Tesoros nacionales vivientes: el esmero llevado al extremo

Tsuchiya Yoshinori, un genial tejedor que se deja guiar por todo lo bello

Arte Cultura

El Estado japonés distingue a los maestros artesanos más prestigiosos con la calificación de “portadores de patrimonio cultural intangible de importancia”. Son los llamados “tesoros nacionales vivientes”. Visitamos en esta ocasión a Tsuchiya Yoshinori, el primer tejedor designado tesoro nacional viviente en el campo del tejido monsha (2010), para saber de qué se nutre su creatividad.

Tsuchiya Yoshinori TSUCHIYA Yoshinori

Nacido en la prefectura de Gifu en 1954, tras graduarse en técnicas textiles en la escuela vocacional más tarde absorbida por la actual Universidad de Kioto Seika, aprendió el arte del tsumugiori con la maestra Shimura Fukumi. En 1996 recibió el Premio Presidente de la Asociación de Kōgei (artesanía) de Japón. Luego siguió profundizando en los textiles tradicionales japoneses con el maestro Kitamura Takeshi, experto en las técnicas del ra y el tatenishiki. En 2006, recibió el premio Ministro de Cultura de la citada asociación, reconocimiento que ha venido seguido de otros muchos. En 2009, el Estado lo distinguió con la Medalla de Honor (cinta púrpura), que entrega el Emperador, y un año después fue declarado “portador del patrimonio cultural intangible de importancia”, lo que popularmente es conocido como tesoro nacional viviente, por su dominio del monsha.

Ver, experimentar y cultivar la sensibilidad

“Me gustan las cosas bonitas, que embellecen al ser humano. Y siempre he ido tras ellas”.

Ante una creación de Tsuchiya Yoshinori, uno experimenta algo muy extraño. Para mí, fue como si aquella difusa idea de lo bello que había tenido en mi niñez se hubiera materializado con total fidelidad. Sentí que aquel colorido, como sacado de un sueño, bien podía haber sido el de las telas que tejía la Doncella Tejedora de la leyenda de Tanabata.

El nombre de aquella obra es Botantei (El Pabellón de la Peonía). Fue presentada en 2023, después de cerca de medio año de trabajo. Tsuchiya tomó el nombre del título de una obra del teatro tradicional chino que fue interpretada hace algunos años por el gran actor Bandō Tamasaburō V, de quien es admirador desde hace muchos años. En 2012, este actor fue declarado portador de patrimonio cultural intangible de importancia, es decir, tesoro nacional viviente, por sus papeles de onnagata en el kabuki.

El monsha furisode (kimono de mangas largas en tejido monsha) presentado por Tsuchiya en la 70.ª edición de la Exposición de Artesanía Tradicional de Japón. El nombre de la obra es Botantei. (Fotografía cortesía de la Asociación de Kōgei de Japón)
El monsha furisode (kimono de mangas largas en tejido monsha) presentado por Tsuchiya en la 70.ª edición de la Exposición de Artesanía Tradicional de Japón. El nombre de la obra es Botantei. (Fotografía cortesía de la Asociación de Kōgei de Japón)

“Para los diseños, no necesariamente me inspiro en cosas concretas. Creo que lo importante es seguir cultivando la sensibilidad viendo y experimentado diversas cosas”.

La obra Botantei está hecha en el tejido de seda llamado monsha, que utilizaban los nobles del periodo Heian (794-1185) en su ropa de verano. El monsha es un tipo de mojiriori (tejido en el que los hilos más próximos que forman la urdimbre o base de cabos verticales se entrecruzan). La obra de Tsuchiya es muy peculiar, ya que combina sha o tejido semitransparente, con hiraori o tejido plano opaco. Juntos, forman un diseño de ishidatami (empedrado, adoquinado).

Fotografía de Baba Keisuke.
Fotografía de Baba Keisuke.

La guinda en esta complejidad la pone el kasuri, técnica consistente en utilizar en la urdimbre un hilo teñido intermitentemente para obtener un efecto de color muy especial. Tsuchiya ha adoptado un método de teñido propio, en cinco fases, con el que consigue un degradé muy matizado.

“En realidad, difuminar los límites entre las tintadas es algo que cualquier persona puede hacer. La idea de base es muy simple: aunque el kasuri presente alguna imperfección, el degradé la disimulará bellamente. En mi tierra, el paisaje sobre el río Nagaragawa suele verse difuminado, especialmente en verano, cuando hay mucho vapor en la atmósfera. Quizás esa suavidad paisajística haya influido también en la formación de mi técnica”.

Vista del río Nagaragawa. (Fotografía de Kawagoe Yūsuke)
Vista del río Nagaragawa. (Fotografía de Kawagoe Yūsuke)

En sus diseños, Tsuchiya utiliza en su telar un aparato llamado zurashiki (‘corredor’ o ‘desalineador’) para conseguir que los cabos de la urdimbre muestren sus colores en degradé a partir de alturas diferentes. El corrimiento en el diseño del kasuri que se consigue de esta forma aporta un delicado sabor a sus obras.

El encuentro con los pigmentos vegetales

En la obra Botantei, el pigmento rojo procede de las raíces de la planta llamada en japonés indoakane (Rubia cordifolia), el amarillo de los capullos del enju (Styphnolobium japonicum), un arbusto de hoja caduca de la familia de las fabáceas y el celeste del fruto del kusagi (Clerodendrum trichotomum), de la familia de las lamiáceas. El azul de otra de sus obras, el kimono Unasaka, del indoai (índigo). Tsuchiya tiñe él mismo sus tejidos con estos y otros pigmentos vegetales naturales, que estudia con gran interés hasta conseguir extraer de ellos el color ansiado.

El kimono en tejido monsha bautizado Unasaka fue presentado en la 64.ª edición de la Exposición de Artesanía Tradicional de Japón. (Fotografía: Kawagoe Yūsuke)
El kimono en tejido monsha bautizado Unasaka fue presentado en la 64.ª edición de la Exposición de Artesanía Tradicional de Japón. (Fotografía: Kawagoe Yūsuke)

“Los pigmentos vegetales, que son muy diáfanos, son realmente bellos y con ellos es posible teñir los tejidos en todo tipo de colores, desde los más vivos a los más sobrios. En el origen de mi dedicación a las tinturas está mi encuentro con estos colores”.

Tsuchiya se interesó por los pigmentos naturales cuando estaba en la veintena y era alumno de una escuela vocacional de bellas artes de Kioto, en cuyas clases los estudió. Participó también en las visitas que organizó la escuela a un taller de tintado. Fue así como empezó su relación con la maestra Shimura Fukumi, que en 1990 fue declarada tesoro nacional viviente del tsumugiori (tejidos de seda hilada a mano, con irregularidades)

“Durante aquellas visitas, yo me quedé con la vaga idea de que era una artesana que teñía sus tejidos con pigmentos naturales”. Pero más tarde, un par de hechos puramente casuales lo dirigieron hacia ella. Un álbum fotográfico de su admirado actor de kabuki Bandō Tamasaburō V que había comprado incluía un diálogo entre el actor y Shimura. Y un número de la revista japonesa Eureka que tomó en sus manos para leer un especial sobre Jean Cocteau resultó que contenía también poemas de Shimura.

Uno de los hechos casuales que dirigieron a Tsuchiya hacia Shimura Fukumi fue el descubrimiento en un álbum fotográfico de su admirado actor de kabuki Bandō Tamasaburō V de un diálogo entre este y la artesana. (Fotografía de Baba Keisuke)
Uno de los hechos casuales que dirigieron a Tsuchiya hacia Shimura Fukumi fue el descubrimiento en un álbum fotográfico de su admirado actor de kabuki Bandō Tamasaburō V de un diálogo entre este y la artesana. (Fotografía de Baba Keisuke)

“Me emocioné mucho leyendo el poema de la profesora Shimura publicado en Eureka. Se titulaba Kire ni yosete (“A los retales o telas”) y decía que los tejidos hay que verlos con más sensibilidad. Me pareció una maestra excelente, sentí una gran admiración por ella”.

Tsuchiya recuerda que se decidió a internarse en el mundo del tintado y tejido algo después, viendo una exposición de Shimura.

“Me atrajeron mucho la belleza del colorido y su atrevido estilo artístico. Me dije a mí mismo que a partir de entonces me dedicaría a eso y conseguí que la maestra me incluyera en su taller. Más que un hecho particular, fue la sensación de que algo me conducía hacia aquello”.

En el taller de la profesora Shimura en Kioto, donde era el único hombre, Tsuchiya aprendió los fundamentos de la profesión: las técnicas de tintado, tejido y corte básico del obi (faja del kimono), entre otras. Con esas técnicas, heredó también de su maestra una filosofía del trabajo artesanal, uno de cuyos puntos más importantes, en el caso de Shimura, es cuidar con esmero los colores “recibidos” de la naturaleza. Esta filosofía tuvo una fuerte influencia en el trabajo posterior de Tsuchiya.

Hilos teñidos personalmente por Tsuchiya. (Fotografía: Kawagoe Yūsuke)
Hilos teñidos personalmente por Tsuchiya. (Fotografía: Kawagoe Yūsuke)

“Disfrutaba cada día de trabajo. Veteranos y novatos trabajábamos codo con codo, haciendo el tintado por las mañanas y tejiendo por las tardes. Pero lo más instructivo eran las charlas que nos daba la profesora Shimura a las tres, mientras comíamos algo”.

Una fusión de técnicas muy personal

Las prácticas en Kioto duraron tres años y medio. Terminado ese periodo, Tsuchiya volvió a su ciudad natal de Seki, en la prefectura de Gifu, y se independizó profesionalmente.

“Volví a Gifu por razones económicas. Ganarse la vida en esta profesión es muy difícil. Hasta que vi que podría salir adelante, pasó bastante tiempo”, recuerda.

A partir de los 30 años comenzó a hacer kimonos de tsumugiori siguiendo las enseñanzas recibidas en el taller de Shimura. Cumplidos ya los 40, empezó a crear obras de suzushi, un tipo de tela liviana y semitransparente en tejido plano, el más simple.

“Comencé a tejer suzushi porque me gustan las telas que se transparentan. Lo mismo puedo decir del monsha. Creo que es esa finura, esa ligereza lo que me agrada. Cuando era pequeño, en el vecindario vivía una antigua geisha que enseñaba koto (arpa horizontal japonesa) y a mí me encantaba lo bien que sabía llevar los kimonos”.

Los rudimentos del kasuri los aprendió con Shimura y luego siguió profundizando en esa técnica. Un ejemplo de fusión kasuri-suzushi es su obra Ayunose (1996), en la que se valoró tanto su técnica como su originalidad y que se hizo acreedora al Premio Presidente de la Asociación de Kōgei de Japón. Tsuchiya tenía 42 años.

Ayunose, el kimono en tela suzushi con el que Tsuchiya ganó el Premio Presidente de la Asociación de Kōgei de Japón en la 43.ª edición de la Exposición de Artesanía Tradicional de Japón.
Ayunose, el kimono en tela suzushi con el que Tsuchiya ganó el Premio Presidente de la Asociación de Kōgei de Japón en la 43.ª edición de la Exposición de Artesanía Tradicional de Japón.

“Entre los 30 y los 40 años, una época en la que producía con toda libertad, era muy osado, me sentía capaz de hacer cualquier cosa. Pero cuando ya pasas de los 30 y quieres hacer algo bueno de verdad, esa osadía no es suficiente. Sentí que tenía que seguir estudiando y, poco antes de cumplir los 40, empecé a presentar mis obras y a participar en las actividades de la Asociación de Kōgei de Japón, que es una entidad para la conservación y promoción de la artesanía tradicional que ha impulsado la carrera de muchos creadores”.

Durante los dos años que siguieron a la recepción del premio, participó en los talleres de perfeccionamiento de técnicas para los miembros de la asociación, donde aprendió de Kitamura Takeshi (1935-2022), tesoro nacional viviente en las técnicas textiles del ra (1995) y el tatenishiki (2000).

“Entre las 10 técnicas textiles que aprendí, me propuse llegar a dominar el monsha y puse en la tarea todo mi empeño. En el proceso, de forma natural, fui combinado kasuri y monsha”.

Su original estilo de fusión kasuri-monsha recibió una alta valoración y en 2006 su obra Gekkakeiin (“Arroyo susurrante bajo la luz de la luna), presentada a la exposición anual de la asociación, recibió el Premio Ministro de Cultura. Y en 2010 le llegó el máximo reconocimiento al ser declarado por el Estado tesoro nacional viviente del monsha.

Gekkakeiin (“Arroyo susurrante bajo la luz de la luna”), un kimono en tejido monsha presentado por Tsuchiya en la 53.ª edición de la Exposición de Artesanía Tradicional de Japón.
Gekkakeiin (“Arroyo susurrante bajo la luz de la luna”), un kimono en tejido monsha presentado por Tsuchiya en la 53.ª edición de la Exposición de Artesanía Tradicional de Japón.

Las autoridades valoraron cómo Tsuchiya había sabido “hacerse con un estilo propio en la producción de tejidos que fusionan armoniosamente las técnicas tradicionales del monsha y el kasuri, estilo con el que ha creado un mundo propio, lleno de elegancia y cristalina pureza” (2010, comunicado de premiación de la Agencia de Asuntos Culturales).

“Ahora soy ‘portador’, pero, por lo demás, nada ha cambiado. Por lo menos, yo sigo produciendo a mi aire. La obra que voy a presentar a la siguiente exposición de la asociación, que se inaugurará en septiembre, va a ser bastante atrevida… ¡espero que no me regañen!”.

Tsuchiya ante su telar. (Fotografía de Kawagoe Yūsuke)
Tsuchiya ante su telar. (Fotografía de Kawagoe Yūsuke)

La expresión artística de este hombre que se deja guiar por el kabuki, el arte, el saber vestir de las geishas, el colorido que nos ofrece la naturaleza, el monsha y tantas otras cosas, es infinitamente pura y libre.

Tsuchiya explica que, últimamente, se está interesando por saber qué imprevisibles resultados pueden obtenerse combinando dos hilos de kasuri teñidos al azar. Eso fue, precisamente, lo que hizo en su galardonada obra Botantei. Y para la exposición de este año tiene otras ideas nuevas.

“Ahora produzco sin ningún plan, siguiendo diseños toscos. Me lo paso muy bien y cada vez quiero probar con más y más cosas nuevas. Se ve que no he perdido la pasión por mi trabajo, que todavía me queda mucho hasta ‘secarme’ del todo”, comenta jocoso.

El taller de Tsuchiya. Una cantera de nuevas ideas que nacen de todo lo que le gusta a su dueño. (Fotografía: Kawagoe Yūsuke)
El taller de Tsuchiya. Una cantera de nuevas ideas que nacen de todo lo que le gusta a su dueño. (Fotografía: Kawagoe Yūsuke)

Reportaje y texto: Sugihara Yuka, redacción de POWER NEWS.

Fotografía del encabezado: Tsuchiya Yoshinori sobre el fondo de Botantei, obra presentada en 2023. (Fotografía: Baba Keisuke)

(Traducido al español del original en japonés.)

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