¿Momificados en vida? Los misteriosos ‘sokushinbutsu’
Cultura Historia- English
- 日本語
- 简体字
- 繁體字
- Français
- Español
- العربية
- Русский
Depositado en un santuario emblemático
Los sokushinbutsu (literalmente “budificados en vida”) son los cadáveres de ascetas budistas que extremaron su ayuno hasta quedar momificados. Objeto de devoción y culto desde el siglo XIV, 18 de ellos se han conservado hasta nuestros días. Kūkai (774-835), fundador de la secta esotérica Shingon, fue uno de ellos. Los monjes del monasterio del monte Kōya siguen llevándole comida todos los días al mausoleo Okunoin, pues para ellos su gran maestro continúa vivo.
Debido a esta influencia, han sido principalmente los templos de la secta Shingon los que han preservado estos cuerpos. En la prefectura de Yamagata (norte) hay ocho, seis de ellos en la comarca de Shōnai, que aloja los famosos Tres Montes de Dewa (Gassan, Yudono y Haguro), los tres ligados al budismo, y los otros dos en la de Okitama. En honor a Kūkai, los nombres budistas que reciben estos cuerpos terminan en -kai, cuyo significado es “mar”. En la colindante prefectura de Niigata encontramos otros cuatro cuerpos momificados. El resto se encuentra distribuido entre las de Fukushima, Ibaraki, Kanagawa, Nagano, Gifu y Kioto.
Templos de Yamagata que preservan sokushinbutsu
Comarca de Shōnai
Templo | Nombre del asceta | Consagración |
---|---|---|
Kaikōji | Chūkai Shōnin* | 1755 |
Enmyōkai Shōnin | 1822 | |
Nangakuji | Tetsuryūkai Shōnin | 1881 |
Honmyōji | Honmyōkai Shōnin | 1683 |
Chūrenji | Tetsumonkai Shōnin | 1829 |
Dainichibō | Shinnyokai Shōnin | 1783 |
Comarca de Okitama
Templo | Nombre del asceta | Consagración |
---|---|---|
Zōkōin | Kōmyōkai Shōnin | 1854 |
Myōjuin | Myōkai Shōnin | 1863 |
*Shōnin: santo budista.
Los templos de Yamagata que preservan estos cuerpos fueron todos importantes centros del culto al monte Yudono (Yudono-san shinkō), que floreció durante el periodo Edo (1603-1868). Más que el monte en sí mismo, lo que es objeto de culto son las grandes rocas que se han formado en los manantiales de aguas termales, formadas por la acumulación del hierro que contienen estas. Por su forma redondeada, se las llama “las cúpulas termales”. Yudono ha tenido siempre una honda significación en esta comarca, considerándose su corazón espiritual.
En 1641, los templos del monte Haguro quedaron integrados en la secta Tendai, dándose inicio entonces a un fuerte antagonismo entre las autoridades de esta secta y los monjes Shingon. La secta Tendai recibió un fuerte respaldo institucional del Gobierno de los Tokugawa y se convirtió en un gigantesco poder fáctico, pero la secta Shingon impugnó la decisión y, aunque perdió el control de Haguro y Gassan, consiguió al menos retener Yudono.
Los monjes que se momificaban en vida, a los que se llamaba issei-gyōnin (literalmente, “ascetas de una generación”) eran religiosos de extracción social baja que no procedían de las aldeas de la comarca, sino de alguna otra tierra. La secta Shingon los enviaba al monte Yudono para que hicieran sus ascetismos y adquirieran facultades espirituales especiales, y los convertían así en punta de lanza de su estrategia de predicación, con el fin último de hacer frente a la secta rival de Tendai. Fue dentro de este enconado antagonismo como surgieron tantos sokushinbutsu en la comarca de Shōnai durante el periodo Edo.
Momificados tras una dura ascesis
La comunidad monástica del monte Yudono podía dividirse en tres grupos. Por una parte, los monjes regulares de la secta Shingon; por otra, los ascetas practicantes de una versión local del shugendō cuyo fundador fue el monje Shōbō (832-909), de la escuela de Yudono, y, finalmente, los issei-gyōnin. Los monjes regulares tenían discípulos y estos ocupaban sus puestos, los practicantes del shugendō tenían mujer e hijos, y de estos salían sus sucesores. Los primeros se quedaban en los templos y los segundos bajaban de las montañas en invierno y misionaban por las aldeas, de modo que no hacían los ascetismos más duros de la estación fría que acostumbraban a hacer los issei-gyōnin. Según la tradición de los templos, los issei-gyōnin renunciaban a todos los alimentos que servían habitualmente de sustento en los templos (arroz, trigo y el resto de los cereales y legumbres), dependiendo para su subsistencia únicamente de las plantas y raíces silvestres. Se dedicaban a la ascesis, viviendo junto al arroyo de Senninzawa, en el monte Yudono. En la inscripción de una lápida que recuerda a los issei-gyōnin se dice que permanecían en el monte mil días, lo que da idea de la duración y dureza de su ascesis en aquellas regiones de inviernos largos, fríos y nevosos. Al parecer, el agua caliente que conseguían en el manantial les ayudaba a sobrevivir el invierno. En ciertos libros del periodo Edo se señala que algunos fieles se acercaban a aquellos agrestes lugares durante el invierno y llevaban ofrendas a los ascetas. Una vez terminado su periodo de ascesis, ellos mismos se introducían en sus ataúdes y se enterraban. Solo tres años y tres meses después se comprobaba su estado y el cuerpo quedaba consagrado como sokushinbutsu.
Sin embargo, un estudio in situ realizado por la facultad de Medicina de la Universidad de Niigata en los años 60 del siglo pasado reveló que casi todos los cuerpos sufrieron, después de la muerte, algún tratamiento de desecación. El clima cálido y húmedo de Japón no permite una momificación natural como la que se hacía en Egipto y para conseguir ese efecto era necesario realizar ciertas operaciones.
Hay que entender, no obstante, que el enterramiento en vida es, en todo caso, una tradición creada y sostenida por ciertos templos budistas, que no está acreditada por ninguna otra fuente documental de la época. Por todo Japón pueden encontrarse lugares donde, según la tradición, se enterró a ascetas, pero cuando estos lugares son estudiados científicamente apenas puede confirmarse algo más que la presencia de huesos humanos. Los que fueron momificados artificialmente después de su muerte son muy pocos.
Leyenda e historia, una brecha difícil de llenar
Los issei-gyōnin no eran monjes y, por lo tanto, no se rasuraban el cabello. Su aspecto debía de ser similar al de los ascetas del shugendō, que se dejaban melena, pero no se les permitía llevar sus característicos ropajes. Entre los sokushinbutsu del monte Yudono, el más conocido es el Tetsumonkai Shōnin, preservado en el templo Chūrenji de Tsuruoka (prefectura de Yamagata). En las imágenes que se han difundido de él pueden apreciarse sus ropajes. Después de haberse peleado con dos samuráis y haberles dado muerte, se refugió en el Chūrenji. Después, hizo como penitencia diversas labores sociales, como la construcción de caminos o preparación de terrenos para el cultivo del arroz, y fue tanto su celo y diligencia que se ganó el aprecio de la población del lugar. Misionó en Murakami (prefectura de Niigata), en Morioka (Iwate) y también en Ezo (actual Hokkaidō), lugares donde hizo muchos prosélitos, según podemos leer en ciertos documentos.
En muchos rincones de la prefectura de Yamagata hay lápidas conmemorativas de los issei-gyōnin, pero se ha demostrado que la mayoría de ellas fueron erigidas cuando aquellos estaban todavía vivos. Se deduce de este hecho que la gran devoción popular que consiguieron no se debió a su momificación, sino a su actividad religiosa. Sin embargo, dado que los incendios que afectaron a los templos de Chūrenji o Kaikōji, entre otros, y el terremoto que dañó el de Dainichibō han dejado muy pocos documentos históricos indemnes, hoy en día no siempre es posible respaldar documentalmente las leyendas existentes. Las de los templos que preservan sokushinbutsu merecen todo el respeto, pero los investigadores tendrán que seguir complementándolas con nuevos datos documentales o epigráficos para conocer mejor qué funciones sociales y religiosas desempeñaron aquellos hombres.
Una fama que llegó tras un periodo de represión
Uno de los sokushinbutsu que cobró fama ya en el periodo Edo fue Kōchi Hōin (consagrado en 363), preservado en el templo de Saishōji, en Teradomari (prefectura de Niigata). Muchos viajeros que visitaron la región dejaron algún testimonio acerca de este personaje. El gran maestro del haiku Matsuo Bashō (1644-1694) contempló su momia durante su largo viaje por las regiones del norte. En cambio, de los sokushinbutsu de los tres montes sagrados de Dewa apenas tenemos ninguna referencia, pese al gran número de viajeros que pasaron por allí y dejaron algún escrito al respecto. Sugae Masumi (1754-1829) un intelectual trotamundos que dejó muchos relatos de sus viajes, refirió algunas leyendas del sokushinbutsu Honmyōkai Shōnin, preservado en el templo de Honmyōji, pero sitúa su fama muy por debajo de la del Kōchi Hōin.
A los sokushinbutsu del monte Yudono la fama les llegó, al parecer, una vez superado el corto periodo de represión del budismo ocurrido inmediatamente después de la Restauración Meiji (segunda mitad del siglo XIX).
Para marcar la diferencia con el régimen de los Tokugawa, protectores del budismo, los gobernantes de la época trataron de erradicar este credo y elevar el sintoísmo a la categoría de religión nacional. A consecuencia de esta política antibudista, los templos de los Tres Montes de Dewa tuvieron que “sintoizarse”. Hasta entonces, el culto a las montañas practicado en estos templos había sido un sincretismo entre ambas religiones y otras muchas creencias. Además, el Gobierno penalizó expresamente ciertas prácticas, como la del enterramiento en vida, que fue equiparada a una asistencia al suicidio, o la de la apertura del enterramiento tres años y tres meses después, que pasó a ser violación de sepultura y profanación de cadáver. Esta nueva legislación puso fin a la tradición del sokushinbutsu.
Los cuatro templos de la secta Shingon que tomaban como objeto de culto las rocas de los manantiales del monte Yudono defendieron la “budidad” de la comarca montañosa, pero su reivindicación no fue escuchada y fueron obligados a convertirse. Sin embargo, los templos de Chūrenji y Dainichibō, que preservaban sendos sokushinbutsu, perseveraron en su puridad budista, lo que significaba tener que renunciar a sus derechos de culto sobre el monte Yudono. Durante el precedente periodo Edo, estos derechos incluían ingresos económicos gracias a los “peajes” que pagaban los peregrinos al ascender a los montes sagrados. Se cree que los dos templos trataron de conseguir entonces nuevos ingresos y que esta fue la razón de que dieran a conocer a sus sokushinbutsu, promoviéndolos a la categoría de honzon (“imagen sagrada principal”), fabricando y repartiendo amuletos relacionados y utilizándolos abiertamente en sus actividades proselitistas.
Difícil encaje en el marco del patrimonio cultural
Los sokushinbutsu no son estatuas budistas, sino cadáveres y por tanto no pueden formar parte del patrimonio cultural de Japón. Esto cierra las puertas a la recepción de ayudas económicas del Gobierno central o de los Gobiernos regionales y locales, por lo que son los propios templos los que tienen que cargar con todos los gastos de “mantenimiento” que originan. Tampoco tienen un carácter público y esto impide que ciertas ceremonias relacionadas, como el cambio de ropaje que se realiza cada seis o cada 12 años tampoco puedan entrar en la consideración de patrimonio cultural intangible.
Los curiosos que se acercan a estos templos y reciben de sus responsables explicaciones sobre las vidas y méritos acumulados por estos ascetas que sirvieron a su comunidad suelen quedar muy conmovidos. Si se desea seguir preservando correctamente estos cuerpos y transmitirlos en buen estado a la siguiente generación, será necesario ir promoviendo su conocimiento y comprensión entre la gente. Como muchos de estos templos están apartados de las zonas urbanas, sería deseable que la Administración ofreciese ayudas para que los turistas puedan llegar a ellos más fácilmente en taxi o en autobús.
Fotografía del encabezado: El sokushinbutsu Shinnyo Shōnin, preservado en el templo Dainichibō. (©️Dainichibō)