Ichikawa Ebizō, un actor de kabuki rompedor e independiente
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“Jamás he tenido la más mínima intención de ser precursor de nada”, afirma tajantemente Ichikawa Ebizō, quien ahora encabeza el famoso linaje Ichikawa de actores de kabuki.
Lo que convierte a Ebizō en un pionero es la sensación de alarma que alberga respecto al futuro de su arte: “Las posibilidades de que el kabuki vaya a la deriva no son nulas. Cuando el Kabuki-za reabrió sus puertas tras someterse a una renovación en 2013, se dijo que con eso nuestro teatro estaría a salvo y gozaría de estabilidad durante siglos, pero la crisis del coronavirus lo ha dejado colgando de un hilo. Es como lo que pasó con el Titanic. Asegurar que el kabuki iba a estar ‘a salvo’ fue una enorme irresponsabilidad”.
El nombramiento como Danjūrō, en el aire
El año 2020 tenía que marcar un importante hito en la vida de Ebizō. Estaba previsto que en mayo el actor heredara el nombre artístico de su familia, Danjūrō, y pasara los tres meses siguientes, hasta julio, representando un espectáculo conmemorativo de la sucesión en el Kabuki-za. Muchos responsables del sector esperaban que el ambiente celebratorio impregnaría no solo a los Ichikawa sino a todo el mundo del kabuki, y que los aficionados acudirían al teatro en masa.
Sin embargo, desde que el nuevo coronavirus empezó a propagarse, a finales de febrero de 2020, todas las representaciones de kabuki quedaron canceladas y no hubo más remedio que posponer el nombramiento, que a estas alturas sigue sin tener nueva fecha programada.
En mayo, cuando tenía que haber estado ocupadísimo con el nombramiento, sudando sangre y dejándose la piel en el escenario, Ebizō se encontró, inesperadamente, pasando los días junto a sus dos hijos. Llegó a pensar que, de no ser por la pandemia, no habría podido disfrutar de ese tiempo y que, por él, preferiría pasar el resto del año sin trabajar. A pesar de eso, el actor no pudo ignorar tan fácilmente su temperamento innato y aprovechó para planificar una gira por todo Japón en un momento tan desfavorable en que no solo su nombramiento estaba en el aire, sino que todos los espectáculos y eventos deportivos se cancelaban o posponían.
Mantener viva la llama de la cultura del kabuki
Ebizō obtiene ingresos de su trabajo en cine, televisión y publicidad, por lo que la cancelación de las representaciones de kabuki no le supone ningún apuro económico. Cabe apuntar que son contadísimos los profesionales de su disciplina capaces de ganar dinero en otros sectores. Cuando el actor llamó a sus discípulos para saber cómo gestionaban la cuestión económica, unos le respondieron que iban tirando con subsidios públicos, otros confesaron estar al límite, sin nadie que les ayudara, y alguno incluso le explicó que se ganaba el sustento trabajando de repartidor de Uber Eats.
El espectáculo del kabuki no se sostiene solo con los intérpretes. “Contamos con profesionales muy diversos, como músicos, iluminadores, tramoyistas, decoradores, o especialistas de pelucas y vestuario. Sin representaciones, no cobran y no pueden ganarse la vida. Para dar continuidad a la cultura del kabuki, debemos pensar en reinstaurar un nivel que permita a los que nos rodean mantenerse”, apunta Ebizō.
El deseo de “mantener viva la llama de la cultura del kabuki” no basta para lograr que una gira triunfe en plena pandemia. Una gira artística en la que actores y personal conviven y se van desplazando comporta el riesgo de que surjan brotes de infección; un paso en falso y los virus traídos de Tokio, donde abundan los contagios, podrían dispersarse por otras regiones. Zen-A Corporation, que se encarga de la gestión y la prevención del coronavirus, urdió un minucioso plan de medidas para evitar el contagio, tanto entre actores como entre espectadores, que presentó a los organizadores de cada lugar donde actuó la compañía. Incluso los organizadores que al principio se mostraban reacios decidieron confiar en las buenas intenciones de Ebizō y fueron aceptando uno tras otro.
La gira, titulada Koten e no izanai (Invitación a los clásicos), arrancó el 11 de septiembre en el Yachiyo-za de la prefectura de Kumamoto y recorrió un total de doce teatros de todo el archipiélago. Decididos a evitar que aquella serie de espectáculos planificados, precisamente, en medio de una crisis sanitaria contribuyera a propagar el virus, los setenta actores y profesionales del equipo se sometieron a dos pruebas PCR, el aforo de los teatros se limitó al 50 % y la minimización del riesgo de contagio se priorizó por encima de la recaudación. Lograron completar el programa con la última representación el 29 de octubre, en el centro cívico de Odawara (prefectura de Kanagawa), sin que ni un solo miembro de la compañía se hubiera infectado ni se hubiera sabido de ningún contagio entre el público.
“Si nadie se lanzaba a organizar una gira, todo el sector del espectáculo de Japón iba a quedarse sin poder salir, no solo el kabuki. Mis amigos músicos también habían visto sus giras canceladas y estaban muertos de asco en casa. Creo que nuestro precedente les allanó el camino”, explica Ebizō.
La expansión del nuevo coronavirus aún no da señales de remitir, pero hay que seguir adelante a pesar de todo: “Cuando empezó a propagarse, era un ‘virus desconocido’. Ahora cualquiera puede infectarse, pero Japón tiene pocos contagios en comparación con Occidente y hay poco riesgo de que la enfermedad se agrave. Solo nos queda mantenernos positivos. No se trata de paralizarnos de miedo, sino de continuar disfrutando con mucho cuidado de no infectarnos, trabajar procurando no contraer el virus. Esa es la mentalidad que tenemos que ir adoptando”.
Un teatro que surge de la interacción entre actores y espectadores
El Kabuki-za retomó las representaciones en agosto de 2020, pero con una serie de medidas de prevención, como reducir el aforo a la mitad o, por iniciativa del Gobierno, prohibir los vítores del público.
En la gira Koten e no izanai (Invitación a los clásicos) también se aplicó todo un abanico de medidas para evitar los contagios, pero hubo quien de vez en cuando gritaba los nombres de los intérpretes. No es que los espectadores se saltaran las medidas, sino que los actores más jóvenes se encargaban de aclamar desde los bastidores.
Se notaba que el público tenía totalmente asumido que el teatro era un lugar donde se disfrutaba obedeciendo las reglas, en silencio. En cambio, al resonar esas voces que exclamaban los nombres de los actores, entre las gradas se generaba el entendimiento de que estaba permitido que el ambiente se animara. “Los aplausos cambian, son más sinceros”, confirma Ebizō. La emoción de los espectadores se transmite a los actores, que interpretan sus papeles con más pasión todavía. El escenario no lo forman solo los que actúan: se crea a partir de la interacción con el público.
Ebizō afirma que la belleza de las artes tradicionales japonesas yace en su imperfección: “En la música clásica occidental, equivocarse en una nota constituye un error terrible. En cambio, instrumentos japoneses como el taiko cambian de sonido en función de la humedad y la temperatura. Además, los músicos juegan y crean ligeras diferencias al interpretar. Con el shamisen también se cambian los sonidos a propósito. El wabi-sabi se manifiesta al ir componiendo algo imperfecto. En eso se halla la faceta juguetona de Japón. Creo que es necesario que los propios japoneses comprendan esa cultura de la diversión artística y se desarrollen para el entretenimiento de su país”.
La misión de causar revuelo
“Algún día el kabuki volverá a su origen. El verbo del que procede, kabuku, significa ‘actuar de forma extravagante’. Es importante conservar lo bueno de la tradición, por supuesto. Pero no podemos concebir el kabuki como algo encerrado en una caja que hay que contemplar en silencio. Romper esa idea va a requerir levantar mucho revuelo. Y sospecho que probablemente me tocará a mí encargarme de ello. No es lo que deseo, pero creo que debo hacerlo por el kabuki”, declara Ebizō.
“Como heredero de los Ichikawa, para mí lo fácil sería seguir el paso a los demás y hacer lo mismo que ellos. Y ya me gustaría, la verdad. Pero, si con ello el mundo del kabuki en su conjunto tropieza y se cae, ¿quién lo levantará? Si me planto en un lugar distinto, seguiré en pie aunque los demás se den de bruces y, si soy yo el que acaba por los suelos, quedarán los demás. Se dicen muchas cosas de mí, pero puedo afirmar con orgullo que actúo pensando realmente en el futuro del kabuki”.
En marzo de 2021 Ichikawa espera volver a arrancar la gira Koten e no izanai (Invitación a los clásicos), que ha de pasar por catorce teatros de todo Japón, con un equipo de ochenta actores y otros profesionales.
Su padre y predecesor artístico, Ichikawa Danjūrō XII, que abandonó este mundo en 2013, a los 66 años de edad, le enseñó a buscar no la soledad, sino la independencia. Y Ebizō, maestro del kabuki que ha renunciado a la calma para seguir el camino accidentado, es independiente, pero para nada está solo.
Las fotografías del titular y del cuerpo del artículo son obra de Hiramatsu Maho.