Los mitos de Japón: la muerte y la resurrección de Amaterasu, diosa del sol
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El nacimiento de Amaterasu, la diosa del sol
La anterior entrega de esta serie giraba en torno a la creación de Japón por parte de Izanaki e Izanami. Según el Kojiki, estos dos dioses engendran un variopinto panteón que va desde deidades naturales, como las del mar, la montaña, la hierba y el viento, hasta deidades culturales como las de las embarcaciones y los alimentos. El último en nacer es Kagutsuchi, dios del fuego, cuyo alumbramiento provoca quemaduras mortales a su madre, Izanami. Izanaki viaja hasta el reino de los muertos (Yomi) a buscar a su difunta esposa. Una vez allí, Izanami pide a Izanaki que no la mire mientras están en el otro mundo, pero este desoye su petición y la diosa se convierte en un cadáver putrefacto e infestado de gusanos.
Horrorizado ante tal visión, Izanaki huye del Yomi y logra regresar al Ashihara no Nakatsukuni, el lugar que se halla entre el mundo de los muertos y el Cielo. Para purificarse tras su visita al Yomi, Izanaki se baña en el mar de Himuka no Tachibana no Odo; al aclararse el ojo izquierdo, nace Amaterasu (diosa del sol), al aclararse el derecho, nace Tsukuyomi (dios de la luna), y al aclararse la nariz, nace Susanoo. Estos tres dioses se conocen como Sankishi o Mihashira no uzunomiko y son los más venerados entre los descendientes de Izanaki.
En el antiguo Japón, los topónimos hacían referencia a las características del territorio que designaban, y Himuka no Tachibana no es ninguna excepción. Himuka, situado en la actual prefectura de Miyazaki, significa literalmente ‘orientado al sol’. La costa de Nichinan, con el Pacífico al este, es una tierra fecunda que mira hacia el sol, mientras que, visto desde Yamato, es también un lugar afortunado que se sitúa en el oeste, dirección a la que va a parar el sol.
Tachibana, por otro lado, es el nombre de un árbol de hoja perenne que da un lustroso cítrico de color amarillo. En el fragmento central del Kojiki se cuenta que dicho árbol procede del Tokoyo no Kuni, un mundo más allá de los mares en el que no se envejece ni se perece. Así pues, el Himuka no Tachibana es una tierra de carácter opuesto al lúgubre mundo de los muertos que resulta ideal para los ritos de purificación, además de ser la tierra sagrada que vio nacer a los Sankishi. Izanaki, rebosante de alegría por el nacimiento de sus tres hijos pródigos, asigna el dominio del Takamanohara (mundo del Cielo) a Amaterasu, que se convierte en la diosa del sol al ascender a su nuevo reino.
La diosa de quien desciende el linaje imperial de Japón
¿Qué tipo de diosa es Amaterasu? Como indican los caracteres de su nombre, 天照, es la diosa del sol que ilumina (照) desde el Cielo (天). El alcance de su poder queda plasmado en el mito de Iwayato. Según este mito, en una ocasión el hermano menor de la diosa, Susanoo, provoca un alboroto en el Takamanohara, lo que molesta tanto a Amaterasu que decide esconderse en una cueva; como consecuencia, el Takamanohara y el Nakatsukuni se ven sumidos en la oscuridad y se desencadenan todo tipo de desastres. Para poner fin a la situación, todos los dioses se reúnen y ejecutan una serie de ritos con los que logran sacar a Amaterasu de la cueva y devolver la luz a ambos mundos.
Amaterasu es nombrada por Izanaki para gobernar el Takamanohara, pero su capacidad de iluminar alcanza también al Nakatsukuni, lo que la convierte en un ser indispensable tanto en el Cielo como en la Tierra. Por eso es la diosa ancestral del linaje imperial: sus descendientes bajan del Takamanohara al Ashihara no Nakatsukuni para convertirse en los emperadores de Japón. Este mito, que explica y legitima el origen del país, es el que vertebra el Kojiki y también el motivo de que Amaterasu se considere la deidad superior del panteón nipón.
Los ritos de los dioses para devolver el sol al mundo
Los dioses llevan a cabo una serie de ritos para sacar a Amaterasu de la cueva en la que se ha escondido. Veamos concretamente qué dioses participan en la hazaña y cuál es el papel de cada uno en ella. Quien orquesta todo el proceso es Omoikane, dios de la sabiduría. Basándose en sus ideas, Ishikoridome fabrica el espejo Yata no Kagami, mientras que Tamanoya elabora el abalorio Yasaka no Magatama. Estos dos dioses se convierten respectivamente en los ancestros de los clanes Kagami Tsukuri (fabricantes de espejos) y Tamanoya (fabricantes de abalorios). El Yata no Kagami y el Yasaka no Magatama son dos de los tres tesoros imperiales de Japón(*1). El tercero es la espada Kusanagi no Tsurugi, que no aparece en el mito de Iwayato (hay quien afirma que originalmente sí figuraba en él) y que surge en el episodio de la matanza del monstruo Yamata no Orochi por parte de Susanoo.
Las siguientes deidades que aparecen en la historia son Amenokoyane y Futodama. Son los ancestros de los dos grandes clanes encargados de los ritos de la corte imperial, el Nakatomi y el Inbe no Obito. Ambos dioses practican la técnica de adivinación futomani, que consiste en prever el futuro interpretando las grietas que se forman en escápulas de ciervo al calentarlas con corteza de árbol. A partir del resultado de la adivinación, Amenokoyane elabora una varita sintoísta (mitegura) y Futodama reza una oración (norito).
Acto seguido, la diosa Ame no Uzume entra en trance y se pone a bailar; en el baile, muestra los senos y se le deshace el cordón de la falda, dejando también al descubierto el pubis. El énfasis en las partes corporales que exhibe la diosa es una exaltación de la fertilidad de la mujer, que alumbra y cría a los hijos, y que posee el poder de devolver el mundo a su cauce. Ame no Uzume es la diosa ancestral del clan llamado Sarume no Kimi que transmite el arte de apaciguar a los espíritus.
Todos los dioses se ríen con la danza de Ame no Uzume, lo que levanta las sospechas de Amaterasu. Amenokoyane le espeta “Hay una diosa más poderosa que tú” y saca el espejo. Al ver su reflejo en el espejo, la diosa del sol cree que se trata de aquella otra deidad. Aprovechando que Amaterasu ha salido un poco de la cueva, el forzudo dios Tajikarao la agarra del brazo y logra sacarla del todo. Así es como la diosa del sol resurge y vuelve a iluminar el mundo celestial y el terrenal. En este mito de la era de los Dioses, la historia de Amaterasu y los clanes ancestrales que la apoyan es una alegoría de la dinastía Yamato, con sus emperadores y los clanes que la rodean.
Existe la teoría de que tras el mito de Iwayato, que narra la extinción del sol y su renacimiento, se hallan fenómenos naturales como los eclipses solares o el solsticio de invierno. Aunque la dramática descripción del mundo sumido en tinieblas cuando Amaterasu se esconde en la cueva pueda evocar la imagen de un eclipse total, es poco probable que un fenómeno tan infrecuente se plasmase en un mito. Hoy en día la ocurrencia de los eclipses se calcula con precisión en todos los lugares del mundo, pero en la antigüedad se presentaban de forma inesperada. Hay pocas posibilidades de que en una pequeña aldea, ocupada con la vida cotidiana, se observase un eclipse y, a menos que el fenómeno se repitiese en generaciones cercanas del mismo lugar, no se convertiría en leyenda ni se transmitiría. Aunque no tan espectacular como el eclipse, es más probable que el mito se inspirase en el fenómeno del solsticio de invierno, en que la luz solar se debilita al entrar en la nueva estación para volver a brillar con más fuerza al llegar la primavera.
El reflejo del emperador, figura central en la sociedad de los clanes
En el punto álgido de la ceremonia dedicada a Amaterasu que se celebra en el santuario de Ise, hay un momento en que la diosa superior del panteón japonés rinde culto a deidades anónimas e indeterminadas. Justo antes del mito de Iwayato, además, Amaterasu ordena un kanmiso, una vestimenta que consagra a dioses. Veamos por qué.
Según el Nihon shoki, Amaterasu tiene también el nombre de Oohirume, cuyos caracteres en japonés significan ‘esposa del gran sol’, es decir, la sacerdotisa que venera al dios del sol. Hay quien afirma que, en cierto momento de la historia de Japón, Amaterasu se vio ascendida a la posición de diosa del sol. Es una teoría convincente, ya que el sol es un personaje masculino en la mayoría de las culturas del mundo. Quizás el fragmento del mito de Iwayato en que Amaterasu rinde culto a otros dioses sea un resquicio de su identidad pasada como sacerdotisa.
Como explicábamos antes, Amaterasu era la deidad suprema, apoyada por los ancestros de los distintos clanes, y su figura se refleja en la saga imperial, que reina en la sociedad de los clanes. Era necesario que el emperador liderase el poder religioso de todo el país. Aunque en teoría no era posible que una figura concreta representase a los incontables dioses en que se creía desde la heterogeneidad de valores de todo el archipiélago nipón, los emperadores lo lograron, unificaron la visión religiosa del país y constituyeron una religión formal. Sin embargo, para legitimar dicha religión, era necesaria una Amaterasu que reconociera a todas aquellas deidades indeterminadas. El Kojiki esboza una Amaterasu que representa al emperador, que es a la vez líder de los clanes y del culto a los dioses. La diosa constituye el origen ancestral innegable del linaje imperial y es lo que respalda la posición y el poder de los emperadores.
Fotografía del encabezado: El gran torii del santuario de Ise, consagrado a la gran diosa del sol. La salida del sol en el solsticio de invierno recuerda al mito del resurgimiento de Amaterasu. (PIXTA)
(*1) ^ Objeto que legitima al monarca verdadero.