Takimika, la instructora de ‘fitness’ de 90 años
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Takishima Mika descubrió el fitness a los 65 años, empujada por un comentario casual de su marido: “No es que estuviera rellenita, es que mi talla de pantalón era el doble que ahora. Yo me negaba a reconocer que había engordado, pero cuando un día mi marido me lo hizo notar, pensé que no iba por buen camino y me apunté al gimnasio”. Fue así como Takimika, un ama de casa que nunca había hecho deporte antes, se enamoró del fitness desde el primer momento y adelgazó 15 kilos en cinco años.
Debuta como instructora a los 87 años
Aunque ya había logrado con creces el objetivo de perder peso que la había llevado a apuntarse al gimnasio, Takishima siguió asistiendo a las clases y a los 79 años empezó a fortalecer el torso con un entrenador personal. Poco esperaba lo que sucedió ocho años después.
Un buen día su instructor Nakazawa Tomoharu (director de Power Aging) la puso a hacer de entrenadora sin previo aviso. “A Takimika le encanta entrenar y destila esa pasión por todos los poros de la piel. Además es muy habladora. Cada vez que la entrenaba estaba más convencido de que era una pena seguir teniéndola solo de alumna, y al final la empujé para que se lanzara. Primero vaciló, pero acabó siendo incluso mejor de lo que esperaba”, recuerda el entrenador.
Ahora que no puede impartir clases presenciales por la pandemia, Takishima organiza una sesión virtual de 60 minutos al mes para 20 alumnos de entre 40 y 70 años en la que trabajan el torso con el Takimika Taisō, un método de ejercicio diseñado por ella misma. La longeva entrenadora, que se conserva increíblemente joven, encandila a sus alumnos con sus motivadoras lecciones y su expresividad.
Takimika, que se inició en el mundo del deporte a los 65 años y se estrenó como instructora de fitness a los 87, encarna con su vida el dicho “La edad no es más que un número”. En efecto, nunca es tarde para empezar algo nuevo.
Cuatro kilómetros de caminata y tres de carrera todas las mañanas
La rutina diaria de Takimika es muy activa. Le basta con dormir unas tres o cuatro horas. Se acuesta alrededor de las 11 y se despierta a las 3 y pico de la madrugada. Se levanta antes que el sol para salir a caminar y correr: “Salgo de casa a las 4, camino cuatro kilómetros y corro otros tres. Termino andando un kilómetro de espaldas. Lo hago todos los días, a menos que llueva. Son dos horas que se me pasan volando”.
Después de la completa sesión de ejercicio matutina, a las 7 pasadas, llega la hora del desayuno: “Jurel o salmón asado, nattō (soja fermentada), huevos, tofu, kimchi (col fermentada) y nukazuke (encurtidos de salvado de arroz). De nattō, dos raciones, sin falta”. Es un menú muy equilibrado, rico en alimentos fermentados y proteínas.
Después de desayunar, Takishima se ocupa de tareas domésticas como la limpieza y la colada. A veces también hace estiramientos. Cuando ve la televisión, contrae el abdomen y mantiene la espalda bien recta. En casa camina siempre sobre las puntas de los pies. No le supone ningún esfuerzo porque, satisfecha de los resultados que le aportan ese tipo de acciones, las ha ido convirtiendo en hábitos.
Por la tarde, entrenamiento y más entrenamiento
Takishima toma un almuerzo ligero: “Me como un plátano y me tomo un Yakult. Solo almuerzo eso porque, si como demasiado, me entra sueño”. Al parecer, a mediodía le basta con poco porque desayuna fuerte. Dedica toda la tarde a entrenar, o bien recibiendo clases individuales con el entrenador Nakazawa o bien haciendo de instructora por internet.
Los días que no tiene ninguna clase se consagra igualmente al deporte. Primero hace estiramientos en silencio, con mucha concentración, y luego sigue con ejercicios de fuerza. La rutina le ocupa unas dos horas.
Llega a la cena con la tripa vacía y consume otra comida contundente. Antes de empezar, toma un poco de vino: “Me chifla tanto el tinto como el blanco. Primero saboreo mi vino y luego ceno sin prisas. A menudo tomo sopa de verduras con pollo; le pongo, por ejemplo, col china, setas, patatas, zanahoria y konnyaku (gelatina de almidón del tubérculo de konjac), lo cuezo todo bien y luego añado la carne. El jugo dulce que sueltan los vegetales está riquísimo. Me encantan las verduras de temporada, así que en invierno le echo un montón de cebolla china”.
Takimika se esmera en comer equilibradamente en el desayuno, el almuerzo y la cena, y no consume nada que lleve aditivos ni conservantes. Al parecer, ya seguía este tipo de hábitos alimenticios desde antes de empezar a ir al gimnasio, así que nunca ha tenido que sacrificarse para restringir su dieta; simplemente come lo que le gusta: “Por eso también me permito comer pastel cuando me apetece. Aunque primero me proponga dejar media ración para el día siguiente, al final siempre caigo en la tentación y me lo zampo entero”.
Esa forma de proceder tan natural, sin forzarse, no la aplica solo a la comida. Después de cenar, al fin tiene tiempo libre, pero casi nunca lo pasa sin hacer nada: repasa las indicaciones del entrenamiento que le ofrece Nakazawa, aprende a usar el teléfono inteligente y el ordenador, estudia inglés... No lo hace por obligación, sino por iniciativa propia, motivada por su deseo de conectar con cuanta más gente del mundo mejor.
El sueño de la instructora más longeva de Japón
“Empecé con el fitness con el único objetivo de adelgazar. Una vez lo logré, quise unas nalgas firmes como las de una brasileña y, al conseguirlo, me dio por muscularme para tener forma de triángulo invertido. Cuando quise darme cuenta, me había convertido en instructora. Nunca hubiera imaginado que iba a llevar una vida así”.
Ahora que es la instructora de fitness más longeva de Japón, Takishima alberga un nuevo sueño. Un día le llegó un mensaje de alguien que había visto un vídeo suyo y que decía: “Solo tenía ganas de morir, pero al verla tan llena de energía cambié de idea. En adelante pienso vivir con una actitud positiva”. Al leerlo hizo la siguiente reflexión: “Pensé que lo que yo hago podría servir para reducir el número de hikikomori y kodokushi (muertes solitarias), y me propuse un objetivo: recorrer las 47 prefecturas de Japón para hacer llegar mis entrenamientos a muchas personas. Bastaba con que me mirasen. Si les tocaba el corazón, seguro que iban a entrarles ganas de mover el cuerpo. Quiero llegar a los 100 años ejerciendo como instructora e inspirando vitalidad a los demás. Ese es mi sueño”.
Habrá quien pensará que es imposible ser instructor de fitness a los 100 años, pero al observar la sonrisa de Takimika, despreocupada como la de una niña, su objetivo no parece ningún despropósito. Y es que, como ella misma demuestra, la edad no es más que un número.
Fotografía del encabezado: Takishima Mika. Autor: Yamamoto Raita.