Tierra Fragmentada) y seguidora de Yoshinaga desde hacía años, también elogió Ōoku.
“La ciencia-ficción había estado siempre dominada por los hombres, en Reino Unido y Estados Unidos, pero recientemente ha experimentado una tendencia hacia historias escritas por mujeres con mujeres como protagonistas. Ōoku fue, en cierto modo, un pistoletazo de salida para esa tendencia”.
En febrero de 2022, tras finalizar con el volumen diecinueve, Ōoku obtuvo el Premio de Ciencia-ficción de Japón.
“Si se hubiera tratado de una simple historia alternativa Ōoku no habría tenido el impacto que tuvo. Creo que recibió tan buenas críticas sobre todo por su final. Explicaba por qué, pese a la inversión entre los sexos, existía tan escasa desviación entre su historia y la nuestra. También está la sorpresa de descubrir que nuestra versión de los hechos es una historia alterada por Saigō Takamori. Este doble punto de giro crea un final asombroso, con esa sensación de maravilla tan propia de la ciencia-ficción. En ese sentido recuerda un poco al final de El planeta de los simios”.
Una artista formada con versiones de clásicos en fanzines
Yoshinaga Fumi, nacida en 1971, comenzó su carrera publicando parodias de obras como Berusaiyu no bara (La rosa de Versailles) o Slam Dunk en fanzines, aunque sus primeras obras de BL (boys’ love, género en el que se narran fantasías románticas entre hombres) las publicó en una revista oficial en 1994. El éxito le llegó en 1999 con Seiyō kottō yōgashiten (publicada en inglés como Antique Bakery, “Antigua pastelería”), obra que sería adaptada al formato anime, así como a una serie de imagen real y a una película, en Corea del Sur.
“En las parodias y obras derivadas los aficionados pueden alterar sus historias favoritas para completar los huecos que el original no narra en su trama; estas obras secundarias añaden un significado más profundo, o una lectura más divertida, a esos mundos. Se trata de una comunidad en la que la mayor satisfacción proviene de poder compartir con otros este tipo de ideas y sentimientos. Yoshinaga perfeccionó sus técnicas mediante este tipo de obras de reinterpretación”, dice Yamada.
“En una entrevista sobre Ōoku Yoshinaga me dijo que la historia se le ocurrió cuando estaba en la universidad: quería escribir una historia fantástica sobre un país gobernado por reinas. La tarea de construir todo un mundo de cero, sin embargo, le resultó tan difícil que la abandonó. Pero en 2003, viendo una serie de televisión titulada también Ōoku, pensó que tal vez sí fuera capaz de escribir una parodia sobre la historia de Japón”.
Esta obra incluye una sección dedicada a la erradicación por parte del personal médico de la “viruela de caraja”, con una versión alternativa del académico Hiraga Gennai (representado aquí como una lesbiana que se viste de hombre), o el doctor Aonuma, de “pelo rubio y ojos azules”, hijo de un holandés y una prostituta. Esa batalla librada contra la pandemia puede hacernos pensar en nuestro actual coronavirus, pero lo cierto es que también representa, con gran habilidad, un evento histórico. La enfermedad que Yoshinaga muestra en su obra es un eco de los brotes de viruela tan comunes en el periodo Edo, durante los cuales el propio Iemitsu y muchos otros se contagiaron; la invención de la vacuna contra la viruela, de la mano del médico británico Edward Jenner, también figura en la historia. La autora también usó como fuente de inspiración los brotes de ébola en África, que ocurrieron justo antes de que comenzara la serialización del manga.
Un mensaje actual sobre el género
La razón por la que Yoshinaga optó por ambientar su obra en el mundo del Ōoku fue su desprecio hacia el sistema de sucesión del shogunato, que pisoteaba la humanidad de las personas en pos del lucro personal.
“Desde que debutara como artista, Yoshinaga siempre ha tenido presente el tema del género en sus obras. Dado su gusto por la ficción histórica disfrutó mucho de la serie de televisión Ōoku, pero cuenta que sentía también las dificultades de mantener una línea directa de sucesión entre los herederos”, dice Yamada.
Con las diferentes generaciones del shogunato van apareciendo en las páginas del manga todo tipo de relaciones entre hombres y mujeres, pero en el caso de Iemochi, la decimocuarta líder, se trata de un matrimonio homosexual entre mujeres, con Kazunomiya. Iemochi declara que para ser padres de un hijo no hace falta ser sus padres biológicos, y adopta un niño.
“No es necesario que existan relaciones entre hombres y mujeres. Los niños no tienen que llevar la sangre de sus padres; si los crían con cariño se convertirán en familia. Yoshinaga transmite así un mensaje a sus lectores: este nuevo tipo de familia presente en el mundo de Ōoku es también posible”.
Pese a que la historia de las shōguns se elimina con la Restauración Meiji, en la última escena del manga se muestra una cierta esperanza. A bordo de un barco de la Misión Iwakura hacia San Francisco, en 1871, Taneatsu (un hombre que había sido consorte de la decimotercera shōgun) habla con Tsuda Umeko, una de las primeras japonesas en viajar al extranjero para estudiar, entonces de seis años de edad. Taneatsu le cuenta a la niña cómo en el pasado las mujeres controlaban la política del país, y la anima a que en el futuro las mujeres de la generación de Umeko también lo hagan.
Tres años después de que comenzara la serialización de Ōoku Yoshinaga publicó el primer número de Kinō nani tabeta? (¿Qué comiste ayer?), que aún sigue publicándose.
“Me parece fantástico que una obra que básicamente cuenta el día a día de una pareja gay de mediana edad se siga leyendo con normalidad. En un principio quizá algo del éxito se debiera a la novedad, pero la pareja ha pasado de los cuarenta a los cincuenta y tantos años, y da la impresión de que los lectores han madurado con ellos”.
“En Japón, durante muchos años, el shōjo manga ha representado la fuente desde la que considerar la posición de la mujer y los temas de género. El genio de Yoshinaga Fumi surgió de ese trasfondo, y tanto Ōoku como Kinō nani tabeta constituyen su cristalización. La motivación de la autora por crear obras interesantes y perdurables ha hecho mucho por cambiar los sentimientos y valores de los lectores”.
(Artículo traducido al español del original en japonés. Imagen del encabezado: portadas de los números 1 y 19 de Ōoku, publicados por Hakusensha.)