Grandes figuras de la historia de Japón
Fukuzawa Yukichi, defensor de la autonomía del individuo frente al Estado
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Seiyō Jijō, una brújula para la modernización de Japón
Los planes de modernización llevados a cabo por Japón a partir de la Restauración Meiji (1868) eran, a grandes rasgos, los siguientes: formar personas capacitadas mediante la creación de escuelas públicas y privadas fuertemente reguladas y obtener ganancias del comercio, impulsando los diversos sectores de la industria, para así ir elevando las capacidades industriales del país redirigiéndolas desde la agricultura hacia la industria fabril ligera y pesada.
El programa de modernización de Japón tuvo repercusiones también en el exterior, pues influyó en la Revolución Chakri tailandesa, iniciada ya en el siglo XIX, y en las transformaciones que promovieron en la China de principios del siglo XX intelectuales como Kan Youwei o Liang Qichao, que estudiaron las políticas empleadas en Japón. Pero fue más allá, pues otras muchas iniciativas nacionales de modernización realizadas en Asia, como los “Diez grandes proyectos de construcción y democratización” de Chiang Ching-kuo en el Taiwán de la segunda mitad del siglo XX, la Declaración del 29 de Junio de Roh Tae-woo en Corea del Sur, las Cuatro Líneas de Modernización de Deng Xiaoping en China o el Doi Moi (“Renovación”) de Trường Chinh en Vietnam pueden entenderse como prolongaciones de aquella misma idea.
Sin entrar a juzgar otros aspectos históricos desafortunados, es indudable que la política japonesa de modernización influyó fuertemente sobre el devenir de los países asiáticos.
Entre los japoneses que contribuyeron a trazar las líneas maestras de la modernización del país se encuentra Fukuzawa Yukichi (1835-1901). Para conocer cómo se gestó su pensamiento, es necesario conocer primero cómo fue su experiencia personal en Occidente.
Fukuzawa nació en 1835 en Osaka como segundo hijo de un samurái de bajo rango empleado en el kurayashiki (complejo residencial con almacenes) que operaba en dicha ciudad el señorío o feudo de Nakatsu, en la antigua provincia de Buzen (actual prefectura de Ōita). Siendo todavía niño regresó a la tierra de sus padres, donde recibió una educación de corte confucianista. En 1854 dejó Nakatsu para seguir sus estudios en Nagasaki, donde aprendió los rudimentos de la corriente intelectual Rangaku (literalmente, “estudios holandeses”, en referencia al único país occidental al que se le permitió comerciar con Japón durante el periodo Edo, 1603-1868). Un año después pudo profundizar en estos estudios ingresando en la escuela Tekijuku que regentaba en Osaka el médico Ogata Kōan.
En 1858 Fukuzawa llegó a Edo (actual Tokio), como profesor de la escuela de Rangaku establecida allí por su feudo que sería el germen de la Universidad de Keiō Gijuku. Paralelamente, procuró obtener un buen dominio del idioma inglés y para ello viajó a San Francisco en 1860, embarcándose en el navío Kanrin-maru, botado por el bakufu o Gobierno shogunal. A su regreso a Japón se incorporó a la sección de traducciones del Gaikoku bugyō, departamento del bakufu encargado de la política exterior. En 1862 visitó Reino Unido, Francia, Holanda, Alemania, Rusia y otros países europeos y en 1866 publicó su libro Seiyō Jijō (“La situación de Occidente”), en el que, gracias a todos los conocimientos que había adquirido durante su periplo, pudo ofrecer una imagen completa de los sistemas y mecanismos que regían la política y la economía de los países europeos. Fukuzawa volvió a salir de Japón en 1867, esta vez en dirección a Estados Unidos, donde visitó Washington y Nueva York. Tal como consigna en Seiyō Jijō, el propósito de Fukuzawa era difundir por Japón y por los países asiáticos las condiciones políticas que permitieran su desarrollo (las llamó “seis condiciones de la política de civilización”), que son las siguientes: 1) Establecer una legislación que respete las libertades individuales y no coarte la libertad del pueblo; 2) garantizar la libertad religiosa; 3) promover el desarrollo científico y tecnológico; 4) reforzar la educación escolar; 5) desarrollar la industria mediante una política estable y basada en leyes razonables, y 6) procurar siempre la mejora en el bienestar del pueblo.
La impronta de Franklin en la carrera de Fukuzawa
En 1872 Fukuzawa publicó la primera entrega de su obra de carácter instructivo Gakumon no susume (“Estímulo al estudio”). El tema principal de esta primera entrega es la idea de autonomía o independencia en los niveles individual, familiar y estatal. Para conseguir este fin, argumenta, es necesario que todos cultivemos con perseverancia aquellos saberes prácticos que nos sean útiles en el día a día. Igualmente, hace hincapié en lo valioso que resulta disponer de una sociedad civilizada, formada por individuos sólidamente instruidos. Además de valorar altamente la educación, concede gran importancia a las condiciones para conseguir una “política de civilización” que había presentado previamente en Seiyō Jijō, y que incluyen el respeto a las libertades, la promoción de las ciencias y de las técnicas, y la protección de la ciudadanía por parte del Estado. Resulta, pues, un compendio de todo el ideario de Fukuzawa como educador y como hombre de empresa.
La frase con la que arranca Gakumon no susume, en la que dice que el cielo no ha puesto a ningún hombre por encima ni por debajo de ningún otro, alcanzó su actual fama solo después de la Segunda Guerra Mundial. Entre las hipótesis que se han formulado sobre el origen de esta frase, una de las más aceptadas es que se inspiró en el texto de la Declaración de Independencia de los Estados Unidos de 1776 pero, más allá de eso, creo personalmente que Fukuzawa encontró un modelo para sí mismo en la vida y pensamiento de Benjamin Franklin (1706-1790), uno de los redactores del borrador de la declaración. Franklin no solo fue científico: destacó también como gestor de periódicos, creador de clubes sociales, academias y universidades, siendo también político. La carrera política de Fukuzawa se limitó al año durante el cual ejerció como miembro de la asamblea legislativa de Tokio, pero por sus otras actividades (gestor del periódico Jiji Shinpō, impulsor del club social para hombres de empresa Kōjunsha, miembro de la sociedad científica Meirokusha, presidente de la academia Tōkyō Gakushikai y creador de la universidad Keiō Gijuku), que coinciden en buena medida con las de Franklin, puede apreciarse la gran influencia que recibió del insigne americano.
Con ocasión de la Restauración Meiji de 1868, Fukuzawa abandonó el Gobierno y pasó abiertamente al sector privado. Las entregas de Gakumon no susume (1872-1875), obra influida por el Poor Richard’s Almanack de Franklin, se convirtieron en su segundo best seller después del éxito de Seiyō Jijō, gracias a su defensa del saber práctico y su exhortación a la autonomía individual y nacional. Después, en 1875, publicó Bunmeiron no gairyaku (“Esbozo de la teoría de la civilización”), en la que aboga decididamente por trasvasar a Japón la civilización occidental. A partir de 1881 apoyó la causa independentista de Corea y amparó a Kim Ok-gyun, Pak Yung-hio y otros líderes coreanos exiliados en Japón tras un fallido golpe de Estado.
Fukuzawa y el Gobierno Meiji, una relación fluctuante
La Restauración Meiji tuvo lugar cuando las fuerzas encabezadas por los señoríos de Chōshū y Satsuma lograron derrocar el Gobierno shogunal, que estaba en manos del clan Tokugawa, y unir en torno a sí a otros muchos daimios (señores feudales). En un principio, a Fukuzawa le preocupaba el hecho de que en el centro del Gobierno Meiji se encontrasen los hombres del señorío de Chōshū, que propugnaban la doctrina del sonnō-jōi (honrar al Emperador y expulsar a los extranjeros), pero cuando comprendió que el nuevo Gobierno continuaría con la política aperturista y modernizadora del extinto bakufu, no le escatimó su apoyo ya desde fuera de su estructura. Mantuvo una relación especialmente estrecha con Ōkuma Shigenobu, oriundo del feudo de Saga, y con Inoue Kaoru, del feudo de Chōshū, que preconizaban el modelo británico de modernización, así como con el kuge (noble cortesano) Iwakura Tomomi, impulsor del ferrocarril.
Aunque, como abanderado del bakufu que era, a Fukuzawa puede contársele entre los perdedores, hasta que Ōkubo Toshimichi (feudo de Satsuma) se hizo con el poder con motivo de las disensiones internas en torno a la idea de intervenir militarmente en Corea, sus seis condiciones de la “política de civilización” llevaban camino de ser cumplidas gracias a la actuación del ala más pro-anglosajona del Gobierno. Sin embargo, al iniciarse la era Ōkubo y propiciarse políticas de modernización de inspiración prusiana, los designios de Fukuzawa comenzaron a verse contrariados. Fukuzawa concedía un gran valor a la actividad económica libre del individuo, pero Ōkubo se posicionó a favor de una modernización llevada desde arriba y controlada por el Estado. En su libro Bunkenron (“Teoría de la descentralización”, 1877) y en el resto de sus manifestaciones previas al asesinato de Ōkubo (1878), siempre mantuvo su oposición a las ideas de este pese al riesgo de represión que su postura entrañaba.
Tras la muerte de Ōkubo el poder pasó de nuevo a manos de Ōkuma, aliado de Fukuzawa. Con la intención de ofrecerle el mayor apoyo posible, entre 1878 y 1881 Fukuzawa sacó a la luz un gran número de obras y esbozó un primer borrador de Constitución, conocido como Borrador Kōjunsha. Sin embargo, todas estas propuestas e iniciativas en pro de un modelo británico de modernización cayeron en saco roto al ser excluidos de las estructuras del Gobierno, a raíz de los sucesos de 1881, Ōkuma y otros responsables egresados de la academia Keiō Gijuku. La consecuencia fue que el Gobierno, liderado ahora por Itō Hirobumi (feudo de Chōshu), que seguía la línea de Ōkubo, continuó con su política de control y dominio estatal sobre la actividad política, económica y educativa.
Hacia un individuo autónomo, no dependiente del Estado
Además de crear la academia Keiō Gijuku, de la que salieron muchas mentes talentosas, como empresario Fukuzawa creó en 1882 el periódico Jiji Shinpō, desde el cual difundió sus opiniones sobre temas políticos, de actualidad, problemática social y de la mujer. Los sentimientos que Fukuzawa abrigó sobre el desarrollo de Japón a partir de la publicación de este periódico parecen haber sido bastante complejos. También para Itō, que controlaba el Gobierno, la independencia de Japón era un reto de la máxima importancia y en esto su pensamiento no se apartaba del de Fukuzawa. Pero en lo relativo a la promoción de un individuo autónomo o independiente, aquel no se mostraba tan partidario como este. Plenamente consciente de esto, Fukuzawa veía con preocupación la fragilidad de un Estado que no sentaba las bases de dicha autonomía.
Con la promulgación en 1889 de la Constitución imperial se instauró en Japón un régimen de inspiración prusiana, bajo el cual se creó un sistema educativo en el que la iniciativa privada quedaba supeditada a la estatal. Con la victoria en la Guerra Sino-Japonesa, la independencia del país pareció provisionalmente asegurada, pero todo tendía hacia una mayor dependencia del individuo respecto del Estado y esto fue motivo de honda preocupación para Fukuzawa. En Fukuō hyakuwa (“100 discursos de Fukuzawa”, 1897) así como en Fukuō jiden (“Autobiografía”, 1899), ambos publicados después de la citada guerra, todo gira en torno a la autonomía del individuo y esto es debido muy probablemente a esas circunstancias.
Fukuzawa murió en 1901 por una apoplejía, la segunda que sufría. Fueron 66 años de vida, 33 de los cuales transcurrieron antes y 33 después de la Restauración Meiji, punto de viraje de una época de gran agitación.
Fotografía del encabezado: Fukuzawa Yukichi hacia 1891. Este retrato fue tomado como base al imprimirse en 1984 los nuevos billetes de 10.000 yenes con su efigie. (Fotografía propiedad del Centro de Estudios Fukuzawa de la Universidad Keiō Gijuku)