
Rana Seif, una traductora que acerca la literatura femenina japonesa a Oriente Medio
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El primer contacto con la literatura japonesa: Ōe Kenzaburō
Rana supo que quería ser traductora del japonés al árabe durante el bachillerato. Según ella misma cuenta, su fascinación comenzó cuando vio la película Mi vecino Totoro, de Miyazaki Hayao —Studio Ghibli—, en un canal de televisión por satélite.
“En las películas de dibujos animados de Disney, que veía mucho de niña, abundaban las protagonistas que eran princesas guapas. En las de Ghibli, por el contrario, una muchacha normal y corriente se embarca en una aventura movida por una fuerte determinación, lo cual me pareció increíble. Totoro se emitió en inglés con subtítulos en árabe. En ese momento supe que algún día quería ser capaz de traducir dibujos animados en lengua japonesa al árabe, ir a Japón a estudiar el idioma del país”, relata Rana.
Otros animes que le gustaban eran Detective Conan y Hunter x Hunter. Además, siempre ha sido aficionada a la literatura. Cuando tenía unos 12 o 13 años, leyó su primer libro japonés en árabe: Una cuestión personal, una obra semiautobiográfica de Ōe Kenzaburō.
“El protagonista se enfrenta a un grave conflicto por la discapacidad de su hijo recién nacido. La historia me impactó, pues estaba escrita sin tapujo algo. Aunque era una niña, me sorprendió saber que también existían novelas así”, explica.
La emoción que despiertan las palabras desconocidas
Rana estudió japonés en la Universidad Ain Shams (El Cairo), famosa por la enseñanza de lenguas extranjeras.
“El primer año fue el más duro: no comprendía que los kanji tuvieran diversas lecturas, así que estudiaba entre lágrimas. Sin embargo, acabé cogiéndoles el gusto a esos ideogramas que tan mal se me daban, ya que ahora puedo deducir su significado de un vistazo”, señala la traductora.
La primera obra japonesa que leyó en su lengua original fue La nariz, de Akutagawa Ryūnosuke. “Me gustan las historias cortas de Akutagawa. También me gusta Edogawa Rampo; lo primero que leí de él fue La butaca humana. Edogawa Conan, el protagonista de Detective Conan, serie de dibujos animados que veía de pequeña, debe su apellido precisamente a este autor, así que siempre me había interesado”, confiesa.
Rana pasó su tercer año de universitaria en Japón gracias a un programa de intercambio con la Universidad de Estudios Extranjeros de Tokio. Tras graduarse de Ain Shams, regresó al archipiélago nipón, donde hizo un máster en Lingüística.
“En Egipto, por norma general, quien se gradúa con la mejor nota de su clase se pone a investigar y acaba dedicándose a la docencia. Yo, sin embargo, prefería hacer de la traducción, que tanto me gustaba, mi profesión. Es una disciplina que permite dar rienda suelta a la creatividad, de ahí que uno no se harte ni se canse. Incluso cuando estoy leyendo, si me encuentro con una palabra que no conozco, me emociono y me pongo a pensar en cómo la traduciría”, explica Rana.
En una cafetería de El Cairo. © Menna El-Azzamy
La ira y los finales ambiguos
Recientemente se han publicado sendas traducciones suyas de Diario de un vacío, de Yagi Emi, y La mujer de la falda violeta, obra de Imamura Natsuko galardonada con el Premio Akutagawa.
“Cuando le hago una propuesta de traducción a una editorial, intento que sean obras de escritoras de nuestro tiempo. La inmensa mayoría de las novelas que se han traducido al árabe son de hombres y, principalmente, se trata de libros antiguos que ya no están sujetos a derechos de autor. Por otra parte, la imagen que se tiene de la literatura japonesa va prácticamente de la mano de Murakami Haruki; además, casi todas las traducciones se hacen usando el inglés como lengua puente”, afirma Rana.
En cuanto a las novelas escritas por mujeres, suele tener una predilección especial por aquellas que la han inspirado: “Me interesan las obras que reflejan la relación de las mujeres con el trabajo. Por ejemplo, historias como La mujer de la falda violeta y La fábrica, de Oyamada Hiroko, que permiten hacerse una idea de los problemas sociales al mostrar la situación de las trabajadoras con contratos temporales o por horas. Esas son las obras que me gustan”.
Diario de un vacío trata de una mujer que finge estar embarazada. “Esta novela transmite el descontento de las mujeres en el lugar de trabajo y la carga a la que se ven sometidas las que se quedan embarazadas. Además, permite hacerse una idea de la ira subyacente. Es un problema que también afecta a las mujeres egipcias, de ahí que la historia tuviera bastante repercusión en las redes sociales y en las páginas de reseñas literarias. ‘Yo también entiendo perfectamente esa rabia que siente la protagonista’ es un comentario muy recurrente”, afirma.
Tras obtener el máster en Lingüística, Rana se especializó en Género en la Universidad de El Cairo, donde aprendió a analizar la política, la economía, la sociedad y la literatura desde una perspectiva de género. “En Egipto hay una gran brecha de género palpable en el día a día”, opina.
Aunque la ley garantice la igualdad entre hombres y mujeres, estas últimas se ven sujetas a las costumbres de la sociedad y los prejuicios, de ahí que haya diversos aspectos de la vida diaria que se les hagan cuesta arriba. Al parecer, Egipto y Japón no se diferencian en este sentido: “Me resulta inexplicable que en un país desarrollado como Japón aún siga habiendo una brecha de género tan grande. Precisamente por eso [allí] se escriben obras en las que se expresa la ira de las mujeres y nosotras [las egipcias] somos capaces de empatizar con ellas”.
Los finales ambiguos son otro de los placeres de esta traductora: “En la literatura egipcia, así como en el resto de las árabes, se sigue claramente la estructura de ‘introducción, nudo y desenlace’. Por el contrario, el final de La mujer de la falda violeta varía en función de cómo lo interprete quien lo lea. Es un ejemplo fantástico de una obra en la que no hay una respuesta clara y la reflexión queda en manos del lector”.
Buenas traducciones de manga para luchar contra la piratería
La Feria Internacional del Libro de El Cairo, que se celebró desde finales de enero hasta principios de febrero de 2025, es la mayor convención del sector literario en lengua árabe. Las traducciones de Rana también tuvieron cabida en esta feria, repleta de amantes de los libros: Diario de un vacío y La mujer de la falda violeta y Ultraman, Old Boy y Rooster Fighter.
Desde arriba a la izquierda, en el sentido de las agujas del reloj: Rana en la entrada de la Feria Internacional del Libro de El Cairo; el recinto concurrido; estanterías con obras literarias como Diario de un vacío y La mujer de la falda violeta; una mujer observa una estantería con los mangas traducidos por Rana. © Menna El-Azzamy
“Ultraman, que cuenta la historia del hijo del anterior Ultraman (Hayata Shin), me lo ofreció traducir la propia editorial. Los otros dos los elegí yo: Old Boy, que se ha adaptado al cine en Corea del Sur, me resultó entretenido y Rooster Fighter me gustó por ese punto travieso que tiene: me hizo gracia que una historia así de dura la protagonizara un gallo”, relata.
Rana se dedica no solo a la traducción de literatura, sino también a la de manga porque quiere luchar contra la piratería y la mala calidad de este tipo de obras.
“Antes Captain Tsubasa [Campeones: Oliver y Benji o Supercampeones] eran los únicos dibujos animados japoneses famosos en los países árabes que se emitían en la televisión estatal de Egipto. Ahora, gracias a Netflix y otras plataformas similares, hay muchos animes populares (y mangas originales). Por otra parte, la generalización de internet ha contribuido a que se distribuyan mangas piratas en formato digital”, explica. “La piratería, además de ser una práctica ilegal, presenta otro problema: la mala calidad. Las traducciones contienen errores y los dibujos son de mala calidad. El manga es una manifestación artística que se disfruta a través de la vista, de ahí que no se aprecie su verdadera naturaleza si no se ve bien”, prosigue.
Las editoriales japonesas de manga no le conceden importancia al mercado de Oriente Medio, donde no tienen un historial de publicación de traducciones. Por consiguiente, las editoriales del mundo árabe se enfrentan a dificultades para hacerse con los derechos de traducción, lo que, a su vez, conlleva que no logren prosperar. Si alguien quiere leer un manga famoso, la única solución para conseguirlo fácilmente es recurrir a la piratería. Rana espera poder acabar con este círculo vicioso.
Rana ojea un ejemplar de Old Boy. © Menna El-Azzamy
La literatura traducida, un refugio para los jóvenes
Rana afirma tajantemente que los lectores de Oriente Medio tienen interés en la literatura asiática. Según la traductora, esto se debe a que, por ejemplo, las obras literarias de Japón y Corea del Sur aportan ideas nuevas que difieren completamente del ideario propio de los países de habla inglesa.
No obstante, que haya demanda no significa que las editoriales busquen satisfacerla inmediatamente, puesto que publicar una traducción tiene su coste. Además de los gastos de edición, hay que pagar para hacerse con los derechos de traducción y a un agente que se encargue de presentar al poseedor de dicha propiedad intelectual.
“La edición en árabe de La mujer de la falda violeta recibió una subvención de la Fundación Suntory. La Fundación Japón también subsidia las publicaciones extranjeras, pero, en mi opinión, las ayudas son relativamente escasas. Por otra parte, hay entidades de otros países encargadas de otorgar subsidios que hacen propuestas de traducción a las editoriales; sin embargo, según me han dicho los editores, no suele ser habitual en el caso de Japón”, explica Rana.
Además, son pocas las personas capaces de traducir directamente del japonés al árabe. “La traducción literaria apenas da dinero, así que uno solo puede dedicarse a ella por verdadera pasión”, sentencia. La propia Rana cree que la traducción es una profesión que realmente podría abrirles a los jóvenes del mundo árabe la puerta a un nuevo refugio: “Creo que, en cierto sentido, las obras traducidas dan cobijo a las generaciones jóvenes de Oriente Medio. En particular, a aquellas personas que, como las mujeres, sienten que no hay un sitio para ellas en el mundo. Estas obras suponen un contacto con ideas nuevas y un espacio donde conocer a personas en su misma situación. Saber que uno no está solo es un gran apoyo”.
En 2025 salen a la venta sus traducciones de Confesiones, de la escritora de misterio Minato Kanae, y Fragmentos del mal, de Itō Junji, abanderado del manga de terror. “Mi próximo objetivo es fortalecer los lazos con las editoriales japonesas y hacerles llegar a los lectores de Oriente Medio más obras maravillosas, entre ellas de la literatura feminista”, asevera Rana. La literatura japonesa cuenta con una aliada prometedora.
Imagen del encabezado: Seif Rana posa con un ejemplar de su traducción de La mujer de la falda violeta durante la Feria Internacional del Libro de El Cairo, en febrero de 2025. © Menna El-Azzamy
(Traducción al español del original en japonés.)