La verdad histórica del maestro de la espada Miyamoto Musashi y su obra escrita
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Con las traducciones a numerosos idiomas de obras como el Libro de los cinco anillos (Gorin-no-sho) o Miyamoto Musashi, esta última de Yoshikawa Eiji, Musashi se ha hecho famoso en todo el mundo. Sin embargo, la imagen que nos transmiten las novelas y películas, la de un rōnin (samurái errante, sin señor) y maestro de la espada que protagoniza duelos a muerte, es una ficción que parte de una biografía(*1) escrita 130 años después de su muerte. Como contrapunto, presentaré aquí la figura real de Musashi tal y como nos la revela la investigación histórica. En cuanto a su pensamiento, lo expondré ciñéndome al contenido de los cinco capítulos de que consta el Libro de los cinco anillos.
Un guerrero a caballo entre dos eras
Miyamoto Musashi terminó de escribir Libro de los cinco anillos poco antes de morir, sobre la base de sus escritos juveniles que ya había modificado una vez previamente. Además de esta obra, conservamos de Musashi dos cartas dirigidas a un señor feudal, unos diez dibujos a tinta (por incluir solo aquellos cuya autoría no se discute), una espada de madera y un guardamano que él mismo facturó, así como algunos otros objetos. Disponemos, además, de algunos documentos dejados por su hijo adoptivo y sus discípulos, y otros conservados en los señoríos con los que mantuvo alguna relación. El estudio de todos estos materiales nos presenta un panorama bastante claro de cómo fue su vida.
Nació en 1582 y murió en 1645. La de su nacimiento fue una época de continuas batallas en todo Japón que culminó con la unificación del país; la de su muerte, la época en que se establece y consolida el shogunato de Edo. La vida de Musashi puede dividirse en cuatro etapas que están íntimamente ligadas a la evolución histórica de Japón, por lo que las expondremos aquí en su contexto histórico.
La primera etapa es de formación y se extiende hasta que Musashi cumple los 20 años. En este periodo, la sociedad japonesa se unificó y se formó el orden que caracterizaría al Japón de la Edad Moderna (siglos XVI-XIX).
La segunda abarca desde la llegada de Musashi a la capital, a los 21 años, hasta que concluye su adiestramiento como guerrero, hacia los 29 años. Si bien la batalla de Sekigahara (1600) fue decisiva para la formación del shogunato de los Tokugawa, los años subsiguientes fueron también muy convulsos, debido a la resistencia ofrecida por los supervivientes del anterior régimen.
La tercera etapa va de los 30 a los 59 años y es el periodo en que Musashi, el servicio de diversos señores, se implica en una búsqueda de la filosofía de la espada. Durante el mismo, su hijo adoptivo Iori se convirtió en vasallo principal de un señor feudal. El Sitio de Osaka decidió definitivamente la suerte del país, con el establecimiento de un sistema shogunal que englobó a todos los feudos o señoríos del país.
En la cuarta etapa, pasados ya los 60 años, Musashi condensa su experiencia vital en Libro de los cinco anillos. Un joven shōgun y algunos daimyō igualmente jóvenes, que no conocieron la época de enfrentamientos bélicos, tomaron el relevo en la política.
Una vida de profundización en la senda del samurái
En el Libro de los cinco anillos, Musashi se identifica como “un samurái oriundo de Harima”. Según documentos dejados por Iori, aunque Musashi nació en una familia de samuráis asentada en las cercanías del castillo de Himeji, esta familia se posicionó en el bando que resultaría perdedor durante el proceso de unificación del país, lo que explicaría que siendo joven fuera adoptado por Miyamoto Munisai, samurái de Okayama. Con este, que por su valía había recibido del shogunato de Ashikaga el sobrenombre de Tenka Musō (“Sin igual bajo el cielo”), aprendió Musashi el arte de la espada, aprendizaje que dio su primer fruto muy tempranamente, pues ya a los 13 años salió airoso de su primer enfrentamiento con un contrincante de fama.
Tras la batalla de Sekigahara, Musashi marchó a la capital, donde, según se dice, derrotó al espadachín más destacado de la época. Indagando en la historia, descubrimos que ya a los 24 años había escrito el Heidōkyō (literalmente, “Espejo del Camino del Guerrero”, una guía articulada en 28 principios o reglas, y también había instaurado ya su propia escuela (doctrina) de armas, que denominó Enmeiryū o Enmyōryū. Luego, Musashi recorrió con su espada todo el país batiéndose y saliendo victorioso en más de 60 duelos a muerte, todo ello antes de cumplir los 30 años. El último de estos duelos, sostenido con el también legendario Kojirō, es muy famoso. Los guerreros se citaron en una isla desierta. El detalle de que Musashi se retrasó no tiene fundamento. Al parecer, Kojirō se presentó con una espada de más de tres shaku (unos 91 centímetros) de longitud, pero Musashi lo venció usando una espada de madera todavía más larga.
Musashi siguió adentrándose en el camino de la espada después de llegar a la treintena. Hacia los 50 años, lo había dominado, según asegura en el Libro de los cinco anillos. Si repasamos lo que hizo durante este periodo, descubriremos registros que prueban que Musashi formó parte de las huestes de uno de los daimyō que se alineó en el bando de Tokugawa en el citado Sitio de Osaka. Este ocurrió en 1615, cuando Musashi tenía 34 años de edad. Dos años más tarde, fue acogido en el feudo de Himiji, cuyo clan dominante acababa de tomar el castillo homónimo. Allí no sirvió como kashin (vasallo) sino como kyakubun (samurái externo o invitado), una posición que le daba mayor libertad, e instruyó en el arte de la espada a los hijos del señor y a otras personas de alto rango. Desde esta época, Musashi se interesó por la parte más teórica de su profesión y probó también su pericia en el dibujo a tinta.
Nueve años después, murió a causa de una enfermedad el primogénito del señor feudal a quien Musashi había formado. Con tal motivo, Musashi pasó de nuevo como kyakubun al feudo vecino de Akashi, al que previamente había enviado a su hijo adoptivo Iori. La relación de Musashi con este otro feudo venía de años atrás, pues había colaborado ya en la construcción de la ciudad formada alrededor de su castillo. Iori se convirtió en uno de los karō (vasallos mayores) de Akashi cinco años después, cuando solo tenía 20 años, ascenso en el cual no debieron de influir poco los méritos y hazañas de su padre adoptivo. Al año siguiente el clan de los Akashi pasó a ocupar el dominio de Kokura, en Kyūshū, y Musashi y su hijo lo siguieron a su nuevo destino. Cinco años después los ejércitos de los señores feudales de Kyūshū fueron movilizados en masa para sofocar la revuelta de Shimabara. Como comandante de las fuerzas de Kokura, Iori tuvo una destacada actuación, que lo encumbró hasta la posición de hittō karō (karō principal o primer karō).
En 1640, a los 59 años, Musashi inició una nueva andadura, esta vez como kyakubun del feudo de Kumamoto, también en Kyūshū. Un año después produjo una nueva versión de su libro, articulado esta vez en 35 normas, que ofreció a su señor, pero este murió apenas un mes después. Por eso, pasados otros dos años, Musashi comenzó a escribir su Libro de los cinco anillos, que dedicó al nuevo amo y a los karō del feudo. Lo concluyó año y medio después, una semana antes de morir. El Libro de los cinco anillos expone la filosofía vital del bushi o guerrero, centrándola en su proceso de adiestramiento en el manejo de la espada.
(*1) ^ El libro titulado Nitenki, publicado por Toyota Kagehide en 1776. Niten es el nombre por el que fue conocido Miyamoto Musashi. El libro sirve un pormenorizado relato del duelo sostenido en la isla de Ganryū, pero si analizamos el relato descubriremos que este libro, pese a su planta de biografía histórica, es una obra de ficción confeccionada a partir de leyendas orales y anécdotas recogidas por otros autores hasta el momento de su publicación.
A la búsqueda de una visión universal
Esta obra está perfectamente estructurada en cinco partes o “anillos” inspirados en cada uno de los cinco elementos de la naturaleza: tierra, agua, fuego, aire y vacío.
En el Capítulo de la Tierra, se explica a grandes rasgos qué camino ha de seguir el guerrero.
El guerrero puede serlo a título individual o como general, al frente de una gran tropa. Habrá de adiestrarse para saber cómo luchar y estudiar también las tácticas de batalla. Su formación deberá estar orientada a ser útil siempre y en todo lugar. Puesto que el bushi porta dos espadas, en previsión de su participación en una batalla real, deberá portarlas también durante su adiestramiento. Además de la espada, deberá conocer también las características de la lanza, la naginata (especie de sable de mango muy largo que se maneja con ambas manos), el arco y las flechas, además de las armas de fuego, y saber servirse convenientemente de ellas en el combate. El general deberá juzgar la competencia de sus subordinados y utilizar al hombre más indicado para cada posición o función. Para recorrer su camino, el bushi deberá adiestrarse rechazando cualquier pensamiento impuro. Deberá también ampliar su campo practicando diversas artes y emplearse en diversos oficios para tener un buen conocimiento de la sociedad, sin por ello dejar de tener una clara visión de lo que todo ello puede reportarle o quitarle, y salvaguardando siempre la autonomía de su juicio. Habrá de tener muy en cuenta todo lo que escapa al ojo y considerar con cuidado el menor indicio, concentrarse en su adiestramiento y evitar siempre las acciones inútiles. Son enseñanzas que podrían ser aplicadas a cualquier campo.
El Capítulo del Agua expone la teoría del manejo de la espada, núcleo del adiestramiento del guerrero.
En primer lugar, nos habla de la disposición de ánimo, la posición de combate y la mirada, tres aspectos fundamentales del arte del que trata. Pero insiste también en que para poder entrar en acción inmediatamente y sin caer en descuidos es importante adiestrarse partiendo de la propia vida diaria. Las formas de empuñar la espada larga son cinco (alta, media, baja, lateral izquierda y lateral derecha) y el bushi habrá de buscar siempre la que le permitan herir al adversario con más facilidad. Procurará adquirir una técnica que le permita blandir la espada desde la posición inicial con la mayor sencillez. Para desarrollar la destreza, habrá de practicar las cinco posiciones de partida, pero no confiarse a fórmulas establecidas, sino posicionarse ante cada adversario de la forma que sea más fácil llegar él aguzando los sentidos y buscando la autosuperación. Teniendo siempre en mente que hoy debe ser mejor que ayer, mañana vencer al rival débil y pasado mañana al fuerte, persistirá en el adiestramiento tantos días como sea necesario. Se trata, pues, de entrenarse aspirando a adquirir una técnica más depurada, e ir curtiéndose acumulando experiencias a lo largo de los años.
El Capítulo del Fuego trata de la teoría del combate.
Para empezar, el bushi luchará utilizando en beneficio propio y perjuicio del adversario todas las condiciones que presente el campo de batalla, para lo que habrá de examinarlo bien en todos los aspectos, desde el ángulo en que incide la luz hasta las irregularidades del terreno. Deberá también conocer bien al enemigo, para impedir que aproveche sus fortalezas y atacar mejor sus puntos débiles. Una vez controlada la técnica del adversario, habrá de saber prever sus movimientos para tener siempre preparada una respuesta instantánea y abortar así sus ataques. Irá derrotándolo obligándolo a moverse y sacando partido de sus movimientos. La lucha es también psicológica y el bushi deberá conseguir sumir al adversario en la duda, alterar su equilibrio mental y cuando este muestre su debilidad, vencerlo con un rápido ataque. Cuando el combate es múltiple también tendrá que moverse tomando la iniciativa y atacar cuando dos o más enemigos convergen en un mismo punto. Si la estrategia falla dos veces, a la tercera deberá probar otra forma de ataque. Este deberá ser tan esmerado como audaz. El bushi no bajará la guardia nunca hasta que la victoria sea suya.
El Capítulo del Aire señala los errores de otras escuelas y se reafirma en el camino correcto.
Deberán buscarse principios que funcionen en cualquier situación. No hay que obsesionarse demasiado con las posiciones de partida ni con ninguna otra fórmula “externa” de las aprendidas en los entrenamientos, sino posicionarse ante el adversario de la forma más práctica en cada situación y saber aprovechar todo lo que la espada da de sí. Musashi rechaza las “fórmulas secretas” transmitidas e invita a enseñar sin depender de métodos. Hace hincapié en la necesidad de que, quien aprende, lo haga comprendiendo y asimilando con facilidad. Musashi propugna una enseñanza consistente en mostrar el camino correcto considerando la capacidad de comprensión de cada discípulo, haciendo que se deshaga de sus manías o propensiones y de sus creencias gratuitas para que sea él mismo quien acabe viviendo como un verdadero guerrero, libre ya de toda vacilación.
En el Capítulo del Vacío se explica cómo avanzar en el camino de la espada y cuál es su forma más elevada o perfecta de dominio.
Puesto que las variadas formas de error existentes son todas producto de creencias injustificadas, es importante seguir observándose permanentemente a sí mismo y percatándose del “vacío”. Si uno continúa mejorando su técnica y curtiéndose en cuerpo y alma, con perseverancia llegará a un punto en el que todo es luz, en el que no hay ni sombra de duda. Eso es lo que Musashi llama “el vacío verdadero”.
En su juventud, Musashi salió vencedor de muchos duelos a muerte, pero persiguió siempre lo más amplio y universal, eliminando lo superfluo y tratando de conseguir la forma más efectiva y racional. El Libro de los cinco anillos, que es el legado que ha dejado a la posteridad tras haber alcanzado el dominio total de este arte, muestra cómo debe vivir un verdadero bushi sobre la base de lo aprendido en el entrenamiento, pero al mismo tiempo logra transmitir lo más esencial de la profesión del samurái, un mensaje que ha resistido el paso del tiempo y que sigue vivo hoy, casi cuatro siglos después de su muerte.
Fotografía del encabezado: copia manuscrita del Libro de los cinco anillos, realizada por uno de los discípulos directos de Musashi. Se desconoce si se ha conservado algún original. (Colección del Museo Eisei Bunko)