El simbolismo de las olimpiadas de Tokio a lo largo de la historia
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Desde que Tokio saliera elegida como sede de los Juegos Olímpicos y Paralímpicos en septiembre de 2013, se han realizado numerosas retrospectivas sobre la historia de Japón y las olimpiadas. En 2019, con los índices de audiencia estancados, la cadena NHK emitió la serie histórica Idaten, que reflejaba el proceso desde la primera vez que Japón participó en unas olimpiadas, en 1912, hasta la celebración de Tokio 1964. El programa obtuvo una gran repercusión y dio a conocer a los japoneses la historia de los Juegos Olímpicos de 1940, que no llegaron a salir adelante.
Unos Juegos Olímpicos que coincidían con el 2600 aniversario de la fundación del Imperio de Japón
Teniendo en cuenta el simbolismo de las olimpiadas como celebración de la paz después de la guerra, puede extrañar que la edición de 1940 fuera a organizarse en Tokio. Tras el incidente de Manchuria, ocurrido en septiembre de 1931, Japón quedó todavía más aislado internacionalmente y abandonó la Sociedad de las Naciones en marzo de 1933. El ejército tomó el mando del Gobierno y condujo al país a luchar en la segunda guerra chino-japonesa en julio de 1937. El hecho de que se pensara en acoger unas olimpiadas en un momento en que Japón se dirigía hacia un conflicto armado resulta absolutamente desconcertante.
La iniciativa de que Tokio presentase la candidatura olímpica para 1940 nació en 1930, con el alcalde Nagata Hidejirō como principal impulsor. La celebración de la gran competición deportiva en Tokio se planteaba como una forma de conmemorar el 2600 aniversario de la fundación del Imperio de Japón(*1), que caía en el mismo año. Como en aquella época las olimpiadas se centraban en los países europeos, al principio pesaba la opinión de que organizarlas en Tokio iba a conllevar dificultades de tiempo y costes a la hora de trasladar a los atletas y responsables de los demás países. Con todo, el Comité Olímpico Internacional (COI) tenía la voluntad de hacer de los Juegos un acontecimiento verdaderamente mundial. Japón, por su lado, apelaba al significado de albergar las “primeras olimpiadas de Oriente”, mientras se ofrecía a cubrir parte de los costes de traslado de los equipos olímpicos de otros países y lograba negociar directamente con Mussolini que Roma, candidata potente, retirase su candidatura. Finalmente, en la reunión general que el COI mantuvo en julio de 1936, justo antes de la inauguración de los Juegos Olímpicos de Berlín, Tokio salió elegida como sede para 1940.
El concepto de los Juegos que se creó cuando se desarrollaban los preparativos para Tokio 1940 influyó notablemente en la relación entre Japón y las olimpiadas tras la Segunda Guerra Mundial.
Las olimpiadas como símbolo de prestigio internacional a partir de Berlín 1936
En la segunda mitad de los años treinta, las olimpiadas de invierno solían celebrarse en el mismo año y país que las de verano. Por eso en Japón se elaboró también un proyecto para las competiciones invernales y, tras barajar la posibilidad de organizarlos en Nikkō, Shiga Kōgen y Sugadaira, se eligió Sapporo y se pusieron en marcha los preparativos. Al final Japón renunció también a los Juegos Olímpicos de Invierno de 1940 pero, como es sabido, terminó acogiéndolos en Sapporo en 1972 y en Nagano en 1998.
Al igual que en la actualidad, en Tokio 1940 también se deliberó sobre cómo brindar hospitalidad a los equipos de atletas y los espectadores del resto del mundo. Asimismo, se debatieron numerosas cuestiones como en qué mes celebrar los Juegos, dónde situar las instalaciones principales para las competiciones o si era viable construir un estadio gigantesco en Jingū Gaien, en el caso de elegirse como ubicación. En este contexto, cabe destacar la transformación de las olimpiadas en un acontecimiento de gran envergadura en Berlín 1936. La Alemania nazi aprovechó al máximo la ocasión para hacer alarde de su poder, construyendo estadios con capacidad para 100.000 espectadores y agasajando a los enviados de la prensa de otros países con la instalación de equipos para la retransmisión del evento. Incluso se efectuó una emisión televisiva experimental.
El relevo de la llama olímpica desde Grecia también comenzó en Berlín 1936. Fue entonces cuando los Juegos Olímpicos empezaron a concebirse como un acontecimiento para hacer gala de la tecnología y la cultura del país organizador ante el resto del mundo. Los preparativos para Tokio 1940 se enfocaron siguiendo este modelo de olimpiadas como oportunidad para demostrar el prestigio nacional. El simbolismo de la celebración de los veintiséis siglos del Imperio de Japón que inicialmente se había querido conferir a las olimpiadas siguió saliendo a discusión de vez en cuando después de que Tokio fuera seleccionado como sede, e incluso se propuso que el relevo de la llama olímpica partiese de Miyazaki, cuna del mito de Tenson Kōrin, descendiente de la diosa Amaterasu.
La continuidad con las olimpiadas fantasma de 1940
El Gobierno japonés anunció la renuncia a las olimpiadas en julio de 1938, alegando la necesidad de consagrar todas las fuerzas del país a la segunda guerra chino-japonesa. Sin embargo, eso no supuso la extinción total del acontecimiento, ya que los responsables olímpicos japoneses y el COI mantuvieron un contacto mínimo. Se planearon actos relacionados con las olimpiadas centrados en el deporte, a los que el ejército no se opuso especialmente y que tuvieron una buena acogida social. El relevo del fuego sagrado de la antorcha olímpica se sustituyó por el relevo de la “lanza sagrada”, en el que una cadena de jóvenes fue pasándose una lanza desde el santuario de Ise hasta el santuario Meiji para rogar por la victoria de Japón en la guerra. En 1940, cuando debían haber tenido lugar las olimpiadas, se celebraron los Juegos de Asia Oriental, en los que participaron Japón, Manchuria, China, Filipinas y Hawái. La película documental de los Juegos de Berlín Olympia (compuesta por dos partes: Festival de las naciones y Festival de la belleza) de la cineasta alemana Leni Riefenstahl salió a la gran pantalla aquel mismo año.
Se establecieron ciertas conexiones entre los acontecimientos que hemos explicado arriba y los Juegos Olímpicos de Tokio 1964. En el Festival Nacional de Deportes de Japón, que empezó en agosto de 1946, bajo la ocupación de las fuerzas aliadas, se utilizó una antorcha como símbolo oficial y, a partir de la tercera edición, en 1948, se incluyó el relevo de la bandera de la competición. Japón no pudo participar en los Juegos Olímpicos de Londres de 1948, pero inició su regreso al panorama deportivo internacional con iniciativas como el envío de nadadores a Estados Unidos mediante un permiso especial del Gobierno de ocupación. Poco después del fin de la Segunda Guerra Mundial, los japoneses se interesaron por el relevo de la llama olímpica y empezaron a soñar en acoger unas olimpiadas en Tokio. El deseo de Japón de albergar los Juegos se hizo público en mayo de 1952, justo después de la firma del Tratado de Paz de San Francisco, y Tokio salió elegida como sede de la edición de 1964 en la reunión general del COI de mayo de 1959.
Para los Juegos Olímpicos de Tokio 1964, las bases militares estadounidenses de Tokio se devolvieron a Japón, y la villa olímpica y el Gimnasio Nacional de Yoyogi se construyeron en los terrenos donde antes se erigía el complejo de viviendas militares Washington Heights. El arquitecto que diseñó el gimnasio, Tange Kenzō, era discípulo de Kishida Hideto, encargado de seleccionar las ubicaciones para las competiciones de las olimpiadas de 1940. Existen, por tanto, numerosas similitudes y conexiones humanas entre aquellos Juegos que se cancelaron y los de 1964.
Las olimpiadas de 1964 como símbolo de la recuperación de Japón
Los Juegos Olímpicos de Tokio 1964 adquirieron un nuevo significado de celebración de la paz, como demuestra el hecho de que se eligiera como último portador de la llama olímpica a Sakai Yoshinori, nacido en Hiroshima el día en que se lanzó la bomba atómica, el 6 de agosto de 1945. Los japoneses hallaron en aquel acontecimiento deportivo el símbolo de la paz y de la recuperación tras la guerra.
Como era de esperar, el sombrío recuerdo de la guerra impregnó todos los rincones de aquellas olimpiadas de 1964, que tenían lugar tan solo diecinueve años después de la derrota de Japón. El estadio de Jingū Gaien, donde se desarrollaron algunas de las competiciones, había sido testigo de ceremonias de envío de estudiantes al frente años atrás. La mayoría de los japoneses conservaba vivos recuerdos de la guerra cuando se celebró Tokio 1964. Aun así, gracias a las olimpiadas, el paisaje urbano de la capital se embelleció y las bases estadounidenses desaparecieron del centro. La línea de tren Shinkansen se estrenó justo antes de la ceremonia de inauguración y los Juegos se emitieron por satélite en otros países. Se puede afirmar que Tokio 1964 brindó al Japón de posguerra la oportunidad de mostrar su capacidad tecnológica y desempeñó la función de distraer a los japoneses del recuerdo de la guerra.
El porvenir de Tokio 2020
En septiembre de 2013 se decidió que Tokio volvería a ser sede olímpica en 2020. No cabe duda de que el concepto de los Juegos de 2020 guarda continuidad con los de la edición de 1964 y su predecesora, la de 1940. Sin embargo, esta vez ya no se trata de “las primeras olimpiadas de Asia”, como en 1940 y 1964, ni es posible demostrar la hegemonía de Japón mediante este acontecimiento. Además, ahora que los Juegos Olímpicos son muchísimo más comerciales que en 1964 y que se ha generalizado el tránsito de personas por todo el mundo, cuesta otorgar un sentido social a la competición. Se intentó convertir Tokio 2020 en un símbolo de la recuperación del Gran Terremoto del Este de Japón de 2011, pero la iniciativa se topó con la indiferencia de muchos y no caló entre los japoneses. Con todo, los nuevos Juegos Olímpicos y Paralímpicos de Tokio fueron acercándose y seguramente casi nadie dudaba de que iban a tener lugar en verano de 2020.
Sin embargo, la rápida expansión del nuevo coronavirus desde principios de año puso en peligro los Juegos. Las olimpiadas contemporáneas se instauraron para recuperar las que se organizaban en la antigüedad y constituyen una celebración que solo se produce una vez cada cuatro años. Las ediciones sexta (1916), décimo segunda (1940) y décimo tercera (1944) se cancelaron a causa de las dos guerras mundiales(*2). Los archivos documentales que conserva el COI demuestran que en la primera mitad del siglo XX se consideró cambiar la sede de las olimpiadas, pero nunca se barajó la posibilidad de posponerlas uno o dos años. Solo existían dos opciones: celebrarlas o cancelarlas.
La decisión de aplazar los Juegos Olímpicos y Paralímpicos de Tokio hasta 2021 marca un antes y un después en la historia de las olimpiadas. Ahora que los Juegos son más comerciales que nunca, y que tanto la sede como los atletas y los patrocinadores les dedican una inversión titánica de capital y energía, resulta complicado cancelarlos. Aplazarlas era, por tanto, la única opción que quedaba. Las ediciones de 2024 y 2028 ya se asignaron a París y Los Ángeles, respectivamente, pero ahora que todo el mundo conoce el enorme daño social y económico que puede conllevar posponer unas olimpiadas, se prevé que en adelante cada vez menos ciudades se presenten como candidatas para organizarlas.
La decisión de mantener el nombre de Tokio 2020 se adoptó seguramente para reducir la carga económica de la capital nipona y los patrocinadores, a la vez que para transmitir el mensaje del COI de que el retraso no suponía abandonar la tradición histórica de celebrar las olimpiadas una vez cada cuatro años, que otorga valor al acontecimiento.
La expansión del nuevo coronavirus a escala mundial es en parte un reflejo de la intensificación y aceleración del tráfico humano en la actualidad. Podemos afirmar que las olimpiadas de Tokio 2020, las primeras de la historia que han sido aplazadas, pasarán accidentalmente a simbolizar una nueva relación entre la mayor competición deportiva internacional y la sociedad.
Fotografía del encabezado: Sakai Yoshinori, último portador de la llama olímpica, junto al pebetero encendido en la ceremonia de apertura de Tokio 1964, el 10 de octubre de 1964. (Yomiuri Shimbun / Aflo)
(*1) ^ Año de conmemoración del 2600 aniversario de la fundación del Imperio de Japón por parte del emperador Jinmu.
(*2) ^ La numeración de las ediciones de los Juegos Olímpicos no se corresponde con las veces que realmente se ha celebrado el acontecimiento, sino con las olimpiadas (periodos de cuatro años) contadas a partir de 1896. Las ediciones sexta, décimo segunda y décimo tercera también se cuentan, a pesar de que se cancelaron.