El bosque del santuario Meiji: un proyecto nacional obrado por silvicultores y paisajistas

Naturaleza

El santuario Meiji está rodeado de un bosque frondoso. Tal vez haya quien se sorprenda de que un área verde tan vasta se haya conservado en pleno centro de Tokio, pero en realidad se trata de un bosque artificial plantado hace un siglo por los mejores silvicultores y paisajistas de la época para que se asemejara a una floresta natural.

El ADN de los japoneses incorpora desde antiguo una conciencia cercana al animismo que venera a una serie de deidades conocidas como Yaoyosozu no Kami (literalmente, ‘los ocho millones de dioses’). Esta numerosa colección de divinidades habita en todo tipo de lugares: los montes altos, los bosques frondosos, el mar azul y las islas más hermosas. Hay dioses del agua en cascadas, ríos, estanques y lagos, dioses del fuego en los volcanes y las cocinas, y también existen los dioses del viento y de los truenos. Todas son deidades naturales. El panteón japonés incluye asimismo dioses antropomórficos en honor a los antepasados y a personas destacadas.

El santuario Meiji, dedicado al emperador Mutsuhito (1852-1912) —de nombre póstumo Meiji—y la emperatriz Shōken (1849-1914), que ocuparon el trono imperial durante el apogeo de la era moderna en Japón, cumple su primer centenario en noviembre de 2020. El recinto sagrado que rodea el pabellón principal se denomina naien y se halla envuelto por un exuberante bosque (rin’en). El violinista japonés afincado en Londres Hakase Tarō comentó sobre el lugar “Solo con poner un pie en el santuario, notas algo especial; te invade una sensación de solemnidad, una devoción religiosa que no experimentas habitualmente”. Tal vez esa impresión de sacralidad sea lo que atrae hasta allí a incontables visitantes de otras religiones.

El naien del santuario Meiji. (Fotografía cedida por el santuario Meiji)
El naien del santuario Meiji. (Fotografía cedida por el santuario Meiji)

Además del recinto sagrado, el santuario cuenta con el gaien, una zona verde con varias instalaciones deportivas, como un campo de rugby y otro de béisbol. En la parte central está la Galería de Imágenes Conmemorativa Meiji, un museo con imágenes de la vida del emperador Mutsuhito que originalmente conectaba con el naien mediante un camino de herradura arbolado. El parque que hay fuera del recinto acoge el Estadio Nacional, instalación principal para las competiciones de las olimpiadas de Tokio 2020. A pesar de sus gigantescas dimensiones, el diseño del estadio, concebido por el arquitecto Kuma Kengo, transmite la calidez de la madera.

Construido con la colaboración de los mejores especialistas

El emperador Mutsuhito recorría el país en sus visitas oficiales y era muy querido por los japoneses; por eso tan solo dos días después de su fallecimiento, en julio de 1912, el alcalde de Tokio Sakatani Yoshirō (1863-1941) y el magnate Shibusawa Ei’ichi (1840-1931) anunciaron la construcción del santuario Meiji en su honor. El proyecto, en que se especificaba incluso que el naien debía financiarse con fondos públicos y el gaien, con donativos privados, recibió el visto bueno del Gobierno de inmediato. Como ya se había decidido construir el mausoleo imperial en Momoyama, Kioto, la ciudad de Tokio buscó también crear un vínculo con el adorado soberano.

En 1913, un año después del deceso del emperador, el Gabinete constituyó el Comité de Estudio para la Creación del Santuario, formado principalmente por expertos de primer nivel, para deliberar sobre cuestiones básicas del plan de construcción del naien y del gaien, como su ubicación y sus dimensiones. Al final se optó por desarrollar un naien (pabellones y bosque) de unas 70 hectáreas en un lugar familiar para las dos figuras de culto principales, la zona de Yoyogi (Yoyohatamachi, Toyotamagun), Tokio, donde el emperador Mutsuhito había construido un jardín recreativo para la emperatriz Shōken, que gozaba de poca salud. El gaien decidió situarse en un solar de 27,3 hectáreas cercano al naien que acogía las ruinas del pabellón fúnebre del emperador. En 1915 se instituyó la Oficina para la Construcción del Santuario Meiji, dependiente del Ministerio de Asuntos Internos, y se dio comienzo a la construcción.

Las obras se emprendieron bajo la supervisión del comité de expertos, cuyos discípulos se encargaron de ejecutarlas. La vertiente arquitectónica del proyecto (los pabellones del santuario, el museo conmemorativo, etc.) se dejó en manos de dos doctores en ingeniería y profesores de la Universidad Imperial de Tokio (actual Universidad de Tokio): Itō Chūta (1867-1954) y Sekino Tadasu (1868-1935). Los doctores en silvicultura y también docentes de la Universidad Imperial de Tokio Kawase Zentarō (1862-1932) y Honda Seiroku (1866-1952) fueron los responsables de la selección de los árboles y el desarrollo de la zona boscosa. Por último, el diseño de la zona ajardinada con césped del naien y las hileras de árboles fue obra de Fukuba Hayato (1856-1921), paisajista del Ministerio de la Casa Imperial, y Hara Hiroshi (1868-1934), doctor en agronomía y profesor de la Universidad Imperial de Tokio.

Uehara Keiji, pionero del paisajismo japonés

El concepto general del recinto del santuario, un proyecto nacional que era objeto de interés público, está imbuido del sentido del equilibrio de los que lo lideraron en su momento: se basa en la modernización de Japón mediante la occidentalización (bunmei kaika), pero sin dejar de lado la filosofía del wakon yōsai (tecnología occidental y espíritu japonés). En el naien, parte central del santuario, se ubican los pabellones de madera de estilo nagarezukuri, así como la floresta que imita un bosque natural e integra el concepto tradicional de los bosques de los santuarios (shasō). En el gaien, en cambio, se situó en primera línea visual la Galería de Imágenes Conmemorativa, construida con piedra a la manera occidental, y se buscó crear un parque moderno de estilo europeo con instalaciones deportivas, con un diseño pretendidamente artificial en que se acentuaba la simetría mediante cuatro hileras de árboles. El festival para celebrar la construcción del santuario tuvo lugar en noviembre de 1920, mientras que la finalización del gaien se alcanzó en octubre de 1926.

Tres hombres lideraron la elaboración y la ejecución del proyecto del naien y el bosque del santuario. El investigador jefe era Honda Seiroku, doctorado en Alemania. Aunque su especialidad era la silvicultura, impartió la primera clase de paisajismo de Japón y ha pasado a la historia como el diseñador del parque Hibiya (inaugurado en 1903).

El segundo líder era Hongō Takanori (1877-1945), discípulo de Honda y profesor de la Universidad Imperial de Tokio. Más adelante se convirtió en ingeniero de la Oficina para la Construcción del Santuario Meiji y elaboró el plan del bosque del recinto.

El tercer líder era Uehara Keiji (1889-1981), que se especializó en estética forestal (paisajismo) bajo la tutela de Honda y que entonces cursaba estudios de posgrado en la Universidad Imperial de Tokio. Participó con su mentor en las reuniones previas para ejecutar con éxito el proyecto y en 1915 pasó a ser técnico de la Oficina para la Construcción del Santuario Meiji. Obtuvo el título de doctor con una tesis que defendió en 1920 (Jinjarin no kenkyū, Investigación sobre el bosque del santuario), basada en los ensayos y experimentos efectuados durante tres años de trabajo en la creación del bosque del santuario.

Posteriormente, Uehara se marchó a Occidente para seguir con sus investigaciones de paisajismo. En 1924, con solo 35 años de edad, fundó la Escuela Superior de Paisajismo de Tokio (precursora del grado en Paisajismo de la Facultad de Ciencias Medioambientales Regionales de la Universidad de Agricultura de Tokio) y, al año siguiente, el Instituto Japonés de Paisajismo. Cuando gran parte de Tokio quedó calcinado por los incendios en el Gran Terremoto de Kantō de 1923, se consideró que era imprescindible contar con especialistas en urbanismo de zonas verdes (arquitectos paisajistas) para la reconstrucción de la ciudad. Uehara fue el pionero del paisajismo nipón, estrenó su disciplina en el Japón moderno, publicó más de doscientos cincuenta libros y formó a muchísimos discípulos.

“Japón cuenta con un tipo de paisajismo —como el de los jardines japoneses, los bosques de los santuarios o los mausoleos imperiales— distinto al de los parques y bosques del resto del mundo”, declaró Uehara. Los elementos que nombró tienen en común una atemporalidad y una naturalidad que destilan energía vital, y una espacialidad y una espiritualidad que evocan una profundidad insondable.

Un gran bosque sagrado generado en pleno Tokio

Como mencionábamos arriba, el terreno que ocupaba el naien del santuario Meiji antes de su construcción tenía una extensión de 70 hectáreas: ocho hectáreas correspondían a una zona boscosa ya existente, mientras que el 89 % del solar era un descampado lleno de hierbajos. Los trenes que pasaban por la vía cercana soltaban humo y hollín, por lo que no podían plantarse árboles vulnerables a la contaminación como las coníferas (sugi). ¿Cómo se podía construir allí un “bosque eterno” donde moraran los dioses? Los bosques de santuarios creados hasta la fecha eran florestas naturales que crecían en tierras fértiles, por lo que la madre naturaleza se encargaba de sostenerlas. De ahí que la misión de los tres silvicultores que encabezaban el proyecto fuera concebir lo más parecido posible a un bosque natural.

Uehara fue quien desempeñó el papel más importante, empezando por llevar a cabo un estudio in situ de 88 templos de distintas épocas y trazar sus mapas. Visitó incluso el bosque del mausoleo del emperador Nintoku (siglo IV d. C.), de acceso prohibido al público. Los mausoleos imperiales de Japón eran grandes proyectos de edificación en que se excavaba un foso que se llenaba de agua, y con la tierra extraída se creaba una elevación sobre la cual se erigía una tumba con forma de ojo de cerradura. La superficie se cubría con piedras (fukiishi), pero no se plantaban árboles. A pesar de ello, Uehara constató que aquellas construcciones habían conservado “un carácter salvaje como el de un bosque virgen durante siglos, sin someterse a la más mínima intervención artificial” y las adoptó como ideal para el santuario Meiji.

Para convertir el naien del santuario Meiji en el “bosque eterno” ideal, los tres líderes del plan propusieron aplicar las siguientes directrices.

Primera. Todas las partes del bosque del santuario, excepto los pabellones y los caminos para los visitantes (sandō), deben integrarse en una sola zona boscosa.

Segunda. El acceso del público a la zona boscosa queda terminantemente prohibido.

Tercera. El bosque del santuario debe componerse de distintas especies de árboles. Aunque hubo políticos que insistieron en crear un bosque de coníferas como el del santuario de Ise, dichos árboles no resultan adecuados desde el punto de vista de la silvicultura por la escasez hídrica del terreno y porque el hollín de los trenes que circulan cerca los mataría. Además, para generar un bosque natural a partir de árboles plantados, hay que mezclar especies de hoja ancha y de hoja en forma de aguja, creando diferentes estratos con árboles de diferentes alturas. Esta directriz surgió de las observaciones que Uehara realizó en bosques naturales de todo Japón.

Cuarta. Las hojas que se caen de los árboles en las zonas boscosas se descomponen por la acción de microorganismos y se convierten en abono natural. Los árboles caídos crían hongos, se pudren y vuelven a la tierra. Si dejamos las hojas y los árboles caídos en las zonas de bosque sin limpiar, sirven para nutrir la vegetación y no es necesario abonar la tierra.

Quinta. Nutriéndose con el agua del suelo y la luz del sol, los árboles generan frutos, sus semillas dan lugar a árboles nuevos que sustituyen a los caídos y el bosque se renueva de forma natural; así la zona se convierte en un bosque con el paso del tiempo, sin la intervención del hombre.

Resulta sorprendente que hace más de un siglo se estableciera, aunque sin expresarlo con términos científicos, lo que hoy en día describiríamos como una teoría y una metodología concreta para construir un bosque permanentemente sostenible mediante el ciclo de la materia y el ciclo de la vida de insectos, pájaros y otro animales pequeños. Cabe destacar especialmente la elaboración de una simulación basada en razonamientos científicos (un diagrama conceptual de la evolución del bosque desde su construcción), con previsiones para justo después de la plantación, 50 años más tarde, 100 años más tarde y 150 años más tarde.

Diagrama conceptual de la evolución del bosque del santuario, elaborado por Hongō Takanori. Representa la previsión evolutiva de la zona justo después de la plantación (I), 50 años más tarde (II), 100 años más tarde (III) y 150 años más tarde (IV). (Imagen cedida por el santuario Meiji)
Diagrama conceptual de la evolución del bosque del santuario, elaborado por Hongō Takanori. Representa la previsión evolutiva de la zona justo después de la plantación (I), 50 años más tarde (II), 100 años más tarde (III) y 150 años más tarde (IV). (Imagen cedida por el santuario Meiji)

La zona del gran torii de la entrada en tiempos de la construcción del santuario. (Fotografía cedida por el santuario Meiji)
La zona del gran torii de la entrada en tiempos de la construcción del santuario. (Fotografía cedida por el santuario Meiji)

Aspecto de la zona en la actualidad, cien años después. (Fotografía cedida por el santuario Meiji)
Aspecto de la zona en la actualidad, cien años después. (Fotografía cedida por el santuario Meiji)

Zona del puente sagrado (shinkyō) en tiempos de la construcción del santuario. (Fotografía cedida por el santuario Meiji)
Zona del puente sagrado (shinkyō) en tiempos de la construcción del santuario. (Fotografía cedida por el santuario Meiji)

Aspecto de la zona en la actualidad, un siglo después. (Fotografía cedida por el santuario Meiji)
Aspecto de la zona en la actualidad, un siglo después. (Fotografía cedida por el santuario Meiji)

Zona del torii del camino sur (minami sandō) en tiempos de la construcción del santuario. (Fotografía cedida por el santuario Meiji)
Zona del torii del camino sur (minami sandō) en tiempos de la construcción del santuario. (Fotografía cedida por el santuario Meiji)

Aspecto de la zona en la actualidad, un siglo después. (Fotografía cedida por el santuario Meiji)
Aspecto de la zona en la actualidad, un siglo después. (Fotografía cedida por el santuario Meiji)

Un bosque que apoya la biodiversidad de la metrópolis

Como tuve la suerte de ser discípulo de Uehara Keiji y presidente del Comité de Medio Ambiente del Consejo Científico de Japón, presidí la Segunda Conferencia para el Estudio Global del Recinto del Santuario Meiji, que se organizó en 2010, con vistas al centenario del santuario que se celebraría diez años más tarde. En 2013 se completó un informe sobre la situación actual del bosque del naien, gracias a la colaboración de mil especialistas en las diferentes especies que lo habitan. Comparando los datos obtenidos por el estudio en la primera conferencia (1980) y la segunda, se constató que el bosque, compuesto por unos 100.000 árboles procedentes de todo Japón plantados un siglo atrás por 110.000 jóvenes voluntarios, se acercaba indiscutiblemente a las previsiones a 100 y 150 años vista del diagrama evolutivo de Hongō Takanori.

El área metroplitana de Tokio es una megalópolis inorgánica con 40 millones de personas y el bosque del santuario Meiji representa un oasis de regeneración de la naturaleza creado artificialmente en pleno centro. Se ha llevado a cabo un estudio(*1) en cuatro fases (1924, 1934, 1970 y 2013) para investigar el desarrollo y la evolución de los árboles que se plantaron hace un siglo. ¿Se habrá hecho algo parecido en otras partes del mundo? En la Segunda Conferencia para el Estudio Global del Recinto del Santuario Meiji, además de la flora, se examinó también la fauna (pájaros, insectos, peces, etc.) y se demostró que el bosque contribuye notablemente a sostener la biodiversidad de la urbe.

Los Juegos Olímpicos y Paralímpicos de Tokio 2020 se han pospuesto a 2021 por la expansión de la pandemia de coronavirus en todo el mundo. A pesar de todo, espero que los viajeros que vengan a Japón visiten el bosque del santuario Meiji y aprecien su exuberancia.

Fotografía del titular: El fecundo bosque del naien del santuario Meiji, que se conserva en el centro de Tokio. (Fotografía cedida por el santuario Meiji)

(*1) ^ En el estudio se midió el diámetro del tronco y la altura de los árboles dividiendo el área del bosque en varias zonas.

Meiji-jingū Bosques