La ficción poética de ‘Oku no hosomichi’
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Tras los pasos de Saigyō cinco siglos después de su muerte
A finales de la primavera de 1689, el poeta Matsuo Bashō, que entonces contaba 45 años, hizo un viaje por las regiones de Michinoku, Dewa y Hokuriku (nordeste y norte de Japón) que se prolongó hasta el otoño. Las principales etapas de su largo deambular fueron Fukagawa (Edo, actual Tokio), Nikkō, Shirakawa, Fukushima, Sendai, Matsushima, Hiraizumi, Obanazawa, los Tres Montes Sagrados de Dewa, Kisakata, Niigata, Takada, Kanazawa, las fuentes termales de Yamanaka, Fukui, Tsuruga y Ōgaki.
Entre Edo y las fuentes termales de Yamanaka acompañó a Bashō su discípulo Kawanishi Sora(*1). Entre Kanazawa y las cercanías de Fukui, lo hizo el poeta de Kanazawa Tachibana Hokushi. En su viaje, Bashō quería, por una parte, visitar lugares que motivaron viejos poemas, campos de famosas batallas y otros puntos de interés histórico. Pero también deseaba conocer poetas de otras partes de Japón, medir con ellos su talento en la composición de poemas encadenados y, de paso, difundir su propio estilo poético por el país. Era el año en que se recordaba el quinto centenario de la muerte del monje budista y poeta Saigyō y esto debió de ser otro de los motivos de Bashō para emprender el viaje. También Saigyō había viajado en busca de los lugares que motivaron viejos poemas, y había llegado hasta el lejano Hiraizumi, en el norte. Leyendo las prosas de Oku no hosomichi, encontramos aquí y allá detalles que delatan que su autor pensaba mucho en Saigyō. Se cree que Bashō comenzó a preparar su libro tres años después de aquel viaje, en 1692, y que siguió haciéndolo hasta 1694, año de su muerte.
Conocemos muchos aspectos del viaje gracias al diario dejado por Sora, el discípulo que lo acompañó durante una parte del mismo, y esto nos permite decir que no pocos pasajes del libro difieren de los detalles del viaje real. Aunque, lógicamente, basado en sus experiencias, el libro responde a una planificación literaria muy personal de Bashō y, en ese sentido, nos presenta ante todo un viaje imaginario. Este rasgo sitúa Oku no hosomichi en una posición muy especial dentro de los diarios de viaje clásicos japoneses. Veamos ahora cuáles son los tres ejes fundamentales de esa planificación.
1. Viva conciencia del tiempo
El viaje se desarrolla entre finales de la primavera y finales del otoño. Bashō concede una importancia muy especial al paso de una estación a otra y a las celebraciones anuales. Los restos históricos de todo tipo, las viejas costumbres y tradiciones locales y todo lo que nos recuerda el inexorable paso del tiempo son igualmente objeto de su atención.
2. Un toque nō
En el nō hay un esquema narrativo recurrente, el llamado mugennō, según el cual, fallecido el protagonista o shite, su espíritu visita en sueños al waki (primer actor secundario). En el Oku no hosomichi se advierte algo parecido, pues la narración deja traslucir en muchos pasajes un diálogo con un personaje que no es de este mundo.
3. El viajero, un seguidor de Saigyō
El libro está narrado en primera persona por un viajero cuya identidad permanece velada, así que, en rigor, no podemos asegurar que sea Bashō. Lo que está claro es que es un gran admirador de Saigyō que sigue sus pasos.
Un narrador que viaja junto al tiempo
El libro arranca con la siguiente narración: “Pasajeros de la eternidad son los meses y los días, como viajeros son los años que se suceden. Así también los humanos portan sus vidas en barcas o alcanzan la vejez asidos a bridas de caballo, y son viaje sus vidas y el viaje les da morada. Muchos de los grandes hombres de antaño murieron por el camino. Yo también sentí que era ese mi destino y, desde hace algunos años, no podía resistirme al afán de darme a la vida errante como nubecilla que el viento lleva. Y vagué por las costas, y...”.
El párrafo expone muy bien el interés de Bashō por el paso del tiempo, un concepto abstracto que se encarna en la figura del viajero. En este esquema expresivo, es como si el yo compartiera su viaje junto al tiempo, un yo que, en adelante, se desplaza atento siempre a la progresión del ciclo estacional y a los días más señalados del calendario, como el de Tango (5 del quinto mes), Tanabata (7 del séptimo mes), Urabon’e (fiesta budista de los antepasados de mediados del séptimo mes), o la luna llena de mediados del octavo mes (todos del calendario antiguo). El viajero se interesa también por objetos históricos, como los relacionados con el mítico Minamoto-no-Yoshitsune, que se refugió en Hiraizumi huyendo de la cólera de su todopoderoso hermano Yoritomo, o por lugares como la inscripción sobre piedra Tsubo-no-ishibumi o el Konjiki-dō (Pabellón Dorado) del templo de Chūzonji, que quedaron recogidos como motivos geográficos principales en antiguos poemas. Y conmovido por todas esas viejas historias, llega a derramar lágrimas.
Viejos campos de batalla y un recuerdo a quienes perdieron allí su vida
La cita que viene a continuación corresponde a la segunda mitad del pasaje que versa sobre las ruinas del famoso Takadachi de Hiraizumi, construcción ya desaparecida en la época de Bashō en el que el referido Yoshitsune puso trágico fin a su vida. El admirado Saigyō visitó aquella tierra precisamente cuando Yoshitsune se encontraba allí, protegido por un poderoso clan local.
“Con sus mejores hombres (Yoshitsune) se hizo fuerte en este castillo, pero efímeras fueron sus gestas y un mero herbazal es todo lo que de aquello queda. ‘¡Se perdió el país’, dice el poema, ‘pero nos quedan sus montes y ríos! ¡La primavera llegó a castillo, sí, pero apenas para espesar la maleza!’. Sentado sobre mi estera degusté aquellos versos y, dejando correr el tiempo, derramé algunas lágrimas. [Arrancan aquí un poema de Bashō y otro de su discípulo Sora] Natsukusa ya / tsuwamonodomo ga / yume no ato (Después de soñar con aquellos bravos guerreros de Yoshitsune, lo único que quedaba allí eran las hierbas del verano). U no hana ni / Kanefusa miyuru / shiraga kana (Son reflejos estas blancas florecillas de los canos cabellos del leal Kanefusa, que acompañó a su señor, Yoshitsune, hasta el último momento)”.
En este pasaje se aprecia que Bashō está jugando con el esquema narrativo del mugennō al que nos referíamos más arriba. Llegado al lugar de la famosa batalla de Takadachi, donde perecieron Yoshitsune y los suyos, el narrador hace volar su imaginación hasta aquellos remotos tiempos y lo hace tan vívidamente que se emociona y llora largamente hasta quedar dormido. Le visitan entonces en sueños los espíritus de los bravos guerreros, que le narran sus gestas. Pero cuando despierta lo único que ve frente a sus ojos son las hierbas crecidas del verano.
En su poema Sora viene a decirnos, igualmente, que ha visto en sueños a Kanefusa, el de los canos cabellos. En el diario de Sora no encontramos ninguna referencia a este poema, por lo que es probable que fuera añadido posteriormente por Bashō. En términos del teatro nō, el narrador sería el waki y Sora el wakitsure (acompañante del waki), y ambos rinden tributo a los viejos guerreros muertos en batalla.
Saigyō, poeta y asceta budista, siempre en la mente de Bashō
El tercero de los ejes a los que nos referíamos es el del narrador como figura que sigue los pasos de Saigyō. De esto encontramos muestras en muchas partes del libro. Una de las más evidentes nos la trae el siguiente pasaje.
“Fui a la bahía de Yoshizaki, que está entre las provincias de Kaga y Echizen. En una barca de pértiga, visité el Pino de Shiokoshi. [Entra aquí un poema de Saigyō] Yomosugara / arashi ni nami wo ba / hakobasete / tsuki wo taretaru / shiokoshi no matsu (Azotado toda la noche por el agua del mar que el fuerte viento levanta, la luna se refleja en cada gota que cae del Pino de Shiokoshi) [Continúa la narración de Bashō] Todas las vistas posibles del Pino de Shiokoshi están condensadas en este poema. Pretender alguna otra sería buscarle los tres pies al gato”.
El poema en cuestión se ha transmitido como obra del monje Rennyo, pero Bashō se permite la licencia de atribuírselo a Saigyō. La luna simboliza la iluminación espiritual (nirvana), como se ve en la expresión clásica shinnyo no tsuki (luna de la iluminación). En Oku no hosomichi, Bashō usa la luna para hablarnos de la iluminación con la que coronó Saigyō sus ascetismos y el poema expresa la admiración del autor hacia el viejo poeta.
Una obra incompleta que pudo ser retocada de nuevo
Entre los textos actuales que reflejan el Oku no hosomichi tal como lo dejó Bashō en el momento de su muerte en 1694, tenemos el Nakaobon o códice Nakao, del propio poeta, del cual el Sorabon o códice Sora sería una fiel copia. Este último presenta diversas correcciones o enmiendas hechas después de haber sido copiado. Finalmente, está el Nishimurabon o códice Nishimura, que no es otra cosa que el Sorabon pasado a limpio, a petición de Bashō, por el calígrafo Kashiwagi Soryū. Otro códice similar del mismo calígrafo es el Kakimoribon.
Todos los citados son, pues, copias. Al parecer, hasta el final de sus días Bashō no pensó nunca seriamente en publicar su Oku no hosomichi. Pero ¿qué significa que la obra de Bashō haya quedado solo en forma de copias? En aquella época las copias únicas ricamente editadas se consideraban de mayor valor que los originales y esa podría ser una de las razones. Podrían hallarse otras, pero lo cierto es que para Bashō su libro estaba incompleto y posiblemente quisiera hacer nuevos cambios en él.
El año de su muerte, Bashō regresó a su aldea natal, en la provincia de Iga portando el Nishimurabon, que regaló a su hermano Matsuo Hanzaemon. Luego, el Nishimurabon pasó a manos del discípulo de Bashō Mukai Kyorai y fue utilizado para la publicación hecha en 1702, ocho años después de la muerte del poeta, por la editorial Izutsuya de Kioto. Otras editoriales lo publicaron también posteriormente y casi todas lo hicieron sobre la base de la de Izutsuya, que en la práctica ha sido la única versión conocida durante muchos años. Sin embargo, en 1943 fue hallado el Nishimurabon y a este descubrimiento siguieron los del Sorabon (1951), Kakimoribon (1959) y Nakaobon (1996). Además, en 1943 salió a la luz el diario de Sora. Con estos nuevos materiales, los estudios sobre el Oku no hosomichi recibieron un fuerte impulso a mediados del siglo XX, impulso que del que se siguen beneficiando en la actualidad.
(Traducido al español del original en japonés. Fotografía del encabezado: Escena la Partida [Senjū], en el libro ilustrado de Yosa Buson Oku no hosomichi Gakan. Buson ilustró al estilo haiga el poemario de viaje de su admirado Bashō. Aguada sobre papel, 1778. Bien cultura de relevancia. Colección del Museo de Arte Itsuō, de la Fundación Cultural de Interés Público Hankyū.)
(*1) ^ En el libro Oku no hosomichi, Kawanishi recibe el nombre de Kawai Sora. Desde la publicación del libro de Matsumura Yūji Nazo no tabibito, Sora, se considera que su verdadero apellido era Kawanishi.