Mi punto de vista

La quietud como elemento de la “cultura oculta” no intervencionista de Japón

Política Sociedad

Los espacios y momentos de quietud entre intervalos de discurso o de actividad, que pueden etiquetarse como parte de la “cultura oculta” de Japón, son claves para entender cómo interactúan sus gentes y cómo se comporta el país en el contexto mundial.

Lo oculto y lo silencioso

Hoy en día Japón es una sociedad cada vez más multicultural que acoge a personas de muchas nacionalidades, trayectorias vitales y contextos culturales, entre los que se incluyen, por supuesto, un gran número de árabes y musulmanes. Lógicamente, es también un lugar donde, en la vida cotidiana, podemos encontrar una amplia variedad de culturas y conductas que arraigan en los distintos contextos de esas personas. Mientras que antaño el intercambio cultural era una expresión de moda que definía experiencias a las que solo unos pocos podían acceder, ahora es mucho más común y está al alcance de todos.

En este cambio que experimenta Japón —y a la luz de tendencias internacionales más generales, como las confrontaciones irresolubles generadas por malentendidos, prejuicios, estereotipos y otros obstáculos que dificultan la comunicación clara—, constatamos que cada vez se presta más atención al concepto de la cultura oculta.

Cualquier persona que haya disfrutado de un espectáculo de un arte tradicional nipón como el kabuki, el o el rakugo seguramente habrá notado un rasgo particular propio de la cultura nacional: el concepto de ma (間). Los espacios de silencio entre la acción o el diálogo pueden transmitir mucho contenido clave para un argumento en estas disciplinas de arte tradicionales. Fuera del arte, en la vida cotidiana, los japoneses también utilizan este recurso, manteniendo una cierta quietud en algunos momentos e imbuyéndola de significado como parte de sus conversaciones o su conducta en las relaciones interpersonales.

El término ma, tal como se usa en japonés, designa un espacio o intervalo de tiempo o entre lugares. Muchos han señalado que los japoneses suelen recurrir a esta especie de concepto de las zonas vacías en el tiempo y el espacio también a la hora de tratar con las personas, generando una potente sensación de distancia entre individuos. Se asemeja al modo en que podríamos definir la quietud como un aspecto del movimiento o la nada como un aspecto de la existencia.

Mantenerse al margen

Lo mismo puede afirmarse de la política nipona. Muchos actos importantes, ya sean nacionales o internacionales, despiertan poco más que la observación silenciosa por parte de los legisladores japoneses. En años recientes hemos visto cómo este fenómeno se daba tras grandes conflictos en todo el mundo, como el de Afganistán o el enfrentamiento permanente Israel-Hamás en Gaza. A menudo parece que la única respuesta oficial por parte de Japón es la vigilancia muda.

En el contexto mundial, el abordaje clásico japonés es mantenerse al margen, evitando lanzarse de inmediato a la acción, observar qué hacen los otros países y en qué dirección soplan los vientos de la opinión pública, para al fin emprender acciones (tras un ma adecuado) que sigan la corriente general. En el contexto nacional, la metedura de pata de un político o un escándalo empresarial se considera una ocasión ideal para sentarse a esperar y contemplar cómo se desarrolla la situación. El primer ministro Kishida Fumio también tiende a soltar frases vacías como “mi trabajo es proteger las vidas y el bienestar de los ciudadanos de Japón” mientras observa en silencio cómo evolucionan las cosas a su alrededor. No se le ve intención alguna de ser quien provoque el cambio en el mundo; parece que considera mejor quedarse a un lado y ver cómo gira el mundo por sí solo que hacer un torpe intento que solo logre obligarlo a asumir la responsabilidad.

Los que se comunican en japonés tienden a evitar los abordajes manifiestamente lógicos en sus argumentos. Los políticos de otros países, como los del mundo árabe, emplean hábiles técnicas de persuasión para captar el apoyo de los demás; sus homólogos nipones, en cambio, parecen carecer de esa elocuencia y apelan a la emoción cuando su falta de destreza verbal sale a relucir. Analizándolo desde otro ángulo, podríamos afirmar que consideran la ideología menos importante que la conexión humana, lo cual podría reflejar su tendencia a valorar formas de pensar más “naturales”.

(Artículo publicado originalmente en japonés y traducido al español de la versión en inglés. Fotografía del encabezado: Un sacerdote mendicante observa a la gente frente a un templo. © Pixta.)

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