Los japoneses y el príncipe Shōtoku
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La esquiva identidad del príncipe Shōtoku
El príncipe Shōtoku fue un intelectual y uno de los políticos nobles más célebres de la historia de Japón. Nació en el 574 y falleció a los 49 años, en el 622. Como la historia nipona se desarrolló en un pequeño archipiélago del lejano oriente, impulsada por una comunidad de personas con el japonés como lengua común, no está falta de personajes cuya fama se remonta a más de un milenio. Sin embargo, son contados los que han dejado constancia de una serie de hitos tan claros y concretos como el príncipe. Esto se debe a que el amor y el respeto que se le empezó a profesar poco después de su muerte motivaron una generosa producción de documentos y biografías sobre su vida. Este 2021, en que se cumplen 1400 años desde su desaparición, un templo que mantiene una relación importante con él le dedicará una serie de ceremonias y varios museos planean organizar exposiciones de patrimonio cultural tanto en Nara y Osaka, lugares que guardan profundos vínculos con él, como en Tokio. A continuación repasamos la trayectoria y la figura de este personaje.
Deben de ser pocos los personajes históricos cuya vida e identidad resulten tan difíciles de esclarecer como en el caso de Shōtoku, a pesar de la variopinta colección de documentos y patrimonio cultural que se conservan de él. Existen indicios de que cosechó una profunda veneración no solo después de morir, sino ya desde el final de su vida, que siguió floreciendo póstumamente. Sus biografías se fueron adornando con elementos míticos hasta que surgió la creencia de que era una reencarnación de la diosa budista Kannon.
El propio nombre de Shōtoku se creó como parte del proceso de divinización del príncipe, que históricamente se llamaba Umayato. Shōtoku Taishi (príncipe Shōtoku) significa ‘príncipe imperial con las virtudes de un santo’ y es un título honorífico que se le atribuyó de forma póstuma. El hecho de que este apelativo se adoptara menos de un siglo después de su muerte revela que obtuvo una consideración especial desde muy temprano.
La idealización de la figura del príncipe
Veamos qué suelen saber los japoneses, a grandes rasgos, del personaje que nos ocupa. Cuando la emperatriz Suiko ascendió al trono en el 593, su sobrino (Shōtoku) se convirtió en príncipe heredero y asumió el cargo de regente de las cuestiones de Estado. En el 601 situó su palacio en Ikaruga, una localidad al noroeste de la capital del momento, Asuka, para trasladarse allí cuatro años después y erigir el templo Ikaruga-ji (actual Hōryū-ji).
Shōtoku estableció un sistema de doce niveles de funcionarios representantes de la corona nombrados según sus capacidades, dictó una Constitución de diecisiete artículos e instruyó a los que servían a la corte imperial para que priorizaran la harmonía y desplegaran una política centrada en el emperador. Como era devoto de la fe budista, organizó lecciones y discusiones sobre textos como el Sutra de Shrīmālā (Shōmangyō) o el Sutra del Loto (Hokekyō) y se esforzó por introducir la cultura continental enviando misiones a China.
En sus últimos años, el príncipe trabajó en la historiografía de Japón junto con su vasallo de alto rango Soga no Umako. Sus políticas fueron precursoras de la centralización gubernamental que se solidificaría a partir de la segunda mitad del siglo VII, pero él falleció sin haber podido completar esa misión, en el 621, según fuentes como el Nihon shoki (Crónicas de Japón) y el Shōtoku Taishi denryaku (La vida del príncipe Shōtoku).
La imagen del príncipe que podríamos considerar estándar se basa en el Nihon shoki (Crónicas de Japón), completado un siglo después de su fallecimiento, y su biografía, relativamente antigua. Debemos advertir que ambas obras contienen una buena dosis de idealización, por lo que no conviene creerlas a pie juntillas. Esto es algo que muchos historiadores han señalado desde el principio y las proezas que se atribuyen al príncipe se han sometido a abundantes análisis.
Existen documentos antiguos en que no se menciona para nada la relación del príncipe Shōtoku con las políticas que se le atribuyen, al igual que sucede con el sistema de doce rangos de funcionariado que mencionábamos arriba o con las misiones a China. La Constitución de diecisiete artículos que supuestamente redactó el príncipe también plantea dudas sobre la autoría, ya que incluye expresiones y cuestiones anacrónicas para la época. Las incertezas se extienden también al supuesto nombramiento como príncipe heredero, ya que dicha posición no se instauró hasta finales del siglo VII y el cargo de regente tampoco apareció hasta más tarde.
La inscripción de la estatua de la tríada Shakyamuni del Hōryū-ji
De todos modos, quitando el nombramiento de Shōtoku como príncipe heredero y su función como regente, las dudas sobre otras aspectos de la vida del príncipe se basan en especulaciones, ya que no existen pruebas claras que desmientan su veracidad. Para no caer en discusiones estériles, se impone identificar hechos innegables. Aunque hallar la verdad irrefutable sobre sucesos que tuvieron lugar hace 1400 años parece una tarea imposible, me percaté de que entre la prolífica colección de materiales relacionados con el príncipe había algo que, afortunadamente, podía ser revelador: una inscripción grabada en la aureola de la estatua de la tríada Shakyamuni (Shaka Sanzon), imagen principal del Pabellón Dorado del Hōryū-ji.
La inscripción en cuestión está en la cara posterior de la aureola de la estatua budista, de cobre chapado en oro, y consta de 196 kanji distribuidos de modo que el número de caracteres por línea coincide con el número de líneas. Su mensaje revela que se forjó del 621 al 622 para conmemorar los decesos de la madre de Shōtoku y del propio príncipe y su esposa, que se sucedieron en un breve espacio de tiempo. Destaca especialmente la fecha de la muerte del príncipe, el 22 de febrero del 622, así como el hecho de que se le conociera con el nombre de hōō (‘emperador monje’). Aunque la imagen ha sido famosa desde antiguo, existe una eterna polémica entre los que creen en la autenticidad de la inscripción y los que alegan que se añadió a posteriori.
El documento en sí no es ningún nuevo hallazgo, pero la forma en que está tallado el mensaje permite llegar a una conclusión inédita. La inscripción está distribuida en un cuadrado de 14 líneas de 14 caracteres cada una que se halla enmarcado en otro cuadrado algo más grande cuya superficie está más allanada que el resto de la parte posterior de la aureola. Eso demuestra que, cuando se esculpió la estatua, ya se preveía insertar la inscripción. Además, se nota que el chapado de oro está enganchado por distintos puntos. Estos detalles atestiguan que la inscripción y la estatua datan de la misma época. Por más que se debata sobre el contenido del texto de la inscripción, resulta difícil descartar por completo que sea un añadido posterior. Sin embargo, en este caso, el enfoque de la observación física me otorgó el veredicto.
Lo más relevante que se extrae de la inscripción de la aureola de la tríada Shakyamuni es que, cuando el príncipe Shōtoku falleció, se había convertido en una personalidad merecedora del apelativo hōō (‘emperador monje’). Hōō (法皇) suele aparecer en otros textos escrito como法王 (‘rey monje’) y es un título honorífico que se atribuye a Shōtoku a menudo. En el siglo VII los caracteres 皇 (‘emperador’) y 王 (‘rey’) se leían como miki o miko y se usaban indistintamente. El título de hōō solo podía concederse a un príncipe que tuviera un conocimiento profundo de la doctrina budista. Se dice que el príncipe impartió lecciones y desarrolló discusiones acerca de los textos sagrados, y que hizo construir numerosos templos, pero también sobre estos aspectos de su vida prevalece la tendencia al escepticismo.
El hecho de que Shōtoku recibiera el título de hōō no legitima su leyenda al pie de la letra, pero al menos no deja duda de que fue un intelectual con un conocimiento y una comprensión del budismo fuera de serie. Eso, sumado al contenido del borrador de Hokke Gisho (Comentario sobre el Sutra del Loto), cuya autoría se le atribuye actualmente, y a sus características como patrimonio cultural, esboza la verdadera personalidad del príncipe. En la Constitución de diecisiete artículos, también objeto de duda, hay una sección que promueve la fe budista antes de la parte que establece el respeto a la autoridad del emperador y generalmente se acepta que es obra del príncipe. Recomiendo ampliar información sobre este tema consultando mi libro Shōtoku Taishi — hontō no sugata o motomete (Buscando la identidad real del príncipe Shōtoku / Iwanami Junior Shinsho, 2017).
Un intelectual que se devanó los sesos por lograr una sociedad civilizada
Quisiera poner de manifiesto que el príncipe Shōtoku ejerció una importante influencia en la ilustración cultural del Japón antiguo que tuvo lugar en el periodo Asuka (552-710). En tiempos del príncipe, hubo una época en que el budismo tuvo mucho más peso de lo que suele pensarse. Aunque fue algo temporal, el nombre elegido para la era, Hōkō (término referido a la proclamación del budismo como religión del Estado), refleja esa importancia. A pesar de ser un ferviente devoto del budismo, Shōtoku no optó por ordenarse monje, sino que se propuso implantar la religión en la sociedad como político de la Familia Imperial.
Aparte del Sutra del Loto (Hokekyō), que es la base de las enseñanzas de Buda, los textos que Shōtoku seleccionó para sus lecciones e interpretaciones entre la miríada de escrituras budistas fueron el Sutra Vimalakirti Nirdesa (Yuimakyō) y el Sutra de Shrīmālā (Shōmangyō), protagonizados por legos creyentes y mujeres de linaje real. Seguramente al elegir el budismo de entre toda la cultura del continente y promoverlo, el príncipe se proponía unificar el país acabando con los conflictos entre familias influyentes e ilustrar a la sociedad. Atendiendo a la documentación conservada, cuesta afirmar que trabajara en primera línea de la política, pero sí se adivina a un intelectual que ejercía su influencia tras la emperatriz Suiko y Soga no Umako y que se devanó los sesos por llevar adelante sus iniciativas.
Para terminar, veamos qué aspecto físico tenía el príncipe Shōtoku. El retrato que los japoneses de mediana edad estaban acostumbrados a ver en los billetes no era fiel a la realidad, ya que correspondía a la imagen de un noble del periodo Nara (710-794). La mejor pista se esconde en la estatua de la tríada Shakyamuni del Pabellón Dorado del Hōryū-ji que mencionábamos antes, ya que la figura central, la de Shaka Nyorai, se hizo a imagen del príncipe. Claro que se estilizó porque se trata de una estatua budista, pero, en cierta medida, quizás podamos observar el rostro del príncipe en el del buda. A partir de su posición sedente, se calcula que la imagen mediría casi 1 metro y 65 centímetros de pie, una altura considerable para un hombre de su época.
Fotografía del encabezado: El retrato que antaño se identificaba con el príncipe Shōtoku y hasta llegó a usarse para decorar los billetes, pero hoy en día los expertos se decantan por la teoría de que no es la imagen del príncipe sino la de un noble del periodo Nara. (Jiji Press)